¡°Ya no me quedan l¨¢grimas¡±
Carmen Mart¨ªnez, la mujer de 85 a?os desahuciada, vivir¨¢ en un piso pagado por el Rayo
¡°Ya no me quedan l¨¢grimas¡±. Carmen Mart¨ªnez Ayuso, de 85 a?os, las gast¨® todas despidi¨¦ndose de medio siglo de recuerdos en la vivienda de la que fue desahuciada, el n¨²mero 10 de la calle Sierra de Palomeras, en el barrio madrile?o de Vallecas. Ya han pasado unas horas desde que la plantilla del Rayo Vallecano se comprometiera a pagarle un alquiler el resto de su vida, pero ella sigue preguntando a sus nietos y sus dos bisnietas: ¡°?Nos van a ayudar?¡±. Agarrada a su bast¨®n, Carmen se levanta el pantal¨®n para mostrar una herida de su adolescencia, cuando ya era limpiadora. Su perro, Terrible, le dio un mordisco considerable en la pierna. ¡°Llevo toda la vida trabajando, levant¨¢ndome a las seis de la ma?ana para recoger la espiga, para que de repente vengan a quit¨¢rtelo todo cuando lo ¨²nico que quieres es estar tranquila¡±.
Carmen fue desahuciada el viernes de su vivienda, valorada en 160.000 euros, porque su ¨²nico hijo, Luis Jim¨¦nez Mart¨ªnez, la us¨® para avalar un pr¨¦stamo de 40.000 euros con un particular, Francisco M. La familia explica que el hijo pidi¨® el dinero para reformar la casa y superar los problemas econ¨®micos tras divorciarse y perder su empleo como vendedor de pisos. Se hizo con los poderes de la casa una vez fallecido el marido de Carmen, hace siete a?os, y la mujer no supo que iba a ser desahuciada hasta que la polic¨ªa visit¨® su vivienda unos d¨ªas antes del primer intento de lanzamiento, hace un mes. ¡°Yo no sab¨ªa nada. No s¨¦ leer ni escribir, con firmar me sirve, as¨ª que ped¨ª ayuda a la vecina y ya nos enteramos de todo¡±. La familia asegura que el hijo le pidi¨® el dinero a un particular porque le denegaron el pr¨¦stamo en el banco.
Todo el dinero que se llevan los poderosos viene de nuestro sudor"
La vivienda de Carmen era una antigua casa de labor en la que viv¨ªan unas ocho familias. Hab¨ªa gallinas, tractores y una huerta y era propiedad de la madre de su marido. Hace unos diez a?os tiraron la infraestructura abajo y levantaron la vivienda actual. Uno de esos pisos fue para Carmen y su marido, que trabaj¨® durante toda su vida en el campo con unas condiciones que su viuda a¨²n se escandaliza al recordar. ¡°Llegaba tan agotado a casa que muchas veces ten¨ªa que abrirle la boca mientras estaba dormido para meterle un yogur¡±. Carmen no concibe su vida sin su marido. ¡°Anda que no hemos pasado a?os sentados, silla junto a silla limpiando los platos. Uno con el trapo h¨²medo y otro con el seco¡±. Aunque vive sola tras la muerte de su esposo, ella ten¨ªa suficiente con los recuerdos.
Todav¨ªa recuerda la ilusi¨®n con la que esperaban el final de las obras. ¡°Me encantaba que me llevase a ver la fachada. Nuestros sue?os estaban all¨ª¡±. Tambi¨¦n recuerda el d¨ªa de la mudanza, lloviendo a cantaros. ¡°Un amigo nos dijo que esa noche dorm¨ªamos all¨ª como fuera, aunque cayera el diluvio¡±. La rutina de Carmen cambi¨® tras la muerte de su esposo. No puede evitar llorar cuando recuerda los eternos paseos que daban juntos cada tarde. Ahora pasa los d¨ªas con sus amigas, sus vecinas de toda la vida, sobre todo yendo a misa. El jueves, el d¨ªa antes del desahucio, se despidieron abrazadas junto al portal de Carmen. ¡°Ma?ana te queremos ver aqu¨ª¡±, le dijeron desconsoladas.
Llevo toda la vida trabajando, levant¨¢ndome a las seis de la ma?ana para recoger la espiga"
Aunque los activistas de la PAH Vallecas lograron paralizar el primer desahucio hace un mes, Carmen viv¨ªa con un miedo terrible desde entonces. Cada vez que ve¨ªa a un polic¨ªa se echaba a temblar. ¡°Me dec¨ªan que todo ir¨ªa bien, pero cuando tienes que hablar con un polic¨ªa es que algo pasa¡±. No durmi¨® la noche del jueves y cuando al amanecer vio que precintaban la zona entendi¨® que sus horas estaban contadas. ¡°Yo quer¨ªa ver lo que pasaba, pero ven¨ªan y me cerraban la puerta¡±.
Cuando Dafne, su bisnieta mayor, de 7 a?os, le acerca un pa?uelo no puede evitar mirarla con ternura. Le encanta repasar cada an¨¦cdota y sobre todo cada fatiga. Ante todo recuerda a su marido. Cerca de su casa hay una zona recreativa donde los ancianos juegan a las cartas y pasan el tiempo, pero a ella no le gusta ir. ¡°Prefiero ir a misa. Si voy sola all¨ª parece que estoy buscando novio¡±. Despierta una carcajada en el sal¨®n de su nieto Luismi, donde pasar¨¢ la noche, pero su seriedad no puede ser m¨¢s clara. ¡°Lo mejor que me ha pasado es haber tenido un buen marido¡±.
Yo no sab¨ªa nada. No s¨¦ leer ni escribir, con firmar me sirve, as¨ª que ped¨ª ayuda a la vecina y ya nos enteramos de todo"
Pasan las horas y el pasado de Carmen se torna en futuro. Luismi es el encargado de buscar un piso para que el club pague posteriormente el alquiler, y entre ellos ya discuten si es mejor un bajo o un primero. ¡°Un bajo, pero que no tenga jard¨ªn, que yo ya no puedo salir¡±. La vitalidad que desprende, el tono de su voz y la potencia de su mirada no tienen nada que ver con su edad. Una mujer que ha sobrevivido a los bombardeos de su Vallecas natal durante la guerra no quiere venirse abajo por un desahucio. ¡°Todo el dinero que se llevan los poderosos viene de nuestro sudor. He vivido muchos a?os, pero la vida no deja de espabilarte¡±.
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