Salud planetaria o por qu¨¦ el planeta y los humanos enfermamos juntos
Acu?ada como ¨¢rea del conocimiento en 2015, la salud planetaria estudia las interacciones entre la degradaci¨®n de la naturaleza y las enfermedades. Sus investigadores alertan de una crisis sanitaria sin precedentes que empieza a dar se?ales alarmantes
El motor que mueve como disciplina cient¨ªfica a la salud planetaria se activ¨® con el chispazo de una paradoja. El progreso material ha brindado niveles de bienestar in¨¦ditos, pero ese mismo progreso amenaza ¨²ltimamente con echarlo todo al traste. La humanidad, seg¨²n admite su documento fundacional, ha ideado remedios para casi todas las enfermedades y ha afinado la medicina hasta un grado de sofisticaci¨®n admirable. Ha creado en muchos pa¨ªses tambi¨¦n las condiciones para que la buena salud florezca.
Al mismo tiempo, el hombre ha violentado a la naturaleza hasta extremos casi insostenibles. Esas agresiones medioambientales acarrean un alto precio ecol¨®gico: cambio clim¨¢tico, p¨¦rdida de biodiversidad, degradaci¨®n de los ecosistemas... Tambi¨¦n conllevan ¨Ctal vez en una suerte de venganza terr¨¢quea inconsciente¨C elevados costes para la salud del agresor, el ser humano. A veces, obvios o m¨¢s f¨¢ciles de detectar, como aquellos derivados de la exposici¨®n prolongada a sustancias t¨®xicas. Otras, producto de complejas interacciones que esta nueva ¨¢rea del conocimiento ¡ªacu?ada como tal en 2015 por una comisi¨®n de la revista The Lancet y la Rockefeller Foundation¡ª se ha propuesto desentra?ar.
Sus adeptos exploran con el cruce disciplinar por bandera y un sentido de urgencia inaplazable, un activismo basado en evidencias que anime al cambio. ¡°Nada es completamente apol¨ªtico, tampoco la ciencia¡±, afirma Alastair Brown, redactor jefe de Planetary Health, la publicaci¨®n de referencia en la materia, enmarcada en el amplio paraguas editorial de The Lancet.
El n¨²cleo original de 2015 ha ido irradiando sus luces de emergencia por universidades y centros de investigaci¨®n de todo el mundo. La salud planetaria ha adquirido en pocos a?os una enorme proyecci¨®n. Papers por doquier alternan diagn¨®sticos y tratamientos de especial utilidad en nuestra era geol¨®gica: el antropoceno, la ¨¦poca en que el hombre se ha erigido ¡ªaupado por el mantra del crecimiento a toda costa¡ª en principal agente modificador de aquello que le rodea. Mientras, reverberan las acepciones de un t¨¦rmino en boga, siendo ante todo un campo cient¨ªfico, que en realidad condensa acciones de cura hol¨ªstica y esfuerzos por evitar que el hombre y su entorno languidezcan juntos.
Brown habla de una ¡°situaci¨®n alarmante¡± ante la que ¡°hay que hacer algo ya¡±. La vida ¡ªla buena vida al menos¡ª est¨¢ en peligro. La de los humanos y la de los sistemas naturales que nos sustentan como especie. ¡°Sabemos que nos aproximamos a un muro. Es el momento de cambiar de direcci¨®n y decidir hacia d¨®nde queremos dirigirnos, en qu¨¦ tipo de sociedad queremos vivir¡±, contin¨²a el redactor jefe de Planetary Health. Transitar hacia un futuro saludable plantea dilemas ¡°que al final se reflejan en la manera en que los investigadores formulan preguntas¡±, a?ade Brown.
Una de ellas es la epidemi¨®loga e investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona, Cristina O?Callaghan quien constata la r¨¢pida expansi¨®n, como ¨¢rea espec¨ªfica, de la salud planetaria. ¡°En 2015 ¨¦ramos cuatro gatos; en la actualidad est¨¢ totalmente consolidada¡±, apunta. O?Callaghan ofrece una prueba di¨¢fana de su arraigo en los laboratorios (reales o figurados) de medio mundo. El principal programa de ayudas a la investigaci¨®n de la Uni¨®n Europea, Horizonte, prev¨¦ en su pr¨®xima convocatoria un apartado concreto para proyectos en este campo.
Mientras la ciencia disecciona las intrincadas din¨¢micas de la salud planetaria, mentes brillantes escuchan con atenci¨®n sus preocupantes alertas y amplifican el mensaje para que llegue a los centros de poder. Un grupo de 127 premios Nobel remiti¨® el pasado a?o a los l¨ªderes del G-7 una carta con tono desesperado. El ep¨ªgrafe sobre salud planetaria ocupaba un lugar destacado, bien arriba en la misiva.
