Bajando el termostato de la comida
Para reducir la dependencia energ¨¦tica en tiempos de guerra (y no solo) no basta con apagar la caldera. Un grupo de investigadores aboga por la apuesta de sistema basado en una alimentaci¨®n ecol¨®gica, de proximidad, baja en carne y pescado
Desde la Agencia Internacional de la Energ¨ªa, la Uni¨®n Europea y el Gobierno se llama a la poblaci¨®n a bajar el termostato para ahorrar gas porque Europa depende del gas ruso. Solo se puede prescindir de ¨¦l (o reducirlo) si se reduce el consumo, porque a corto plazo no hay suministradores ni fuentes de energ¨ªa alternativos.
A medio y largo plazo, aunque no se dice, probablemente tampoco sean viables estos niveles de consumo energ¨¦tico, ni siquiera contando con Rusia o con energ¨ªas renovables. El presente shock econ¨®mico coyuntural causado por la guerra est¨¢ mostrando las consecuencias de la dependencia de los combustibles f¨®siles, de los materiales y del comercio global, pero esto solamente es un aviso de lo que va a suceder a medida que avanza un problema m¨¢s estructural: el declive de los carburantes f¨®siles y otros recursos no renovables.
Pero el uso directo de gas y petr¨®leo, como el que se hace al poner la calefacci¨®n, no es la ¨²nica forma en la que consumimos estos carburantes. Toda la econom¨ªa depende de ellos, incluyendo, de manera crucial, la alimentaci¨®n. Comemos combustibles f¨®siles porque con ellos se fabrican los insumos que se usan en la agricultura, la pesca y la acuicultura: gas natural para fertilizantes sint¨¦ticos nitrogenados, petr¨®leo para pesticidas, electricidad, pl¨¢sticos, gasoil, etc. La subida de precios del gas natural ya hab¨ªa afectado a la producci¨®n y suministro de fertilizantes y piensos antes de que comenzase el conflicto, con consecuencias inciertas sobre los sectores agr¨ªcola, ganadero y de productos del mar. Siendo Rusia uno de los principales productores de fertilizantes, el conflicto actual no puede sino agravar este problema.
Comemos combustibles f¨®siles, porque con ellos se fabrican los insumos que se usan en la agricultura, la pesca y la acuicultura
La situaci¨®n en el mar no es mejor. Por un lado, algunas granjas acu¨ªcolas son intensivas en la demanda de electricidad para su producci¨®n, adem¨¢s de requerir el uso de gasolina para veh¨ªculos dentro de las granjas, las embarcaciones y el transporte de pescado a los mercados. Por otro lado, el petr¨®leo mueve los barcos que recorren los oc¨¦anos del mundo capturando el pescado que consumimos. As¨ª, la huella ecol¨®gica de la pesca es cada vez mayor, de tal forma que el 55% de la superficie de los oc¨¦anos se explota de manera industrial, a pesar de que proporciona solo el 1,2% de la producci¨®n cal¨®rica global para el consumo humano. Para poder seguir satisfaciendo las necesidades de consumo de pescado, las flotas cada vez tienen que desplazarse m¨¢s lejos y a zonas m¨¢s profundas ¨Cparticularmente en el caso de Europa y Espa?a¨C, la porci¨®n de oc¨¦ano que hace falta para mantener la producci¨®n de alimento es cada vez mayor, las exportaciones en el mercado global se incrementan a?o tras a?o y, en definitiva, se obtienen cada vez m¨¢s lejos de donde se consumen.
El consumo de pescado en Espa?a es altamente dependiente de las capturas que realiza la flota espa?ola industrial en aguas de terceros pa¨ªses en virtud de los acuerdos bilaterales de pesca de la UE y del establecimiento de sociedades mixtas a trav¨¦s de acuerdos privados. De hecho, la autosuficiencia de pescado permite abastecernos de peces capturados en aguas de jurisdicci¨®n espa?ola solo durante cinco meses al a?o. El resto del tiempo nos nutrimos a expensas de la sobreexplotaci¨®n de los recursos de pa¨ªses lejanos, principalmente de ?frica y en Am¨¦rica Latina. Esto repercute negativamente en la pesca artesanal local, con graves consecuencias sociales y de seguridad alimentaria. Igualmente, obliga a muchos pescadores artesanales a emigrar por la p¨¦rdida de sus fuentes de ingreso, condiciones de vida y cultura tradicional.
Adem¨¢s de la consumida en la producci¨®n primaria, nuestra alimentaci¨®n se basa en el uso de grandes cantidades de energ¨ªa para el procesado, envasado, distribuci¨®n, comercializaci¨®n y preparaci¨®n de la comida. Cabe destacar el transporte por su elevado consumo y por basarse casi en exclusiva en el petr¨®leo, que mueve el comercio global que abastece de piensos a la ganader¨ªa industrial y a la acuicultura, y que lleva nuestras producciones a mercados lejanos.
Las soluciones deben pasar por unas dietas m¨¢s saludables y sostenibles en el largo plazo
As¨ª, aunque compremos carne y pescado local, si proviene de macrogranjas (incluida la acuicultura intensiva) estamos comprando tambi¨¦n grandes cantidades de pienso importado proveniente de orillas del Mar Negro o del otro lado del Atl¨¢ntico. En estos lugares, su cultivo causa grandes impactos asociados a la deforestaci¨®n, por ejemplo, de las selvas amaz¨®nicas.
