Los Juegos de Par¨ªs: el deporte como cuesti¨®n de Estado
La cita ol¨ªmpica ha cumplido con todos los valores originales de excelencia, aspiraci¨®n internacionalista y pacifismo, pero sin poder abstraerse de un contexto de violencia mundial ajeno a su influencia
¡°Francia no comprende el verdadero esp¨ªritu ol¨ªmpico¡±. Estas palabras no pertenecen a ning¨²n comentarista deportivo desplazado a Par¨ªs para retransmitir la competici¨®n m¨¢s importante del deporte mundial. Es una afirmaci¨®n del mism¨ªsimo Pierre de Coubertin, visionario fundador de los Juegos Ol¨ªmpicos modernos, aunque no fue, precisamente, profeta en su tierra. Mientras ¨¦l acusaba a su pa¨ªs de una profunda incomprensi¨®n de los valores ol¨ªmpicos ¡ªla excelencia, la aspiraci¨®n internacionalista y el pacifismo¡ª, su figura y ...
¡°Francia no comprende el verdadero esp¨ªritu ol¨ªmpico¡±. Estas palabras no pertenecen a ning¨²n comentarista deportivo desplazado a Par¨ªs para retransmitir la competici¨®n m¨¢s importante del deporte mundial. Es una afirmaci¨®n del mism¨ªsimo Pierre de Coubertin, visionario fundador de los Juegos Ol¨ªmpicos modernos, aunque no fue, precisamente, profeta en su tierra. Mientras ¨¦l acusaba a su pa¨ªs de una profunda incomprensi¨®n de los valores ol¨ªmpicos ¡ªla excelencia, la aspiraci¨®n internacionalista y el pacifismo¡ª, su figura y legado quedaron inevitablemente empa?ados por su respaldo a los Juegos de Berl¨ªn en 1936, un evento que Hitler utiliz¨® para legitimar su r¨¦gimen ante la opini¨®n p¨²blica alemana e internacional con el ¨²nico boicot de la Rep¨²blica de Espa?a.
Existe la arraigada creencia que sostiene que el deporte deber¨ªa mantenerse al margen de cualquier consideraci¨®n pol¨ªtica. Una idea tan estrechamente unida a la propia Carta Ol¨ªmpica que en su art¨ªculo 50 proh¨ªbe las manifestaciones pol¨ªticas de cualquier ¨ªndole. En esta edici¨®n, por ejemplo, hemos asistido a la descalificaci¨®n de la atleta de origen afgano Manizha Talash, por su manifestaci¨®n en favor de la liberaci¨®n de las mujeres afganas. Para Coubertin, el deporte no deb¨ªa involucrarse en la pol¨ªtica menor, pero s¨ª en los grandes debates que afectan a la humanidad. Pero el deporte nunca es solo deporte. Los Juegos Ol¨ªmpicos y el deporte en general tienen una conexi¨®n intr¨ªnseca con la pol¨ªtica. No solo en cuanto a la utilizaci¨®n vehicular del mismo para la expresi¨®n de opiniones o posiciones pol¨ªticas, no solo para la exaltaci¨®n patri¨®tica de los valores de uno y otro pa¨ªs. Para el bar¨®n, los Juegos ten¨ªan una misi¨®n pedag¨®gica desde su origen: el deporte deb¨ªa educar a las masas en los valores ol¨ªmpicos, civilizando a los pueblos mediante la b¨²squeda de la excelencia deportiva.
Francia ha acogido los Juegos Ol¨ªmpicos modernos por tercera vez en su historia. Par¨ªs ha vuelto a ser sede ol¨ªmpica despu¨¦s de 100 a?os y ha servido de escenario a un acontecimiento no solo deportivo, tambi¨¦n moral y, por supuesto, pol¨ªtico. Francia ¡ªentre precios desorbitados, ¨¦xodo de la ciudadan¨ªa parisina y una espectacular transformaci¨®n urbana¡ª ha tenido la oportunidad de mostrar al mundo no solo su identidad, sino de desmentir aquella afirmaci¨®n de su ol¨ªmpico conciudadano.
Con una ceremonia inaugural pol¨¦mica (porque hoy todo lo es) y bastante original, Francia quiso mostrar al mundo que contin¨²a siendo un actor internacional relevante, con una herencia pol¨ªtica y cultural que conecta directamente con los principios y valores del olimpismo, que se ha agenciado como propios y los ha expuesto como motivos de orgullo nacional. Una exhibici¨®n de legado revolucionario, progresismo moral y dinamismo cultural, pero tambi¨¦n la muestra de una cierta vocaci¨®n geopol¨ªtica: europe¨ªsta, internacionalista y abierta al mundo. A pesar de las desquiciadas cr¨ªticas de una derecha anti-woke imitadora de la Far Right estadounidense que puso el grito en el cielo por la ceremonia inaugural, el pa¨ªs (y la Francia de ¡°outre-mer¡±) se ha reposicionado simb¨®licamente en el escenario internacional.