Tambi¨¦n profesora de Estudios de Ciencias de la Salud en la Universitat Oberta de Catalunya, O?Callaghan celebra que el concepto haya trascendido al ¨¢mbito cient¨ªfico para ¡°convertirse tambi¨¦n un movimiento social y educativo¡±. La investigadora catalana dirige un m¨¢ster pionero, centrado en los estrechos v¨ªnculos entre naturaleza perturbada y patolog¨ªa. En sus clases, procura transmitir a la nuevas generaciones ¡ªj¨®venes de ciencias o letras¡ª la ¡°necesidad de reestructurar la manera como vivimos, consumimos, organizamos las ciudades o nuestro sistema alimentario¡±. Siempre con un enfoque transversal, desplegando hechos probados mientras intenta movilizar conciencias.
Si el journal de The Lancet es el faro emp¨ªrico del movimiento, la Planetary Health Alliance (PHA) articula su red global y pone orden para facilitar sinergias y evitar que los esfuerzos de sus investigadores se diluyan, se atomicen en su corta mirada. Para galvanizar una disciplina esencialmente h¨ªbrida, resulta fundamental promover contactos entre distintos ¨¢mbitos geogr¨¢ficos y del conocimiento. El intercambio y el debate encienden bombillas con que iluminar el laberinto de infinitas variables ¡ªy sus combinaciones insospechadas¡ª en el que habitan los fen¨®menos propios de la salud planetaria. ¡°A trav¨¦s de un nuevo paradigma, intentamos romper el aislamiento para as¨ª poder responder a los retos del antropoceno¡±, explica O?Callaghan.
El director de la PHA y profesor de Salud P¨²blica en la Universidad de Harvard, Sam Myers, enfatiza la importancia de tejer colaboraciones provechosas: ¡°No hay nadie en el mundo experto en todas las ¨¢reas cient¨ªficas relevantes para la salud planetaria¡±. Al abrirse camino en la mara?a de circuitos que conectan sistemas naturales y bienestar humano, un primer paso es ¡°acotar con la mayor precisi¨®n posible la pregunta que quieres responder¡±, a?ade.
En una de sus investigaciones m¨¢s citadas, Myers y un equipo interdisciplinar plantearon un sugerente interrogante: ?C¨®mo afectan altas concentraciones de CO? en la atm¨®sfera a cultivos b¨¢sicos en nuestra dieta? ¡°Trabajamos juntos ingenieros agr¨®nomos, medioambientalistas, epidemi¨®logos, nutricionistas... Hicimos experimentos para recrear las condiciones que quer¨ªamos estudiar. Creamos una inmensa base de datos con las dietas medias de 151 pa¨ªses¡±, detalla.
Los resultados fueron concluyentes: el di¨®xido de carbono disminuye significativamente ¡ªen el trigo o el arroz¡ª la cantidad de nutrientes como el hierro, las prote¨ªnas y el cinc. Con las previsiones actuales en la mano, cientos de millones de personas sufrir¨¢n en 2050 graves carencias nutricionales, sobre todo en India y en varios pa¨ªses africanos. Esto se traducir¨¢ en anemia y otras dolencias.
Soluciones parche
Myers reclama, de manera rotunda, la necesidad de que la humanidad se decida, por fin, a salvar el planeta, a salvarse a s¨ª misma. ¡°Hemos de vislumbrar la dimensi¨®n de lo que est¨¢ por venir¡±. A¨²n estamos a tiempo de cancelar, sostiene, un billete solo de ida al abismo sanitario. Para ello, prosigue, ¡°debemos evitar la tentaci¨®n de centrarnos solo en soluciones parche y embarcarnos con firmeza en una gran transici¨®n¡±.
La salud planetaria es capaz de idear tratamientos muy eficaces ante diagn¨®sticos escalofriantes. El director de la PHA remite a un estudio que cifra en 36.000 las muertes anuales por inhalaci¨®n de la bruma t¨®xica que provocan los incendios en Indonesia. Seg¨²n este an¨¢lisis, dirigido por Miriam Marlier, de la Universidad de California, un mejor uso del suelo evitar¨ªa dos tercios de los fallecimientos. El estudio de Myers sobre CO? y p¨¦rdida de nutrientes en cultivos esenciales tambi¨¦n permite anticiparse a la desgracia: ¡°Podr¨ªamos empezar a diversificar las dietas y a proveer a las poblaciones m¨¢s vulnerables de suplementos alimenticios¡±, afirma.
Siendo necesarias, este tipo de soluciones refuerzan un dique al l¨ªmite antes de que la enorme presa de un planeta doliente se desborde. ¡°El verdadero tratamiento pasa por reducir la huella ecol¨®gica mediante cambios estructurales en nuestra forma de vida¡±, argumenta Myers.
El redactor jefe de Planetary Health, por su parte, abunda en la necesidad de reformular nuestra idea de progreso. ¡°La visi¨®n mainstream es que el modelo actual nos sacar¨¢ del atolladero. Para muchos cient¨ªficos, este modelo es sumamente problem¨¢tico porque requiere que cada vez m¨¢s gente consuma m¨¢s recursos de un planeta finito¡±, se?ala. En opini¨®n de Brown, hemos de imaginar alternativas que permitan responder a la gran pregunta de la salud planetaria: ¡°?C¨®mo garantizar una vida digna, incluida una buena salud, para todos los habitantes de la tierra sin destruir el medio ambiente del que dependemos?¡±.
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