Cuanto peor, mejor (para la derecha radical)
Si las preocupaciones de los votantes irritados encajan en los programas de izquierdas ?por qu¨¦ votan a los partidos ultraconservadores?
El ascenso de las derechas radicales se ha convertido en uno de los temas m¨¢s angustiosos y pol¨¦micos de la ¨¦poca actual. Aunque ven¨ªan creciendo desde hac¨ªa tiempo, ha sido ahora, a ra¨ªz de las elecciones europeas, cuando se han activado todas las alarmas.
Hay una explicaci¨®n del fen¨®meno que no acaba de resultar convincente. Parte del siguiente diagn¨®stico de situaci¨®n: la crisis econ¨®mica de 2008, las fuerzas del capitalismo neoliberal y la globalizaci¨®n m¨¢s en general, han generado unos sentimientos de agravio con el sistema entre amplias capas sociales. Se trata de gente que ha sufrido la globalizaci¨®n en sus carnes, a trav¨¦s del impacto de las importaciones de Asia en sus puestos de trabajo, que ha sido testigo de procesos de desindustrializaci¨®n y deslocalizaci¨®n y que ha experimentado el deterioro de los servicios p¨²blicos. Por si lo anterior no fuera suficiente, hay grandes incertidumbres en el horizonte, las m¨¢s evidentes son el cambio clim¨¢tico y el impacto de la Inteligencia Artificial. Como consecuencia de todo ello, esa gente est¨¢ dominada por el pesimismo, el futuro es para ellos una fuente de amenazas y no de promesas. Son personas que no creen en los pol¨ªticos tradicionales, que consideran que esos pol¨ªticos no atienden (ni les importan) sus problemas. En definitiva, es gente que se siente abandonada ante el impacto del capitalismo de nuestra ¨¦poca.
Supongamos que este diagn¨®stico, por muy esquem¨¢tico que resulte, pues es obvio que simplifica en exceso argumentos bien elaborados y que merecer¨ªan un an¨¢lisis m¨¢s detallado, responde no obstante a la realidad. La pregunta que se plantea justo a continuaci¨®n es esta: si una parte creciente de las sociedades desarrolladas est¨¢ enfadada con las injusticias del capitalismo, con la globalizaci¨®n y con el deterioro de los servicios p¨²blicos, ?por qu¨¦ piensan que la soluci¨®n est¨¢ en la derecha radical y no en los partidos de izquierdas? ?Es que acaso la anterior lista de agravios no coincide con los elementos m¨¢s b¨¢sicos de los programas pol¨ªticos de izquierdas? Con diferentes matices y propuestas, la socialdemocracia y los partidos m¨¢s a su izquierda llevan a?os llamando la atenci¨®n sobre la desigualdad de ingresos y riqueza, sobre la necesidad de reforzar los Estados del bienestar y de abordar el calentamiento global, as¨ª como de regular de forma m¨¢s estricta el capitalismo global.
?Por qu¨¦, entonces, si las preocupaciones de esos votantes irritados encajan tan bien en los programas que ofrecen los partidos de izquierdas, luego, sin embargo, apoyan a los partidos emergentes de la derecha m¨¢s radical? ?Acaso esperan que estos mejoren los servicios sociales? ?O que luchen contra la desindustrializaci¨®n? ?O que reduzcan la desigualdad?
Entiendo que para responder a estas preguntas hay dos v¨ªas. La primera consiste en suponer que el diagn¨®stico del problema antes presentado es correcto, pero los ciudadanos no act¨²an en consecuencia porque est¨¢n confundidos o alienados, no acaban de entender sus verdaderos intereses. Las opciones a las que se puede recurrir para sostener esta tesis son muy variadas, desde las redes sociales, que no hacen m¨¢s que meter ideas falsas en la cabeza de la gente, hasta los valores nacionalistas, pasando por la xenofobia y el rechazo del inmigrante. Habr¨ªa, pues, un conjunto de factores que alejan a los ciudadanos m¨¢s afectados por los problemas econ¨®micos de las opciones pol¨ªticas que m¨¢s les convienen y, de esta manera, acaban votando a la extrema derecha en lugar de a los partidos de izquierdas. Por decirlo brevemente, se intenta dar cuenta del ascenso de la derecha radical volviendo a la idea venerable de la falsa conciencia.
