Mi vida con el Lorazepam

Para poder dormir, la escritora Marta Sanz toma un ansiol¨ªtico, lorazepam. No se lo salta ni un solo d¨ªa. Este testimonio ir¨®nico sobre su adicci¨®n forma parte del libro Drogadictos, en el que varios autores recrean su experiencia con una droga.
1.
EN LA ESTACI?N de ?guilas me hago una foto de los pies mientras aguardo el autob¨²s de l¨ªnea que me llevar¨¢ a Almer¨ªa. All¨ª esperar¨¦ dos horas para coger el autob¨²s que sale hacia M¨¢laga a las cuatro de la tarde. Cuando llegue a M¨¢laga, un taxi me transportar¨¢ hasta San Roque, donde ma?ana dar¨¦ una charla sobre el amor. El taxista me se?alar¨¢ con el dedo los hoteles de cinco estrellas que jalonan la carretera que recorre Marbella, Estepona, Oj¨¦n. Me desvelar¨¢ un secreto: ¡°Yo fui ch¨®fer de la primera mujer de Mario Conde. Un lujo de persona. Una belleza¡±. Yo me acordar¨¦ de que aquella dama afortunada muri¨® de c¨¢ncer prematuramente. Pasar¨¦ la noche en un hotel de cinco estrellas con un precioso jard¨ªn. Detr¨¢s del jard¨ªn se sit¨²a una de las bah¨ªas m¨¢s contaminadas de Espa?a. Chimeneas de Petronor. O de Campsa. Submarinos radiactivos. Al fondo, el pe?¨®n de Gibraltar y sus monos locos. Por la noche, dentro de la cama, notar¨¦ una extra?a vibraci¨®n en la barriga. Y abrir¨¦ los ojos como platos. Desayunar¨¦ pan con aceite. En cuanto acabe mi charla en San Roque, otro taxista me llevar¨¢ de vuelta a M¨¢laga. No s¨¦ si prefiero que sea otro taxista o el mismo taxista. No s¨¦ si prefiero la falsa confianza que se ha forjado en el viaje de ida o el esfuerzo que requiere conversar con un desconocido con el que repetir los lugares comunes del d¨ªa anterior. O hablar de pol¨ªtica: ¡°Hay demasiados funcionarios¡±, ¡°Los rojos mataban curas¡±, ¡°El que no trabaja es porque no quiere¡±. En M¨¢laga comer¨¦, esperar¨¦, beber¨¦ una cerveza y tomar¨¦ el autob¨²s hacia Almer¨ªa, donde tendr¨¦ que dejar pasar otras dos horas para coger el autob¨²s que me devolver¨¢ a ?guilas. A partir de las siete de la tarde, la estaci¨®n de Almer¨ªa se ir¨¢ llenando de personas que no quiero ver. Personas que me har¨¢n sentirme demasiado blanca, demasiado limpia, incluso demasiado rica. El ¨²ltimo sentimiento es un aut¨¦ntico delirio. O una expresi¨®n de la culpa. Llegar¨¦ a las diez y media de la noche al mismo lugar donde hoy espero. Vendr¨¢n a recogerme y mi padre se asustar¨¢ mucho al no encontrarme dentro del autob¨²s procedente de Cartagena. Yo procedo de Almer¨ªa. Una vez superado el disgusto, nos iremos a la feria y yo me subir¨¦ en el cangurito feliz./
2.
Conozco muy bien en qu¨¦ negros pensamientos deriva el insomnio.
ANTES de emprender mi periplo, en la estaci¨®n de ?guilas me hago una foto de los pies. Adjunto documento gr¨¢fico. Llevo unas manoletinas color de rosa. Parecen inofensivas, pero me hacen rozaduras. Hay una mancha de grasa sobre el pavimento. Sobre la tela del pantal¨®n se ha posado una mosca atontolinada de calor. Somnolienta. Yo, para dormir por las noches, tomo lorazepam.
3.
