Las derrotas del euroescepticismo
Los rivales y enemigos de la Europa federal han fracasado estrepitosamente durante 70 a?os en su boicoteo al proyecto com¨²n: ?y ahora?
La Uni¨®n Europea se fue a cenar el 9-J bajo el temporal, el augurio de un fuerte ascenso de la ultraderecha. Y amaneci¨® al modo terremoto en dos santos lugares: la victoria del lepenismo en Francia y la consiguiente disoluci¨®n de la Asamblea Nacional, y el mete¨®rico segundo puesto alcanzado por Alternativa por Alemania.
Pero el resultado global de las elecciones al Parlamento de Estrasburgo certificaban globalmente una meritoria supervivencia mayoritaria del europe¨ªsmo en la C¨¢mara. Patrocinaban el mantenimiento del cord¨®n sanitario contra el extremismo, tejido por el cuatripartito centrado: democristianos, socialdem¨®cratas, liberales, verdes. Y con ¨¦l la prosecuci¨®n del ritmo integrador de Europa.
Parad¨®jicamente, ese impacto inmediato para la instituci¨®n concernida se convert¨ªa en efecto diab¨®lico para otras: el Consejo Europeo y el Consejo de Ministros, ya infectados de extremismo por culpa de las ¨²ltimas elecciones nacionales en Italia, Hungr¨ªa, Suecia o Finlandia, o a punto de cocci¨®n (Holanda). A causa de da?os colaterales potencialmente tr¨¢gicos. Lo ser¨ªan una reversi¨®n de la mayor¨ªa parlamentaria en Francia, la consiguiente par¨¢lisis de la locomotora franco-alemana y el potencial bloqueo de esas dos instituciones comunitarias, colegisladoras de derecho y de hecho con la Euroc¨¢mara.
Conviene reposar el miedo a lo peor, tan propio del europe¨ªsmo: o se llega y nunca eso es suficiente, o si lo suficiente peligra, se anticipa un desastre. Es una extendida actitud virginal, poco sabia, o un inexplicable complejo de inferioridad, paralelo al del liberal/progresismo insatisfecho, siempre sobrecogido por los defectos ¨¦ticos e institucionales de algunos dirigentes propios. Que tanto contrasta con la acendrada defensa de los intereses en el universo conservador.
Del coraz¨®n caliente y recalentado del 9-J pasemos a las cifras, fr¨ªas. Pues bien, no est¨¢ para nada descontada la victoria del lepenismo en la convocatoria legislativa para este 30 de junio (primera ronda) y el 7 de julio (segunda). Para nada existe una mayor¨ªa natural ultra: el Reagrupamiento y la Reconquista contabilizaron casi el 37% de votos el d¨ªa 9. Mientras que el macronismo y las tres izquierdas oficiales (PSF, Francia Insumisa y los Ecolos), rondaron el 44%. Entrambasaguas, la derecha de ra¨ªz gaullista, los Republicanos, abarcaban el 7,25%, el centro de la disputa.
Habr¨¢ infinitos matices, mucha frontera porosa y disputa, y bastante desistimiento para el segundo turno. Pero hoy la clave es recordar que una cosa es la apariencia que otorga el primer puesto individual y otra la esencia de las alianzas posibles, como bien se sabe en Espa?a. Adem¨¢s de que, intelectuales tradicionales aparte, ante anuncios de futuros demasiado ¨¢speros nuevos actores saltan a la palestra: el futbolista Kylian Mbapp¨¦ compite en dignidad c¨ªvica con el novelista ?mile Zola. Si John Kennedy proclam¨® contra el muro de la verg¨¹enza en 1963 que ¨¦l era un berlin¨¦s m¨¢s, ¡°Ich bin ein Berliner¡±, todos debi¨¦ramos identificarnos hoy como otros tantos citoyens de la R¨¦publique.
Tres caracter¨ªsticas subrayan la gravedad del momento: 1) la simultaneidad del empuje ultra, hasta ahora cadenciado a peque?as dosis seg¨²n los calendarios nacionales; 2) la afectaci¨®n com¨²n de izquierdas y derechas moderadas, con perjuicios potenciales similares para ambas; y 3) el fin del mito de que la construcci¨®n europea ha respondido en sus casi 70 a?os a una din¨¢mica progresiva, incremental, ininterrumpida: ahora menos a¨²n, pero nunca fue as¨ª.
Corresponde a los dirigentes dem¨®cratas contrarrestar el avance extremista en manada, y revitaminar el consenso entre conservadores y progresistas. Pero el material es resistente: el proceso europeo ha cristalizado salvando dram¨¢ticas crisis existenciales.
Su necesaria rapidez ha sido desafiada por continuos reveses. Desde antes de nacer, cuando el abrupto fin de la Europa de la Defensa, en 1952, con causa en Francia. Y enseguida despu¨¦s: de la par¨¢lisis de las ¡°sillas vac¨ªas¡± decretada por De Gaulle en 1965, al entierro de una moneda com¨²n en estado nasciturus, como la programada en 1970 por el Informe del luxemburgu¨¦s Pierre Werner; seguida de los fracasos de la serpiente y del Sistema Monetario Europeo. Nada ha sido f¨¢cil. Todo, enrevesado. Y hasta ag¨®nico.
