No es una derrota conservadora, es una devastaci¨®n
En buena parte los ¡®tories¡¯, ebrios de pasado, estos a?os han sido una caricatura anacr¨®nica y nacionalista de lo que fueron
Hace ya a?os que ¡ªpor suerte¡ª nadie se refiere a las elecciones como ¡°la fiesta de la democracia¡±, pero en el Reino Unido a¨²n saben c¨®mo convertir las elecciones en una fiesta. En los clubs m¨¢s pol¨ªticos de Londres prolongan las veces que haga falta el whisky de la cena para seguir el conteo como quien ve un partido de f¨²tbol. Son muchas horas y, en consecuencia, pueden ser muchas copas, pero en un pa¨ªs con la pasi¨®n por la apuesta, seguir en directo si Chich...
Hace ya a?os que ¡ªpor suerte¡ª nadie se refiere a las elecciones como ¡°la fiesta de la democracia¡±, pero en el Reino Unido a¨²n saben c¨®mo convertir las elecciones en una fiesta. En los clubs m¨¢s pol¨ªticos de Londres prolongan las veces que haga falta el whisky de la cena para seguir el conteo como quien ve un partido de f¨²tbol. Son muchas horas y, en consecuencia, pueden ser muchas copas, pero en un pa¨ªs con la pasi¨®n por la apuesta, seguir en directo si Chichester se mantiene conservadora o Somerset Norte vira al laborismo se acompa?a con los v¨ªtores que por lo general reservamos a las tandas de penaltis.
En el conservatorio tory de Pall Mall, nunca hubo m¨¢s v¨ªtores que en las elecciones del oto?o de 2019. A las tres o las cuatro de la ma?ana, cuando las copas daban paso a las salchichas y el bacon de un desayuno ingl¨¦s, la satisfacci¨®n era plet¨®rica. No hab¨ªa que esperar m¨¢s resultados. Boris Johnson ganaba con una mayor¨ªa que no se ve¨ªa desde los tiempos m¨¢s gloriosos de la Thatcher. Circunscripciones que eran de izquierdas antes de inventarse el laborismo hab¨ªan votado conservador. El norte de Inglaterra, la parte dura y cetrina del pa¨ªs, olvid¨® sus agravios hist¨®ricos con los tories para hacer lo nunca visto: votarles. Confiaban en la promesa que, para halagar sus instintos proteccionistas, hab¨ªa hecho Boris Johnson, esto es, culminar un Brexit exitoso. Aquella fue una noche de brillo para los conservadores: segu¨ªan siendo, como se han imaginado desde los tiempos de Disraeli, ¡°el partido de la naci¨®n¡±. La derrota tory es proporcional a la confianza malversada.
Los tories han tenido malas rachas: la ¨²ltima, con Blair, les dur¨® una d¨¦cada. La derrota de ahora, sin embargo, es de una devastaci¨®n que amenaza con ser existencial. En retrospectiva, aquel brillo de la ¨²ltima mayor¨ªa era el ¨²ltimo chisporroteo de la luz antes de apagarse. Si alguien piensa que era f¨¢cil vencer a Corbyn, deber¨¢ pasmarse de que los conservadores hayan entregado la victoria a un hombre como Starmer, que ayer era su hazmerre¨ªr y hoy ha visto reivindicar como virtudes su insipidez, su moderaci¨®n y su apego a las formas. Hay aqu¨ª algo de contraveneno: recordemos que Johnson lo hizo todo ¡ªhasta est¨¦ticamente¡ª para parecerse a Winston Churchill. Ahora solo podemos recordarlo cerrando los ojos, pero es m¨¢s que una an¨¦cdota: en buena parte los tories, ebrios de pasado, han sido estos a?os una caricatura anacr¨®nica y nacionalista de lo que fueron.
En una democracia no hay tal cosa como ¡°partidos de la naci¨®n¡±: las naciones votan lo que les da la gana. La prueba, este jueves. Pero, adem¨¢s, la naci¨®n va cambiando y los tories no se han enterado, volcados como estaban en su solipsismo. Su maquinaria de poder ha degenerado en juegos de poder internos: es dif¨ªcil saber, m¨¢s all¨¢ de las siglas, qu¨¦ ha podido unir ante el votante a Cameron con Sunak o con Truss. Y si la cuesti¨®n europea se llev¨® a varios primeros ministros por delante ¡ªMajor, el propio Cameron¡ª, quien se pregunte si los efectos del Brexit han sido tan negativos, bien puede empezar por ver lo que tenemos ante los ojos: los destrozos que ha causado en un partido-instituci¨®n como han sido los tories. No es consuelo pensar que un Sunak justo est¨¢ pagando por pecadores como Johnson y Truss, porque el diagn¨®stico que ahora se sigue tampoco es bueno: el Brexit y sus guarniciones ¡ªproteccionismo, nacionalismo, y dem¨¢s¡ª constituyen una enfermedad autoinmune. Ya hemos visto que es capaz de corroer a un gigante. Y, puestos a ser bocazas de pub, Nigel Farage no tiene competencia.