??C¨®mo voy a ser racista si tengo una hija negra??
Mariola Cubells nos habla de ¡®?Por qu¨¦ no hablo con blancos de racismo?¡¯ y ¡®?Acaso no soy yo una mujer?¡¯, lecturas fundamentales para entender mejor la negritud y el privilegio blanco.
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Tengo una hija negra, et¨ªope, de 15 a?os. Carlota se llama. Su entorno desde beb¨¦, escolar, familiar, amistoso, es sensato, tolerante, antirracista¡ Pero sobre todo es blanco. Siempre blanco, occidental. Dialogante, ilustrado incluso, pero blanco. Cuando lleg¨® a casa el mes pasado el libro, ?Por qu¨¦ no hablo con blancos sobre racismo? de la periodista de 32 a?os, Reni Eddo-Logde, (Pen¨ªnsula) pens¨¦ que por supuesto no hablaba de m¨ª, ni de los m¨ªos, que nosotros no pertenec¨ªamos a ese colectivo de blancos con el que la autora hab¨ªa decidido no hablar.?Entonces, apareci¨® Carlota, ley¨® el t¨ªtulo y me dijo: ¡°Tiene raz¨®n mam¨¢, yo tambi¨¦n he decidido no discutir con blancos sobre este tema. Os pon¨¦is a la defensiva intentando que no se os tache de racistas, intentando ser guays, pero no solucionamos nada¡±.
Primera bofetada. ?Me inclu¨ªa ni propia hija en ese ¡°privilegio blanco¡± del que hablaba la autora?. No pod¨ªa ser. ?Pero si yo estaba metida a saco en el Black Lives Matter, por favor! Me puse como loca a leerlo para quitarle la raz¨®n y qued¨¦ en que despu¨¦s se lo pasar¨ªa. Por razones obvias, (mi hija se hace mayor, ha dejado de ser una ni?ita negra ideal que va de mi mano a todas partes, para ser una chica negra, que va sola por la calle) me interesa especialmente esta literatura, as¨ª que la persigo y la devoro. Hab¨ªa acabado hacia poco otro ensayo, el de la pensadora pol¨ªtica norteamericana bell hooks, ?Acaso no soy yo una mujer?. Mujeres negras y feminismos?(Consonni) que ya hab¨ªa ido a la diana en 1981, cuando se public¨®: a lo largo de la historia, las mujeres negras tuvieron enemigos siniestros, ins¨®litos, como la propia mujer blanca, el propio colectivo feminista, que las tuvo en cuenta demasiado tarde, y casi siempre mal. El libro puso patas arriba, adem¨¢s de consideraciones sobre el racismo estructural, mis certezas sobre la bondad universal y sin fisuras de la lucha feminista.
Llegaba, pues, tocada al tema de fondo que planteaba la nueva lectura, que cuestionaba tambi¨¦n mi antirracismo, mi capacidad para la empat¨ªa. Tengo una hija negra, por el amor de dios, nadie puede ponerme en duda. Pero s¨ª. Ambos libros, que abordan la negritud, la racialidad, el racismo -el micro y el macro-, la controvertida relaci¨®n entre feminismo y mujer negra, entre las negras del primer mundo y ese mismo primer mundo, los bienquedismos y los privilegios de los blancos no racistas, han conseguido morder y picar, que es lo que deben hacer los buenos libros. Son ensayos que forman parte de un proyecto para cambiar el mundo: rompen el silencio y gritan. Lo dijo Virginia Woolf: ¡°Quiero escribir una novela sobre el silencio, sobre las cosas que la gente no dice¡±. Las dos autoras lo han hecho en sendos libros honestos, descarnados, provocadores e inspiradores, que son llamadas de atenci¨®n y que a mi me han desmontado teor¨ªas y certezas.
