El pecado original de la pol¨ªtica
El nombramiento de Escriv¨¢ como gobernador del Banco de Espa?a no supone una colonizaci¨®n partidista de las instituciones porque sus m¨¦ritos t¨¦cnicos son indiscutibles
La gente a veces tiene opiniones un tanto contradictorias. En el ¨²ltimo bar¨®metro de 40dB. sobre democracia publicado en este mismo peri¨®dico hay un dato especialmente llamativo. Se observa un apoyo equivalente a dos posiciones que en principio parecen incompatibles. Por un lado, un 63% de los entrevistados est¨¢ bastante o muy de acuerdo con el siguiente enunciado: ¡°Las decisiones pol¨ªticas relevantes las deber¨ªan tomar los ciudadanos de forma...
La gente a veces tiene opiniones un tanto contradictorias. En el ¨²ltimo bar¨®metro de 40dB. sobre democracia publicado en este mismo peri¨®dico hay un dato especialmente llamativo. Se observa un apoyo equivalente a dos posiciones que en principio parecen incompatibles. Por un lado, un 63% de los entrevistados est¨¢ bastante o muy de acuerdo con el siguiente enunciado: ¡°Las decisiones pol¨ªticas relevantes las deber¨ªan tomar los ciudadanos de forma directa, mediante refer¨¦ndums¡±. Hay, pues, un apoyo amplio a un autogobierno sin mediaci¨®n de los representantes. La gente quiere una conexi¨®n m¨¢s estrecha entre las preferencias populares y las pol¨ªticas p¨²blicas. Es una especie de radicalismo democr¨¢tico.
Por otro lado, un porcentaje muy parecido, ligeramente superior, del 66%, da su apoyo a este otro enunciado: ¡°Lo ideal ser¨ªa que nos gobernara un grupo de expertos con los conocimientos necesarios para tomar las decisiones m¨¢s beneficiosas para la sociedad¡±. El gobierno de los expertos (o tecnocracia) no puede ser m¨¢s diferente de la democracia directa.
Las dos cosas a la vez no pueden ser, la democracia directa y la tecnocracia no se avienen, aunque, dados esos porcentajes tan elevados, un buen n¨²mero de personas est¨¢ de acuerdo con ambas. Esta aparente incoherencia es resultado de una desconfianza profunda hacia la pol¨ªtica representativa: lo que tienen ambas posturas en com¨²n es su rechazo a las formas tradicionales de la intermediaci¨®n pol¨ªtica, es decir, hacia el mecanismo representativo encarnado en los partidos. La gente en Espa?a est¨¢ tan harta de los partidos pol¨ªticos que cualquier alternativa les parece preferible, ya sean refer¨¦ndums o gobiernos de expertos.
Creo que este es el contexto de desconfianza en la pol¨ªtica desde el que hay que analizar la pol¨¦mica a prop¨®sito del nombramiento de Jos¨¦ Luis Escriv¨¢ como gobernador del Banco de Espa?a. Muchos consideran que Escriv¨¢ est¨¢ ¡°manchado¡± por haber sido ministro en los gobiernos de Pedro S¨¢nchez. Si ha participado en un gobierno, ya no puede aspirar a nada fuera de la pol¨ªtica representativa. Seg¨²n este punto de vista, el caso de Escriv¨¢ se suma a otros muchos en los que partidos y gobiernos abusan de su posici¨®n y se saltan el esp¨ªritu de la ley para tener controladas todas las instituciones, las representativas o mayoritarias y el resto tambi¨¦n.
Lo interesante del caso de Escriv¨¢ es que ¨¦l no es un pol¨ªtico, sino m¨¢s bien un t¨¦cnico. No est¨¢ afiliado a ning¨²n partido. El Gobierno de Mariano Rajoy lo nombr¨® en 2014 primer presidente de la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal). Tras seis a?os en el cargo, S¨¢nchez, en 2020, lo incorpor¨® a su Gobierno como ministro de Inclusi¨®n, Seguridad Social y Migraciones y, tras las ¨²ltimas elecciones, pas¨® a ser ministro de Transformaci¨®n Digital y Funci¨®n P¨²blica. Aunque no es lo mismo dirigir la AIReF que un ministerio, se trata de un profesional en el que han confiado los dos partidos grandes en distintos momentos de su trayectoria.
