¡®Podr¨ªa destruirte¡¯: ?Qu¨¦ trauma debe sufrir una mujer negra para merecer un Globo de Oro?
Quiz¨¢ los votantes de los premios no empatizan del mismo modo con la serie de Michaela Coel por la anestesia que arrastran tras toda una vida consumiendo un tipo de narrativa del dolor que se asocia a las personas negras.
La ausencia de nominaciones?en los Globos de Oro para Podr¨ªa destruirte (I may destroy you), una producci¨®n de HBO, ha provocado que Twitter haya ardido durante unas cuantas horas. El enfado de los fans de la serie es l¨®gico, puesto que es buen¨ªsima. Aborda el tema de las violaciones, aj¨¢, en plural, un asunto bien antiguo, pero con la perspectiva actual que nos permite reconocerlas en sus m¨²ltiples formas y denunciarlas a las autoridades competentes y en las redes sociales. Hacerlo de ese modo no es tanto una forma de autosanaci¨®n, que tambi¨¦n puede serlo, sino una manera de dirigirse a las personas que las han padecido, con el fin de que sepan que no est¨¢n solas y que no son las culpables por salir de noche, acostarse con desconocidos, llevar una prenda de ropa u otra o beber. El culpable es el que viola, siempre.
Sin embargo, hay m¨¢s elementos de esta ficci¨®n, basada en la historia real de la creadora, guionista y protagonista de la misma, Michaela Coel, que conecta mucho con el presente. Como la adicci¨®n a Instagram o que quienes encarnan los roles principales sean europeos no blancos que no viven desgracias ligadas a la inmigraci¨®n, sino realidades similares a las de cualquier joven de aqu¨ª, m¨¢s el racismo, claro. Pero, quiz¨¢, los votantes que deciden qui¨¦n merece un Globo de Oro no empatizan del mismo modo por la anestesia que genera haber estado toda una vida consumiendo la narrativa del dolor que se asocia a las personas negras.
La sociedad est¨¢ acostumbrada a ver films en los que la gente negra, las mujeres con especial incidencia, padece violencia de forma expl¨ªcita (esclavitud, latigazos, separaci¨®n de familias, guerras, violaciones¡) o la inflige. Sin embargo, este discurso no es exclusivo del cine, de hecho est¨¢ alimentad¨ªsimo desde otros flancos. Prueba de ello ser¨ªan unos medios de comunicaci¨®n generalistas que, cuando hablan de personas negras, si no son los Obama, deportistas o estrellas del mundo del espect¨¢culo, suelen hacerlo en clave de guerra, hambruna, asesinato, disturbio o desastre natural. Cap¨ªtulo aparte merecen las ONGs que llevan d¨¦cadas mostr¨¢ndonos a una infancia negra desvalida, a la que exhiben sufriendo desde que nace ¡°y tiene que luchar para poder sobrevivir¡±. Nos plantan los anuncios durante la hora de la comida y a fuerza de verlos, a?os tras a?o, ya ni el hambre nos quitan. Hay que reconocer que, al menos, han abandonado las fotos de menores con el vientre hinchado y las moscas alrededor, eso ?ya era demasi¨¦. A d¨ªa de hoy, se lleva m¨¢s lo de ¡°aunque no tengan nada sonr¨ªen¡±, una expresi¨®n rancia que se empe?a en no caducar, ?y el ¡°t¨² puedes ayudarles¡±, apelando al individuo para que, cual superh¨¦roe, transforme desigualdades estructurales. Como si eso fuera posible.
El discurso B, el que vemos en la televisi¨®n pretendiendo hablar en positivo, se limita a keniatas o somal¨ªes vencedores en maratones, adultos y ni?os bailando, cameruneses que se caen en las escaleras mec¨¢nicas de un centro comercial reci¨¦n inaugurado o que hacen cosas extraordinarias, como escalar edificios para salvar a beb¨¦s a punto de caerse de un balc¨®n. Tampoco falta la t¨ªpica noticia con animalitos, la de cuidadores que se hacen selfies con gorilas que posan mejor que yo, podr¨ªa servir para ilustrar lo que comento. Todo muy normal, claro que s¨ª.
El problema, no obstante, es que esa narrativa supera los l¨ªmites de la peque?a y la gran pantalla. Un estudio de 2016 llevado a cabo por varios investigadores estadounidenses, titulado Sesgo racial en la evaluaci¨®n del dolor y recomendaciones de tratamiento, y creencias falsas sobre las diferencias biol¨®gicas entre negros y blancos, lo demuestra. En ¨¦l se present¨® a 222 m¨¦dicos residentes el mismo caso, pero padecido por dos pacientes distintos, uno blanco y otro negro. La mayor¨ªa recomend¨® un tratamiento m¨¢s suave al segundo, asumiendo que podr¨ªa aguantar mejor el dolor.
