Formas de volver
Adi¨®s a los mares y los peces, a los barcos y las ostras, a los brazos que embest¨ªan las olas, al sexo inflamado, a la cacer¨ªa de lo nuevo
Es dif¨ªcil volver. Volver al sitio que se hab¨ªa dejado. Volver de un viaje. Volver a una casa. Volver a un cuerpo ajeno. Pero se vuelve. Sin indiferencia aunque se sienta indiferencia. Enterrando la fantas¨ªa deliroide de que se hubiera podido no regresar. De que se hubiera podido dejar atr¨¢s, partir sin pensar, entregarse al paso de los d¨ªas y los meses hasta que el tiempo, bondadoso, se lo tragara todo: el dolor, el recuerdo. Hasta que todo quedara envuelto en el olvido. Se vuelve al trabajo, se vuelve a la...
Es dif¨ªcil volver. Volver al sitio que se hab¨ªa dejado. Volver de un viaje. Volver a una casa. Volver a un cuerpo ajeno. Pero se vuelve. Sin indiferencia aunque se sienta indiferencia. Enterrando la fantas¨ªa deliroide de que se hubiera podido no regresar. De que se hubiera podido dejar atr¨¢s, partir sin pensar, entregarse al paso de los d¨ªas y los meses hasta que el tiempo, bondadoso, se lo tragara todo: el dolor, el recuerdo. Hasta que todo quedara envuelto en el olvido. Se vuelve al trabajo, se vuelve a la misma silla y a los mismos espejos. Se vuelve al mismo cuerpo de alguien a quien ya no se extra?a. Aunque no entusiasmen. Igual se vuelve. Y es dif¨ªcil volver. Porque en la ausencia del que se fue la pel¨ªcula sigui¨® corriendo. Nada se detuvo excepto el que ejecuta la dolorosa tarea de trepar al carrusel en marcha y corre el riesgo de no reconocer el territorio que, antes, no s¨®lo conoc¨ªa sino que amaba. ¡°Oh, se dice, estos no son los mismos juegos que dej¨¦ al marcharme¡±. ¡°Oh, esta no es la misma casa que dej¨¦ al partir¡±. Y s¨ª son. Los mismos juegos. La misma casa. S¨®lo que por dentro de esas cosas no corre la sangre que se dej¨® al partir. Todo parece un poco seco, haber perdido la gracia que, inventada o no, estaba all¨ª. Pero igual se vuelve. Por inercia, por h¨¢bito, por cobard¨ªa, por lealtad. Porque es prudente, es decoroso volver. Adi¨®s, entonces, a las islas, a la c¨¢scara del cielo bajo la que se corri¨® con pies ligeros, a los caminos de tierra y a la despreocupaci¨®n. Adi¨®s a los mares y los peces, a los barcos y las ostras, a los brazos que embest¨ªan las olas, al sexo inflamado, a la cacer¨ªa de lo nuevo. Adi¨®s al riesgo y a los r¨ªos. Porque hay que volver. Porque se vuelve. Y no se vuelve de cualquier manera sino con la esperanza de recuperar un coraz¨®n en llamas por aquello que se pudo haber dejado para siempre ¨Dun cuerpo, una casa, una forma de estar en el mundo¨D pero no se dej¨®. Se vuelve ¨Des un ruego¨D con ternura y paciencia. ¡±Sin amor una casa se condena¡±, dice un poema de Henri Cole. Y el que vuelve tambi¨¦n.