Leyes que protegen a las mujeres para combatir el hambre en el mundo
Unos 200 parlamentarios de 64 pa¨ªses se dieron cita en Chile para impulsar legislaci¨®n y pol¨ªticas p¨²blicas en sus Parlamentos nacionales ante la crisis alimentaria y el avance de la ¡°comida chatarra¡± que se propaga por el planeta y que afecta sobre todo a las mujeres
M¨®nica y sus compa?eras se han vuelto a calzar el forro polar rojo esta ma?ana para despachar sus lechugas y cebollas en los puestos callejeros de la comarca chilena del Llay Llay, en el centro del pa¨ªs. Como ocurre todos los viernes desde hace seis a?os. Tal vez a primera vista no lo parece, pero el suyo es un acto de resistencia. Resisten a los precios disparados de los insumos del campo, a la pertinaz sequ¨ªa, a la macroindustria que ha cubierto de aguacates sus campos y chupado su agua y a los bolsillos adelgazados de sus vecinos, golpeados por la inflaci¨®n y abocados a comprar como dicen ellas ¡°comida chatarra¡± m¨¢s barata. Resisten porque es su modo de vida y porque ellas tambi¨¦n tienen que comer.
En esta comuna de Llay Llay, condenada a la sequ¨ªa durante m¨¢s de una d¨¦cada, donde antes corr¨ªa el agua ahora hay cementerios de vacas. A¨²n aguantan las cabras y los cabreros, pero muchas otras familias ya no tienen empleo. Hubo hombres que emigraron en busca de ingresos y las mujeres se quedaron cultivando. En los cerros han cavado pozos profundos y plantado aguacates para la exportaci¨®n. Cada vez hay menos terrenos agr¨ªcolas y gente que los cultive. La cosecha es menor e importan m¨¢s. ¡°Antes nosotras vend¨ªamos r¨¢pidamente las cosas, pero ahora la gente no anda con mucho dinero por la inflaci¨®n¡±, explica Margarita, una de las agricultoras, junto a sus impresionantes lechugas. Adem¨¢s del agua, el precio de los insumos tambi¨¦n se ha disparado. Si hace dos a?os compraban nutrientes como el nitr¨®geno por 12.000 pesos el saco, ahora les cuesta 45.000. Como en otras comunas del pa¨ªs y como confirma el alcalde Eduardo Gonz¨¢lez, la obesidad, la otra cara de la malnutrici¨®n, avanza. ¡°Cuando uno los ve en el supermercado, los carros llevan pura comida chatarra¡±, explica Enr¨ªquez.
El hambre es un problema t¨¦cnico, pero es sobre todo un problema pol¨ªtico que necesita leyes y pol¨ªticas p¨²blicas¡±,Ant¨®n Leis, Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional
La placidez que se respira en el mercado agr¨ªcola de Llay Llay contrasta con el bullicio que durante dos d¨ªas ha tomado el Congreso chileno en Valpara¨ªso, a poco menos de 100 kil¨®metros. All¨ª, unos 200 diputados de 64 pa¨ªses remaron en una direcci¨®n similar a la de las agricultoras, pero con herramientas distintas. Celebraron a finales de la semana pasada la Segunda Cumbre Parlamentaria contra el Hambre y la Malnutrici¨®n, en la que los diputados se encerraron para coordinar nuevas leyes en sus respectivos parlamentos con las que combatir la tormenta perfecta que ha vuelto a disparar el hambre en el mundo. A la inflaci¨®n y la emergencia clim¨¢tica, se suman la resaca de la pandemia y las consecuencias de una guerra en Ucrania que ha desbaratado el suministro global de cereales y fertilizantes. Las ¨²ltimas cifras de Naciones Unidas indican que hay 828 millones de personas que pasan hambre, 150 millones m¨¢s que antes de la pandemia. Los avances conquistados durante a?os han quedado pulverizados.