ESTOY en la estaci¨®n de autobuses de ?guilas previendo lo cansada que regresar¨¦ ma?ana. A¨²n no s¨¦ que, al d¨ªa siguiente, ir¨¦ a la feria ni que cenar¨¦ patatas con ajo. El viaje es una paliza y, adem¨¢s, yo nunca puedo dormir la primera noche en una habitaci¨®n de hotel. Menos en una sometida a emanaciones radiactivas de toda ¨ªndole. He generado cierta resistencia a los hipn¨®ticos, a los relajantes musculares, a los somn¨ªferos. Pero nunca, bajo ning¨²n concepto, tomo m¨¢s de uno al d¨ªa. Tampoco dejo ni un solo d¨ªa de tomarlos.
4.
EN LA ESTACI?N?de autobuses de ?guilas, a un se?or le suena el m¨®vil. El tono de llamada es el himno nacional. Es un himno sin letra, pero a las personas de varias generaciones unos versos nos empastan el o¨ªdo: ¡°Viva Espa?a, alzad los brazos hijos del pueblo espa?ol que vuelve a resurgir¡±. Pem¨¢n. Man. Los antiguos libros de texto. Una se?ora pasa por detr¨¢s de un autob¨²s justo cuando el veh¨ªculo da marcha atr¨¢s. Est¨¢ a punto de atropellarla. Alguien ahoga un grito dentro de la saliva de la boca. La se?ora que ha estado a punto de morir aplastada bajo las ruedas de un autob¨²s no se inmuta. Sigue cruzando las d¨¢rsenas. Como si tal cosa. Dudo si padece una pertinaz sordera o un exceso de orgullo. A mi lado otra se?ora le dice a su marido: ¡°Tengo que ir al ginec¨®logo¡±. La miro. La huelo. La peso. La mido. Le calculo la edad. Todo de reojo. De un reojo negro. Debe de ir a consulta por algo malo porque la se?ora ha sobrepasado la edad ginecol¨®gica. La pareja calla. Despu¨¦s, ella a?ade: ¡°Vaya cuerpo que tienen las negras¡±. Empieza a hacer bastante calor. Se nos comen las moscas.
5.
EL PADRE?de Heath Ledger acaba de declarar que su hijo es el culpable de todo. Mezcl¨® oxicodona, hidrocodona, diazepam y doxilamina. Virgen santa. Supongo que llega un momento en que nada funciona y tenemos que ponernos la bata blanca y combinar l¨ªquidos de distintos matraces. Buscamos una amapola que no se marchite. Pasar, un rato, inadvertidos. Yo y Heath Ledger. Sobre todo, Heath Ledger. Yo, cuando duermo bien, me levanto cantando. Canto a Las Grecas. A Shakira y Alejandro Sanz. A los Tah¨²res Zurdos. ¡°Presiento que dentro a¨²n quedan restos de oscuridad, quiero que entres t¨²uuuuu y que me inunde la luuuuz. Que entre la luz, que inunde y que funda este hielo que me cubre¡±. Me invento la letra, pero le pongo entusiasmo. Quiero ser enorme e hisperest¨¦sicamente feliz. Cuando duermo mal, de noche, pienso en la muerte y en las cosas m¨¢s turbias de la vida. No hay luz ni funcionan las linternas de los m¨®viles. Me levanto con dolores en los huesos. La boca agria. No tengo ninguna gana de hablar. Me pesan estas carpetas. Todo este trabajo.
6.
