Un d¨ªa en uno de los departamentos pedi¨¢tricos m¨¢s grandes de ?frica
El Hospital Central de Kamuzu es un centro de referencia para siete millones de personas en Malaui. Situado en el coraz¨®n de uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, all¨ª la lucha contra enfermedades como la tuberculosis, el VIH y la malaria en ni?os es algo habitual y rutinario
Anita Banda esboza una peque?a sonrisa mientras mira el pel¨ªcano de juguete que sostiene entre las manos. ¡°Ya quer¨ªa volver a casa. Mis otros hijos y mis nietos me necesitan¡±, cuenta su madre, Cristine Chapoda, de 45 a?os. Hace justo una semana, ella y Anita, su hija menor, de apenas dos a?os y medio y cuerpecito menudo y delicado, llegaron a la unidad de pediatr¨ªa del Hospital Central de Kamuzu, en Lilong¨¹e, la capital de Malaui, porque la ni?a ten¨ªa fiebre y tos. ¡°Vino con desnutrici¨®n aguda. Le hicimos tambi¨¦n la prueba de tuberculosis y dio positivo. Y adem¨¢s tiene VIH¡±, dice Nora Ferrer, la pediatra espa?ola de 29 a?os que la ha atendido. Por lo pronto, de los dos primeros diagn¨®sticos ya no tiene que preocuparse. De ah¨ª que madre y beb¨¦ se preparen para abandonar el centro. La lucha contra el tercero le durar¨¢ toda la vida.
¡°Yo no tengo empleo; me dedico a mi casa y a mis hijos. Son cuatro. Y tambi¨¦n dos nietos¡±, explica Cristine, quien, con tanto ni?o, ya tiene experiencia en hospitales y pediatras. ¡°Ya hab¨ªa estado aqu¨ª antes tres veces. Primero, con mi hijo mayor, que es asm¨¢tico. Otro enferm¨® una vez de neumon¨ªa. Y con Anita vine tambi¨¦n hace poco¡±, afirma. Para Cristine, que vive en Lilong¨¹e, acudir al m¨¦dico supone una peque?a traves¨ªa de dos horas en autob¨²s, aunque lo de las distancias podr¨ªa ser peor. El Kamuzu es un hospital de referencia para siete millones de personas (la ciudad capitalina apenas llega al mill¨®n) y dispone de uno de los mayores departamentos de pediatr¨ªa de ?frica, con unas 250 camas y alrededor de 24.000 ingresos de ni?os al a?o. Tampoco extra?a esta cifra en una naci¨®n tan joven: el 43% de la poblaci¨®n del pa¨ªs, con unos 19 millones de habitantes, no llega a los 15 a?os y la edad media apenas sobrepasa los 18.
Con todo, y en un simple vistazo, esas 250 camas parecen insuficientes. En la mayor¨ªa de las salas y pabellones que conforman la unidad de pediatr¨ªa los ni?os comparten colchones con sus madres y con otros pacientes. Hasta cinco peque?os en algunos de ellos. Se escuchan llantos, carcajadas, gritos. El traj¨ªn de personas por los pasillos (m¨¦dicos que van, enfermeros que vienen, pacientes que se quejan o preguntan y familiares que traen el almuerzo del d¨ªa) es constante. ¡°Las madres llevan aqu¨ª la voz cantante; son las que acompa?an a sus hijos casi siempre y algunas vienen desde muy lejos¡±, apunta Irene Alc¨¢zar, la enfermera de 28 a?os que ha tratado a Anita junto a Ferrer. Y a?ade: ¡°Todo aqu¨ª es un poco m¨¢s dif¨ªcil. Algunas veces, por ejemplo, se pierden las muestras, lo que retrasa mucho los diagn¨®sticos, y no se pueden administrar los tratamientos¡±.
Ferrer y Alc¨¢zar, quienes trabajan durante dos meses en el Hospital Central de Kamuzu junto a otros cinco sanitarios espa?oles con la ONG Asociaci¨®n Malawi-Salud, con m¨¢s de una d¨¦cada de experiencia en este centro, comentan otras dificultades del d¨ªa a d¨ªa. ¡°Hay veces que, cuando quieres hacer una consulta al m¨¦dico especialista, debes mandarle un wasap. Es todo m¨¢s informal¡±, indica la enfermera. ¡°Uno de los primeros d¨ªas quisimos reanimar a un ni?o, pero no ten¨ªamos adrenalina. As¨ª que lo que hago ahora es llevar siempre una dosis en el bolsillo¡±, agrega Ferrer. Y ense?a el peque?o botecito de cristal que guarda como un tesoro. Lo mira y ambas sonr¨ªen. ¡°Algunas veces sientes impotencia¡¡±, dicen. Y hablan tambi¨¦n de la escasez y la necesidad de las familias. ¡°Lo notas en peque?os que, aunque est¨¦n sanos, padecen desnutrici¨®n¡±. Y lo cierto es que eso que mencionan, la pobreza, es uno de los mayores enemigos del pa¨ªs y de su gente.