¡°El hambre es un problema t¨¦cnico, pero es sobre todo un problema pol¨ªtico que necesita leyes y pol¨ªticas p¨²blicas¡±, record¨®, al margen del encuentro, Anton Leis, el director de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional, promotora de la cita chilena. Porque si en algo coincidieron los parlamentarios es en que hacen falta normas que den continuidad y en la necesidad de dejar instaladas pol¨ªticas de Estado m¨¢s all¨¢ del Gobierno de turno que conlleven un gasto presupuestario que pueda ser fiscalizado. En Am¨¦rica Latina y El Caribe por ejemplo, los Parlamentos nacionales ya han adoptado 80 leyes de lucha contra el hambre. Hay ejemplos como el de Guatemala o el de Honduras, con leyes por las que alimentan a millones a los ni?os en las escuelas, o como la colombiana, que establece que el 30% de las compras de comida p¨²blicas que ir¨¢n a parar a hospitales o al ej¨¦rcito proceder¨¢n de peque?os agricultores. O la de Paraguay, que rescata los alimentos de las grandes superficies a punto de caducar. O la pionera chilena, con un etiquetado frontal para reducir la obesidad. Los parlamentarios acordaron en Valpara¨ªso incluir el enfoque de g¨¦nero en sus iniciativas legislativas.
El proceso no siempre es f¨¢cil. ¡°Fue muy duro, pero lo logramos¡±, cuenta la diputada hondure?a Teresa Calix. ¡°Involucramos a maestros, universidades y llevamos a los ni?os al congreso a decir a los diputados: ¡®tenemos hambre, queremos comer¡¯. Los ni?os se dorm¨ªan en las clases por debilidad¡±, recuerda la parlamentaria, que ahora trabaja en una ley de agricultura familiar. Calix achaca parte del problema a que muchos diputados no conocen su realidad. ¡°Son solo de escritorio y eso es un gran problema¡±, resume.
Los avances son, sin embargo, a todas luces insuficientes. La diputada chilena Carolina Marz¨¢n, presidenta del Frente Parlamentario contra el Hambre, tiene claro que ¡°hay alimentos suficientes para alimentar a la poblaci¨®n, pero todav¨ªa hay inseguridad alimentaria y las mujeres son las que m¨¢s lo sufren¡±. Explica que ¡°la realidad con la pandemia cambi¨®. Tuvimos un retroceso tremendo. Las mujeres retrocedieron much¨ªsimo en lo que se hab¨ªa avanzado¡±.
Las cifras dejan claro que la inseguridad alimentaria afecta m¨¢s a las mujeres que a los hombres. En Am¨¦rica Latina y el Caribe, la disparidad alcanza los 11,3 puntos porcentuales, una brecha mayor que en resto del mundo, donde se cifra en 4,3, seg¨²n los ¨²ltimos datos de la FAO, la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n, publicados en abril. Eso supone un aumento de 1,7 puntos porcentuales respecto a 2019. ¡°Durante la pandemia de la covid-19, la inseguridad alimentaria aument¨® m¨¢s r¨¢pido en el caso de las mujeres, y las p¨¦rdidas de empleo tanto en la producci¨®n agr¨ªcola primaria como en los segmentos no agr¨ªcolas de los sistemas agroalimentarios fueron mucho m¨¢s acusadas en la poblaci¨®n femenina que en la masculina. Las mujeres se vieron obligadas a agotar sus activos y ahorros, m¨¢s limitados, antes que los hombres¡±, indica el informe de la FAO. El 22% de las mujeres perdieron su empleo en el sistema agroalimentario no agr¨ªcola en el primer a?o de la pandemia, en comparaci¨®n con solo el 2% de los hombres. El informe calcula que si se cerrara la brecha de g¨¦nero en la productividad agr¨ªcola y se suprimiera la diferencia salarial en los sistemas agroalimentarios, el PIB mundial aumentar¨ªa un 1%. Con ello, la inseguridad alimentaria mundial se reducir¨ªa en alrededor de dos puntos porcentuales, y 45 millones de personas dejar¨ªan de pasar hambre.