EN LA ESTACI?N de ?guilas me entran much¨ªsimas ganas de hacer pis. Dejo de fotografiarme los pies y me dirijo a un cub¨ªculo que una mujer friega con agua y lej¨ªa. ¡°?Ad¨®nde va usted, se?ora?¡±, la fregona me observa con cara de comandante de alg¨²n cuerpo de seguridad del Estado. Le doy asquito. ¡°?Los aseos, por favor?¡±, mi voz, como huevo hilado, es un resto de la infancia que se enquista en mis cuerdas vocales. De ni?a dorm¨ªa con la luz dada. Miraba dentro del armario. Me despertaba cualquier ruido. Me daban leche caliente con az¨²car. ¡°Al fondo¡±. En el v¨¢ter relimpio no hay papel. La puerta no tiene pestillo. Mi pis humea al entrar en contacto con la lej¨ªa que higieniza el fondo del inodoro. Me aparto bruscamente para que sus vapores no me hieran. No quiero que nada me reseque la flor. Me desertice las mucosas y la flora intestinal. Todo, todo huele a ese penetrante olor a limpio que asesina a los afectados por el s¨ªndrome de sensibilidad qu¨ªmica. Al salir del retrete, la mujer me ignora. Mientras habla por su m¨®vil, su tono tambi¨¦n es desabrido. A veces me pregunto c¨®mo puedo sobrellevar estos pesos. Estas desatenciones. Estas puntas. Aunque casi todo podr¨ªa ser mucho peor. Por la megafon¨ªa de la estaci¨®n de autobuses de ?guilas ¨C?adjunto documento gr¨¢fico¨C anuncian que el autob¨²s con destino a Almer¨ªa, procedente de Cartagena, sufre un considerable retraso. Me arde un poquito el est¨®mago cuando pienso que tal vez no llegue a tiempo para transbordar hacia M¨¢laga. Necesito el dinero que me pagar¨¢n por el curso. Me pongo un poquito nerviosa, pero nadie se da cuenta. Transmito calma y tranquilidad.
7.
S? MUY?bien que el lorazepam en dosis masivas puede causar la muerte. Conozco el caso de la ni?a Asunta, anestesiada, semimuerta, por la versi¨®n lujosa, la m¨¢scara no gen¨¦rica del medicamento: Orfidal. El asesinato espectacular de la cr¨®nica de sucesos necesita de una marca. La cr¨®nica de sucesos act¨²a a menudo como una ?pastillita. Yo escucho ¡°Orfidal¡± y veo orqu¨ªdeas negras y blancas, orquidal, orquitis, test¨ªculos abultados, prote¨ªna pura, yema, un orfe¨®n de xil¨®fonos; cuando escucho ¡°Orfidal¡±, veo a Orfeo que rescata a Eur¨ªdice del infierno, la primavera para siempre secuestrada y, por fin, Morfeo que nos acoge en su regazo y nos acuna mientras a los pacientes se nos cae un hilillo de baba entre las comisuras. No dormir es mort¨ªfero y que las brujas te den una manzana envenenada tambi¨¦n. La madrastra inyecta una dosis masiva de Orfidal en una manzana roja. Asunta se la come y se desmadeja su peque?o y fibroso cuerpo chino superdotado. Sus ganas de vivir en cada movimiento. Todas sus sinapsis cerebrales que se mantienen encendidas incluso de madrugada y no le dejan dormir por un exceso de vatios y de incandescencia. S¨¦ que consumo una medicina que puede matar. No me disgusta la idea de dominar estos pesos y estas medidas.
8.
ME ACUERDO?de mi suegro que, despu¨¦s de haber ingerido una pastilla para dormir mejor, se levantaba son¨¢mbulo de la cama. No reconoc¨ªa a su mujer, que lo agarraba del brazo y lo volv¨ªa a acostar. Existen naturalezas muy sensibles a los efectos de los medicamentos. Y viejos nerviosos inmunes a una sobredosis. Por lo dem¨¢s, mi suegro estaba bien de salud. Yo creo que el miedo a la muerte lo llev¨® a querer morirse. Cont¨® con los dedos los a?os que ten¨ªa. Y se muri¨®. Fulminantemente. Yo lo entend¨ª porque s¨¦ muy bien en qu¨¦ negros pensamientos deriva el insomnio. La incapacidad para afrontar los problemas. El exceso de trabajo. El exceso de tiempo. El lorazepam es una droga familiar. Hereditaria. Lo tomaba mi suegro, mi abuelo, mi madre. Lo tomo yo que, hija ¨²nica, noto que cada vez tengo m¨¢s hermanos. Me pregunto si se trata de un problema gen¨¦tico o ambiental. Materia o historia. Las dos grandes palabras en triste conjunci¨®n.
9.