La pobreza, enemiga implacable
Malaui hace sobre el papel un esfuerzo notable en materia de salud, pues su sistema sanitario, a la que dedica m¨¢s del 7% del PIB, es p¨²blico y gratuito (otros Estados de alrededor, como Tanzania o, m¨¢s al norte, Kenia, cobran por muchos de los servicios m¨¦dicos que prestan), y eso que es uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo: el 50,7% de su poblaci¨®n vive bajo el umbral de la pobreza, seg¨²n el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD). Este organismo lo coloca en la posici¨®n 171 de su ?ndice de Desarrollo Humano, una lista que incluye 189 naciones. Personas como Binallson Moyo, un hombre de 32 a?os que ha acudido al hospital con su hijo Moses, un chaval albino de cinco a?os, ponen cara a esta cruda estad¨ªstica. ¡°Yo no puedo comprarle todo lo que necesita¡±, resume frente a la cama donde su ni?o espera recuperarse de una enfermedad que afecta a su piel. ¡°Vine el lunes, pero todav¨ªa no s¨¦ qu¨¦ le sucede. Tampoco cu¨¢nto tiempo vamos a tener que quedarnos aqu¨ª. Aunque me han dicho que se va a poner bueno¡±, celebra en un ingl¨¦s chapurreado.
En una sala contigua, la congole?a Alice Nyiramuyisha, una mujer de 36 a?os, sostiene en sus brazos a Icramina, su hija de 10 meses. Lo hace sentada en el suelo junto a la cama que tienen asignada. ¡°Padece un problema en el coraz¨®n y ha dado positivo en tuberculosis¡±, lamenta la madre. Icramina, adem¨¢s, tiene s¨ªndrome de Down. Alice vive en Dzaleka, un campo de refugiados situado a unos 40 kil¨®metros de Lilong¨¹e. All¨ª lleg¨® hace ahora siete a?os huyendo de los conflictos de su pa¨ªs y all¨ª sigue junto a su beb¨¦ de 10 meses y sus otros cuatro hijos. ¡°Subsistimos con la comida que nos proporciona Acnur [la Agencia de la ONU para los refugiados]. Pero la situaci¨®n es desastrosa. Cuando enfermamos solo nos dan pastillas para la cabeza. Aqu¨ª, al menos, tengo todo lo que mi ni?a necesita¡±, celebra. Y dice tambi¨¦n que ya conoce bien el camino y el centro, que le ha tocado visitarlo en demasiadas ocasiones.
¡°La cr¨ªa ha tenido un derrame peric¨¢rdico. No es algo normal, aunque las cardiopat¨ªas pueden resultar m¨¢s comunes por el antecedente Down. Ya hab¨ªa estado ingresada antes tres meses en un estado francamente malo¡±, explica Estibaliz Badiola, la pediatra de 30 a?os que atiene a Icramina. Y prosigue: ¡°Alice y los dem¨¢s padres tienen que ir a otro edificio a por las medicinas de la tuberculosis a las cinco de la ma?ana. Si llegan a las cinco y media, se quedan sin tratamiento¡±. Y no disponer de medicamentos para esta enfermedad, la infecciosa m¨¢s mortal del planeta hasta la llegada de la covid-19, puede desembocar en drama. No en vano, las muertes provocadas por esta patolog¨ªa se acercaron al mill¨®n y medio en 2020 en todo el planeta. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud indica, adem¨¢s, que el 25% de estos decesos se produce en los pa¨ªses de ?frica.
¡°Esta ni?a estar¨ªa en UCI, con control y una monitorizaci¨®n continua. Aqu¨ª hay veces que no podemos saber si lo que tienen los chavales es o no contagioso, aunque cuatro o cinco de ellos compartan cama¡±, se?ala Patricia Gonz¨¢lez, la enfermera de 33 a?os que, junto a Badiola, se encarga de cuidar a Icramina. ¡°No hay esc¨¢ner ahora mismo y no siempre te admiten las pruebas microsc¨®picas; puede que tengamos alg¨²n paciente sin saber si padece un simple virus, una tuberculosis o algo tumoral¡±, dice. Y, por ¨²ltimo, indica que las patolog¨ªas que m¨¢s se tratan en la unidad de pediatr¨ªa del hospital son bronquiolitis, neumon¨ªas y malaria, enfermedades a las que madres y ni?os en Malaui se han acostumbrado a la fuerza. Algunas las superan sin dificultad. En cambio, otras resultan demasiado mort¨ªferas.
Ingresos, recuperaciones y muertes
Joyce Chilonga tiene 22 a?os y dos hijos. El m¨¢s peque?o, Blessings, de unas semanas, comenz¨® con estornudos y fiebre hace unos d¨ªas, as¨ª que Joyce se lo carg¨® en la espalda, cogi¨® un autob¨²s y lo llev¨® al hospital. ¡°Desde que vine, mi beb¨¦ ha mejorado mucho. Hoy me han dicho que podemos irnos a casa¡±, afirma la joven madre. ¡°El ni?o ten¨ªa bronquiolitis. Las infecciones respiratorias suelen ser el motivo m¨¢s frecuente para ingresar a lactantes. Es algo bastante normal. Tambi¨¦n en Espa?a¡±, dice Alejandro Jim¨¦nez, el m¨¦dico de 29 a?os que se ha encargado del caso de Blessings. ¡°Pero hay diferencias, claro. A un chaval que ingrese por esto en Espa?a lo tienes todo el rato conectado a un puls¨ªmetro. Aqu¨ª depende muchas veces de lo que a la madre le pueda parecer¡±, explica con una media sonrisa. Carla Barcel¨®, la enfermera de 29 a?os que lo ha acompa?ado con este paciente, escucha y agrega: ¡°Y all¨ª hay espec¨ªficos de pediatr¨ªa. Aqu¨ª usamos los de los adultos para los ni?os tambi¨¦n¡±.