La inseguridad alimentaria afecta m¨¢s a las mujeres que a los hombres. En Am¨¦rica Latina y el Caribe, la disparidad alcanza los 11,3 puntos porcentuales, una brecha mayor que en resto del mundo, donde se cifra en 4,3%, seg¨²n los ¨²ltimos datos de la FAO.
En los pa¨ªses en desarrollo, la mitad de los trabajadores del campo son mujeres y producen entre el 60% y el 80% de los alimentos. Sin embargo, son propietarias de menos de un quinto de las tierras en esos pa¨ªses. Las mujeres, adem¨¢s, ganan en promedio un 18,4% menos que los hombres en el empleo asalariado en la agricultura.
Tres hijas para heredar
Claudia Brito, experta en g¨¦nero y sistemas sociales de la FAO, constata que desde 2015 estamos en un proceso de retroceso paulatino. ¡°Sabemos que la mayor¨ªa de ese aumento son mujeres¡±. Considera que un factor fundamental es que las pol¨ªticas sociales est¨¢n enfocadas en el mundo urbano y no llegan al campo de la misma manera que a la ciudad. Tambi¨¦n recuerda que los cuidados siguen imponiendo una carga desproporcionada a las mujeres y las penaliza a la hora de conseguir un empleo y explica adem¨¢s que uno de los problemas es la falta de acceso a la tierra de las mujeres. ¡°Que la mujer tenga tierra es fundamental porque le da espacio para tener voz y voto en los espacios comunitarios¡±. Es lo que llama la ¡°violencia patrimonial¡±. ¡°Hay que cambiar las leyes de titularidad. Las mujeres no heredan la tierra. La tierra es clave porque te permite acceder a un cr¨¦dito, abrir un negocio y te da seguridad¡±. Detalla que Colombia y Paraguay s¨ª tienen leyes destinadas a las mujeres rurales, pero que hay que tener adem¨¢s fondos espec¨ªficos para acceso a la tierra y cotitularidad como han hecho Uruguay y M¨¦xico. El porcentaje de hombres con derechos de propiedad sobre tierras agr¨ªcolas es el doble que el de las mujeres en casi medio centenar de pa¨ªses estudiados por la FAO.
Es lo que cuenta Mar¨ªa Eugenia Arrancibia, una de las agricultoras de Llay Llay. ¡°Tenemos una herencia de pap¨¢ y ahora estamos en proceso de subdivisi¨®n cada hermano con su propiedad. Pero nosotras somos tres hijas y si los maridos no quieren firmar a nosotras no nos entregan la tierra. Ellos son como administradores de nuestras tierras. Es una ley muy machista. Si es de nuestros padres, debe ser nuestra¡±. Arancibia ha cumplido ya los 65 y, pese a la guerra que le da la artrosis en la rodilla, sigue sacando lustrosas verduras de sus bancales.
Coincide con ella Norma Don Juan P¨¦rez, ind¨ªgena y representante de la Alianza por la Soberan¨ªa alimentaria de Am¨¦rica Latina y el Caribe, que acudi¨® a la cita de Valpara¨ªso para recordar a los parlamentarios lo que sucede fuera de los despachos. ¡°Las mujeres no estamos representadas. No podemos tomar decisiones cuando se convocan las consultas, por ejemplo, sobre infraestructuras o financiaci¨®n. La titularidad sigue siendo para el hombre. Para tu marido, para tu hijo, cuando en realidad muchas son titulares del facto porque los maridos han emigrado o trabajan fuera¡±, cita
Escuch¨® tambi¨¦n con atenci¨®n los discursos de los pol¨ªticos reunidos en Valpara¨ªso Juana Labra?a, una cabrera chilena de 55 a?os. Reconoc¨ªa el diagn¨®stico que hac¨ªan los parlamentarios porque lo vive a diario en sus campos desecados, sin pasto para el ganado. En cuanto a las soluciones, se perd¨ªa un poco en los vericuetos legislativos, pero ten¨ªa muy claro cu¨¢les son sus necesidades: ¡°No tienen que darnos comida. Tienen que darnos cr¨¦ditos para hacer invernaderos y sistemas de riego¡±.
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