La segunda v¨ªa es menos directa, se basa en un argumento algo m¨¢s complejo. Sin negar que haya graves problemas distributivos en las sociedades occidentales ni que vivimos tiempos inciertos debido a la rapidez con la que est¨¢n sucediendo los cambios tecnol¨®gicos y culturales, esta segunda v¨ªa se centra en los problemas espec¨ªficos que atraviesa la pol¨ªtica y que tienen que ver con el profundo descr¨¦dito que padecen los pol¨ªticos, los partidos y las instituciones de la democracia representativa.
La idea es la siguiente: los proyectos emancipadores o de progreso solo son viables cuando la gente conf¨ªa en la pol¨ªtica como instrumento de cambio. Hay que creer primero en la pol¨ªtica para poder apostar luego por l¨ªderes y organizaciones que prometen reformas profundas de la econom¨ªa y la sociedad. En este sentido, la ciudadan¨ªa puede estar de acuerdo con muchas propuestas de la izquierda, pero no actuar en consecuencia (votando por ellas) si piensa que la pol¨ªtica est¨¢ averiada.
Cuando hab¨ªa partidos que defend¨ªan m¨¦todos revolucionarios, el problema de la confianza en la pol¨ªtica era el contrario: cuanto menos se confiaba en el sistema, m¨¢s atractiva resultaba la posibilidad de una revoluci¨®n que construyera una nueva sociedad (era el ¡°cuanto peor, mejor¡±). Pero abandonado el sue?o revolucionario en los pa¨ªses desarrollados, el ¨²nico mecanismo de cambio que persiste es el institucional o reformista. Ahora bien, el reformismo, sea m¨¢s o menos ambicioso, requiere por necesidad que se conf¨ªe en que el orden institucional es capaz de llevar a la pr¨¢ctica las propuestas de las fuerzas pol¨ªticas. Cuando se pierde la fe en las instituciones, el reformismo queda condenado (¡°cuanto peor, peor¡±). Al margen del atractivo de las propuestas de cambio que ofrezcan las izquierdas, mucha gente pensar¨¢ que son irrealizables, pues quedar¨¢n bloqueadas por los grupos de poder (nacionales o internacionales), o por la naturaleza corruptible de los pol¨ªticos, o por cualquier otro factor.
De la misma manera en que a las izquierdas les perjudica la crisis de representaci¨®n democr¨¢tica, a las derechas, sobre todo a las radicales, les favorece (para ellas, ¡°cuanto peor, mejor¡±). Al fin y al cabo, estas derechas propugnan mecanismos alternativos a la representaci¨®n cl¨¢sica, delegando en l¨ªderes fuertes que se burlan de los resortes institucionales de las democracias representativas. Esos l¨ªderes se supone que encarnan y defienden valores nacionales que los pol¨ªticos tradicionales (de la derecha o la izquierda) han abandonado. No es que propugnen una v¨ªa revolucionaria, pero tampoco se someten a la l¨®gica institucional. Proponen una soluci¨®n intermedia (e inestable), basada en gran medida en el fen¨®meno de un hiperliderazgo liberado de restricciones institucionales.
Las derechas radicales capitalizan el descontento con la representaci¨®n y prometen una pol¨ªtica distinta, intransigente, sin complejos, dura, que permita superar la par¨¢lisis de la pol¨ªtica institucional. Las izquierdas, en cambio, se encuentran en una posici¨®n inc¨®moda y d¨¦bil: no consiguen transformar el descontento econ¨®mico en una palanca pol¨ªtica porque no saben c¨®mo resolver antes la crisis de la representaci¨®n. Mientras no haya unos niveles superiores de confianza pol¨ªtica e institucional, los programas de izquierdas tendr¨¢n grandes dificultades para ganar apoyos.
Esta manera de plantear el asunto permite entender por qu¨¦, a pesar de los problemas econ¨®micos a los que se hizo referencia al principio, es la derecha radical la que est¨¢ consiguiendo ganar terreno en muchos pa¨ªses occidentales. Esos problemas econ¨®micos no son una invenci¨®n, est¨¢n ah¨ª y muchos de ellos son urgentes, pero la soluci¨®n no vendr¨¢ por la izquierda si tanta gente contin¨²a pensando que los partidos y las instituciones est¨¢n averiadas. Ese es el principal caldo de cultivo de la derecha radical, el descontento tan generalizado con la pol¨ªtica. Y por eso mismo, la derecha radical invierte tanta energ¨ªa en desprestigiarla.
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