El hartazgo de hablar con blancos sigue en 2021
Primero lleg¨® bell hooks (su firma en min¨²scula tiene una explicaci¨®n: combina los nombres y apellidos de su madre y de su abuela escritos en min¨²scula porque seg¨²n ella, ¡°may¨²sculas han de ser las ideas¡±), en 1981, construyendo este intenso, furioso y desolador relato sobre la opresi¨®n sin l¨ªmites de las mujeres negras, durante y despu¨¦s de la esclavitud, hasta hoy. Sobre c¨®mo el imperialismo racial ha desbancado incluso al imperialismo sexual. ¡°Nunca, ning¨²n libro de historia de la escuela nos habl¨® del imperialismo racial. En su lugar se nos explicaron conceptos rom¨¢nticos del Nuevo Mundo, el sue?o americano o EE UU como el gran crisol donde todas las razas se entremezclaban como una sola. Nadie habl¨® de ?frica como la cuna de la civilizaci¨®n¡±, cuenta bell. El libro aborda c¨®mo las primeras olas feministas tambi¨¦n dejaron de lado a las mujeres negras (recomiendo aqu¨ª la serie Mrs Am¨¦rica, de HBO) y c¨®mo la ficci¨®n, la televisi¨®n, las maltrat¨®, las parodi¨®, las estereotip¨®.
Justo 40 a?os despu¨¦s, la periodista inglesa Eddo-Logde, que ha le¨ªdo a bell, que ha tenido m¨¢s referentes, m¨¢s y mejor ficci¨®n sobre la negritud, retoma este ensayo y va m¨¢s all¨¢: como mujer negra ya ni siquiera va a discutir sobre racismo, que continua vivo, con los supuestos bienpensantes, con los que tenemos el privilegio blanco. ¡°A los cuatro a?os le pregunt¨¦ a mi madre cu¨¢ndo me volver¨ªa blanca, porque todos los buenos en televisi¨®n eran blancos y todos los malos eran negros o mestizos¡±. Le¨ª ese p¨¢rrafo y me alarm¨¦, porque Eddo ten¨ªa cuatro a?os en ?1993!
Subray¨¦ esa frase y otras tantas y cuando lo termin¨¦ se lo pas¨¦ a Carlota, tal y como hab¨ªamos acordado. Ten¨ªa la esperanza de que me dijera que ella nunca hab¨ªa sentido nada parecido, que la autora exageraba, que ya estaba todo m¨¢s resuelto, que las ficciones que ella ve¨ªa le daban poder¨ªo, que se sent¨ªa identificada. Segunda bofetada. ¡°Yo tambi¨¦n quise ser blanca, mam¨¢, y vosotros siempre le quitabais importancia a ser negra. Ya s¨¦ que lo hac¨ªais para darme seguridad, pero es que la realidad era otra. Fue una minifase, no te preocupes, pero s¨ª, quer¨ªa ser normal. Yo me he sentido y me siento diferente. Y eso que cuenta el libro, de que no puedes dec¨ªrselo a tus amigos blancos, es tal cual. Ellos no entienden, no entend¨¦is que no hace falta que te insulten para sentirse mal, distinta, excluida. Que la gente ni se da cuenta de que te est¨¢ tratando diferente. A veces, si sale una noticia racista, se ponen a competir, a ver qui¨¦n es el menos racista¡±, me dijo Carlota.
Nos pusimos a debatir, a discutir, y reconozco que gan¨® Carlota por goleada. Las dos narraciones, los dos ensayos, son transversales, inabarcables por todo lo que contienen. Por ejemplo, Eddo-Lodge pone el foco en el racismo ingl¨¦s, en la historia negra brit¨¢nica, menos conocida que la norteamericana, pero igual de virulenta en el fondo. Descubri¨® la historia del colonialismo brit¨¢nico y el pasado esclavista de su pa¨ªs en el segundo a?o de universidad, gracias a un m¨®dulo sobre el comercio transatl¨¢ntico de esclavos. Y a partir de aquel estudio todo cambi¨®. Se par¨® a pensar, investig¨®, ley¨® (a bell hooks, por cierto), abri¨® su blog, se empe?¨® en detectar lo estructural del racismo y se puso a escribir, entre otras cosas, este libro. ¡°El racismo es una estrategia de supervivencia del poder sist¨¦mico. Cuando amplios sectores de la poblaci¨®n votan por pol¨ªticos y por iniciativas pol¨ªticas que usan de forma expl¨ªcita el racismo como herramienta de campa?a, nos decimos que amplias porciones del electorado no pueden ser racistas porque eso les convierte en monstruos desalmados¡±, dice la periodista, yendo un poco m¨¢s all¨¢ del libro de hooks.?
