Vivir en los posnombres
El mundo se acaba con la infancia. Lo que viene despu¨¦s es una suerte de posmundo que tampoco est¨¢ mal
Mi madre bat¨ªa los huevos con desesperaci¨®n, deprisa, como si estuviera a punto de acabarse el mundo. Combat¨ªa el apocalipsis familiar con la administraci¨®n masiva de tortillas francesas. Pienso ahora que el mundo, de alguna forma, se acaba con la infancia. Lo que viene despu¨¦s es una suerte de posmundo que tampoco est¨¢ mal, no es una queja. De modo que yo he vivido siempre en el posmundo, en un incendio inacabable, subterr¨¢neo, un incendio sin llamas. Las llamas, cuando salen por alguna fisura, proporcionan un extra?o alivio, como cuando revientas un grano. Abro la boca para soltar una palabr...
Mi madre bat¨ªa los huevos con desesperaci¨®n, deprisa, como si estuviera a punto de acabarse el mundo. Combat¨ªa el apocalipsis familiar con la administraci¨®n masiva de tortillas francesas. Pienso ahora que el mundo, de alguna forma, se acaba con la infancia. Lo que viene despu¨¦s es una suerte de posmundo que tampoco est¨¢ mal, no es una queja. De modo que yo he vivido siempre en el posmundo, en un incendio inacabable, subterr¨¢neo, un incendio sin llamas. Las llamas, cuando salen por alguna fisura, proporcionan un extra?o alivio, como cuando revientas un grano. Abro la boca para soltar una palabra y escupo una llamarada. Parezco un lanzallamas. Escupo fulgor, rel¨¢mpagos, escupo todo el fuego interior que me consume.
Tales incendios subterr¨¢neos, adem¨¢s de en el alma, se dan en la naturaleza y reciben el nombre de ¡°incendios turba¡±. Suceden donde hay dep¨®sitos ocultos de carb¨®n y duran d¨¦cadas porque el fuego, debido a la escasez de ox¨ªgeno, consume lentamente el material org¨¢nico enterrado. En mi subconsciente apenas queda ox¨ªgeno, pero basta con el que hay para que la combusti¨®n no deje de producirse. A veces la confundo con un ardor de est¨®mago y voy al m¨¦dico, que me da una receta. Pero las pastillas no sirven, no funcionan, porque hablamos de otra clase de ardor, de un ardor de car¨¢cter mental, podr¨ªamos decir, que se alimenta de una turba que fue creciendo en aquellos a?os en los que mi madre bat¨ªa con furia los huevos para que recibi¨¦ramos el fin del mundo con el est¨®mago caliente.
Yo bato los huevos ahora con semejante ira. Tengo prisa por arrojar el malestar a la sart¨¦n, sobre el aceite hirviendo, para tomarme la postortilla del posmundo en el que nos ha tocado posvivir. Una vez ingerida, siento una calma pasajera, semejante a la que proporcionan el Orfidal o el Lorazepam o el Valium, me s¨¦ todos los nombres. Todos los posnombres, mejor dicho. Y ah¨ª es donde resido, en los posnombres.