Francia y el populismo ilustrado
A diferencia de 2016, la l¨ªder de extrema derecha Marine Le Pen no ha dedicado ni una sola palabra en sus redes al presidente de EE UU tras su toma de posesi¨®n
¡°?Enhorabuena al nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y al pueblo estadounidense libre!¡±, tuiteaba, entusiasta y sin reparo alguno, la l¨ªder del Reagrupamiento Nacional (RN), Marine Le Pen, en noviembre de 2016. Ocho a?os despu¨¦s, y tras una nueva victoria del magnate, la dirigente no ha dedicado esta vez ni una palabra al que, hasta hace relativamente poco, aparec¨ªa como un aliado natural del partido de extrema derecha y como un presagio del ¨¦xito futuro del RN en Francia. Tampoco acudi¨® este lunes a su toma de posesi¨®n en Washington, prefiriendo enviar a su brazo derecho y expareja, el alcalde de Perpi?¨¢n, Louis Aliot. Poco o nada queda de esa Le Pen aduladora de Trump que, sin ser invitada, apareci¨® una ma?ana de enero de 2017 al pie de la Trump Tower en Nueva York, como si fuera una groupie, escenificando un momento de lo m¨¢s humillante ya que el empresario no se dign¨® a recibirla. ?Marine who?, pensar¨ªa entonces el multimillonario. La imagen de su espera, durante horas, sentada en el bar del imponente edificio, era tan rid¨ªcula que ese d¨ªa incluso tuve la tentaci¨®n de sentir algo de l¨¢stima por ella.
El distanciamiento hacia Trump operado por la formaci¨®n ultra en los ¨²ltimos a?os, y en particular desde el asalto al Capitolio por las hordas trumpistas en 2021, responde a la voluntad de Le Pen de persistir en su estrategia de normalizaci¨®n y de respetabilidad con la que ha conseguido seducir a 11 millones de electores. En un pa¨ªs en el que seg¨²n un reciente sondeo ocho de cada diez franceses tiene una mala imagen del presidente de EE UU, Le Pen es consciente de que apoyar al hombre acusado de socavar la democracia estadounidense significar¨ªa perder votos y credibilidad, pese a compartir con el magnate las mismas obsesiones etnonacionalistas. La l¨ªder del RN no quiere en absoluto ser asociada a ese giro iliberal, ni al enfoque identitario de sus pol¨ªticas o a la guerra comercial que ha decretado Trump contra la UE, la cual perjudicar¨¢ inevitablemente a las empresas francesas. Incluso su delf¨ªn, Jordan Bardella, ha optado por la discreci¨®n. Ya el pasado noviembre, este decidi¨® desmarcarse de Patriotas por Europa, el grupo ultra que preside en el Parlamento Europeo y del que forma parte Vox, al no participar en un v¨ªdeo en el que felicitaban al magnate por su victoria ataviados con la gorra MAGA.
Cabe imaginar la frustraci¨®n de Bardella, obligado por su jefa a renegar del trumpismo de cara al p¨²blico cuando ¨¦l, en realidad, abraza plenamente esos valores. Tambi¨¦n la envidia que habr¨¢ sentido al ver en X a ?ric Zemmour, l¨ªder de Reconquista, o a Marion Mar¨¦chal Le Pen, vicepresidenta del grupo europeo Reformistas y Conservadores Europeos (ECR), haciendo gala sin ning¨²n complejo de haber sido part¨ªcipes de un ¡°momento hist¨®rico¡± en Washington. En el caso de Zemmour, la sinton¨ªa con el magnate siempre fue asumida, incluso reivindicada. A¨²n as¨ª, el polemista, cuyo partido no tiene ni siquiera diputados en la Asamblea Nacional, debe su presencia en el Capitolio a su colaboradora y pareja, la joven enarca Sarah Knafo. Aut¨¦ntico prototipo del arribismo en pol¨ªtica, Knafo lleva a?os viajando a EE UU donde poco a poco ha conseguido tejer lazos estrechos con los c¨ªrculos trumpistas, desde think tanks ultraconservadores a colaboradores cercanos al presidente. Su sue?o: exportar esa corriente a Francia.
Hay quien cree firmemente que un populismo abiertamente desinhibido y liberticida, que emula la ignorancia y la vulgaridad, como el que practica Trump, no funcionar¨ªa jam¨¢s en el pa¨ªs de las Luces donde solo cabr¨ªa un tipo de populismo ilustrado, envuelto falsamente ¡°en referencias y perspectiva hist¨®rica¡±, como escribi¨® el pasado noviembre la ensayista Mara Goyet en el Nouvel Obs. Y yo me pregunto ?hasta cuando? Como me dec¨ªa hace poco un amigo que se crio en el franquismo, hace mucho que Francia ha dejado de ser ese faro democr¨¢tico, esa tierra de esperanza.