Mientras en ?Acaso no soy yo una mujer? se hablaba del racismo voraz, el que nunca se escond¨ªa, el que tuvo un poder real y aniquil¨® generaciones y voluntades, el de Eddo se fija en el racismo sutil, que es el que ahora mismo me preocupa. El que se desarrolla en forma de peque?os e imperceptibles gestos cotidianos y que, atenci¨®n, llevamos a cabo los blancos buenos, los que no somos supremacistas, pero llenamos las instituciones, las estructuras del poder, los del ¡°privilegiados blancos¡±.?
Le¨ª en Eddo-Lodge: ¡°esa desconexi¨®n emocional, es la consecuencia de vivir ajenos al hecho de que el color de su piel es la norma, y que todos los dem¨¢s colores se desv¨ªan de ella. En el mejor de los casos a las personas blancas se les ha ense?ado a no mencionar que las personas de colores son ¡°diferentes¡± por si acaso nos ofende. No soy capaz de seguir enfrent¨¢ndome a la actitud defensiva de los blancos ni a su desconcierto¡±.
Esta es en definitiva la tesis de su libro, que naci¨® como un post en su blog, publicado en 2014. Le ped¨ª a Carlota cuando acab¨® el libro que me destacara al acabar aquellos momentos en los que se sent¨ªa reflejada. Me se?al¨® ese p¨¢rrafo y yo no supe qu¨¦ decir. Pens¨¦ si yo tambi¨¦n ser¨ªa una de esas blancas desconcertadas (doy por sentado que no me pongo a la defensiva) de las que habla el libro¡ y mi hija. ?Pero qu¨¦ es en realidad el privilegio blanco?. ¡°Es la ausencia de las consecuencias negativas del racismo, y una de las razones por las que dej¨¦ de hablar con blancos de racismo, para no enfrentarme a rostros p¨¦treos llenos de incredulidad¡±.
El estereotipo de la mujer negra en la ficci¨®n
Hay muchos lazos de uni¨®n entre ambos escritos, y entre ellos el que hace referencia al universo audiovisual: tanto bell hooks como Renni? Eddo dejan claro que el miedo a un planeta negro ha existido no solo en el mundo real, tambi¨¦n en el mundo de la ficci¨®n.
En 1979, en EEUU se emit¨ªa la comedia de situaci¨®n, Detective School. En ella, seg¨²n cuenta bell hooks se plasmaba la imagen m¨¢s repugnante de la mujer negra que se hab¨ªa visto en televisi¨®n. ¡°A la mujer negra de la serie se la ridiculiza constantemente por su fealdad, su mal genio, etc¨¦tera. Cuando no se burlan de ella, los hombres blancos la atacan f¨ªsicamente, las mujeres blancas contra quienes se la contrapone son rubias atractivas estereot¨ªpicas¡¡±. No ha sido la ¨²nica, claro. La ficci¨®n (en el cine y en la tele)? ha estado plagada de mujeres negras retratadas como objetos sexuales, prostitutas, o tambi¨¦n ¡°como figura maternal y gru?ona y oronda. Incluso las series que incorporan entre el reparto a ni?as negras las retratan acorde con estereotipos negativos. La ni?a negra de la serie c¨®mica What¡¯s Happening se retrataba como una zafiro en miniatura¡±, apunta bell.
En el cine, continua la autora, tampoco han salido mejor paradas. ¡°Las im¨¢genes positivas de la mujer negra suelen ser las que la retratan como una figura maternal, religiosa y sufridora cuyos atributos mas entra?ables son su capacidad de sacrifico y su abnegaci¨®n hacia sus seres queridos. Los prototipos de la mujer negra aceptable son una mujer asexual, oronda, rega?ona pero tierna. La matriarca negra es un personaje folcl¨®rico¡±. Esas im¨¢genes de mujeres negras, junto a todas las negativas, ¡°se graban en las psiques de todos los estadounidenses, madres y padres negros incluidos, y mina la autoestima de las chicas negras¡±, escribi¨® hooks en 1981.
Casi 40 a?os despu¨¦s, la periodista Eddo, reflexiona de nuevo sobre este asunto y da un paso m¨¢s. ¡°Durante mucho tiempo se daba por supuesto que los h¨¦roes de ficci¨®n m¨¢s queridos eran blancos porque lo blanco era lo universal. Es en el cine, la televisi¨®n y los libros donde vemos las m¨¢s poderosas manifestaciones de lo blanco por defecto. Un personaje no puede ser negro sin un preaviso dirigido a una audiencia que se supone blanca, es as¨ª de simple¡±, escribe. La industria de la ficci¨®n ha decretado que es dif¨ªcil que el espectador se identifique con un protagonista negro ¡°con la ¨²nica excepci¨®n de unas pocas superestrellas de Hollywood¡±.
