El misionero que cuida el pueblo ucranio de Svitlodarsk
Andrii Shutkevych se lanz¨® a ayudar a la poblaci¨®n en los inicios del conflicto con la idea de quedarse apenas tres meses. Seis a?os y muchas dudas despu¨¦s se pregunta: ¡°?Qui¨¦n ayudar¨ªa a la gente de aqu¨ª?¡±. Es el ¨²nico de su promoci¨®n que queda
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Con el ruido tenue de algunas explosiones que la noche oculta, Andrii Shutkevych se balancea en una silla de la cocina mientras come pipas de girasol. Mira al techo y resopla. Son ya seis a?os de misi¨®n en el frente ucraniano y, aunque en los ¨²ltimos meses los medios han vuelto a poner el foco en la regi¨®n de Donb¨¢s, la ayuda que llega cada vez es menor. Tambi¨¦n, por parte de sus propios compatriotas.
?l, como muchos otros ucranianos, se lanz¨® a ayudar en los inicios del conflicto. Algunos cogieron las armas, otros enviaron dinero y muchos acudieron a escuelas misioneras para ayudar la poblaci¨®n que ya ten¨ªa que lidiar con la pobreza de una regi¨®n sin apenas oportunidades.
Su caso fue uno de estos ¨²ltimos. Lleg¨® en mayo de 2015 a Sloviansk, una ciudad recuperada por el ej¨¦rcito ucraniano y durante un mes fue instruido de lunes a viernes en una academia protestante perteneciente a la iglesia pentecostal Good News. Los fines de semana, su iglesia le enviaba al terreno para que fuera conociendo la zona y las principales necesidades de sus habitantes. Finalmente, el 21 de junio lleg¨® a Svitlodarsk, un peque?o enclave de 8.000 personas a escasa distancia del territorio ocupado.
En 2021, el conflicto en el este de Ucrania ha vuelto a acaparar la atenci¨®n de Occidente, tras la importante movilizaci¨®n de tropas rusas, la mayor desde 2014, seg¨²n la OTAN y el incremento de las bajas en el ej¨¦rcito ucraniano. Seg¨²n el peri¨®dico Kyiv Post, alrededor de 40 soldados han perdido la vida desde el alto el fuego del julio pasado. Adem¨¢s, la tensi¨®n tambi¨¦n ha aumentado en el mar, tras la supuesta advertencia con fuego real a un destructor brit¨¢nico por parte de buques militares rusos y algunos analistas esperan un recrudecimiento del enfrentamiento en lo que queda de a?o. Mientras, algunas viviendas de las poblaciones cercanas a la primera l¨ªnea, vuelven a tapiar las ventanas.
¡°Cuando pasaron los tres meses pens¨¦: ¡®Bueno¡ tres meses m¨¢s¡¯. Los siguientes tres pasaron y una organizaci¨®n cristiana me contrat¨® para un a?o, que terminaron siendo tres. Y luego he seguido cuatro¡ y cinco¡ y seis¡±, rememora con una voz entre ir¨®nica e incr¨¦dula.
El plan de la instituci¨®n era abrir nuevas iglesias evang¨¦licas en diferentes ciudades cercanas a la primera l¨ªnea, pero el grupo de misioneros detect¨® la necesidad de trabajar con los m¨¢s peque?os. Las familias desestructuradas, el consumo de drogas y la falta de salidas laborales son los principales obst¨¢culos para los j¨®venes en el este de Ucrania.
La alternativa en Svitlodarsk es austeridad, pocos servicios y un c¨ªrculo social reducido por el recelo con el que se mira todo lo que huele a ucraniano
Por la ciudad han pasado una decena de voluntarios que, con los a?os, se han ido marchando poco a poco para rehacer sus vidas lejos de la regi¨®n de Donetsk. La alternativa en Svitlodarsk es austeridad, pocos servicios y un c¨ªrculo social reducido por el recelo con el que se mira todo lo que huele a ucraniano. Ninguno de su promoci¨®n ha logrado aguantar tanto como ¨¦l.
Un oasis de libertad
Contra las barreras identitarias trabaja Andrii Shutkevych en VPN, un centro juvenil que dirige desde 2018 con Olga y Andriy, un matrimonio joven. El nombre de la organizaci¨®n es una met¨¢fora del ideal que persiguen para la juventud desde el inicio. Un espacio en el que poder ser libre, donde las diferencias pol¨ªticas y econ¨®micas quedan fuera del local. Un ambiente seguro en el que la guerra o el abandono familiar no puedan generar m¨¢s da?o.
