Gis¨¨le P., la mujer que cambi¨® la verg¨¹enza de bando
La actitud en el juicio de la francesa que fue drogada por su marido durante 10 a?os y violada por 51 hombres cuando estaba inconsciente, convierte el proceso en una bandera de la lucha contra las agresiones sexuales y la sumisi¨®n qu¨ªmica
Gis¨¨le P¨¦licot era una jubilada con una vida tranquila y apacible. Tres hijos, un marido estupendo y unos nietos de los que disfrutaba los fines de semana mientras su esposo sal¨ªa de excursi¨®n en bicicleta con los amigos por las carreteras de Mazan, el pueblo del sur de Francia donde se hab¨ªan mudado ocho a?os atr¨¢s huyendo del extrarradio de Par¨ªs. Una ma?ana, sin embargo, recibi¨® una llamada de la comisar¨ªa. ¡°Tiene que ver unas im¨¢genes¡±. En los v¨ªdeos, hallados por la polic¨ªa en miles de archivos que su esposo ten¨ªa en su ordenador, siempre aparec¨ªa ella tumbada en la cama de su dormitorio, en estado comatoso, mientras decenas de hombres, con quien su esposo hab¨ªa contactado por Internet, la agred¨ªan sexualmente. Su cerebro no recordaba nada. Pero a medida que fueron pasando los minutos, los ¨²ltimos 50 a?os de su vida, consumidos junto a aquel hombre a quien defin¨ªa como un tipo genial, fueron desmoron¨¢ndose.
El caso sali¨® a la luz en 2020. Pero Gis¨¨le, que hoy tiene 72 a?os, se mantuvo en la sombra, ese oscuro lugar generalmente reservado para las v¨ªctimas de violencia sexual. Fue su hija, Caroline Darian, quien llev¨® la antorcha de la visibilidad medi¨¢tica a trav¨¦s de un libro y entrevistas sobre el fen¨®meno de la sumisi¨®n qu¨ªmica, en aquella ¨¦poca todav¨ªa muy poco estudiado en Francia. Darian, que vive tambi¨¦n con la sospecha de haber sido violada por su padre, cre¨® la asociaci¨®n #Noteduermas. Adem¨¢s, convenci¨® a su madre para que transformara el proceso que ha comenzado esta semana en Avi?¨®n en un s¨ªmbolo de la lucha contra este tipo de agresiones, menos publicitadas cuando se producen en un entorno dom¨¦stico y el botiqu¨ªn de casa se convierte en una arma perfecta para violadores.
Los juicios de este tipo se producen siempre a puerta cerrada y con fuertes medidas para proteger la intimidad de la v¨ªctima. Pero Gis¨¨le, que se divorci¨® recientemente de su marido, decidi¨® pedir que el proceso fuera p¨²blico ¡ªeso permitir¨ªa entrar a los periodistas a la sala y tomar nota de todo lo que vieran y escucharan¡ª, comparecer ante los medios y acudir a la sala a diario mostrando su rostro. ¡°Es hora de que la que verg¨¹enza cambie de bando¡±, declar¨® su abogado, en una frase que las feministas en Francia repiten desde hace a?os y que resume la relevancia hist¨®rica de este proceso. ¡°Lo hago en nombre de todas esas mujeres que quiz¨¢s nunca ser¨¢n reconocidas como v¨ªctimas¡±, proclam¨® ella a las puertas del tribunal.
El juicio, como previ¨® la hija de Gis¨¨le, ha recibido una atenci¨®n medi¨¢tica global. Y la actitud de su madre, algo que no puede exigirse a todas las v¨ªctimas, alertan los expertos, se ha convertido en un s¨ªmbolo. ¡°Este proceso merece ir m¨¢s all¨¢ del suceso y convertirse en un sujeto pol¨ªtico¡±, opina la periodista Hel¨¨ne Devynck, que escribi¨® una larga tribuna en Le Monde este viernes se?alando tambi¨¦n la ¡°violencia patriarcal que entra?a la defensa de los violadores en este caso¡±. ¡°No s¨¦ si ella hab¨ªa medido bien lo que significaba. Nada la hab¨ªa predestinado a esto: una jubilada con una vida normal, su marido, sus nietos... Esa es tambi¨¦n la fuerza de la historia¡±, opina la autora de Impunidad, un libro en el que denunci¨® al famoso expresentador Patrick Poivre d¡¯Arvor (PPDA) por violaci¨®n y recogi¨® el testimonio decenas de mujeres.
