Las trabajadoras que sostienen la salud p¨²blica mundial reclaman un salario digno
Seis millones de mujeres ofrecen atenci¨®n maternoinfantil o campa?as de vacunaci¨®n en comunidades de todo el mundo. Tuvieron un papel esencial durante la pandemia y reciben elogios internacionales, pero a¨²n luchan por unas condiciones laborales m¨ªnimas
Neeta Kashid no tiene tiempo para descansar. La jornada de esta trabajadora sanitaria comunitaria de 44 a?os est¨¢ repleta de visitas a mujeres y ni?os de su aldea, en el suroeste de Maharashtra (India), a los que ayuda en casos de emergencia y presta apoyo materno y neonatal. Tambi¨¦n hace encuestas y campa?as de vacunaci¨®n, y act¨²a como imagen de las campa?as de salud y saneamiento del Gobierno. Adem¨¢s de todo esto, tiene que ocuparse de una peque?a granja porque, a pesar de ser una trabajadora sanitaria a tiempo completo, gana menos del salario m¨ªnimo. ¡°Mi sueldo no me alcanza para sobrevivir y tengo dos hijos que van a la escuela¡±, explica.
Kashid es una de la cerca de un mill¨®n de Activistas Sociales Sanitarias Acreditadas (Accredited Social Health Activists, en ingl¨¦s) conocidas como ASHA, que en hindi quiere decir ¡®esperanza¡¯. Forman parte de un programa del Gobierno indio que sirve de enlace entre comunidades rurales y el sistema sanitario p¨²blico. Estas mujeres adquirieron protagonismo a ra¨ªz de su papel a la hora de garantizar el acceso a la atenci¨®n primaria a pacientes pobres de las zonas rurales cuando la covid-19 devast¨® India en 2021, y ganaron el Premio L¨ªder Sanitario Mundial de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. El galard¨®n ha hecho que se preste m¨¢s atenci¨®n a las condiciones de trabajo de las trabajadoras sanitarias comunitarias de la India, pero tambi¨¦n del resto el mundo.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, los programas de atenci¨®n comunitaria han sido alabados como una forma rentable de reducir la mortalidad materna e infantil, el VIH, la tuberculosis y muchas otras enfermedades. Pero su rentabilidad se debe a que este personal, en su inmensa mayor¨ªa femenino, est¨¢ mal remunerado, como Kashid, o no recibe salario alguno, ya que en muchos pa¨ªses se entiende que su trabajo es totalmente voluntario.
Los programas con este tipo de trabajadores han sido alabados como una forma rentable de reducir la mortalidad materna e infantil, el VIH o la tuberculosis. Pero su rentabilidad se debe a que este personal est¨¢ mal remunerado o no recibe remuneraci¨®n alguna
Seg¨²n un informe de 2022 de Women in Global Health, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro, hay seis millones de trabajadoras sanitarias no remuneradas o mal pagadas en el mundo, aunque esta cifra es conservadora debido a la escasez de datos disponibles. La investigaci¨®n se bas¨® en un art¨ªculo publicado en 2015 en la revista The Lancet en el que se calculaba que el trabajo no remunerado de los trabajadores sanitarios comunitarios contribu¨ªa con 1,4 billones de d¨®lares a la econom¨ªa mundial, lo que implica que el trabajo no remunerado de los trabajadores sanitarios, en su mayor¨ªa mujeres, estaba subvencionando casi el 2,5% del PIB mundial en ese momento. ¡°?Por qu¨¦ no ponemos precio a esta mano de obra concreta y lo incluimos en el coste de estos programas?¡±, pregunta Roopa Dhatt, m¨¦dica y directora ejecutiva de Women in Global Health. ¡°Es explotaci¨®n y hay que denunciarlo¡±.
Las ASHA indias, las activistas sociales sanitarias acreditadas, se declararon en huelga el a?o pasado para exigir mejores salarios y un estatuto laboral que incluya prestaciones sanitarias y de jubilaci¨®n.
