Alinafe, trabajadora sexual de Malaui: ¡°Tamanda es tranquila. Suelo atender a mis clientes mientras ella duerme a mi lado¡±
La pobreza empuja a mujeres de este pa¨ªs africano a los prost¨ªbulos, donde viven en condiciones de higiene y seguridad lamentables y donde en ocasiones se ven obligadas a criar a sus hijos, ante un Estado que no tiene las herramientas para protegerlas
Tamanda ha pasado 10 de sus 15 meses de vida viviendo en un burdel. ¡°La ¨²nica esperanza que tengo para sacarla de aqu¨ª es casarme y dejar este trabajo¡±, cuenta Alinafe, de 27 a?os, madre de la peque?a y prostituta. Pero su esperanza de lograrlo, lamentablemente, es cada d¨ªa menor: esta mujer ya se ha casado cuatro veces y ha tenido tres hijos, uno de los cuales falleci¨®, pero todav¨ªa no ha sido capaz de abandonar el prost¨ªbulo donde vive junto a otras cinco chicas y su hija peque?a, a quien todav¨ªa amamanta. ¡°Tamanda es tranquila. Suelo atender a mis clientes mientras ella duerme a mi lado¡±, susurra.
La habitaci¨®n donde pasan sus d¨ªas es un cuadrado de cemento de cuatro metros cuadrados donde Alinafe guarda toda su vida: una hamaca, una mosquitera, una cortina transl¨²cida, tres bolsas con ropa, un par de toallas, una esterilla y ya. Su historia comienza en 2014, cuando acababa de cumplir 18 a?os y el dinero que obten¨ªa por su trabajo de media jornada en un restaurante no le daba para mantenerse. Entonces supo que estaba embarazada. Su jefe la despidi¨® y la prostituci¨®n se convirti¨® en su ¨²nica opci¨®n. Ahora trabaja en un burdel del distrito de Nkhotakota, en la zona central de Malaui.
Despu¨¦s de haber pasado tan solo algunas semanas en el prost¨ªbulo, Alinafe conoci¨® a un hombre que prometi¨® sacarla del lugar cas¨¢ndose con ella. La convivencia dur¨® solo seis meses, ya que ¨¦l la maltrat¨® y ella decidi¨® volver. Desde entonces, su vida ha sido un bucle constante: sucumbir a las promesas incumplidas de hombres que se casan con ella y luego la abandonan cuando se queda embarazada y terminar ejerciendo su oficio de nuevo en los burdeles: ¡°No puedo volver a Ntcheu [su pueblo natal], me insultan. Una vez una mujer me llam¨® retrete, vertedero de esperma para hombres. Prefiero quedarme aqu¨ª porque nadie se burla del otro, somos iguales¡±, cuenta Alinafe, cuyo hijo mayor s¨ª vive en la aldea, con sus abuelos maternos.
En Malaui, es habitual que las mujeres dedicadas a la prostituci¨®n cr¨ªen a sus hijos en burdeles, a pesar de que saben que no son lugares seguros para los ni?os. ¡°As¨ª es como viven: se quedan embarazadas dentro, dan a luz y cr¨ªan all¨ª a sus hijos¡±, explica Christine Munthali, supervisora del programa de salud sexual y reproductiva y violencia sexual de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) en Malaui, uno de los pocos que hay en el pa¨ªs. Tal y como dice, esta situaci¨®n es ¡°lo com¨²n¡±. ¡°Trabajamos en 41 prost¨ªbulos y en cada uno de ellos siempre encontramos al menos a dos chicas viviendo all¨ª con sus hijos¡±, relata.
Los datos relativos al VIH en las prostitutas son alarmantes: son la poblaci¨®n m¨¢s afectada por la enfermedad, con una prevalencia del 60%
La discriminaci¨®n y el estigma para integrar a los hijos de las prostitutas en la sociedad es tambi¨¦n un reto, que a menudo afrontan ONG debido a las carencias del Estado. Lucy Majawa, directora de la Asociaci¨®n de Trabajadoras Sexuales de Malaui (FSWA, por sus siglas en ingl¨¦s), asegura que son conscientes de la situaci¨®n, pero atribuye el problema a la pobreza y a la falta de acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva: ¡°Cuando las trabajadoras sexuales quedan embarazadas, temen volver a casa para criar a sus hijos debido al estigma y a la discriminaci¨®n, as¨ª que prefieren seguir trabajando y permanecer activas econ¨®micamente¡±, cuenta.
