Las escaleras del infierno
Mantener viva la guerra, dentro o fuera, es capital para la supervivencia de Netanyahu. Nada ni nadie puede pararle
Una fuera y otra dentro, ambas conducen al mismo sitio y se comunican en los rellanos. La guerra es el ascenso a los extremos de una violencia sin l¨ªmite, pero a efectos de la destrucci¨®n y la matanza en Gaza y de su expansi¨®n por la regi¨®n, en Siria, L¨ªbano o Yemen, es un descenso a los infiernos del caos y la inseguridad.
Hay un negro pelda?o donde murieron los colaboradores del chef Jos¨¦ Andr¨¦s, siete justos que ent...
Una fuera y otra dentro, ambas conducen al mismo sitio y se comunican en los rellanos. La guerra es el ascenso a los extremos de una violencia sin l¨ªmite, pero a efectos de la destrucci¨®n y la matanza en Gaza y de su expansi¨®n por la regi¨®n, en Siria, L¨ªbano o Yemen, es un descenso a los infiernos del caos y la inseguridad.
Hay un negro pelda?o donde murieron los colaboradores del chef Jos¨¦ Andr¨¦s, siete justos que entregaron sus vidas por dar de comer a los hambrientos. Puede que se haya ca¨ªdo m¨¢s bajo en otros casos de depravaci¨®n b¨¦lica en estos seis meses de guerra cruel, pero ning¨²n otro hecho ha tenido tanta visibilidad ni ha conmovido tanto a los amigos y aliados de Israel. La explicaci¨®n de Netanyahu, ¡°cosas que ocurren en las guerras¡±, pertenece al mismo repertorio moral de Putin ante la muerte de Navalni. Tantas lamentaciones tendr¨¢n escasa credibilidad sin el castigo de los culpables y la rectificaci¨®n militar israel¨ª, que incluya la protecci¨®n efectiva de las vidas de los gazat¨ªes exigida por la legislaci¨®n internacional humanitaria. La evocan los mandos militares pero luego la vulneran sus soldados hasta exhibir sus atrocidades en las redes sociales.
Son dos centenares los cooperantes ca¨ªdos bajo fuego israel¨ª y casi un centenar los periodistas. Al Jazeera est¨¢ bajo amenaza de cierre. Un tel¨®n de silencio est¨¢ cayendo sobre la opini¨®n p¨²blica israel¨ª y sus medios de comunicaci¨®n, dominados por la autocensura, cada vez m¨¢s presionados y acosados en la caza de brujas que ha desatado la guerra. En tales condiciones ser¨¢ dif¨ªcil que alguien crea las explicaciones sobre la matanza de los cooperantes o las cifras de combatientes de Ham¨¢s eliminados. Otro negro pelda?o aguarda en Rafah, el rinc¨®n donde se amontonan m¨¢s de un mill¨®n de palestinos, a la espera del ¨²ltimo asalto. A falta de este trofeo, la escalada ha marcado otro punto exterior con el asesinato selectivo en Damasco de tres altos mandos iran¨ªes, de inconfundible autor¨ªa israel¨ª. Como si Netanyahu estuviera dispuesto a la guerra regional antes que ceder a una sola demanda de Biden. Hasta liquidar a Ham¨¢s, seg¨²n el popular e improbable objetivo que se ha propuesto. Con las bombas proporcionadas por Estados Unidos, naturalmente, indiscriminadas en Gaza y precisas en Beirut o Damasco.
M¨¢s plausible es la disuasi¨®n israel¨ª quebrada el 7 de octubre y ahora restaurada. A costa del olvido de los rehenes y al precio de una siembra que promete abundantes cosechas terroristas en los pr¨®ximos a?os. Mantener viva la guerra, dentro o fuera, es capital para la supervivencia de Netanyahu. Nada ni nadie puede pararle. Ni las resoluciones de Naciones Unidas, ni las reiteradas conminaciones de la Corte Internacional de Justicia. Si la Casa Blanca refrena en una escalera, Netanyahu aprieta en la otra, decidido y apresurado en su descenso a los infiernos.