Los arreglos de ropa resurgen en medio de la desesperaci¨®n en Gaza
Los desplazados por la guerra se ven obligados a reparar sus prendas en sastres y peque?os talleres de calzado. ¡°Algunos clientes han perdido m¨¢s de 40 kilos y acuden a m¨ª para ajustar la talla¡±, cuenta un profesional
Assad Maqdad, de 62 a?os, permanece sentado en silencio fuera de la tienda de campa?a gris y ra¨ªda, con la mirada fija en los rotos, rasgaduras y quemaduras de las cuatro prendas de vestir que aferra entre las manos. Para ¨¦l y para las docenas de gazat¨ªes que esperan su turno en la tienda del sastre, plantada cerca de la playa de Al Bahr, en la zona de Al Mawasi, cerca de Jan Yunis, cada tejido es testimonio del sufrimiento padecido en los ¨²ltimos siete meses, desde que Israel lanz¨® su campa?a militar en Gaza.
Maqdad explica que los desplazados llevan la misma indumentaria d¨ªa y noche, y no utilizan prendas diferentes para dormir. Como consecuencia de ello, la ropa se desgasta muy r¨¢pido, sobre todo porque no hay armarios ni estanter¨ªas para guardarla. ¡°Por culpa de los bombardeos y por miedo a perder la vida, salimos de nuestras casas con poca ropa¡±, cuenta Maqdad. ¡°Nadie esperaba que la guerra durara tanto¡±. La escasez de agua potable, de alimentos y de atenci¨®n sanitaria para 2,3 millones de gazat¨ªes ha creado una grav¨ªsima crisis humanitaria que no hace m¨¢s que empeorar a causa del actual cierre del paso fronterizo de Rafah, por donde pasa la mayor parte de la ayuda.
Por culpa de los bombardeos y por miedo a perder la vida, salimos de nuestras casas con poca ropa. Nadie esperaba que la guerra durara tantoAssad Maqdad, desplazado palestino
Llevar la ropa adecuada, algo que a menudo se da por sentado en circunstancias normales, tiene ahora una importancia vital, sobre todo a medida que se prolonga la guerra, y con m¨¢s de 1,9 millones de palestinos desplazados. La mayor¨ªa de ellos se refugian en tiendas de campa?a en desiertos y dunas de arena, lo que los deja expuestos a las inclemencias del tiempo, como la lluvia, el fr¨ªo helador por la noche y el calor abrasador durante el d¨ªa. Desde que Israel inici¨® su operaci¨®n militar terrestre en Rafah a principios de mayo, casi 450.000 palestinos han huido de la ciudad, a medida que los tanques israel¨ªes avanzaban hacia el sur de Gaza.
Esto llev¨® a Maqdad, ahora sentado en la tienda mirando y dando vueltas en la mano a la ropa rota y da?ada, a huir una vez m¨¢s con su familia, agotando los pocos recursos de que dispon¨ªan. Ahora, este padre y abuelo de 19 hijos y nietos est¨¢ decidido a conseguir que vuelvan a tener una ropa presentable.
Mohammed Qannan, de 44 a?os, propietario de la tienda y uno de los pocos sastres que quedan en Jan Yunis, en el sur de la Franja, escucha a Maqdad, examinando cada prenda durante alg¨²n tiempo, antes de decir, en un tono casi definitivo: ¡°Est¨¢n demasiado gastadas para arreglarlas¡±. ¡°No tengo otra opci¨®n¡±, susurra Maqdad, visiblemente avergonzado, tratando de que los dem¨¢s clientes no lo oigan. ¡°A mis hijos no les queda nada m¨¢s que ponerse¡±. Tras lo que a Maqdad le parece una eternidad, Qannan asiente con un simple movimiento de cabeza antes de sumergirse en sus bolsas de telas e hilos, buscando trozos iguales para remendar la ropa.
Maqdad abandon¨® su hogar en el campo de refugiados de Al Shati, en la ciudad de Gaza, en noviembre. Desde entonces se ha visto obligado a huir varias veces con su familia, la ¨²ltima a Rafah, antes de trasladarse de nuevo a Jan Yunis. ?l y su familia forman parte de ese casi 85% de la poblaci¨®n del enclave que fue obligado a desplazarse despu¨¦s del ataque perpetrado por Ham¨¢s contra Israel el 7 de octubre y las represalias israel¨ªes que siguieron. ¡°Tuve que pedirle prestada a mi hermano una tienda de campa?a para refugiarme¡±, relata. ¡°No tengo dinero para comprar ropa nueva. Mi m¨¢xima prioridad es proporcionar comida y agua a mis hijos y nietos, aunque tengan que llevar ropa muy gastada¡±.