Durante estas semanas de intensa competici¨®n, Par¨ªs y la constelaci¨®n de ciudades y territorios franceses que han acogido los Juegos, han devenido una arena pol¨ªtica, donde los pa¨ªses occidentales corren el riesgo de ser derrotados en un terreno que ellos mismos han configurado. As¨ª podemos comprender la feroz competici¨®n por dominar el medallero ol¨ªmpico entre China y Estados Unidos como una expresi¨®n geopol¨ªtica de la nueva guerra fr¨ªa entre las dos potencias. Tambi¨¦n hemos visto im¨¢genes impactantes como el selfie sonriente entre los deportistas ol¨ªmpicos de las dos Coreas o la participaci¨®n de 15 deportistas rusos compitiendo bajo la designaci¨®n de ¡°Atletas Neutrales Independientes¡± tras la exclusi¨®n de Rusia debido a la guerra de Ucrania. Ya sab¨ªamos que no era solo deporte, el supuesto apolitismo de los juegos es, en realidad, geopol¨ªtica.
Una teor¨ªa sugiere ¡ªy no es un pensamiento reciente¡ª una conexi¨®n entre la centralidad del deporte en la sociedad y la contenci¨®n de la competencia extrema y la violencia. Las sociedades se vuelven m¨¢s pac¨ªficas e igualitarias a trav¨¦s del deporte. El soci¨®logo alem¨¢n Norbert El¨ªas lo lleg¨® a llamar ¡°proceso de civilizaci¨®n¡±. El deporte deja de ser un camino de preparaci¨®n para la guerra para transformarse en un complemento de la democracia parlamentaria. La sublimaci¨®n de la violencia en el deporte pone l¨ªmites a esta entre las naciones. Pero sobre todo contiene la violencia de las masas.
Si efectivamente ser el mejor en un combate de boxeo, en un partido de f¨²tbol o a lomos de un caballo se convierte en la receta definitiva para no querer ser el ¨²nico en pie al final de la contienda; si el rechazo a la violencia se ha convertido en una de las creencias m¨¢s profundas de las sociedades avanzadas, ?c¨®mo es posible que los terceros Juegos Ol¨ªmpicos de Par¨ªs se hayan producido en este contexto de guerra en Europa y de genocidio del pueblo palestino en Oriente Medio? ?C¨®mo es posible que la violencia no s¨®lo no est¨¦ disminuyendo, sino que muestre indiscutibles signos de recrudecimiento? La utop¨ªa ol¨ªmpica original parece estar muy lejos de ser un ant¨ªdoto para la violencia. Parece, de hecho, recorrer un camino paralelo, por no decir alternativo, al de la b¨²squeda de la paz por las propias naciones que participan.
Todo aquello de la excelencia, la aspiraci¨®n internacionalista y el pacifismo, adem¨¢s, se ha desarrollado en un Par¨ªs y una Francia ¡ªgolpeadas en los ¨²ltimos tiempos por el terrorismo islamista y atenazada por la obsesi¨®n securitaria¡ª protegidas con un despliegue de seguridad sin precedentes. El pa¨ªs galo hab¨ªa confiado al ¨¦xito de esta fortificaci¨®n del evento y al normal transcurso del mismo el resultado final de los Juegos. Francia no pod¨ªa permitirse un nuevo atentado. En t¨¦rminos de imagen internacional, cualquier altercado habr¨ªa sido desastroso.
Porque la civilizaci¨®n se desarrolla en los confines de la competici¨®n deportiva y siempre necesita de un Otro, que funciona como un negativo fotogr¨¢fico. Y los Juegos Ol¨ªmpicos nos revelan el deporte como una aut¨¦ntica cuesti¨®n de Estado. No sabemos si el actual Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (un organismo aut¨®nomo, independiente y supranacional con sus luces y sus muchas sombras) comprende el esp¨ªritu ol¨ªmpico, pero desde luego se ha configurado como un sujeto con capacidad de ejercer presiones diplom¨¢ticas, un ¡°reconocedor de Estados sin Estado¡± y un juez de causas justas. El organismo encargado de promover el olimpismo en el mundo proporciona una v¨ªa para el encuentro y la confrontaci¨®n entre las naciones, eso s¨ª, sin armas, sin da?os materiales, sin p¨¦rdidas humanas. La panacea del enfrentamiento, la guerra perfecta ¡ªsalvo para ciertas industrias¡ª. Una guerra sin balas, que dir¨ªa Orwell. Es, en definitiva, un indicador de poder y declive, un escaparate ideal para las relaciones internacionales. Una guerra permanente que permite victorias memorables y hace menos dolorosas las derrotas.
Aunque la realidad es tozuda y se empe?a en bajarnos, impotentes, a la tierra: la misma semana en la que los equipos de Palestina e Israel conviv¨ªan en Par¨ªs hemos asistido, dentro de la programaci¨®n de este genocidio televisado, un cruento bombardeo en la Franja de Gaza que ha asesinado a un centenar de palestinos. La llama ol¨ªmpica sobrevuela la capital de Europa con sus excelsos valores y su voluntad pacifista, pero la Humanidad no consigue dejar atr¨¢s la imborrable huella de la violencia.