Juicio al patriarcado
?Monstruos o simplemente hombres? Ese es el dilema que lleva semanas alimentando debates en las redes y los medios de comunicaci¨®n franceses a ra¨ªz del juicio en Avi?¨®n a Dominique P¨¦licot
?Monstruos o simplemente hombres? Ese es el dilema que lleva semanas alimentando debates en las redes y los medios de comunicaci¨®n franceses a ra¨ªz del juicio en Avi?¨®n a Dominique P¨¦licot, el hombre acusado de haber drogado a su mujer, Gis¨¨le, durante 10 a?os para que ¨¦sta fuera violada por decenas de desconocidos reclutados en internet. El estupor inicial provocado por el calvario de Gis¨¨le, ¨Dal que se suma el de su hija, Caroline Darian, quien sospecha que tanto ella como sus sobrinos han sido v¨ªctimas de incesto, como reflej¨® en su libro He dejado de llamarte pap¨¢ (2022)¨D ha dado paso a la necesidad de entender los motivos por los que semejante barbarie ha podido ocurrir en una sociedad supuestamente avanzada. ?C¨®mo explicar que hombres de entre 26 y 74 a?os, con buenas profesiones y considerados atentos padres de familia hayan podido sentirse excitados sexualmente ante el cuerpo inerte, en un estado pr¨®ximo al coma, de una mujer reducida a objeto por su marido? ?Hace falta ser un degenerado para cometer semejantes actos o, como sugiere la escritora Lola Lafon y voces del feminismo, cualquier hombre, en circunstancias muy concretas, podr¨ªa abusar f¨ªsicamente de una mujer en una sociedad patriarcal en la que pervive una cultura de la violaci¨®n que banaliza la violencia sexual que sufren ellas y erotiza su sumisi¨®n?
Lo ordinario de los perfiles de los acusados ¡ªpodr¨ªa tratarse de nuestros padres, hermanos, amigos o colegas de trabajo¡ª rompe con la imagen del violador psic¨®pata cristalizada en el inconsciente colectivo y nos obliga, como estima el historiador Ivan Jablonka, uno de los pocos hombres que se han atrevido a tomar la palabra en p¨²blico, a ¡°mirar de frente la masculinidad contempor¨¢nea¡±. Un postulado que rechazan muchos hombres, ya sea por no sentirse identificados con ese tipo de comportamientos, por temor a una cierta radicalidad del feminismo, por ceguera, o en algunos casos por puro cinismo ¡ªuna reacci¨®n que no es exclusivamente masculina, como demuestra la desfachatez sin l¨ªmites de Isabel D¨ªaz Ayuso¡ª. De hecho, como contaba en estas p¨¢ginas Noelia Ram¨ªrez, en las primeras semanas del juicio, algunos hombres ofendidos resucitaron el manido hashtag #NotAllMen. Un perfecto ejemplo de resistencia de una parte de la sociedad a interrogarse acerca de la dimensi¨®n no solo sist¨¦mica sino tambi¨¦n hist¨®rica, objetivada por datos concretos, del privilegio masculino de disponer del cuerpo femenino. El violento, el abusador, siempre es el otro, nos dicen.
Este tipo de discurso demuestra falta de empat¨ªa y de lucidez hacia lo que vivimos a diario y desde la infancia la gran mayor¨ªa de las mujeres, sea cual sea nuestra condici¨®n social o edad. A todas nos sobran, desgraciadamente, experiencias de abusos o de intentos de abusos, ya sea por parte de una persona de nuestro entorno familiar o profesional o de un desconocido en la calle. Me pregunto cu¨¢ntos de esos hombres que se escudan detr¨¢s del #NotAllMen viven pr¨¢cticamente a diario con el miedo a ser violados o se sienten reducidos a un vulgar pedazo de carne por el sexo opuesto. Para evidenciar esa realidad que tantos hombres prefieren no mirar, muchas mujeres han compartido en X sus experiencias de abusos, como EliseV: ¡°#NotAllMen pero mi hermano abus¨® de m¨ª cuando ten¨ªa 8 a?os; #NotAllMen pero mi compa?ero de clase me oblig¨® a hacerle una felaci¨®n con 14; #NotAllMen pero un tipo de 35 a?os se acost¨® conmigo sabiendo que ten¨ªa 15; #NotAllMen pero mi colega de trabajo me empuj¨® contra una pared y se masturb¨® sobre mi, ten¨ªa 26; As¨ª que tal vez #NotAllMen, pero s¨ª #AllWomen, #AlwaysWomen¡±.
La falta de empat¨ªa observable en muchos hombres es a¨²n m¨¢s manifiesta en las declaraciones de la gran mayor¨ªa de los acusados quienes, a¨²n a d¨ªa de hoy y pese a la evidencia de los hechos, siguen negando haber violado a Gis¨¨le y se sienten, ante todo, v¨ªctimas del sistema judicial al que culpan de haberles destruido la vida. Solo 14 han reconocido su responsabilidad en este juicio de una inusitada violencia simb¨®lica en el que la v¨ªctima, un cl¨¢sico en este tipo de procesos como reflej¨® magistralmente Justine Triet en Anatom¨ªa de una ca¨ªda, ¡°tiene la impresi¨®n de ser ella la culpable¡±. El coraje descomunal de esta mujer de 72 a?os decidida a plantar cara a sus 51 violadores, al presidente del Tribunal que le pregunt¨® ¡°si hab¨ªa participado en la elecci¨®n de sus parejas sexuales¡± y a los abogados de la defensa que, ante una legislaci¨®n desprovista del concepto de consentimiento, se aferran al argumento de la ausencia de intencionalidad de sus clientes ¨Dreclutados, eso s¨ª, v¨ªa un chat llamado ¡°sin su consentimiento¡±¨D para negar que se tratara de una violaci¨®n, deber¨ªa despertar la solidaridad y la movilizaci¨®n del conjunto de la sociedad y de una clase pol¨ªtica que por ahora solo ha demostrado indiferencia. Porque, como dijo la fil¨®sofa Camille Froideveaux-Metterie, tipos como Dominique P¨¦licot y sus 50 c¨®mplices ¡°no son un fallo del sistema: son el sistema¡±.