Soy una mujer de apariencia serena. Pero bendigo al cient¨ªfico que invent¨® la anestesia.
EN EL AUTOB?S?de la l¨ªnea ?guilas-Almer¨ªa, una mujer paga su billete con monedas de 10 c¨¦ntimos. Va vestida de negro de pies a cabeza. No habla espa?ol y sonr¨ªe cuando no entiende las palabras que le dedica el conductor: ¡°Como me pagues as¨ª, vamos a estar aqu¨ª hasta ma?ana, reina mora¡±. Me la imagino pidiendo monedas entre las sillas de una terraza con su vasito de pl¨¢stico. Ella lo mira como el perro que no entiende las instrucciones de su amo, pero quiere ser complaciente y finge que s¨ª, que s¨ª, que s¨ª. El autob¨²s arranca y es precioso el paisaje. Los barrancos. Vera. Los campos de N¨ªjar. Yo me fijo en lo que se queda por dentro de los cristales irrompibles: en las plazas 3 y 4, dos chicas revisan sus fotos en el m¨®vil, beben cocacolas, comen chuches. Incluyo foto tomada a traici¨®n. Soy una mujer con una apariencia serena. Pero bendigo al cient¨ªfico que invent¨® la anestesia, el lorazepam y las pastillas somn¨ªferas.
10.
HACE UNOS?meses, al entrar en la consulta del ambulatorio, el coraz¨®n me late a 150 pulsaciones por minuto. Me tienen que dar los resultados de unas pruebas. No puedo dormir. La m¨¦dica me ve muy nerviosa y me receta tres lorazepanes al d¨ªa. Me recomienda que, si me siento muy mal, me coloque uno debajo de la lengua. ¡°Sabe amargu¨ªsimo, pero es mano de santo¡±. Me pregunta si trabajo y si viajo mucho, yo le digo que s¨ª. Revisa mi breve y reciente historial m¨¦dico: ¡°Veo que has dejado de fumar¡±. Por una vez me siento ufana frente a un doctor. He hecho algo correcto y saludable. Algo que exige un sacrificio. Ergo: soy moralmente buena. No castigo a mi cuerpecillo, aunque me castigue a m¨ª misma. He dejado de fumar. La m¨¦dica me interroga: ¡°?Por qu¨¦?¡±. Era la ¨²nica pregunta que no me esperaba. Debo pensarla despacio. Respondo con la verdad: ¡°Ten¨ªa miedo¡±. La m¨¦dica me contempla con cara de guasa: ¡°?Ah!¡±. Prosigue: ¡°Yo fumo. ?Sabes por qu¨¦?¡±. Niego con la cabeza. ¡°Yo no tengo miedo¡±. La felicito. La m¨¦dica nos quita el miedo a muchas mujeres. A cada vez m¨¢s mujeres. Y hombres, tambi¨¦n. Cada vez m¨¢s gente se muerde las u?as y cena yogures. Y se asfixia porque tiene mucho trabajo. O ninguno. Nunca tomo los tres lorazepanes que la m¨¦dica me prescribe. Solo uno por la noche para poder dormir. Al principio duermo y sufro extra?as pesadillas. Orqu¨ªdeas negras y blancas. Mosquitos que flotan sobre la superficie del agua contenida en un tonel. Al principio duermo, pero enseguida me acostumbro. Lo sigo tomando porque creo que, si lo dejara, ser¨ªa peor. A veces pienso que el efecto del lorazepam me emborrona los d¨ªas. Como el aceite que impregna poco a poco un papel absorbente. Como la tinta que ti?e poco a poco un barril de agua. Otras veces pienso que, en realidad, el f¨¢rmaco act¨²a como un linimento que alivia las quemaduras.
11.
