Somos conservadores
El gran cambio de estos ¨²ltimos a?os consiste en que la derecha, que siempre se dedic¨® a conservar el orden establecido, es la que rompe ese orden
Ahora s¨ª, Estados Unidos vuelve a dar el ejemplo. Durante el gobierno de Donald Trump no lo hizo: si acaso nos dio el gusto de hundirse en esos fangos de rep¨²blica bananera que siempre hab¨ªa despreciado en los dem¨¢s, tan por debajo de la superioridad democr¨¢tica de un pa¨ªs donde no hab¨ªa golpes de estado ¨Csino que solo asesinaban presidentes. Pero ahora ha vuelto a ponerse a la vanguardia: permite que se presente a elecciones, con grandes chances de empatarlas, ...
Ahora s¨ª, Estados Unidos vuelve a dar el ejemplo. Durante el gobierno de Donald Trump no lo hizo: si acaso nos dio el gusto de hundirse en esos fangos de rep¨²blica bananera que siempre hab¨ªa despreciado en los dem¨¢s, tan por debajo de la superioridad democr¨¢tica de un pa¨ªs donde no hab¨ªa golpes de estado ¨Csino que solo asesinaban presidentes. Pero ahora ha vuelto a ponerse a la vanguardia: permite que se presente a elecciones, con grandes chances de empatarlas, un reo que acaba de ser condenado por sobornar a una prostituta y todav¨ªa enfrenta 54 acusaciones m¨¢s, entre ellas varias por conspirar contra la democracia ¨Cy no pasa nada.
Y algo as¨ª sucedi¨® en Quito hace unas semanas, cuando un Gobierno casi provisional orden¨® el copamiento de una embajada extranjera ¨Cmexicana¨C para detener a un adversario pol¨ªtico refugiado en ella. Es un quiebre del orden diplom¨¢tico que ni siquiera Videla o Pinochet osaron ¨Cy no pasa nada.
Y sucede todo el tiempo en Buenos Aires, donde un jefe de estado que pretende destruir el Estado fleta cada diez d¨ªas el avi¨®n estatal presidencial para volar a actos pol¨ªticos fascistas en Estados Unidos o en Espa?a mientras su gobierno manda a la muerte, so pretexto de ahorro fiscal, a los enfermos que ya no atiende, los hambrientos que ya no alimenta ¨Cy no pasa nada.
O en San Salvador, donde se construy¨® la c¨¢rcel m¨¢s grande ?del mundo? para que un buen tercio de sus prisioneros se hacinen sin juicio ni pruebas ni razones ¨Cy no pasa nada.
O en Madrid, donde la jefa de la Comunidad dice que en sus geri¨¢tricos los viejos se murieron sin atenci¨®n m¨¦dica porque as¨ª son los viejos, mientras sigue viviendo en la vivienda adquirida por un consorte con suerte, delincuente confeso con peluca ¨Cy no pasa nada.
O en Europa, donde la extrema derecha, esos nost¨¢lgicos de las viejas dictaduras, podr¨ªa pasar del 10% de su Parlamento hace diez a?os a un 20 o 25% en las elecciones del domingo y amenazar incluso la integraci¨®n continental ¨Cy no pasa nada.
Y as¨ª de seguido: no pasa nada. Tantas cosas que parec¨ªan intolerables se toleran, tantas se naturalizan. El gran cambio de estos ¨²ltimos a?os consiste en que la derecha, que siempre se dedic¨® a conservar el orden establecido, es la que rompe ese orden y usa esa ruptura para hacer m¨¢s y m¨¢s cosas que en principio no podr¨ªa: para correr los l¨ªmites de lo posible, para imponer un orden nuevo.
Trabajan sobre tierra abonada. En general ¨Cy sobre todo en ?am¨¦rica¨C nadie quiere que las cosas se mantengan como son: las mayor¨ªas est¨¢n muy justamente decepcionadas con las vidas que tienen, las sociedades que forman, y ellos les ofrecen cambiarlas de cabo a rabo. Es un cambio confuso, sin grandes precisiones, pero sin duda un cambio: que nada vuelva a ser como es ahora, que la moto sierre sin piedad. Lo cual resulta atractivo para muchos que se ilusionan con esa posibilidad y, entonces, no ven la violencia y la injusticia que ese cambio implica.
Frente a eso, ¡°nosotros¡± nos dedicamos a defender el orden viejo. ¡°Nosotros¡± es dif¨ªcil: para nosotros no hay nada m¨¢s complicado que formar un nosotros. Pero, digamos, por intentar algo: nosotros, los que en los dos ¨²ltimos siglos hemos tratado de cambiar nuestras sociedades para conseguir m¨¢s igualdad, para acabar con los abusos, para que la justicia funcione para todos, para que nadie carezca de lo m¨¢s necesario; nosotros, digamos, la izquierda, los progres, como quieran llamarlo, nos hemos vuelto un coro de biempensantes indignados que intentamos, a manotazos de ahogado, conservar.
Queremos conservar la justicia social, la educaci¨®n p¨²blica, la atenci¨®n sanitaria, la opci¨®n de comer, el salario de los que tienen poco, las conquistas de las mujeres, la presunci¨®n de inocencia, la libre circulaci¨®n de las personas, alg¨²n respeto a la verdad, todas esas cositas que estos gobiernos y partidos amenazan.
As¨ª que aparecemos como los que queremos defender ciertos pilares de estas sociedades que no conforman a nadie. Es un papel tan triste, deslucido. Podr¨ªa funcionar en sociedades tranquilas y satisfechas: si existen, son muy raras. Frente a estos gobiernos que las van a hacer peores nos vemos reducidos a intentar que no arruinen lo que hay; ante una posici¨®n tan defensiva es l¨®gico que estos ultraderechistas mantengan su ofensiva. Podremos, quiz¨¢, conservar algunas cosas, pero ellos seguir¨¢n ganando. Ellos se apropiaron del cambio; ¡°nosotros¡± somos los que intentamos impedirlo. Los suyos son cambios para mal, pero no sabemos c¨®mo oponerles cambios para bien: nos movilizamos, al fin y al cabo, contra el cambio. Criticamos su audacia, queremos ser sensatos, recuperamos los gestos de la derecha cl¨¢sica, actuamos como siempre actuaron ellos.
Mientras no encontremos qu¨¦ cambiar, qu¨¦ cambios reales ofrecer ¨Ccomo s¨ª encontraron, por desgracia, Milei o Bukele o Bolsonaro¨C, seguiremos sin acercarnos a esas mayor¨ªas insatisfechas, seguiremos llorando desde la tribuna. Si las fuerzas sociales y pol¨ªticas que siempre reivindicaron el cambio, que siempre lo produjeron, no lo hacen, van perdiendo su raz¨®n de ser, se vuelven nada. As¨ª, no es extra?o que estos se?ores y se?oras fachas tengan m¨¢s y m¨¢s votantes, m¨¢s poder, se impongan y definan.
Quiz¨¢ sea necesario que gobiernen unos a?os para que su desastre quede claro y la necesidad de cambios se evidencie y podamos, al fin, ofrecerlos ¨Cpero ser¨ªa largo y duro. A¨²n as¨ª, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano: si no pensamos y ofrecemos cambios decisivos, esperanzas nuevas, si seguimos en esta indignaci¨®n conservadora, ser¨¢ el momento de dedicarnos a la cr¨ªa y adiestramiento de pececitos rojos. Y pelearnos, por supuesto, por la pureza de su raza: tienen un pedigree muy complicado, los pececitos rojos.
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