S¨¢nchez, visto por ¡®The Economist¡¯
El presidente del Gobierno ha cometido errores, pero la democracia espa?ola no est¨¢ en riesgo. El gran mal es la polarizaci¨®n, responsabilidad de ambos bandos
The Economist, una de las biblias del periodismo liberal europeo, nunca ha querido especialmente a Pedro S¨¢nchez, del que suele subrayar su debilidad parlamentaria y su dependencia de los separatistas. Pero el art¨ªculo publicado ayer y celebrado por todo lo alto por la derecha m¨¢s beligerante le pone en la diana bajo un dur¨ªsimo titular que excede desproporcionadamente ¡ªa mi juicio¡ª la realidad: ¡°S¨¢nchez se aferra al cargo a costa de la democracia espa?ola¡±. Ni m¨¢s ni menos.
La revista reconoce sus logros, la fortaleza de la econom¨ªa y los avances en empleo. Ignora el buen posici...
The Economist, una de las biblias del periodismo liberal europeo, nunca ha querido especialmente a Pedro S¨¢nchez, del que suele subrayar su debilidad parlamentaria y su dependencia de los separatistas. Pero el art¨ªculo publicado ayer y celebrado por todo lo alto por la derecha m¨¢s beligerante le pone en la diana bajo un dur¨ªsimo titular que excede desproporcionadamente ¡ªa mi juicio¡ª la realidad: ¡°S¨¢nchez se aferra al cargo a costa de la democracia espa?ola¡±. Ni m¨¢s ni menos.
La revista reconoce sus logros, la fortaleza de la econom¨ªa y los avances en empleo. Ignora el buen posicionamiento de Espa?a en el escenario internacional. Recuerda la causa abierta a su esposa, le dedica alg¨²n adjetivo grueso (¡±despiadado¡±) y subraya que ¡°los pactos con los radicales vascos y catalanes tienen un coste creciente para la calidad de la democracia y las instituciones espa?olas¡±.
Vamos a ver. S¨¢nchez ha cometido errores impropios de quien defiende la ejemplaridad. Nombrar ministros en instituciones que deben ser independientes no es de recibo, como no lo era en los gobiernos populares precedentes. Proclamar que va a gobernar ¡°con o sin el concurso¡± del Parlamento es un exabrupto que le recordaremos todos los d¨ªas, especialmente cada vez que acuda a la Carrera de San Jer¨®nimo en busca de todos y cada uno de los votos que necesita.
Pero de ah¨ª a poner en riesgo la democracia espa?ola va un salto de gigante que ni la revista brit¨¢nica ni la realidad justifican. La amnist¨ªa (que otra biblia liberal europea como Financial Times aplaudi¨® en un editorial notorio sin que la derecha lo celebrara) no han cambiado el escenario constitucional ni democr¨¢tico. Nos guste o no, la mayor¨ªa de diputados elegidos en las urnas aprobaron leg¨ªtimamente una ley que ha contribuido a pacificar Catalu?a. Nada se ha tambaleado m¨¢s all¨¢ de las pasiones y en ¨²ltima instancia, como siempre, hablar¨¢ el Constitucional. La financiaci¨®n singular pactada con ERC para Catalu?a es de momento un compromiso que, como todo, deber¨¢ pasar por el Congreso en un recorrido de dudoso final. De momento, se ha abierto el debate.
La democracia espa?ola es robusta y no se ha movido. La prensa ejerce implacablemente su papel, como corresponde. Nuestro mayor mal es acaso la polarizaci¨®n, que impide avanzar juntos en ¨¢reas que requieren consensos, sin duda el tema de la vivienda, verdadero v¨®rtice de la fractura social que hoy vive Espa?a. Y eso es culpa de ambos bandos.
El fil¨®sofo alem¨¢n Markus Gabriel me dec¨ªa en una reciente entrevista que la lucha contra la ultraderecha como causa para unir a la izquierda no es suficiente. Necesitamos una cooperaci¨®n de la humanidad frente a los desaf¨ªos de la realidad. Lo dicho: tarea de todos. Todos los que sean responsables.