Majawa culpa a la falta de fondos y de compromiso pol¨ªtico. Cuando un caso llama la atenci¨®n de la Asociaci¨®n, esta toma medidas y se involucra para abordar la situaci¨®n: ¡°Trabajamos con la polic¨ªa, la asistencia social y la comunidad para sacar a las embarazadas de los bares, pero el problema es que siempre vuelven porque no les damos medios alternativos para ganarse la vida¡±, explica.
Tampoco hay pol¨ªticas, proyectos u organizaciones que se ocupen de las trabajadoras sexuales embarazadas o de los ni?os que se cr¨ªan en los burdeles. ¡°Esto confirma nuestro temor de que existe un gran estigma institucionalizado hacia sus hijos¡±, agrega la responsable.
Por su parte, Munthali denuncia que el departamento de bienestar social del Ministerio de G¨¦nero, Infancia, Discapacidad y Bienestar Social del Gobierno de Malaui no est¨¦ cumpliendo con sus obligaciones con estos menores: ¡°Se supone que debe vigilar y proteger a estos ni?os vulnerables dirigi¨¦ndolos a los centros de atenci¨®n correspondientes, pero no lo est¨¢ haciendo¡±.
Su mayor miedo: el VIH
ONUSIDA estima que hay unas 36.100 mujeres que viven de la prostituci¨®n en Malaui. Chimwala, de 22 a?os, es una de ellas. Para esta mujer, madre de Sekani, una ni?a de cuatro, volver a casa es imposible. Ella tiene la ¡°suerte¡± de poder dejar a Sekani con su abuela en Salima, un distrito de la regi¨®n central del pa¨ªs. ¡°En este oficio, quedarse embarazada es una posibilidad y si vuelve a ocurrir lo aceptar¨¦ y vivir¨¦ con el ni?o aqu¨ª. Volver a casa significar¨ªa cortar la l¨ªnea de apoyo a mi familia y eso agravar¨ªa a¨²n m¨¢s la pobreza all¨ª¡±, cuenta. Chimwala gana 10 d¨®lares a la semana que tiene que repartir entre sus propios gastos y su familia, compuesta por su madre, sus cinco hermanos y su hija.
Malaui ocupa el puesto 143? de 155 en la Clasificaci¨®n del ?ndice de Desigualdad de G¨¦nero, seg¨²n la base de datos mundial sobre la violencia contra la mujer elaborada por ONU Mujeres. Otro documento, Acabar con la violencia sexual contra las mujeres y ni?as en Malaui: ?qu¨¦ sabemos?, elaborado por Unicef en 2020, concluy¨® que el dinero es la raz¨®n principal por la que se dedican a la prostituci¨®n, ¡°especialmente en el caso de las ni?as hu¨¦rfanas y las mujeres divorciadas, ya que no pueden sobrevivir y mantener a las personas a su cargo sin trabajar¡±.
No puedo volver a Ntcheu [su pueblo natal], me insultan. Una vez una mujer me llam¨® retrete, vertedero de esperma para hombres. Prefiero quedarme aqu¨ª porque nadie se burla del otro, somos igualesAlinafe, trabajadora sexual
Las j¨®venes entrevistadas para este reportaje cuentan tambi¨¦n cu¨¢l es su mayor miedo: cuando no tienen nada en el bolsillo, los clientes pueden exigirles relaciones sexuales sin protecci¨®n a un precio m¨¢s alto (algo que coincide con el estudio anterior), lo que las expone a tener hijos no deseados y a contraer enfermedades de transmisi¨®n sexual. La m¨¢s temida: el VIH.
