El toreo se tira al ruedo, por fin
El mundo del toro ha decidido salir en Valencia de las cobardes trincheras para defender en voz alta la tauromaquia
Nunca es tarde. Ya era hora. Por fin. El mundo del toro decidi¨® ha decidido salir este domingo en Valencia de las cobardes trincheras en las que ha estado agazapado para defender en voz alta la tauromaquia de los muchos e injustos ataques que est¨¢ sufriendo por parte de movimientos pol¨ªticos y sociales. Es una deuda que los de luces, ganaderos, empresarios y taurinos en general ten¨ªan contra¨ªda con la historia de este pa¨ªs, con quienes han mantenido la fiesta a lo largo de los a?os, y con quienes la sustentan hoy a pesar de que no atraviesa, ni mucho menos, su mejor momento.
Bueno es que alguien salga a la calle para decir en voz alta que la tauromaquia es una actividad legal en este pa¨ªs; controvertida, s¨ª, pero legal, y considerada por ley patrimonio cultural.
Bueno es que las minor¨ªas defiendan sus derechos, y griten a los cuatro vientos que los aficionados a los toros no son torturadores ni pertenecen a una secta de crueles mortales enfermos de morbo. Forman parte, eso s¨ª, de una cultura en la que el toro es el protagonista de un modo de entender la belleza, y disfrutan con la bravura, con un destello, con un golpe de inspiraci¨®n, con un detalle de armon¨ªa, con la grandeza de un h¨¦roe artista y un animal poderoso y enigm¨¢tico.
La fiesta es cruenta, s¨ª, pero no cruel, porque no es la sangre el motivo del disfrute. La fiesta se sustenta en cimientos ¨¦ticos y est¨¦ticos que merecen ser defendidos. El toro muere en la plaza porque es su raz¨®n de ser; la misma que lleva a la gallina a hacer un buen caldo. Esa es su misi¨®n. Y el toro solo sirve para la lidia en la plaza, para generar emoci¨®n y arte¡ No es la tauromaquia, adem¨¢s, una escuela de violencia, esa que los ni?os aprenden en la televisi¨®n en horario infantil o en los videojuegos; es, por el contrario, una universidad de valores en la que se forjan mujeres y hombres en el sacrificio, el esfuerzo, la superaci¨®n y la b¨²squeda de la gloria.
Es verdad que la fiesta de los toros tiene media estocada en las agujas y anda a la deriva y desnortada; es verdad que est¨¢ fragmentada y desunida, carece de liderazgo y se muestra incapaz de frenar la incesante ca¨ªda de espectadores. Adem¨¢s, ha cambiado radicalmente la relaci¨®n del ser humano con los animales, lo que contribuye al agotamiento del modelo, que pide a voces una revoluci¨®n interna que recupere, si ello es posible, el tiempo perdido.
Pero lo que no se debe permitir es que se proh¨ªba. La fiesta de los toros desaparecer¨¢ ¡ªsi as¨ª tiene que ser¡ª el d¨ªa que el p¨²blico, cansado de aburrimiento, abandone definitivamente las plazas. Mientras tanto, debe ser defendida como lo que es, una tradici¨®n en la que millones de ciudadanos, gente que hace cada d¨ªa este pa¨ªs, de extracci¨®n, ocupaciones e ideolog¨ªas diversas, esperan encontrar un chispazo de felicidad.
Por todo ello, qu¨¦ bien que el toreo haya saltado al ruedo. Nunca es tarde, ya era hora, por fin¡
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