Aquella Espa?a en que los trenes llegaban a su hora
Quienes cogemos el AVE como otros cogen el metro sabemos que Renfe declina hacia la cutrez con tanta lentitud como determinaci¨®n
Mussolini presum¨ªa de que el fascismo hizo que los trenes italianos fuesen puntuales. Aunque luego se demostr¨® que era mentira, el mito ech¨® ra¨ªces en los millones de viajeros muertos del asco en los vagones parados del neorrealismo, y persiste hoy. En este momento, en cualquier estaci¨®n de Italia, hay un tipo cabreado que suspira y murmura: con Mussolini, los trenes llegaban a su hora. Como en la Italia fascista, pero de verdad.
No podemos decir lo mismo los espa?oles de Franco, pues la Renfe franquista funcionaba como el expreso pendular del norte de El milagro de P. Tinto, que...
Mussolini presum¨ªa de que el fascismo hizo que los trenes italianos fuesen puntuales. Aunque luego se demostr¨® que era mentira, el mito ech¨® ra¨ªces en los millones de viajeros muertos del asco en los vagones parados del neorrealismo, y persiste hoy. En este momento, en cualquier estaci¨®n de Italia, hay un tipo cabreado que suspira y murmura: con Mussolini, los trenes llegaban a su hora. Como en la Italia fascista, pero de verdad.
No podemos decir lo mismo los espa?oles de Franco, pues la Renfe franquista funcionaba como el expreso pendular del norte de El milagro de P. Tinto, que pasa cada 25 a?os, m¨¢s o menos. La impuntualidad de los trenes era la metonimia del desastre de Espa?a: un pa¨ªs averiado, inservible, un pa¨ªs que hab¨ªa que tirar y hacer de nuevo. Por eso Felipe Gonz¨¢lez, tan sensible a los s¨ªmbolos, hizo del Ave la letra capitular del cambio democr¨¢tico. Espa?a era tan moderna que los trenes llegaban a su hora.
No es extra?o, pues, que cuando los trenes empezaron a retrasarse casi a diario (o a ¡°acumular retrasos¡±, como se dice en la jerga perifr¨¢stica renfera) cundiese una sensaci¨®n de decadencia nacional. Espa?a fio su modernidad al chic ferroviario ¡ªmientras dejaba sin trenes a medio pa¨ªs, pero esa es otra historia¡ª, y los que cogemos el Ave como otros cogen el metro sabemos que ya no queda nada de glamur: Renfe declina hacia la cutrez con tanta lentitud como determinaci¨®n. Los renfecitos son el ¨²ltimo chiste de una comedia que no le hace gracia a nadie.
El ministro del ramo le echa la culpa a la p¨¦rfida competencia de Ouigo e Iryo, que hacen de su capa un sayo. Me he apuntado el argumento por si alguna vez entrego esta columna fuera de plazo y con faltas de ortograf¨ªa: ¡°Es que, con tanto columnista en El Mundo y el Abc ¡ªdir¨¦ a los jefes de opini¨®n de este diario¡ª, no hay forma de escribir bien ni de llegar a tiempo¡±. Y les dar¨¦ unos puntos, que llamar¨¦ molinillos, para canjear en pr¨®ximas columnas.
Hace poco volv¨ª de Vigo en un Avlo que estuvo una hora parado sin aire en mitad de la solana castellana. Las m¨¢quinas de comida no funcionaban y los ba?os apestaban. Antes eso era una an¨¦cdota rara. Hoy es casi costumbre. Lo ¨²nico que funcionaba en el tren era el men¨² de idiomas de las pantallas de informaci¨®n (que tampoco informaban de nada). Porque Renfe podr¨¢ despreciar a sus viajeros, pero lo hace en todas las lenguas oficiales de Espa?a y en ingl¨¦s. Para que te sientas como en casa aunque no te lleven a casa.