¡°Las trabajadoras comunitarias de la salud son un donante an¨®nimo, un benefactor sin nombre para todos los dem¨¢s¡±, afirma Madeleine Ballard, directora ejecutiva de la organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro Community Health Impact Coalition. ¡°En la inmensa mayor¨ªa de las comunidades del mundo, son los trabajadores pobres. En un contexto de miseria y acceso limitado a oportunidades de empleo decente para las mujeres, no estamos hablando de un voluntariado libremente elegido, sino de una esclavitud salarial. Me refiero a que uno no trabaja voluntariamente para su comunidad 37 horas a la semana¡±, explica Ballard.
En un contexto de miseria y acceso limitado a oportunidades de empleo decente para las mujeres, no estamos hablando de un voluntariado libremente elegido, sino de una esclavitud salarial. Me refiero a que uno no trabaja voluntariamente para su comunidad 37 horas a la semana.Madeleine Ballard, Community Health Impact Coalition
¡°Lo ir¨®nico es que muchos de estos programas est¨¢n financiados por organizaciones internacionales que centran su ret¨®rica en el empoderamiento de la mujer¡±, a?ade Ballard. ¡°Y eso se utiliza para dar cobertura moral a lo que son de hecho: programas en los que la mano de obra femenina es barata¡±.
Un trabajo tan grande que no se puede pagar
¡±. El Gobierno chino fue pionero en la creaci¨®n de programas con trabajadores sanitarios en aldeas a partir de la d¨¦cada de 1930. Los denominados ¡°m¨¦dicos descalzos¡± se hicieron famosos en los cincuenta y sesenta, y en los setenta ya hab¨ªan inspirado programas en todo el mundo, a medida que la comunidad internacional se iba uniendo en torno al objetivo de proporcionar asistencia sanitaria primaria para todos a finales del siglo XX.
Las crisis econ¨®micas de los a?os ochenta supusieron un rev¨¦s para el desarrollo de estos programas, pero el inter¨¦s por ellos se reaviv¨® en el nuevo milenio, cuando la pandemia del VIH hizo que la atenci¨®n se centrara en la prestaci¨®n de servicios a las comunidades rurales de todo el continente africano. Los trabajadores de la salud comunitarios pasaron a considerarse una forma eficaz de llegar a las poblaciones marginadas y vulnerables para hacer frente a los principales problemas de la salud p¨²blica mundial en aquel momento, como la malaria y la tuberculosis. Hoy en d¨ªa, pasan por otro ciclo de promoci¨®n tras la pandemia de coronavirus.
¡°La cantidad de dinero que se destina a la atenci¨®n hospitalaria es extraordinaria, pero las pruebas de que la inversi¨®n en los hospitales mejora la salud de la poblaci¨®n son sencillamente inexistentes¡±, afirma Henry Perry, m¨¦dico e investigador sobre los trabajadores comunitarios en la Universidad Johns Hopkins (EEUU). ¡°Los esc¨¢neres, la cirug¨ªa a coraz¨®n abierto o los trasplantes de ri?¨®n son por supuesto valiosos, pero resultan muy caros si los comparamos con la rentabilidad de la inversi¨®n necesaria para ense?ar a los trabajadores sanitarios de la comunidad a diagnosticar y tratar la neumon¨ªa infantil o detectar la hipertensi¨®n¡±, opina.
Los esc¨¢neres, la cirug¨ªa a coraz¨®n abierto o los trasplantes de ri?¨®n son por supuesto valiosos, pero resultan muy caros si los comparamos con la rentabilidad de la inversi¨®n necesaria para ense?ar a los trabajadores sanitarios de la comunidad a diagnosticar y tratar la neumon¨ªa infantil o detectar la hipertensi¨®n.Henry Perry, m¨¦dico e investigador sobre los trabajadores comunitarios en la Universidad Johns Hopkins
La iniciativa de activistas sociales sanitarias acreditadas de la India tiene sus ra¨ªces en otro programa de 2002 que se inici¨® en Chhattisgarh, uno de los Estados indios m¨¢s pobres, y se adopt¨® en todo el pa¨ªs en 2005. El objetivo era atajar la mortalidad infantil. ¡°Las ASHA se convirtieron en una necesidad para los servicios que prestaba el Gobierno¡±, explica Sujatha Rao, exsecretaria del Ministerio de Salud y Bienestar Familiar, que particip¨® en el lanzamiento del proyecto.¡°El objetivo principal era reducir los niveles de mortalidad materna e infantil, que eran inaceptablemente altos¡±.