Con todo, estas infecciones respiratorias suelen acabar con final feliz y solo en contadas ocasiones desembocan en la muerte del paciente, una realidad con la que los pediatras que trabajan en el centro de Kamuzu deben lidiar casi a diario. Un amplio informe publicado en 2018 por BMC Pediatrics titulado Una auditor¨ªa de muertes pedi¨¢tricas en un gran hospital de referencia en Malaui puso cifras reales a esta dolorosa situaci¨®n. En los 13 meses que dur¨® el estudio, el centro registr¨® 743 fallecimientos en esta unidad, una media de dos al d¨ªa. La malaria, que provoc¨® 183 decesos en este periodo (un 26,1%), la malnutrici¨®n, con 95 (un 13,6%), y las complicaciones derivadas del VIH, con 69 (un 9,9%), fueron las tres primeras causas de tan triste estad¨ªstica. Pese a ello, dicho escrito recoge tambi¨¦n razones para el optimismo. ¡°La tasa de mortalidad, aunque sigue siendo alta, ha disminuido aqu¨ª dr¨¢sticamente en los seis a?os transcurridos desde los ¨²ltimos datos de mortalidad publicados¡±, concluye.
¡°Esto es como una carrera de obst¨¢culos. Es dif¨ªcil acostumbrarse a que nada est¨¦ informatizado. O a que de repente se vaya la luz y se apaguen todas las m¨¢quinas¡±, resume Barcel¨®. ¡°He tenido un caso de un ni?o de un a?o, un chaval bastante espabilado, que ten¨ªa una malformaci¨®n cardiaca no compleja. A ese se le podr¨ªa operar y llevar¨ªa una vida normal, pero aqu¨ª, probablemente, se muera en unos meses o, como muchos, en unos a?os¡±, apunta Jim¨¦nez. Y ambos comentan tambi¨¦n la alta frecuencia con la que se suministran antibi¨®ticos a los ni?os, lo que hace m¨¢s resistentes a las bacterias, o la dificultad de conseguir medicamentos en la farmacia, o de realizar pruebas diagn¨®sticas¡ ¡°Podemos atender a tres o cuatro ni?os al d¨ªa¡±, finalizan. Pero el trabajo en pediatr¨ªa ante unas circunstancias tan desafiantes, vistos algunos ejemplos pasados, desde luego ayuda a salvar vidas.
De la incubadora, a m¨¦dico pediatra
¡°Mi madre me dijo que yo fui prematuro. Tuve que estar en una incubadora unos cuantos d¨ªas y hubo gente que preocup¨® de m¨ª. Aunque tuviera riesgo de morirme, alguien ocup¨® su tiempo en cuidarme. Me hice pediatra por eso; ahora puedo ser yo parte del equipo que salve a un ni?o¡±, dice Yewo, un m¨¦dico pediatra malau¨ª de 32 a?os que trabaja codo con codo con el equipo de espa?oles. ¡°Los retos aqu¨ª resultan constantes porque la gente tiene muchos problemas y nuestros recursos son muy limitados. La mayor¨ªa de los pacientes tiene que venir por su propio pie y algunas veces los perdemos porque no llegan a tiempo para curarse¡±, explica. Y afirma tambi¨¦n que el personal local que conforma la unidad son seis doctores y ocho oficiales cl¨ªnicos ¡ªun sanitario con tres a?os de formaci¨®n instruido para afrontar las enfermedades m¨¢s comunes¡ª. Y que hay d¨ªas que pueden ingresar hasta 200 ni?os.
Este pediatra malau¨ª cuenta que hizo la carrera de medicina en su pa¨ªs natal, que cuando la finaliz¨® se uni¨® al departamento pedi¨¢trico del Hospital Central de Kamuzu y que, en 2012, le otorgaron una beca para ampliar estudios y conocimientos en Cuba. Cuando regres¨®, en 2019, se incorpor¨® de nuevo a la unidad que ya conoc¨ªa. Y, desde entonces, lucha a diario para que cientos de ni?os superen malarias, desnutriciones graves o puedan llevar una vida digna siendo portadores de VIH, algo realmente complicado en un pa¨ªs en el que el 70% de las muertes en los hospitales las provoca el virus del sida. Yewo finaliza: ¡°Algunas veces es un oficio duro, pero compensa. Cuando un ni?o se recupera¡ No s¨¦, es como un proceso que puedes ver perfectamente. Creo que eso es lo mejor de nuestro trabajo¡±.
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