La pregunta perfecta
Primero uno es un lector, un esp¨ªa discreto, y un d¨ªa decide pasar al otro lado, transformarse en espiado
Durante una firma de libros que hice en una librer¨ªa de Buenos Aires, se acerc¨® un hombre de veintipocos a?os, muy alto, fornido. La solidez f¨ªsica contrastaba con su actitud nerviosa y t¨ªmida. Se llevaba las manos a la cara y dec¨ªa: ¡°No lo puedo creer, no lo puedo creer¡±. Hab¨ªa llevado varios ejemplares. Asegur¨® que uno de esos libros lo hab¨ªa devuelto a la lectura, una actividad que ten¨ªa abandonada, y pregunt¨® si pedirme que le firmara tantos no era un abuso. Le dije que no, que lo har¨ªa con gusto. Le pregunt¨¦ a qu¨¦ se dedicaba. Me respondi¨®. Asegur¨® que se hab¨ªa escapado del trabajo para e...
Durante una firma de libros que hice en una librer¨ªa de Buenos Aires, se acerc¨® un hombre de veintipocos a?os, muy alto, fornido. La solidez f¨ªsica contrastaba con su actitud nerviosa y t¨ªmida. Se llevaba las manos a la cara y dec¨ªa: ¡°No lo puedo creer, no lo puedo creer¡±. Hab¨ªa llevado varios ejemplares. Asegur¨® que uno de esos libros lo hab¨ªa devuelto a la lectura, una actividad que ten¨ªa abandonada, y pregunt¨® si pedirme que le firmara tantos no era un abuso. Le dije que no, que lo har¨ªa con gusto. Le pregunt¨¦ a qu¨¦ se dedicaba. Me respondi¨®. Asegur¨® que se hab¨ªa escapado del trabajo para estar ah¨ª. Cuando estaba firmando el primer libro, dijo: ¡°?Le puedo preguntar una cosa?¡±. Entonces hizo la pregunta. La gente suele preguntar ¡°?por qu¨¦ escribe?¡±, o ¡°?cu¨¢ndo empez¨® a escribir?¡±, o ¡°?cu¨¢l es su m¨¦todo de trabajo?¡±. Pero este hombre joven, t¨ªmido, con el rostro iluminado por la curiosidad m¨¢s inocente, pregunt¨®: ¡°?C¨®mo es la escritura?¡±. Aturdida, pregunt¨¦: ¡°?C¨®mo?¡±. ¡°S¨ª, ?c¨®mo es la escritura, c¨®mo es escribir?¡±. Qued¨¦ maravillada. Me estaba preguntando qu¨¦ se siente al escribir como uno le preguntar¨ªa a un astronauta que acaba de regresar a la Tierra c¨®mo es el espacio exterior, como uno le preguntar¨ªa a alguien que logr¨® descender a la fosa de las Marianas c¨®mo son las criaturas que habitan ese abismo, como uno le preguntar¨ªa a quien volvi¨® de la muerte c¨®mo es la muerte. No con la ambici¨®n de replicar esa experiencia, sino con la intenci¨®n de vivirla a trav¨¦s de la experiencia de otro. Me estaba haciendo la pregunta perfecta de un lector perfecto: c¨®mo es hacer eso que usted hace y que yo leo. Con una generosidad incauta me revel¨®, quiz¨¢s, el primer motor que nos mueve a la escritura: primero uno es un lector, un esp¨ªa discreto, y un d¨ªa decide pasar al otro lado, transformarse en espiado. Le contest¨¦, le habl¨¦ mucho. Hasta hoy, muchos meses despu¨¦s, le sigo hablando en secreto a este perfecto desconocido.