El enemigo interior, la inseguridad y la agenda ultra
Internet se llena de contenidos con una visi¨®n sesgada de la inmigraci¨®n para sembrar el miedo en torno a un supuesto recrudecimiento de la delincuencia
M¨¢s all¨¢ de las maniobras jur¨ªdicas de dilaci¨®n, la ley de amnist¨ªa empieza a dar sus primeros frutos: los gui?os, cada vez m¨¢s obvios, del Partido Popular a Junts. Alberto N¨²?ez Feij¨®o, en la ¨²ltima semana de campa?a de las elecciones europeas, plante¨® la posibilidad de una moci¨®n de censura que contara con los votos de los independentistas. Los contactos, como desvel¨® el propio l¨ªder popular en una comida con periodistas en febrero, se e...
M¨¢s all¨¢ de las maniobras jur¨ªdicas de dilaci¨®n, la ley de amnist¨ªa empieza a dar sus primeros frutos: los gui?os, cada vez m¨¢s obvios, del Partido Popular a Junts. Alberto N¨²?ez Feij¨®o, en la ¨²ltima semana de campa?a de las elecciones europeas, plante¨® la posibilidad de una moci¨®n de censura que contara con los votos de los independentistas. Los contactos, como desvel¨® el propio l¨ªder popular en una comida con periodistas en febrero, se empezaron a dar desde su investidura fallida en verano de 2023.
Este pasado abril ha sucedido otro episodio donde ambos partidos han demostrado su sinton¨ªa, uno que pas¨® pr¨¢cticamente desapercibido. Junts present¨® el 12 de abril una proposici¨®n de ley en materia de multirreincidencia sobre hurto y estafa que fue rechazada por el Congreso. El Partido Popular hizo un ¡°copia y pega¡± de esta iniciativa y la volvi¨® a presentar el 26 del mismo mes, logrando, esta vez, que la C¨¢mara la tomara en consideraci¨®n el 18 de junio. El tema sobre el que trata no es casual.
El movimiento del PP pretend¨ªa que se diera una votaci¨®n que rompiera la mayor¨ªa de investidura y nada mejor que explorar la senda penalista para lograrlo. Junts ya tiene un competidor de extrema derecha en el eje nacional, Alian?a Catalana, que ha despuntado mezclando islamofobia y criminalidad, al PP le sucede algo parecido con Vox. Feij¨®o cruz¨® una de esas l¨ªneas de las que no hay un retorno sencillo al pedir el voto ¡°contra la inmigraci¨®n ilegal que ocupa nuestros domicilios¡±. Junts, de una manera menos expl¨ªcita, tambi¨¦n ha endurecido su postura en este ¨¢mbito.
Existe una carrera electoral con los ultras, pero tambi¨¦n un cambio de escenario: en la medida en que ambas derechas se necesiten y no puedan utilizar con tanta ligereza el conflicto nacional, juego que llevan practicando d¨¦cada y media, van a requerir de otro enemigo interior para reescribir las p¨¢ginas m¨¢s nefastas de su libreto. Adem¨¢s, el ajustado resultado de las Europeas, que de momento aleja un fin anticipado de la legislatura, parece haber despertado la necesidad de buscar nuevas v¨ªas para hostigar al Gobierno.
La agenda p¨²blica est¨¢ cada vez m¨¢s privatizada, por lo que los temas que ocupan nuestra actualidad reflejan, m¨¢s que los retos reales a los que se enfrenta el pa¨ªs, las necesidades y deseos de quien puede marcarla. As¨ª, en las ¨²ltimas semanas, los contenidos en medios sobre inmigraci¨®n se han hecho m¨¢s patentes con la intenci¨®n, m¨¢s o menos desacomplejada, de sembrar el miedo en torno a un supuesto recrudecimiento de la delincuencia.
Adem¨¢s de las v¨ªas tradicionales para agitar el avispero, los incendiarios del ¨¢mbito digital llevan tiempo practicando lo que podr¨ªamos denominar como una ceremonia de fascinaci¨®n por lo s¨®rdido. Todo lo que sucede se graba, por lo que estamos m¨¢s expuestos emocionalmente a lo inquietante. No hay d¨ªa en que las principales cuentas de los ultras en redes sociales no suban v¨ªdeos de peleas, robos o cualquier situaci¨®n que se halle entre lo violento y lo chocante. La intenci¨®n es prefabricar una imagen sobre las calles de nuestro pa¨ªs que no se distancie demasiado del de un infierno cotidiano.
¡°Tengan cuidado ah¨ª fuera¡± dec¨ªa el sargento Esterhaus a sus hombres, en la cl¨¢sica serie Canci¨®n triste de Hill Street. La frase, aunque iba dirigida a los polic¨ªas que patrullaban cada semana una indeterminada ciudad del norte de los Estados Unidos, golpeaba a los espectadores, que tarde o temprano ten¨ªan que apagar el televisor y salir de casa. La inseguridad, a la par que la desigualdad, se dispar¨® bajo el Gobierno de Ronald Reagan. En vez de arreglarlo, su administraci¨®n empuj¨® a los resortes culturales para transformarlo en un espect¨¢culo. Uno que ven¨ªa a decir que la responsabilidad ¨²ltima de defenderse reca¨ªa en cada ciudadano, tan atemorizado como aislado.
Espa?a, por fortuna, dista mucho de parecerse a Norteam¨¦rica, tanto a la de los a?os 80 como a la actual. De hecho, somos una sociedad bastante segura, incluso en comparaci¨®n con nuestros vecinos europeos. Tampoco estamos sufriendo un incremento neto del crimen respecto a los a?os anteriores a la pandemia. Podemos cuestionar las cifras, poner en tela de juicio a la polic¨ªa y pensar que estamos siendo v¨ªctimas de un gigantesco complot. O asumir que unas derechas entregadas al rupturismo requieren de un nuevo chivo expiatorio.
Una vez expuesto el indecente inter¨¦s pol¨ªtico, conviene conservar una mirada realista sobre nuestro entorno. Espa?a es un pa¨ªs seguro, pero no es igual de seguro en todas partes. No es ninguna novedad que el delito posee determinantes socioecon¨®micos, que se sit¨²an por encima del lugar de procedencia o de la mera pulsi¨®n individual por quebrantar la ley. El nivel de renta y la educaci¨®n reducen las posibilidades de cometer un crimen, la desestructuraci¨®n de las comunidades lo aumenta.
La izquierda trata, correctamente, el fen¨®meno de la delincuencia desde sus causas, en el medio plazo, asumiendo que el endurecimiento de lo penal, por s¨ª solo, no soluciona el problema. La cuesti¨®n es que, a menudo, parece tener miedo de enfrentar sus consecuencias m¨¢s inmediatas, como si la seguridad p¨²blica no fuera un concepto hist¨®ricamente progresista. Uno que marca que cualquier ciudadano, independientemente de su clase social, del lugar donde viva, tiene derecho a llevar una existencia ordenada y pac¨ªfica.