Hablar es ¡®sexy¡¯
Cuando un cuerpo coincide con otro en espacio y tiempo y ambos desean quedarse ah¨ª un rato, encuentran la manera de hacerlo sin que nadie salga con el coraz¨®n o la cabeza rotos, sin humillaciones y sin coacciones de ning¨²n tipo
Quiz¨¢ sea el deseo una de nuestras primeras puertas a la frustraci¨®n. Mana de la intimidad, a menudo de lo que no se atreve a nombrar, de terrenos difusos y libres que desde nuestras vidas domadas parecen abismos infranqueables. Hace falta mucho valor para enunciarse desde el deseo sin trabas, si es que esto es posible, lo habitual es cortarle trajes morales y culturales para hacerlo presentable a nuestro contexto social, cultural, familiar, afectivo e ¨ªntimo. Es inevitable y cuesta mucho desandar los caminos de la adaptaci¨®n, que en un mundo que observa reglas tan marcadas, es sin¨®nimo de pro...
Quiz¨¢ sea el deseo una de nuestras primeras puertas a la frustraci¨®n. Mana de la intimidad, a menudo de lo que no se atreve a nombrar, de terrenos difusos y libres que desde nuestras vidas domadas parecen abismos infranqueables. Hace falta mucho valor para enunciarse desde el deseo sin trabas, si es que esto es posible, lo habitual es cortarle trajes morales y culturales para hacerlo presentable a nuestro contexto social, cultural, familiar, afectivo e ¨ªntimo. Es inevitable y cuesta mucho desandar los caminos de la adaptaci¨®n, que en un mundo que observa reglas tan marcadas, es sin¨®nimo de protecci¨®n. Pasamos demasiado tiempo sumergidas en nuestro propio entorno como para dar por seguro que somos del todo libres en alg¨²n aspecto de nuestra vida, suele ser la idea de esa libertad, o la escenificaci¨®n controlada de la misma, lo que nos convence de estar ejerci¨¦ndola. Nunca sabremos del todo qu¨¦ es lo que nos pertenece de nuestro propio deseo, lo que es v¨ªscera y lo que es pr¨®tesis.
Estos d¨ªas, una chica colgaba un v¨ªdeo en sus redes en el que, desconsolada, exteriorizaba su tristeza y su frustraci¨®n por el rechazo de un chico en una cita, cuya explicaci¨®n para no seguir adelante era culpabilizarla por ¡°no haberle avisado¡± de que era trans. Podemos ver v¨ªdeos, tirando a sonrojantes, de adultos funcionales haciendo bailes, sesiones de playback caseras, chavales de Carabanchel hablando de hacerse a ellos mismos desde una habitaci¨®n de 3 metros cuadrados en un piso de 35, influencers del fitness que rozan el supremacismo, cocineros improvisados, retos rid¨ªculos o enumeraciones de datos sacadas del Trivial que pretenden pasar por divulgaci¨®n cient¨ªfica, y seguir con el scroll como si nada, pero a una mujer trans y joven se le ocurre hablar de c¨®mo vive el rechazo y de nuevo se habla de nosotras como si fu¨¦semos un corro de faunos meneando su genitalidad, la que sea, en el rostro de dios.
Podemos tener una conversaci¨®n como adultas o podemos seguir en la deshumanizaci¨®n por pura pereza. El rechazo forma parte del deseo mismo y no hay una sola mujer trans que obligue a nadie a hacer nada que no quiera hacer, m¨¢s bien al contrario, a menudo nuestro papel en el deseo ajeno ha sido el de lo furtivo, el del fetiche, el de algo que no se puede controlar pero que hay que esconder. Hist¨®ricamente hemos sido el objeto de deseo que debe permanecer oculto y que se disfruta en la trastienda de la respetabilidad, en el desv¨¢n de lo p¨²blico, en el de la verg¨¹enza. Desde el mundo transexcluyente se practica una trampa suc¨ªsima cuando este ¡°debate¡± vuelve de forma c¨ªclica al ¨¢gora mugrienta de las redes sociales, la de confundir enunciaci¨®n con exigencia y construir con ella un mu?eco de paja ¡ªnunca mejor dicho¡ª que poder agitar delante de quien est¨¢ deseando hacernos da?o. Todas tenemos deseos que pueden enmarcarse en lo tr¨¢nsfobo, en lo racista, en lo gord¨®fobo, en cualquier forma problem¨¢tica de estar en el mundo, hacernos cargo es lo m¨ªnimo, soportar la verdad cuando la escuchamos es signo de madurez, del mismo modo que usar esa conciencia de la verdad como nos de la gana es nuestro privilegio.
Por otra parte, esa exigencia de aviso de lo trans no es m¨¢s que una forma de blindar cualquier reacci¨®n posible, es un contraaviso que manda un mensaje que a las mujeres nos suena familiar: ¡°Es culpa tuya. Mira lo que me has obligado a hacerte¡±. En muchos pa¨ªses del mundo, por ejemplo en algunos estados de Estados Unidos, existe una figura jur¨ªdica llamada ¡°p¨¢nico trans¡± que sirve como eximente en asesinatos de mujeres trans. Se basa en un supuesto estado de alteraci¨®n de la conciencia provocado por el descubrimiento s¨²bito de la condici¨®n trans de la compa?era de intimidad, el ¡°me ha provocado o iba provocando¡± de toda la vida en su versi¨®n m¨¢s sangrienta. Por otra parte, poner estas conversaciones sobre la mesa como declaraciones de culpabilidad o de m¨¢cula, aparte de machista, es irreal. Presuponer a nuestros cuerpos una falta que debe subsanarse o una capacidad potencial para ofender a otra persona entronca con lo peor del ser humano. Con la idea de que hay cuerpos que merecen ser amados y otros no.
Pero ya que existe un inter¨¦s desmedido por mirar debajo de nuestras bragas, la realidad, o lo habitual es que, cuando dos personas se gustan, se atraen y crean una intimidad en la que el sexo es una posibilidad, se habla de ello en t¨¦rminos que transitan entre la delicadeza, la excitaci¨®n y una sexualidad preciosa que enciende m¨¢s que apaga. Hay formas divertid¨ªsimas de hacerlo que nada tienen que ver con esas conversaciones traum¨¢ticas que viven en la imaginaci¨®n de quien nos detesta, o de quienes nos obligan a tenerlas, como le sucedi¨® a la chica del v¨ªdeo.
Si una persona entiende las relaciones sexuales como meros choques entre genitales y va por la vida como un etn¨®logo brit¨¢nico del siglo XIX, ni es de fiar, ni deber¨ªa intentar dar lecciones de c¨®mo aproximarse a alguien a quien se desea, y por supuesto, si vamos a ejercer violencia contra un grupo de personas, tengamos la decencia de hacerlo en t¨¦rminos claros, sin disfrazarlo de un debate que nunca se ha querido tener. Detr¨¢s de las ¡°peticiones de aviso¡±, de los ¡°debates¡±, de las ¡°opiniones¡± y los ¡°gustos personales¡± nunca hay un verdadero inter¨¦s por analizarlos, por sincerarse, suelen ser excusas para la deshumanizaci¨®n y, esta vez s¨ª, un verdadero aviso de lo que nos espera por estar mal hechas.
Cuando un cuerpo coincide con otro en espacio y tiempo y ambos desean quedarse ah¨ª un rato, encuentran la manera de hacerlo sin que nadie salga con el coraz¨®n o la cabeza rotos, sin humillaciones y sin coacciones de ning¨²n tipo. Hablar es muy sexy.