El gran esfuerzo que hizo Malaui para responder a la epidemia del virus de finales de los a?os noventa ha dado sus frutos. El ¨²ltimo informe de ONUSIDA muestra que Malaui est¨¢ entre los seis pa¨ªses de ?frica Oriental y Meridional que alcanzaron los objetivos 90-90-90 de pruebas y tratamiento del VIH para 2020 (Botsuana, Suazilandia, Ruanda, Zambia y Zimbabue son los otros cinco). Las cifras hablan por s¨ª solas: mientras que en 2010 se registraron 59.000 nuevos casos en el pa¨ªs, en 2021 se redujeron a 20.000. Aun as¨ª, los datos relativos al VIH en las trabajadoras sexuales son alarmantes: son la poblaci¨®n m¨¢s afectada por la enfermedad, con una prevalencia del 60%. Entre ese porcentaje se encuentra tambi¨¦n Alinafe, la madre de Tamanda.
Alcohol, drogas y desatenci¨®n
Otra piedra en el camino de estas mujeres es la discriminaci¨®n que sufren en los centros de salud, ya que a muchas de ellas se les deniega el tratamiento: ¡°Queremos cubrir esa brecha m¨¦dica para asegurar que disponen de los productos b¨¢sicos de salud sexual y reproductiva¡±, explica Munthali. Para ello, MSF, que opera en dos distritos del pa¨ªs a trav¨¦s de organizaciones comunitarias, ha creado un proyecto que intenta hacer frente a esas carencias en el acceso m¨¦dico, llev¨¢ndolo directamente a los prost¨ªbulos. As¨ª, ofrecen consultas sobre enfermedades de transmisi¨®n sexual, pruebas y tratamiento de VIH y asesoramiento. Si son positivas, las derivan a los servicios sanitarios para que inicien la terapia antirretroviral (TARV); si son negativas, inician la profilaxis posexposici¨®n (PEP), all¨ª mismo.
En Malaui no hay ninguna disposici¨®n legal que tipifique como delito la venta de servicios sexuales por parte de una persona. Sin embargo, en lo que se refiere a los burdeles, la secci¨®n 147 del C¨®digo Penal es muy clara: ¡°Toda persona que mantenga una casa, habitaci¨®n, conjunto de habitaciones o lugar de cualquier tipo con fines de prostituci¨®n ser¨¢ culpable de un delito y podr¨¢ ser castigada con una pena de prisi¨®n de siete a?os¡±.
Malaui ocupa el puesto 143 de 155 pa¨ªses en la Clasificaci¨®n del ?ndice de Desigualdad de G¨¦nero, seg¨²n la base de datos mundial sobre la violencia contra la mujer elaborada por ONU Mujeres
Hay prostitutas que no comparten la decisi¨®n de Chimwala o Alinafe de criar a sus hijos en el burdel. Roozani tiene 23 a?os y se cas¨® cuando ten¨ªa 13, pero sus hijos, de 10 y siete a?os, viven con sus hermanas en Liwaladzi, un pueblo del distrito de Nkhotakota. Cuando re¨²na el dinero suficiente para montar su peque?o negocio, dice, se marchar¨¢.
En los tres a?os que lleva trabajando en prost¨ªbulo, Upendo, de 25 a?os, ha sido testigo de los riesgos que conlleva tener a un ni?o en un lugar as¨ª y considera que las condiciones insalubres en las que viven son insoportables para los beb¨¦s. Adem¨¢s, las criaturas tienen que vivir en un entorno frecuentado por hombres alcoholizados, drogas y desatenci¨®n: ¡°Criar a un ni?o en un burdel equivale a maltratarlo y negarle el derecho a una educaci¨®n adecuada. Si me quedara embarazada, simplemente me ir¨ªa y volver¨ªa a casa de mis padres¡±, afirma. Upendo trabaja para reunir el dinero suficiente para construir una casa en su pueblo y est¨¢ decidida a volver a la escuela cuando lo haya hecho. ¡°Eso si no me quedo embarazada antes¡±, piensa en voz alta.
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