Los episodios de desabastecimiento por la actual huelga de transportistas muestran la vulnerabilidad que supone depender de largas cadenas de suministro. Estos d¨ªas nos ha quedado claro tambi¨¦n que el sistema agroalimentario espa?ol es dependiente no solo de los derivados del petr¨®leo, sino tambi¨¦n de productos agropecuarios provenientes de la zona de conflicto: sobre todo ma¨ªz, con casi tres millones de toneladas importadas en 2020 (una quinta parte del consumo nacional de este grano) y aceite de girasol (la mitad), y tambi¨¦n torta de girasol y colza, trigo, o guisantes.
En este contexto, se ha reabierto el debate de la soberan¨ªa alimentaria con llamamientos a lograr la autosuficiencia de alimentos mediante una transici¨®n agroecol¨®gica, lo que se ha demostrado biof¨ªsicamente viable y ambientalmente deseable a nivel europeo. Sin embargo, otras propuestas incluyen la intensificaci¨®n de la agricultura y la relajaci¨®n de las normas ambientales del comercio para lograr el abastecimiento. En respuesta, un grupo de investigadores llama a la Uni¨®n Europea a poner el ¨¦nfasis en la desigualdad, la salud y la sostenibilidad: argumentan que la inseguridad alimentaria se debe a la injusta distribuci¨®n de la producci¨®n, no a una escasez de esta, porque gran parte de la producci¨®n agraria se destina a piensos en lugar de comida, o se acaba desperdiciando. Las soluciones deben pasar por unas dietas m¨¢s saludables y sostenibles en el largo plazo.
Por tanto, si queremos reducir la dependencia del gas y petr¨®leo ruso, y de las materias primas de Ucrania, cuyo suministro est¨¢ en entredicho, no basta con bajar el termostato de la caldera, tambi¨¦n hay que bajar el de la comida. Para ello tenemos una diversidad de alternativas cuyo despliegue, adem¨¢s, tendr¨ªa grandes beneficios para nuestra salud y para la sostenibilidad. La manera m¨¢s directa que tenemos de reducir el uso de energ¨ªa es consumir menos, reduciendo el desperdicio. Todos los que acaban en la basura han requerido de grandes cantidades de energ¨ªa y otros recursos cuya utilizaci¨®n podr¨ªa evitarse con esta sencilla medida. Tambi¨¦n podemos optar por alimentos locales en lugar de alimentos kilom¨¦tricos.
Los Sistemas Agroalimentarios Locales de base Agroecol¨®gica (SALbAs) y la Pesca Costera de Peque?a Escala pueden reducir dr¨¢sticamente la energ¨ªa usada en el transporte. Adem¨¢s, consumiendo productos frescos de temporada y a granel, ahorramos en uso de pl¨¢sticos para invernaderos y envases, y de energ¨ªa para su almacenamiento, procesado, congelado y empaquetado. En cuanto al consumo de gas natural, podemos asegurar que nuestra comida est¨¢ libre de este combustible f¨®sil si elegimos productos de agricultura ecol¨®gica, en la que se proh¨ªbe el empleo de fertilizantes sint¨¦ticos. De paso, estar¨ªamos evitando el empleo de petr¨®leo para producir pesticidas, tambi¨¦n restringidos en este tipo de manejo.
La agricultura ecol¨®gica no solo reduce la energ¨ªa asociada a la producci¨®n de alimentos, sino tambi¨¦n las emisiones de gases de efecto invernadero y la degradaci¨®n del suelo, y promueve la biodiversidad y el empleo rural. De manera m¨¢s espec¨ªfica, pueden promoverse pr¨¢cticas agroecol¨®gicas como el cultivo de leguminosas, las cubiertas vegetales o el compostaje de residuos, que contribuyen a reducir la dependencia de los fertilizantes. Otra manera algo m¨¢s indirecta, aunque de mayor calado, de disminuir la dependencia energ¨¦tica y territorial de nuestra alimentaci¨®n, es reducir el consumo de materia prima de origen animal, porque esta necesita m¨¢s energ¨ªa y territorio y los niveles actuales de consumo nos obligan a importar. Junto con esta reducci¨®n, podemos elegir productos de la ganader¨ªa y acuicultura extensiva y pesca costera de peque?a escala.
La agricultura ecol¨®gica no solo reduce la energ¨ªa asociada a la producci¨®n de alimentos, sino tambi¨¦n las emisiones de gases de efecto invernadero
Con la ganader¨ªa extensiva estar¨ªamos ahorrando energ¨ªa, sobre todo del transporte y producci¨®n de piensos, y al mismo tiempo contribuyendo a la prevenci¨®n de incendios y a generar empleo rural. Tambi¨¦n podemos optar por productos de la acuicultura extensiva o acuicultura multitr¨®fica integrada, con especies de niveles tr¨®ficos inferiores, principalmente especies filtradoras como el mejill¨®n, ya que estas maximizan la eficiencia energ¨¦tica de la cadena alimenticia. Del mismo modo, optar por el consumo de productos de la pesca costera de peque?a escala reduce las emisiones asociadas a esta industria y la dependencia que tenemos actualmente de caladeros lejanos. Esto reforzar¨¢ el tejido social de las comunidades locales de pescadores, y contribuir¨¢ a crear empleo para las generaciones j¨®venes.
Como dec¨ªamos al principio, el impacto actual de esta dependencia es coyuntural, pero el problema es estructural. Las acciones que proponemos abordan el problema energ¨¦tico desde esta perspectiva, incluyendo tambi¨¦n el resto de los grandes retos de sostenibilidad de la alimentaci¨®n. Por tanto, actuar ahora de manera decidida y desde todos los niveles ¨Cdesde el individual a las pol¨ªticas p¨²blicas¨C servir¨ªa para afrontar los duros momentos que vivimos por la guerra actual y para blindar el sistema agroalimentario frente a los efectos de la escasez de recursos y el cambio global, que se ir¨¢n agravando en los pr¨®ximos a?os.
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