Las ¨²ltimas actividades que han incorporado de la mano de Voices of Children, una organizaci¨®n de ayuda a la infancia en el frente, son arteterapia en sesiones individuales y un programa para recuperar ordenadores antiguos y arreglarlos para que no se queden atr¨¢s. La pandemia ha acelerado la necesidad de cubrir carencias tecnol¨®gicas que pocos se pueden permitir.
Soledad en dos manzanas
La fe de Andrii Shutkevych y la confianza en sus colaboradores tiene mucho que ver con sus motivos para no abandonar la ciudad, aunque a veces no haya ayuda para todos. En 2018, los mecenas que aportaban 100 euros mensuales a cada uno de los voluntarios ¨Cdos m¨¢s por aquel entonces¨C le hicieron elegir: dinero para ¨¦l o mantener el equipo sin financiaci¨®n.
¡°Le dije al benefactor que nosotros hacemos el trabajo juntos y que seguir¨ªamos juntos. Le expliqu¨¦ que ten¨ªamos una visi¨®n, que era seguir con el proyecto de apoyo a la infancia en el centro¡ y eso necesita esfuerzo¡±, traduce antes de confesar: ¡°Si me hubiera quedado solo aqu¨ª por tener dinero, VPN hubiera cerrado¡±.
Shutkevych decidi¨® poner a una generaci¨®n criada en la guerra y a sus compa?eros por encima de su bienestar personal y logr¨® que la ayuda econ¨®mica se extendiera durante el 2019 (en la actualidad, la iglesia ¡°Good News¡± no les ayuda directamente, pero busca familias en EEUU que les ayuda con el pago del local). Finalmente, decidi¨® no contar a nadie los detalles de aquella negociaci¨®n. Poco despu¨¦s, un matrimonio que llevaba desde los inicios decidi¨® marcharse. Criar a dos hijos sin un sueldo fijo y en un lugar hostil no era el futuro que hab¨ªan imaginado para su familia. Olga y Andriyi se quedaron.
¡°En 2017 tuve ganas de irme, pens¨¦ en hacerlo, le dije al obispo que quiz¨¢ era el momento, pero finalmente me convenc¨ª de que cuando no hubiera equipo ser¨ªa el momento. Cada vez somos menos y esto ya no es como 2018 o 2019. A veces me siento muy solo¡±, reconoce.
En 2017 ten¨ªa ganas de irme, pens¨¦ en hacerlo, le dije al obispo que quiz¨¢ era el momento, pero finalmente me convenc¨ª de que cuando no hubiera equipo ser¨ªa el momento
Su vida en Svitlodarsk apenas se reduce a dos manzanas. Por las ma?anas acude al centro, donde organiza reuniones con jubiladas de la ciudad. De camino a casa pasa por el supermercado y por la tarde vuelve al local donde se junta con los m¨¢s j¨®venes. A sus 33 a?os, no tiene ingresos regulares, apenas gasta 30 euros al mes en su vivienda y menos de 40 en comida. El principal reto es encontrar la manera de ingresar lo m¨ªnimo para pagar los 200 euros para el alquiler del local.
Alba?il de formaci¨®n, adem¨¢s del seminario, tiene amigos en la construcci¨®n y en agencias de viajes que le animan a dejar el frente y empezar de cero en Kiev. Su madre, cuenta, hace tiempo que dej¨® de pedirle que volviera a su Berdychev natal. ¡°Porque no sabe c¨®mo vivo aqu¨ª¡±, responde con una risa amarga al tiempo que mira una cocina vieja en la que no funciona el frigor¨ªfico.
Andrii Shutkevych vive en un noveno piso de un bloque cuyo portal recibe con una enorme telara?a que nadie limpia desde hace a?os. El ascensor deja de funcionar a las 21.00 y en las paredes de los ¨²ltimos pisos predominan las pintadas. Con peque?os apa?os, en el interior del piso ha logrado ahorrarse parte de la instalaci¨®n el¨¦ctrica y prescindir de un fontanero que le deber¨ªa arreglar el fregadero y la ducha que vivieron mejores a?os.
¡ª?Han merecido la pena estos seis a?os?
¡ªSeis a?os¡. Bufff. Eso es el 20% de mi vida ¡ªresponde cruzando los brazos para pensar¡ª. A veces siento que si volviera a 2015 todo ser¨ªa muy diferente, pero qui¨¦n sabe¡ ?qui¨¦n ayudar¨ªa a la gente de Svitlodarsk?
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