Los ¨²ltimos refugiados de una larga fila
La necesidad ahoga a campos de desplazados africanos, como el de Dzaleka, en Malawi, lejos del centro de atenci¨®n y de los fondos
¡°Aqu¨ª tambi¨¦n hay una crisis, aunque sea prolongada. Lo estamos gritando: estamos en un grave estado de necesidad¡±. Enid Ochieng habla muy suave. La responsable de protecci¨®n de Acnur (el alto comisionado de la ONU para los refugiados) en Malawi no chilla, pero sus palabras y las cifras que expone s¨ª que lo hacen. La situaci¨®n en un campo de refugiados siempre es desesperada. Pero el ¨²ltimo de la fila es siempre el que peor lo pasa. Y ese ¨²ltimo lugar es para los campos que ni est¨¢n a las puertas de Europa, ni tienen una emergencia declarada, ni muestran unos n¨²meros especialmente escandalosos. Todos esos van antes. Y despu¨¦s, solo despu¨¦s, van lugares como Dzaleka.
M¨¢s de 25.000 refugiados y solicitantes de asilo se api?an como pueden en este recinto de poco m¨¢s de 200 hect¨¢reas de tierra rojiza cedido por el Gobierno de Malawi en 1994. Se trata de una antigua c¨¢rcel a 40 kil¨®metros al norte de Lilong¨¹e, la capital de este pa¨ªs del sudeste de ?frica, peque?o para los est¨¢ndares del continente, con graves problemas de seguridad alimentaria y a la cola en casi todos los indicadores de desarrollo.
Cada mes, una media de 400 personas llegan al pa¨ªs en busca de refugio o asilo y son dirigidas a Dzaleka. Vienen?¡ªo vinieron¡ª huyendo del horror o la persecuci¨®n desde lugares como Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Burundi, Somalia o Ruanda. Pero en ninguno de esos pa¨ªses hay emergencias novedosas o de actualidad que atraigan atenci¨®n (y fondos). Desde hace m¨¢s de 20 a?os, el campo recibe un goteo constante y olvidado que desborda por todas partes, aunque tambi¨¦n hay un cierto n¨²mero de salidas que evita que la cifra total se dispare del todo. Pero hay demasiada gente en un emplazamiento ideado para acoger a menos de la mitad de habitantes. ¡°Antes nos centr¨¢bamos en cubrir las necesidades m¨¢s b¨¢sicas¡±, explica Ochieng. ¡°Ahora, ni siquiera llegamos a eso¡±.
Francine, 23 a?os, mirada dura y madre soltera de dos ni?os, lo confirma. ¡°La comida no llega, el centro m¨¦dico no es adecuado, no tengo ni jab¨®n para lavar la ropa y, con el fr¨ªo que hace [en la presente ¨¦poca invernal las temperaturas bajan hasta los 8?] no tenemos mantas¡±. Esta burundesa tiene referencias para comparar. No guarda recuerdos de su pa¨ªs de origen ¡ªera un beb¨¦ cuando sus padres huyeron a Tanzania¡ª pero s¨ª muchos de otros lugares como este, el tercer campo de refugiados que sirve de escenario a su vida. ¡°En los otros sitios cubr¨ªan nuestras necesidades. Aqu¨ª la vida es muy dif¨ªcil y nadie viene a ver c¨®mo estamos¡±, afirma. Dany, un chico de 16 a?os de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo que destila tristeza, no sabe qu¨¦ fue de su familia. Calza unas chancletas polvorientas y aprovecha la charla para preguntar c¨®mo podr¨ªa conseguir unos zapatos. "Para los hu¨¦rfanos es complicado conseguir cosas", lamenta.
Aunque el esmerado acabado en ladrillo de algunos refugios y el movimiento en los mercados organizados en el campo pudieran sugerir cierta normalidad, realmente solo dicen que hay gente que lleva aqu¨ª mucho tiempo. Demasiado. Son casos como el de Raheem, que lleg¨® de Somalia con 16 a?os y hoy tiene 35. Pero con un simple vistazo a las cifras, la necesidad canta. Hay un pozo de agua para cada 1.000 habitantes, un profesor para cada 80 alumnos de Primaria y un centro m¨¦dico pensado para 10.000 personas que atiende a m¨¢s de 60.000, entre los habitantes del campo y los de las poblaciones cercanas. Por ejemplo. Los reci¨¦n llegados pr¨¢cticamente no tienen con qu¨¦ levantarse un techo y Acnur tiene problemas para darles lonas de pl¨¢stico.
Porque de donde no hay, no se puede sacar, vienen a coincidir las agencias presentes en el lugar. ¡°Esta es una historia casi olvidada, y no conseguimos m¨¢s apoyo de los donantes¡±, insiste Mietek Maj, subdirector del Programa Mundial de Alimentos ¡ªel encargado de distribuir comida en Dzaleka¡ª en Malawi. De junio a diciembre del a?o pasado, las raciones ¡ªya limitadas solo a los b¨¢sicos: ma¨ªz, legumbres y aceite vegetal¡ª tuvieron que reducirse a la mitad. Y ahora mismo las reservas solo cubren hasta agosto. Esa falta de fondos se siente en todos los ¨¢mbitos. ¡°Los donantes llevan muchos a?os prestando ayuda aqu¨ª. Y hay otras crisis [incluso en el propio Malawi, por cuya frontera sur entran miles de mozambique?os huyendo de la violencia]. Eso hace que ahora mismo no sea tan f¨¢cil volver a vender Dzaleka al mundo¡±, apunta Kelvin S. Sentala, asistente de campo de Acnur, que gestiona el campo junto con el Ejecutivo y coordina la actuaci¨®n de todas las agencias y organizaciones participantes.