Cuando se introdujo el programa, las responsabilidades de las ASHA se limitaban a concienciar, asesorar, movilizar a la comunidad y prestar algunos cuidados m¨¦dicos primarios. Con los a?os, estas responsabilidades han aumentado, al igual que su horario: han pasado de trabajar unas cuantas horas a la semana a una carga de trabajo a tiempo completo. ¡°En 2009, cuando me incorpor¨¦, ten¨ªamos entre cinco y 10 indicadores en los que centrarnos¡±, explica Netradipa Patil, dirigente sindical que representa a m¨¢s de 3.000 ASHA en Kolhapur. ¡°Ahora, tenemos 74 indicadores¡±.
Despu¨¦s lleg¨® la covid. Mientras recib¨ªan los elogios de todos por su trabajo en primera l¨ªnea, las ASHA apenas recib¨ªan apoyo. Kashid fue agredida f¨ªsicamente por un aldeano por intentar aplicar las normas de cuarentena del Gobierno. Otra trabajadora, Usha Jadhav, de 43 a?os, sufri¨® un infarto que, seg¨²n los m¨¦dicos, se debi¨® a los horarios irregulares de las comidas y a los altos niveles de estr¨¦s derivados de su trabajo.
Para muchos expertos, las luchas de las trabajadoras comunitarias durante la pandemia pusieron de manifiesto la mentira que se esconde tras un t¨®pico utilizado para justificar su falta de remuneraci¨®n: que las mujeres, por naturaleza, se ven impulsadas a servir a sus vecinos y a la comunidad, y que pagarles deslucir¨ªa los beneficios espirituales de su trabajo. Investigadores como Kenneth Maes, de la Universidad Estatal de Oreg¨®n, est¨¢n descubriendo, por ejemplo, que, lejos de encontrarse en un estado de satisfacci¨®n y plenitud, las trabajadoras comunitarias de Etiop¨ªa experimentan m¨¢s angustia psicol¨®gica a lo largo del a?o, en comparaci¨®n con otras personas de su zona. Se debe en parte a la tensi¨®n de su trabajo y en parte a su precaria situaci¨®n econ¨®mica.
¡°Es un chantaje emocional¡±, se queja Margaret Odera, de Nairobi, que trabaja para crear una asociaci¨®n nacional de trabajadoras comunitarias en Kenia. ¡°Ha venido gente a visitarnos desde Estados Unidos a decirnos, ¡®Vosotros, los trabajadores sanitarios comunitarios, est¨¢is haciendo un gran trabajo¡¯. Pero cuando les decimos, ¡®?Entonces nos vais a pagar?¡¯, nos contestan: ¡®No podemos, porque vuestro trabajo es tan grande que no se puede pagar¡¯¡±.
La trabajadora sanitaria detalla las estad¨ªsticas sanitarias que ha recopilado para su ¨²ltimo informe a sus supervisores: ni?os desparasitados; ni?os nacidos dentro y fuera del hospital; ni?os desnutridos; madres embarazadas; miembros de la comunidad con enfermedades no transmisibles. Y la lista no se detiene ah¨ª. Odera recuerda que, una vez, su hijo le coment¨®: ¡°Mam¨¢, vas al hospital todos los d¨ªas. Creo que eres m¨¦dico. Pero a finales de mes, cuando te pido que me compres algo, me dices que no tienes dinero. ?Qu¨¦ pasa?¡±.
¡°?Y sabe qu¨¦?¡±, pregunta Odera. ¡°No s¨¦ qu¨¦ responderle¡±.
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