EN EL BAR de la estaci¨®n de autobuses de Almer¨ªa pido una ca?a. A mi lado, un hombre me pregunta si me llamo Ana. ¡°Claro, Ana¡±. Me muestra su m¨®vil. Quiere borrar un mensaje y no sabe. Yo no me atrevo a manipular su tel¨¦fono. Le digo: ¡°Sube, baja, as¨ª, encima, aqu¨ª, no, aprieta en el centro¡±. Me oigo y me callo inmediatamente. El hombre est¨¢ muy borracho, pero al final entre los dos logramos borrar el mensaje que tanto le molesta. Lo remite una compa?¨ªa de telefon¨ªa m¨®vil. ¡°?Eres arque¨®loga?¡±. Le digo que s¨ª, que de toda la vida. El hombre sonr¨ªe, mira mi malet¨ªn de cuero, se va al v¨¢ter. Yo cojo mi maletita y me deslizo sigilosamente hacia la puerta. Desaparezco de su vida. Soy una mujer sola en una estaci¨®n de autob¨²s. Tengo casi cincuenta a?os. Ojos en el cogote. Y en el culo. Se me pegan los raros y los delincuentes. Los irremediables alcoh¨®licos. Camino como los gatos cautos de los dibujos animados. Me desplazo por la estaci¨®n pegada a las paredes. No hay soluci¨®n. Sigue siendo una aventura ser mujer y viajar sola. Que Dios y Almer¨ªa, Andaluc¨ªa, Espa?a me perdonen: sigue siendo una aventura ser mujer y viajar sola. Sobre todo, por el Tercer Mundo. ¡°S¨ª, s¨ª, claro que soy arque¨®loga¡±. Sigue siendo una aventura ¨Cno un anuncio de compresas¨C ser mujer en el Tercer Mundo y en el primero y en el segundo que no s¨¦ d¨®nde se encuentra, pero es el m¨ªo. Purgatorio del lorazepam. Duermevela. Universo interpuesto. Veladura. El lorazepam es una droga triste.
12.
ME ESCONDO detr¨¢s de los libros cuando no quiero ser encontrada. Joan Medford toma talidomida como sedante en La camarera, novela p¨®stuma de James M. Cain. Puede que Joan haya asesinado con talidomida a alguno de sus amantes. Dios, por supuesto, le impone un correctivo: Joan Medford se queda embarazada y, cuando acaba la novela, ella a¨²n no sabe que deber¨¢ criar una hijita que nacer¨¢ sin piernas y se deslizar¨¢ sobre un carrito por las baldosas pulidas de su mansi¨®n. Yo, en la estaci¨®n de Almer¨ªa, conservo mis propias piernas, que fotograf¨ªo desde un ¨¢ngulo amorfo y desconcertante. Incluyo un estremecedor testimonio gr¨¢fico. La misma droga seda, mata, alivia, amputa.
13.
SIGO MI VIAJE?y ma?ana, de vuelta, en el autob¨²s que recorre de noche el trayecto que separa Los Lobos de San Juan de los Terreros, al menos tres murci¨¦lagos chocan contra el parabrisas. Voy sola en el autob¨²s con un conductor muy joven que se detiene en paradas donde no sube nadie y a veces pisa el acelerador. Se lo agradezco, porque estoy deseando volver a casa. Los murci¨¦lagos chocan contra el parabrisas y el chico me dice: ¡°Todas las noches lo mismo¡±. Me aclara: ¡°Son murci¨¦lagos¡±. Calla y vuelve a hablarme: ¡°Porque es de noche y no pueden ser p¨¢jaros, ?verdad?¡±. Frunzo la boca y me trago las respuestas. El conductor es un ni?o que quiere que le diga que los perros tiesos de las cunetas est¨¢n dormidos. Me gustar¨ªa consolarlo: ¡°Ea, ea, ya pas¨®, ya pas¨®¡±. Ea, no hay enfermedad ni muerte ni cat¨¢strofes ni especu?ladores ni monstruos. No hay mujeres que friegan los v¨¢teres con lej¨ªa por 300 euros al mes. Yo vuelvo de ganarme un jornal. Ea, chaval, t¨®mate una pastilla. Ya pas¨®, ya pas¨®. Pero yo tengo el ojo sucio y s¨¦ que hay especies de p¨¢jaros nocturnos. Acaparo un mont¨®n de trabajo. Duermo mal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