El sastre tarda menos de una hora en remendar la ropa de la familia de Maqdad. Le entrega las prendas, advirti¨¦ndole de que no podr¨ªa volver a repararlas. ¡°Aqu¨ª no hay alternativas¡±, lamenta Maqdad.
Remendar como nunca
Despu¨¦s de que un ataque a¨¦reo destruyera su negocio en el oeste de Jan Yunis, Qannan traslad¨® su m¨¢quina de coser y la mercanc¨ªa a su ahora popular tienda de campa?a cerca de Al Bahr, y cambi¨® su oficio de sastre por el de los arreglos de ropa para mantener a sus cinco hijos.
¡°Ahora me dedico sobre todo a remendar y arreglar la ropa gastada de los desplazados, algo que nunca hab¨ªa hecho antes a esta escala¡±, explica. ¡°Las prendas suelen estar estropeadas debido a un uso intensivo o a desgarrones parciales causados por bombardeos, metralla o escombros de edificios. Algunas est¨¢n es un estado irreparable, pero mis clientes hacen todo lo posible por arreglarlas¡±.
Levanta un par de pantalones de hombre para mostrar la importante p¨¦rdida de peso de su propietario, que necesit¨® una reducci¨®n de varias tallas en la cintura. ¡°Yo mismo he perdido 28 kilos desde el comienzo de la guerra, sobre todo durante el desplazamiento de hace cuatro meses¡±, afirma. ¡°Algunos de mis clientes han perdido m¨¢s de 40 kilos y acuden a m¨ª para que les cambie el tama?o de la ropa¡±.
Con una m¨¢quina de coser que funciona con energ¨ªa solar, Qannan atiende a clientes (desde ni?os de 10 a?os hasta adultos) centr¨¢ndose en los remiendos y los cambios de talla. ¡°En mis 30 a?os de profesi¨®n, nunca hab¨ªa visto tantos clientes que necesitaran arreglar su ropa vieja, unos 30 al d¨ªa o m¨¢s. Antes de la guerra, sol¨ªa ser uno por semana, si acaso¡±, declara. ¡°Los desplazados est¨¢n en paro y no tienen ingresos para comprar ropa nueva¡±, explica. ¡°Escucho muchas historias dolorosas de los clientes¡±.
El deterioro de las condiciones de vida de los desplazados del enclave tambi¨¦n se aprecia en el puesto de reparaci¨®n de Deir al Balah, donde decenas de personas hacen cola en la acera con su calzado gastado en la mano. Los zapatos rotos se amontonan alrededor de Yassin Abu Hamad, de 37 a?os, que se afana en martillar peque?os clavos en los tacones de los zapatos estropeados o utiliza su m¨¢quina de coser para reparar los que est¨¢n en mejor estado. ¡°Recibo docenas de clientes al d¨ªa, muchos con zapatos que ya han sido reparados varias veces y est¨¢n demasiado estropeados para seguir utiliz¨¢ndolos en circunstancias normales¡±, explica. ¡°Pero las terribles condiciones de la guerra obligan a la gente a seguir us¨¢ndolos¡±.
En el transcurso del conflicto, muchas personas han tomado la arriesgada decisi¨®n de volver a sus casas para recoger ropa y otros art¨ªculos de primera necesidad, como s¨¢banas, con la esperanza de mejorar ¡ªpor poco que sea¡ª sus condiciones de vida.
¡°A pesar de que se introdujeron zapatos a trav¨¦s de los pasos fronterizos antes del ¨²ltimo cierre, sus precios siguen siendo elevados e inasequibles para muchos¡±, afirma Hamad. ¡°La gente prefiere arreglar lo que tiene. El conflicto b¨¦lico y el desplazamiento han simplificado la vida de las personas hasta el punto de que ya no se preocupan por su aspecto¡±.
En un contexto en el que la econom¨ªa est¨¢ destrozada por la guerra y la inflaci¨®n es galopante, debido a la escasez de suministros de primera necesidad y la alt¨ªsima demanda, el zapatero dice que ha mantenido el precio de las reparaciones de calzado sin cambios, normalmente en torno a un d¨®lar (90 c¨¦ntimos de euro), dependiendo de la envergadura de la reparaci¨®n, a pesar de que sus gastos cotidianos se han disparado. ¡°El flujo de clientes compensa el bajo precio que pido. La demanda es muy alta, casi sin precedentes¡±.
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