Cuando nuestra burbuja explote
Resulta preocupante que hoy la izquierda, con tanta faena por hacer en un mundo cada d¨ªa m¨¢s amenazante, pierda tanto tiempo en reprimendas est¨²pidas afeando en las redes conductas a personas que, en muchos casos, se encuentran muy cerca de sus postulados
¡°Si cada espa?ol hablase de lo que entiende, y nada m¨¢s, habr¨ªa un gran silencio que podr¨ªamos aprovechar para el estudio¡±. La frase, bien conocida, es de Manuel Aza?a y la pronunciaba un siglo antes de que las grandes plataformas nos hubieran concedido la tramposa libertad de poder mostrar a diario opiniones innecesarias e indocumentadas a la vista de cualquiera, orgullosamente, sin pudor y con af¨¢n de exhibici¨®n, porque yo lo valgo y porque se van a cagar, porque hoy toca unirse a un linchamiento y no quiero quedarme sin lanzar esta piedra que rematar¨¢ al que ya anda moribundo. Concluyendo, todo lo contrario de lo que pregonaba el viejo republicano. Al nuevo modelo de negocio le conviene el ruido y est¨¢ borrando de nuestro vocabulario los conceptos de prudencia, reparo, compasi¨®n. Si se da el caso de que a alguien se le descubre en un renuncio, en una metedura de pata, o a¨²n m¨¢s, en un delito, c¨®mo no sumarse a la gran fiesta de la crueldad, porque la crueldad, de eso nos hemos olvidado, no se ejerce solo cuando se ataca a un inocente, crueldad es tambi¨¦n el ensa?amiento innecesario con el culpable. Si existe la justicia, por imperfecta que esta sea, es porque necesitamos un mediador que nos evite la venganza personal o colectiva. Pero hoy, gracias al gran Dios de las redes, asistimos a un juicio permanente, situados siempre en los asientos del jurado y temiendo en secreto vernos alg¨²n d¨ªa en el lugar del reo. Olvidada queda aquella vieja progres¨ªa que detestaba a los que levantaban los brazos delante de los juzgados, a esas personas tan carentes de emociones en sus vidas que se cargaban de adrenalina yendo a escupir y a insultar a los detenidos mucho antes de que se produjera el juicio. Aquellas ideas de convivencia que promulgaban la atemperaci¨®n de las emociones se han quedado caducas y ahora no hay penas de c¨¢rcel que nos satisfagan, no hay insulto que est¨¦ a la altura de nuestra ira ni metedura de pata a la que no queramos hincarle el diente.
Siempre tuvo la derecha un af¨¢n represor y reprendedor, y para ello contaba con las iglesias de turno, que hac¨ªan el trabajo sucio de colarse en las vidas ¨ªntimas castigando pecados de pensamiento, palabra, obra u omisi¨®n. Pero resulta preocupante que hoy la izquierda, con tanta faena por hacer en un mundo cada d¨ªa m¨¢s amenazante, pierda tanto tiempo en reprimendas est¨²pidas afeando conductas a personas que, en muchos casos, se encuentran muy cerca de sus postulados, aunque de pronto hayan tenido un renuncio y se hayan desviado de la plantilla que marca el manual de las buenas opiniones. Es un pecado antiguo de la izquierda: arremeter con virulencia contra el camarada que opina por libre, salir de inmediato en defensa de una supuesta virtud. No hace falta ser pesimista para advertir que el panorama que se nos avecina, flanqueados por Putin al este y es posible que por Trump al oeste, con una coincidencia pavorosa de hombres sin escr¨²pulos en cada punto estrat¨¦gico del mapa, nos obliga a tener una gran entereza de ¨¢nimo. En este momento el engolfamiento en debates est¨¦riles es un claro reflejo de que estamos dispuestos a apurar hasta el ¨²ltimo trago de nuestro privilegio. Ante esta tozuda ceguera, la pensadora Naomi Klein reflexionaba sobre el viraje juvenil a la derecha, al hilo de su ¨²ltimo libro Doppelganger, en el que escribe, entre otras cosas, de esta izquierda paralizada ante la fuerza arrolladora de un mundo virtual que transmuta personalidades: ¡°Tiene que ver con la pasi¨®n censora de la izquierda, con esa vigilancia del discurso y la crueldad que despliegan cuando alguien se pasa de la raya. Ojal¨¢ pens¨¢ramos m¨¢s en c¨®mo engordar nuestras filas que en c¨®mo depurarlas¡±. Ocurre que perdidos en un momento de autocomplacencia, seguiremos flotando en la peque?a burbuja que nos a¨ªsla del mundo, hasta que de pronto explote y nos quedemos flotando en el vac¨ªo.
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