La ¡°Ciudad Feliz¡± de Nigeria est¨¢ a punto de ser engullida por el mar
La inacci¨®n y la falta de fondos hacen que Ayetoro est¨¦ desapareciendo poco a poco debido a los efectos del cambio clim¨¢tico. Gran parte de sus habitantes ya han huido o migrado y los que quedan piden ayuda internacional
En una ma?ana primaveral de abril de 2006, los habitantes de Ayetoro rugieron durante la final de la competici¨®n de f¨²tbol intercomunal en la que se enfrentaban los Ayetoro Boys contra los Flamingo. El partido, muy igualado, se dirig¨ªa a los penaltis cuando los Ayetoro Boys se la jugaron en el ¨²ltimo momento dando entrada al entonces joven de 15 a?os Akingboye Thompson. La apuesta les sali¨® bien. Thompson marc¨® un golazo de cabeza que dio el trofeo a su equipo. Lo llevaron a hombros por toda la ciudad en medio de los v¨ªtores de la gente.
¡°Aquel d¨ªa sigue siendo uno de los recuerdos favoritos que guardo de esta comunidad¡±, rememora Thompson, que ahora tiene 32 a?os. ¡°Todos y cada uno de los momentos fueron espectaculares¡±. Mientras pasea por las orillas de esta ciudad costera, recuerda su infancia, que pas¨® jugando junto al mar y observando a los pescadores en sus quehaceres diarios. Estos recuerdos despiertan ahora un sentimiento agridulce. Con el paso de los a?os, el mar, cuyo nivel sigue aumentando, se ha ido apoderando poco a poco de la mayor parte de Ayetoro, incluido el anta?o reseco campo de f¨²tbol. ¡°Si vienes en las pr¨®ximas dos semanas¡ es posible que el sitio en el que estamos ahora mismo haya quedado sumergido¡±, comenta Thompson, abatido. ¡°Es totalmente absurdo y pat¨¦tico¡±.
La poblaci¨®n, que en algunos casos viv¨ªa all¨ª desde hac¨ªa incontables generaciones, se ha reducido de unas 30.000 personas en 2006 a solo 5.000 en la actualidad
La ciudad de Ayetoro, en el Estado de Ondo, al suroeste de Nigeria, fue fundada en 1947 por misioneros apost¨®licos. En su d¨ªa fue famosa por su bulliciosa vida comunal y sus refinadas artes de pesca, carpinter¨ªa, zapater¨ªa y textiles, entre otras actividades. Los turistas apreciaban la belleza y serenidad de esta ciudad situada a orillas del oc¨¦ano Atl¨¢ntico, que lleg¨® a ser conocida como la ¡°Ciudad Feliz¡± de Nigeria.
Sin embargo, en los ¨²ltimos 20 a?os, el aumento del nivel del mar y la intensificaci¨®n de las tormentas han azotado Ayetoro. Las inundaciones recurrentes han da?ado centenares de edificios ¡ªincluidas viviendas, escuelas e incluso cementerios¡ª y han arrasado m¨¢s del 50% de la ciudad, que ahora est¨¢ bajo el mar. La poblaci¨®n, que en algunos casos viv¨ªa all¨ª desde hac¨ªa incontables generaciones, se ha reducido de unas 30.000 personas en 2006 a solo 5.000 en la actualidad.
Y los que quedan tienen las horas contadas. La noche del 19 de abril de 2023, Omogoriola Ajinde, de 45 a?os, se despert¨® con el furioso rugido del oc¨¦ano que estaba llev¨¢ndose las casas. Escap¨® con su mujer y sus hijos, y con apenas nada m¨¢s. ¡°No pude sacar ni un alfiler de mi casa¡±, recuerda. ¡°Todo aquello por lo que hab¨ªa trabajado durante casi 30 a?os desapareci¨® en un abrir y cerrar de ojos¡±.
Nigeria, que se extiende desde la franja del S¨¢hara hasta el golfo de Guinea, es uno de los pa¨ªses m¨¢s vulnerables del mundo al cambio clim¨¢tico. El desierto invade sus pastos septentrionales y las lluvias irregulares y la sequ¨ªa amenazan sus tierras de cultivo. Y el oc¨¦ano Atl¨¢ntico sigue ganando terreno en amplias zonas a lo largo de sus 850 kil¨®metros de costa. Seg¨²n un informe del Banco Mundial, de aqu¨ª a finales de siglo, una subida de medio metro del nivel del mar podr¨ªa obligar a trasladarse a entre 27 y 53 millones de nigerianos de la costa.
En el caso de Ayetoro, algunas personas tambi¨¦n acusan a las cercanas prospecciones petrol¨ªferas por hacer m¨¢s vulnerable al pueblo, aunque las empresas se?aladas han negado su responsabilidad. ¡°El proceso de perforaci¨®n y extracci¨®n debilita la tierra¡±, asegura Mayokun Iyaomolere, experto en control medioambiental y gesti¨®n de cat¨¢strofes. ¡°En una zona costera baja como Ayetoro, hace que la comunidad desconf¨ªe a¨²n m¨¢s de un oc¨¦ano que ya est¨¢ subiendo¡±, agrega.