El cuello de botella est¨¢ claro. La gente no para de llegar, y los que no consiguen ser reasentados en otros pa¨ªses ¡ªlos Estados que sol¨ªan aceptar recibirlos tambi¨¦n han dirigido el foco a otros lugares en detrimento de este¡ª tienen que seguir all¨ª. Este a?o se planea solicitar el reasentamiento de hasta 1.200 personas, pero el ¨¦xito de la operaci¨®n est¨¢ por ver. El Gobierno malau¨ª, que abre sus puertas a refugiados y solicitantes de asilo pese a sus propias dificultades, circunscribe su hospitalidad a los l¨ªmites del recinto y no les permite obtener un empleo. De hecho, tienen prohibido salir de la antigua prisi¨®n. Y si lo hacen, como los que pagan el pasaje de una furgoneta para acercarse a Lilong¨¹e e intentar ganar algo de dinero, se arriesgan a ser arrestados.
Como, por desgracia, no hay recursos adicionales ¡ªy de momento, no se los espera¡ª las agencias y ONG que trabajan en Dzaleka suspiran por una flexibilizaci¨®n de la ley que permita a los habitantes del campo trabajar para obtener recursos por s¨ª mismos. En estos momentos, parece la ¨²nica forma de aliviar la situaci¨®n, coinciden Ochieng y Maj. Y tambi¨¦n una v¨ªa para que los refugiados puedan realizarse y empezar a recuperar una vida que muchos, como Raheem, ya no recuerdan c¨®mo era fuera del campo. "Intento hacer cosas por m¨ª mismo que me den algo de comer", como cargar ladrillos o ayudar en otras tareas, cuenta el somal¨ª, padre de una hija que naci¨® hace dos a?os aqu¨ª. "No puedes estar siempre dependiendo de Acnur o de quien sea". Pero tampoco hay tantas opciones.
Aunque hubo un momento prometedor, por ahora el cambio legal est¨¢ estancado. El Gobierno ha decidido fundir la reforma de esta normativa con la de las pol¨ªticas de inmigraci¨®n (como la recepci¨®n y tr¨¢nsito de migrantes con destino a Sud¨¢frica) y otros temas en un solo proceso, dej¨¢ndola por ahora empantanada en el Parlamento. De nuevo, Dzaleka debe esperar su turno.
Y eso que, pese a todas las dificultades, en el campo hay oportunidades para formarse. Es cierto que las escuelas est¨¢n saturadas. Faltan aulas, material y personal, se quejan los profesores. En primaria hay dos turnos de clases y el absentismo, muchas veces forzado por las circunstancias, es un problema. Pero el trabajo de la organizaci¨®n jesuita JRS culmina con sendos proyectos de formaci¨®n profesional y una universidad online en colaboraci¨®n con centros estadounidenses como el de Regis. Aunque solo unas 30 personas acceden cada a?o a los grados de tres a?os en educaci¨®n, negocios o trabajo social.
En esa educaci¨®n es en la que pone sus esperanzas el joven Dany, que lleva en el campo desde hace casi tres a?os. Estaba en el colegio cuando estallaron los enfrentamientos y huy¨® con su t¨ªo, al que ha perdido de vista. Nunca m¨¢s supo qu¨¦ fue de sus padres ni de sus cinco hermanos. En Dzaleka vive con una familia que le acogi¨®, y la mirada, apagada y triste, solo se le ilumina al hablar de los estudios, pese a que a su edad a¨²n sigue en Primaria por los a?os perdidos. Le gustan el ingl¨¦s, las matem¨¢ticas y la ciencia. Sonr¨ªe al contar que suele ser el primero de la clase y le ilusiona poder construirse un futuro.
"Solo pido quedarme y tratar de sobrevivir a los retos", ruega Francine. Pero para que pueda haber futuro, antes hay que garantizar el presente. Y eso, de momento, no est¨¢ nada claro. "Los m¨¢s vulnerables entre los vulnerables", en palabras de Ochieng, esperan. Y esperan. No queda otra cuando tus gritos de auxilio tienen que ponerse a la cola.
El momento de actuar
Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, es la principal agencia que coordina las actividades humanitarias en Dzaleka. Colabora en www.eacnur.org o en el tfno.: 902 218 218
Se han atribuido nombres ficticios a los refugiados entrevistados para proteger su identidad y garantizar su seguridad.
Este reportaje se ha realizado con la colaboraci¨®n del Comit¨¦ Espa?ol de Acnur (www.eacnur.org).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Inmigraci¨®n irregular
- ?frica meridional
- V¨ªctimas guerra
- Cat¨¢strofes
- Fronteras
- ?frica subsahariana
- ONU
- Migraci¨®n
- ?frica
- Uni¨®n Europea
- D¨ªa Internacional Refugiado
- Conflictos
- Eventos
- Europa
- Organizaciones internacionales
- Relaciones exteriores
- Sociedad
- PMA-WFP
- Acnur
- Crisis migratoria
- Malawi
- D¨ªas mundiales
- Refugiados
- Crisis humanitaria
- Problemas demogr¨¢ficos
- Planeta Futuro