Esos reveses desembocaron en media docena de crisis m¨¢s profundas, ya con distintos actores recelosos ante el europe¨ªsmo, que seg¨²n los derrotistas deb¨ªan hacer naufragar a la Uni¨®n. Y que, al contrario, se saldaron con estrepitosas derrotas de euroesc¨¦pticos, quietistas y eurohostiles.
La m¨¢s soterrada, pero nada blanda, se fundament¨®, en los ochenta y noventa, en la presunci¨®n acad¨¦mica y pol¨ªtica de que nunca se crear¨ªa la moneda ¨²nica: unos criticaban fallos de dise?o al no tratarse de una ¡°¨¢rea monetaria ¨®ptima¡±; otros, la ausencia de un respaldo fiscal-presupuestario; algunos, la d¨¦bil autoridad pol¨ªtica que la acompa?ar¨ªa; y los m¨¢s duros exhib¨ªan el recelo norteamericano ¡ªciertos Nobel liberals incluidos¡ª a una divisa competidora. Ha cumplido veinte a?os largos.
Tambi¨¦n se anticipaba que sin profundizar antes en la integraci¨®n de los socios existentes (reformando los Tratados), cualquier ampliaci¨®n arrumbar¨ªa la Uni¨®n. Ha habido cinco ampliaciones, todas han funcionado. La m¨¢s ardua, la ¨²ltima, supuso absorber la Europa de la esfera sovi¨¦tica, y en consonancia con el tama?o del envite cosech¨® resultados m¨¢s desiguales, como evidencia hoy Polonia, frente a Hungr¨ªa. La reforma de los Tratados tambi¨¦n ha sido asignatura dif¨ªcil, incluso ag¨®nica: del ¡°petit oui¡± franc¨¦s al de Maastricht, o los rechazos al Tratado Constitucional o al de Lisboa.
La Gran Recesi¨®n de 2008 a 2012 debi¨® arrasar el ¨¢rea monetaria ¨²nica. Augures y austeritarios como Wolfgang Sch?uble buscaron fragmentarla expulsando a Grecia. Se resolvi¨® mediante la voluntad de la canciller alemana, Angela Merkel, y los fondos de rescate multimillonarios creados en favor del Sur (y de la banca del Norte). Otros creyeron y apostaron a un BCE como mera d¨²plica del astringente Bundesbank, lo que conducir¨ªa al castigo de los financieramente vulnerables: eso acab¨® con Mario Draghi, que gir¨® la pol¨ªtica monetaria restrictiva a una expansiva de signo contrario, convirti¨¦ndose en una de las instituciones m¨¢s federales, junto al Tribunal de Justicia.
Una fase decisiva fue la escapada brit¨¢nica de la Uni¨®n, el Brexit, culminada en 2020. Desde que se gest¨®, profetas y agoreros preanunciaron el fin de la Uni¨®n, supuestamente porque Londres arrastrar¨ªa a otros gobiernos antifederales. No hubo tal. Bast¨® enervar el (inacabado) Mercado Interior como logro excepcional para los 27 miembros restantes. Ninguno sigui¨® la pauta de los tories brit¨¢nicos, que se someter¨¢n, el 4 de julio, al examen del p¨¦simo balance generado por su euroescepticismo.
Todo ello fue salpicado por dramas falsos, h¨¢bilmente inventados o sazonados por partidos y Gobiernos ultras, como el flujo de un mill¨®n de inmigrantes sirios y afganos a trav¨¦s de Turqu¨ªa en 2015, una nader¨ªa si se recuerda que la absorci¨®n de cinco millones de refugiados ucranios desde 2020 marcha como una seda. O sus resistencias a todo avance integrador: el plan inversor Next Generation de la pandemia o la solidaridad con el pa¨ªs invadido por el Kremlin.
La UE no ser¨¢ seguramente tan s¨®lida e invulnerable como Estados Unidos, exhibe una menor integraci¨®n, y una trayectoria m¨¢s breve. Pero ese registro de derrotas del euroescepticismo certifica una muy notable capacidad de supervivencia. A condici¨®n de que contin¨²e gozando del favor mayoritario de la ciudadan¨ªa. Para eso es imprescindible seguir combatiendo las brechas de desigualdad social abiertas desde la Gran Recesi¨®n y en parte cronificadas; las nostalgias de obsoletas soberan¨ªas nacionales, la indiferencia de tantos j¨®venes seducidos por desvar¨ªos en las redes sociales infectadas a veces desde fuera. A condici¨®n, en suma, de que el europe¨ªsmo insufle m¨¢s dinamismo, m¨¢s ambici¨®n y m¨¢s pasi¨®n a la tarea federal com¨²n.
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