Inacci¨®n, desastres y corrupci¨®n
La comunidad de Ayetoro lleva tiempo intentando protegerse frente a los violentos oleajes. En 2009, por ejemplo, los l¨ªderes de la ciudad visitaron Pa¨ªses Bajos para aprender c¨®mo este pa¨ªs europeo, llano y de baja altitud, ha conseguido proteger y recuperar las tierras arrebatadas por el oc¨¦ano. Presentaron sus conclusiones a las autoridades nigerianas, pero no sirvi¨® de nada. Las intervenciones de la Comisi¨®n para el Desarrollo del Delta del N¨ªger corrieron la misma suerte. En 2004, el organismo gubernamental puso en marcha el Proyecto de Protecci¨®n de la Costa de Ayetoro, con la promesa de construir un malec¨®n para proteger a la ciudad de los maremotos. Acabaron abandonando el proyecto, empa?ado por la corrupci¨®n.
M¨¢s recientemente, en 2021, Nigeria aprob¨® la Ley de Cambio Clim¨¢tico para proporcionar un marco que integrara las acciones clim¨¢ticas. Iyaomolere se?ala que la pol¨ªtica es buena sobre el papel, pero afirma que no ha mejorado la preparaci¨®n ante las crisis, citando las devastadoras inundaciones de 2022 que desplazaron a 1,4 millones de personas y acabaron con la vida de m¨¢s de 600 en 33 de los 36 Estados de Nigeria. ¡°Era evidente que no exist¨ªa ninguna medida para mitigar los desastres clim¨¢ticos¡±, afirma. ¡°En lugares como Ayetoro y otras comunidades costeras, a eso es a lo que se enfrentan desde hace m¨¢s de una d¨¦cada¡±.
Baliqees Salaudeen, activista por la justicia clim¨¢tica, se hace eco de estas frustraciones. ¡°Que haya comunidades en el pa¨ªs que sigan sufriendo cada a?o desastres relacionados con el clima, como inundaciones e incursiones mar¨ªtimas, dice mucho de nuestra previsi¨®n en materia clim¨¢tica y de la necesidad de una estrategia m¨¢s realista y sostenible¡±, afirma.
Aunque Ayetoro es hoy una sombra de lo que fue, expertos como Iyaomolere se?alan que a¨²n se puede proteger lo que queda de la ciudad: un malec¨®n podr¨ªa detener el avance del oc¨¦ano, mientras que un sistema de alerta temprana ayudar¨ªa a proteger a la poblaci¨®n que todav¨ªa queda. All¨ª donde las consecuencias de la subida del nivel del mar sean inevitables, se puede ayudar a los residentes a reubicarse.
Sin embargo, un impedimento clave para todas estas acciones es la financiaci¨®n. Algunos c¨¢lculos indican que los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo necesitar¨¢n 300.000 millones de d¨®lares al a?o (275.000 millones de euros) para compensar ¨²nicamente las ¡°p¨¦rdidas y da?os¡± (es decir, los efectos negativos del cambio clim¨¢tico que no pueden mitigarse ni evitarse). Seg¨²n otros estudios, la cifra necesaria es casi el doble.
Seg¨²n un informe del Banco Mundial, de aqu¨ª a finales de siglo, una subida de medio metro del nivel del mar podr¨ªa obligar a trasladarse a entre 27 y 53 millones de nigerianos de la costa.
El a?o pasado, las econom¨ªas desarrolladas ¡ªresponsables de casi el 80% de las emisiones hist¨®ricas de gases de efecto invernadero¡ª cedieron a a?os de presiones y acordaron crear un fondo para sufragar p¨¦rdidas y da?os. En teor¨ªa, este fondo proporcionar¨¢ ayuda financiera a los pa¨ªses en desarrollo afectados por cat¨¢strofes clim¨¢ticas, pero sigue habiendo dudas sobre su aplicaci¨®n y sus diferentes modalidades. Mientras tanto, el Sur Global sigue esperando a que los pa¨ªses desarrollados cumplan una promesa anterior, que se deber¨ªa haber cumplido en 2020, de movilizar 100.000 millones de d¨®lares anuales en financiaci¨®n para la lucha contra el clima.
¡°Los retrasos son peligrosos¡±, asegura Ajinde, que escap¨® del maremoto el pasado mes de abril. ¡°Si no se hace nada en el plazo m¨¢s breve posible, la comunidad ser¨¢ borrada de la faz de esta tierra¡±. De hecho, mientras se espera la financiaci¨®n internacional y las iniciativas nacionales, zonas cada vez m¨¢s amplias de la ¡°Ciudad Feliz¡± de Nigeria se desmoronan en el mar. Tras a?os de inacci¨®n, la comunidad se est¨¢ quedando sin opciones. ¡°Si hay algo que podamos hacer por nuestra cuenta para restaurar Ayetoro, el mundo puede confiar en que lo haremos, pero esto ya nos supera¡±, afirma Emmanuel Aralu, secretario del Congreso Juvenil de Ayetoro. ¡°Lo menos que podemos hacer cada vez que sube el mar es que toda la comunidad se una en torno a las v¨ªctimas y se asegure de que son reubicadas en un lugar m¨¢s seguro¡±.
Ah¨ª es donde los dirigentes de la ciudad han centrado su atenci¨®n ¨²ltimamente, aunque tampoco se trata de una soluci¨®n permanente. Ajoke Maria, de 35 a?os, se ha trasladado tres veces a un punto m¨¢s alto mientras el mar segu¨ªa avanzando. ¡°El mar se trag¨® la casa entera¡±, dice refiri¨¦ndose al violento oleaje que destruy¨® su hogar en Ayetoro. ¡°Ni siquiera pudimos recuperar nada; ahora todo est¨¢ bajo el mar. Tengo que empezar de cero¡±.
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