La prensa de todo el mundo ha acudido estos d¨ªas al tribunal de Avi?¨®n que juzga el caso. Muriel Salmona, psiquiatra y fundadora de la Asociaci¨®n Memoria traum¨¢tica y victimolog¨ªa, subraya algunas variantes que plantea esta novedad en un caso de este tipo en Francia. ¡°Tambi¨¦n implica que la defensa no tiene el valor de recurrir a ciertos argumentos sin que todo el mundo los escuche. La verg¨¹enza tambi¨¦n es para ellos¡±, apunta. ¡°Adem¨¢s, en la cultura de la violaci¨®n hay falsas representaciones como que la de que la v¨ªctima se lo ha buscado, o que no deber¨ªa haber hecho algo determinado. Pero este proceso es muy particular porque no se puede reprochar nada a la v¨ªctima: est¨¢n todas las pruebas, las confesiones, hay v¨ªdeos y fotos¡ y es evidente que el consentimiento no puede existir en una persona que est¨¢ dormida o drogada, casi en coma. El proceso rompe los estereotipos¡±, se?ala.
La sumisi¨®n qu¨ªmica est¨¢ envuelta tambi¨¦n de falsos mitos, opina Salmona. El problema es que se tiende a una representaci¨®n falsa que caricaturiza el fen¨®meno y que siempre la sit¨²a en un bar, un vaso con droga¡ pero es algo muy frecuente tambi¨¦n en entornos dom¨¦sticos. Incluso se usa con los ni?os: les administran benzodiazepinas, que act¨²an como relajantes, y as¨ª la violaci¨®n no deja ning¨²n rastro f¨ªsico¡±, apunta la autora de El libro negro de las violencias sexuales (Dunod, 2022).
Las asociaciones feministas de toda Francia han ensalzado la valent¨ªa de Gis¨¨le P. y algunas de ellas la han acompa?ado a diario a las puertas del juzgado. Elsa Labouret, portavoz de la asociaci¨®n Osez le feminisme, ¡°cree que se trata de un antes y un despu¨¦s en la lucha feminista¡±. ¡°Su actitud es extremadamente digna. Rechaza la verg¨¹enza, porque son quienes la violaron quienes deben cargar con ese peso. La verg¨¹enza es uno de los grandes obst¨¢culos para denunciar, para luchar contras estas agresiones. Nos hacen creer que la merecemos, incluso si no hemos hecho nada. Nos dicen que ser v¨ªctima de violencia tiene un impacto sobre nuestra virtud, sobre nuestro cuerpo, nos ensucia. Pero al final, esa verg¨¹enza juega un gran papel en la impunidad de los agresores¡±, apunta Labouret.
El gesto de Gis¨¨le, creen los expertos, no puede exigirse a todas las v¨ªctimas. ¡°Es una decisi¨®n muy personal. No se le puede pedir a todo el mundo. Es ejemplar de una cierta manera de ser y lo pueden hacer determinadas personas. Pero si no es el caso, hay que proteger a las v¨ªctimas, faltar¨ªa m¨¢s. Lo que est¨¢ haciendo esta se?ora es una tortura. Es algo completamente traumatizante¡±, apunta Salmona. ¡°Incluso cuando no estamos conscientes, hay una estructura en el cerebro que se enciende en caso de peligro. Ese parte del cerebro grab¨® lo que pasaba. Y se convierte en una memoria traum¨¢tica. Los medicamentos que tomaba, ansiol¨ªticos, la sum¨ªan en un estado comatoso. No puede tener recuerdos de lo que pasaba conscientes. Es como un ictus amn¨¦sico. Son recuerdos corporales¡±. Los recuerdos mentales los est¨¢ construyendo estos d¨ªas en la sala del Tribunal con el rostro descubierto y ante la prensa de todo el mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.