El mundo de la medicina no solo no ha estado alejado de esa creencia falaz, sino que bas¨¢ndose en ella, ha cometido m¨¢s de una barbaridad. En este art¨ªculo?se repasan los experimentos con cuerpos negros, como el de Tuskegee, un estudio sobre s¨ªfilis que dur¨® cuatro d¨¦cadas y para el cual se utilizaron a hombres negros a los que no se medic¨® para ver de qu¨¦ forma avanzaba la dolencia. Pero no ha sido el ¨²nico, a mediados del s. XIX, el estadounidense Marion Sim, considerado uno de los padres de la ginecolog¨ªa moderna, llev¨® a cabo varias cirug¨ªas experimentales sin anestesia a m¨¢s de una decena de mujeres negras esclavizadas.?Esa supuesta tolerancia al dolor no deja de ser una forma de bestializar a un grupo poblacional bien amplio,?al que se le priva de la posibilidad de sentir y se le impone un estoicismo brutal, s¨ª, brutal, a nivel f¨ªsico y psicol¨®gico.
Por otro lado, ?en t¨¦rminos generales, los roles interpretados por actrices y actores negros, salvo excepciones poderos¨ªsimas, han sido demasiado tiempo un poco como el ni?o que hace de ¨¢rbol en la obra de teatro del colegio o el primero en morir, tal y como explicaba el periodista Moha Gerehou en su mon¨®logo C¨®mo ser¨ªa mi vida si fuera un negro de pel¨ªcula.?Como mucho, hac¨ªan del colega que asiste a qui¨¦n realmente importa. Jam¨¢s olvidar¨¦ a esa J?elle Rivero haciendo de ¡°Copito¡±, atenci¨®n al nombre, en Marisol rumbo a r¨ªo. Ni a toda la colecci¨®n de ¡°negros m¨¢gicos¡±, forma en la que la escritora estadounidense Roxane Gay designa a los personajes negros que ayudan a los protagonistas blancos a triunfar?que el cine nos ha regalado para deleite de nadie. Gay usa Criadas y se?oras como paradigma, pero en Espa?a tambi¨¦n hay varios ejemplos. Me viene a la cabeza el actorazo Iv¨¢n Mendes en El cuaderno de Sara, que lo da todo para echar una mano en su pesquisa a Laura Alonso (Bel¨¦n Rueda), a pesar de que acaba de conocerla.
Lo anterior, sumado a la falta de papeles principales de personas no blancas, puede que haya provocado que exista gente blanca que no est¨¦ acostumbrada a empatizar o a sumergirse en historias en las que no son protagonistas. Ojo, esto m¨¢s que una afirmaci¨®n es una hip¨®tesis. Hay ejemplos de producciones exitosas como la serie de 1977?Ra¨ªces (que fue guionizada por personas blancas, a petici¨®n del propio escritor de la novela original, Alex Haley), cuyo triunfo residi¨® en que el p¨²blico la ley¨® como una oda a la familia. Tambi¨¦n la pel¨ªcula de Marvel Black Panther, que revent¨® las taquillas o El Pr¨ªncipe de Bel Air. Sea como fuere, lo que s¨ª sucede a diario, es que las minor¨ªas y las comunidades minorizadas s¨ª empatizan todo el rato. Yo he querido ser Blancanieves y, cuando lleg¨® la adolescencia, me compraba la revista Pronto ¨Cla Ragazza o la S¨²per Pop eran demasiado caras para mi exig¨¹o presupuesto¨C, por las fotos que sal¨ªan de los actores y actrices de Sensaci¨®n de vivir, una serie protagonizada por j¨®venes blancos y ricos que viv¨ªan en Beverly Hills. Supongo que trascend¨ªa el f¨ªsico para quedarme con las tramas y con los sentimientos universales. Y vale, me pill¨® peque?a.
Pienso en el documental Astral, del equipo de Salvados. Era en la ¨¦poca en la que los barcos de rescate tambi¨¦n encontraban a muchos sirios que utilizaban la v¨ªa mar¨ªtima para escapar de su pa¨ªs. Una de las cosas que dec¨ªan los entrevistados y que se comentaba en las redes era que estaban entre sorprendidos y afectados porque algunos de los rescatados ¡°se parec¨ªan a nosotros¡±. En efecto, tanto las costas sirias como parte de las espa?olas est¨¢n ba?adas por el Mediterr¨¢neo y los rasgos de unos y otros son el resultado de la fren¨¦tica actividad, la mezcla y el intercambio (tambi¨¦n gen¨¦tico) que ha propiciado el tr¨¢nsito milenario por ese mar. De cualquier manera, me result¨® incre¨ªble que algunas personas apelaran a esa similitud f¨ªsica para poder conectar m¨¢s con sus historias.
Por suerte, con galardones o no, la maquinaria creativa de quienes han sido abocados a los m¨¢rgenes y necesitan contarse con justicia y con verdad es imparable. Seguir¨¢n narr¨¢ndose y normalizando las historias de siempre con m¨¢s rasgos, m¨¢s or¨ªgenes y m¨¢s tonos.
*Luc¨ªa Mbom¨ªo (Madrid, 1981) es periodista y escritora. Escribe?sobre g¨¦nero y raza en medios como?Afrof¨¦minas?o?Pikara?Magazine.?Tambi¨¦n ha realizado reportajes para el programa ¡®Aqu¨ª la tierra¡¯ (TVE). Ha publicado ¡®Hija del camino¡¯?(Grijalbo). Antes public¨® el ensayo ¡®Las que se atrevieron¡¯?(Sial/Casa de ?frica), donde cont¨® la historia real de seis mujeres que, exactamente como hizo su madre, se casaron con hombres negros en la ¨¦poca del tardofranquismo. Si quieres saber m¨¢s sobre la autora, aqu¨ª tienes?sus escritoras de cabecera.
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