Eddo cuenta una an¨¦cdota reveladora. En 2014, el ataque inform¨¢tico que sufri¨® Sony Pictures sac¨® a la luz una serie de correos electr¨®nicos en los que su presidenta, Amy Pascal, se mostraba partidaria de que el actor negro Idris Elba fuera el nuevo James Bond. ¡°En las redes se desat¨® un debate furibundo sobre si un Bond negro podr¨ªa ser v¨¢lido. Semejante alboroto por la posibilidad de que James Bond, el ep¨ªtome de la britanidad m¨¢s impecable y seductora pudiera ser mancillado por un atisbo de negritud puso de nuevo en evidencia los l¨ªmites de lo que significa ser brit¨¢nico. Los comentarios casi rompen Internet. No volver¨¦ a ver una pel¨ªcula de Bond, rug¨ªa un lector del Daily Mail. ?De qu¨¦ ten¨ªan miedo? Nadie mostr¨® semejante preocupaci¨®n por la posibilidad de echar a perder un cl¨¢sico cuando la novela de Charles Dickens Oliver Twist se convirti¨® en una pel¨ªcula protagonizada por un gato de dibujos animados¡±, apunta Eddo. La pel¨ªcula la estren¨® Walt Disney en 1988.
Los personajes que no son blancos llevan tanto tiempo relegados al papel de mejor amigo del protagonista o de cuota racial que, reflexiona Eddo, ¡°para algunos, la idea de verse reflejado en un protagonista de piel negra es un concepto completamente ajeno. Se nos ha asignado el papel del ¡®otro¡¯ y s¨®lo ocupamos el centro de la escena cuando se quiere hablar de sometimiento o como interludio humor¨ªstico. Las personas blancas est¨¢n tan acostumbradas a ver un reflejo de s¨ª mismas siempre, en todas las representaciones de la humanidad, que solo lo notan cuando deja de ser as¨ª¡±.
Eddo se para en otra ficci¨®n, para desmontarla. Girls, la serie de Lena Dunham. ¡°Todo el mundo la consideraba un reflejo fiel de las mujeres j¨®venes. La situaci¨®n de las protagonistas me resultaba familiar. Pero la serie, ambientada en Nueva York, era abrumadoramente blanca. Y por esa raz¨®n costaba tomarse en serio a los cr¨ªticos que insist¨ªan en que era la serie m¨¢s feminista de la televisi¨®n en d¨¦cadas¡±. Yo he sido una de esas cr¨ªticas. Nunca repar¨¦ en eso. Nunca me lo plante¨¦. Solo ahora, con una hija negra en casa, me fijo, me detengo, busco la representaci¨®n de la negritud en la ficci¨®n. La extranjera, claro. De ficci¨®n propia ni hablamos.
Buce¨¦ entre las ¨²ltimas series que hab¨ªa visto, incluida la reci¨¦n llegada a Netflix The Bold Type, y vislumbr¨¦ un poco de luz: Podr¨ªa destruirte, Los Bridgerton, Small Axe (lo cuenta muy bien aqu¨ª mi colega Bego?a G¨®mez ) estaban llenas de personajes negros, con protagonistas rotundas. Eran pocas, cierto, y anecd¨®ticas en el aluvi¨®n de ficciones estadounidenses, pero supon¨ªan un respiro en el panorama que se retrata en ambos ensayos.
El ¨²ltimo momento televisivo relacionado con este asunto tuvo lugar hace unos d¨ªas, cuando Meghan y Harry le revelaron a Oprah Winfrey que la monarqu¨ªa brit¨¢nica les hab¨ªa manifestado su preocupaci¨®n por cuan oscuro podr¨ªa ser el ni?o que esperaban. Tras estas declaraciones (que cuestionaban el antirracismo de esa instituci¨®n en pleno siglo XXI) el mundo entero, incluida la gran Oprah, pareci¨® llevarse las manos a la cabeza. Bueno, todos menos mi hija Carlota, que cuando se lo cont¨¦, me mir¨® sin inmutarse, con cierto desd¨¦n, como d¨¢ndome por perdida y me dijo: ¡°no me parece tan raro que preguntaran eso, la verdad¡±.