La cualificaci¨®n t¨¦cnica y los m¨¦ritos profesionales de Escriv¨¢ para el puesto de Gobernador del Banco de Espa?a no est¨¢n en cuesti¨®n. Nadie los discute. En este sentido, su caso no tiene nada que ver con el de miembros de uno u otro partido a los que se nombra para puestos en organismos internacionales o embajadas sin tener ni experiencia ni idiomas ni conocimientos en la materia. Seg¨²n lo veo, tampoco encaja su caso en la llamada ¡°colonizaci¨®n partidista¡± de las instituciones, ni en el ¡°intercambio de cromos¡± que muchas veces le acompa?a. Estas pr¨¢cticas viciadas, que suponen para los partidos un control por v¨ªa indirecta de instituciones que no son representativas, las ha analizado en detalle Jes¨²s L¨®pez-Medel en su libro reciente Calidad democr¨¢tica. Partidos voraces, instituciones contaminadas. Yo mismo, en estas p¨¢ginas, he sido muy cr¨ªtico en alguna ocasi¨®n con los acuerdos alcanzados por PSOE y PP para renovar a magistrados del Tribunal Constitucional y otros puestos de altos organismos del Estado (Tribunal de Cuentas, Consejo General del Poder Judicial, Consejo de Estado, etc.). Son casos en los que los nombramientos son producto de un reparto de cuotas de poder entre los partidos, en los que suele primar la lealtad de los elegidos antes que sus m¨¦ritos y trayectoria. En el Tribunal Constitucional, por ejemplo, ha habido nombramientos bochornosos (por partidistas), resinti¨¦ndose la calidad argumentativa de las sentencias. En muchas ocasiones el esc¨¢ndalo surge por la manifiesta falta de preparaci¨®n de las personas designadas para altas responsabilidades.
El problema de este tipo de nombramientos alcanza su m¨¢xima intensidad cuando se producen en organismos que han de fiscalizar y controlar al Gobierno. Es entonces cuando los partidos grandes parecen burlarse de la ciudadan¨ªa al buscar descaradamente espacios de impunidad. Esto no sucede con el Banco de Espa?a. Sus funciones tienen que ver con la pol¨ªtica monetaria en el ¨¢rea euro, el funcionamiento del sistema financiero, la gesti¨®n de las reservas de divisas, la elaboraci¨®n de estad¨ªsticas econ¨®micas y el asesoramiento al Gobierno. Los desacuerdos que pueda haber entre el Gobierno y el Banco de Espa?a se ci?en a asuntos monetarios (salvo cuando el Banco de Espa?a se excede y opina sobre asuntos econ¨®micos y sociales que no son de su competencia). Esto es muy distinto de los conflictos que se dan con los organismos de revisi¨®n y control que afectan a la actividad y funcionamiento de partidos pol¨ªticos e instituciones representativas.
A mi modo de ver, la elecci¨®n de Jos¨¦ Luis Escriv¨¢ no es reprochable. No es que el Gobierno de Pedro S¨¢nchez tenga una hoja de servicios impoluta en este ¨¢mbito: creo que ha cometido algunos abusos claros poniendo a gente pr¨®xima sin la cualificaci¨®n necesaria a dirigir empresas y organismos p¨²blicos, contribuyendo as¨ª a la gran pi?ata pol¨ªtica en la que han participado tradicionalmente PP y PSOE cuando llegan al poder. Adem¨¢s, ha continuado el reparto de cromos en el Tribunal Constitucional y en el Consejo General del Poder Judicial, eligiendo en ocasiones a personas cuya preparaci¨®n no es la adecuada.
Pero me parece que el caso de Jos¨¦ Luis Escriv¨¢ es distinto. Se trata de una persona que re¨²ne m¨¦ritos sobrados para el puesto. No pertenece a ning¨²n partido, ha tenido cargos tanto con el PP como con el PSOE. No tendr¨¢ que tomar decisiones que puedan anular o bloquear las del Gobierno, limit¨¢ndose al ¨¢mbito de la pol¨ªtica monetaria y bancaria. Y, recu¨¦rdese, es un nombramiento discrecional del Gobierno, que no se espera que sea fruto de un consenso con las fuerzas de la oposici¨®n. Por ¨²ltimo, cabe apuntar que no es raro que se nombre a personas con experiencia pol¨ªtica en los bancos centrales. Sin ir m¨¢s lejos, la presidenta del Banco Central Europeo, Cristine Lagarde, y su vicepresidente, Luis de Guindos, son dos expol¨ªticos. Lagarde fue ministra con Chirac y con Sarkozy, y de Guindos con Rajoy. Lagarde salt¨® de la pol¨ªtica y lleg¨® al BCE despu¨¦s de dirigir el FMI, pero Guindos pas¨® directamente del Gobierno de Rajoy al BCE. Y no hubo el ruido que ha habido ahora.
Si no hubiera una opini¨®n tan negativa sobre la pol¨ªtica y los partidos, no creo que se juzgara tan severamente un nombramiento como el de Escriv¨¢. Hemos llegado en Espa?a a un punto en el que parece que cualquier relaci¨®n con el ejercicio del gobierno sea un lastre.