¡®First Dates¡¯ y el en¨¦simo regreso del hombre que cree que tiene que ¡®ense?arle¡¯ a la mujer
Estos d¨ªas, despu¨¦s del fragmento viral de ¡®First Dates¡¯, no pod¨ªa dejar de pensar en otras mesas, en otros hombres, en otras veces yo ah¨ª sentada, asistiendo a esa coreograf¨ªa del hombre que te explica cosas: el arqueamiento de cejas, preguntas de trivial con tono de maestro, alguna concesi¨®n rid¨ªcula (?muy bien, ?eh!?).
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Estoy en un restaurante con mi novio y un conocido suyo aspirante a director de cine. ?l es un pijo, como tantos aspirantes a director de cine. Es el verano previo a que salga mi primera novela. Y es justo ah¨ª, de noche, cuando vivo lo que yo llamo mi momento m¨¢s Rebecca Solnit. Hace un rato que trato de colocar temas, ubicarlos, ponerlos sobre la mesa. Pero mis temas no acaban de cuajar. No est¨¢n funcionando pese a que mi novio est¨¢ en modo palanca (?sabes cuando una persona te proyecta? ?te tiende la mano?, hay conversadores as¨ª y es un alivio). Pero por alg¨²n motivo ese otro chico ha decidido que no, que esa noche no va a mirarme a la cara.?
Mi novio saca el tema de que yo he escrito un libro y yo le odio por hacer eso, me parece un recurso desesperado para hacer que alguien te mire. No solo eso, estoy moralmente en contra. Es clasista. ?Mi propio libro va de eso! Pero todo eso pasa por dentro. As¨ª que:
¡ª ?Sabes que Anna va a publicar un libro?
El chico me mira con un inter¨¦s nuevo.?
¡ª ?En serio has escrito un libro? ?Qu¨¦ tipo de libro?
Me pregunta que de qu¨¦ va el libro escrito.?
Ahora s¨¦ que no hay nada peor que te pregunten de qu¨¦ va tu propio libro, pero en ese momento no lo s¨¦. E intento responder con demasiada buena voluntad. Por supuesto, sale mal: resumo precariamente el argumento e infravaloro lo escrito (tendencia al autodesprecio que es marca de la casa). El libro-librillo queda por ah¨ª suspendido y el chico me mira ahora como arqueando las cejas.
¡ª ?Y no te da miedo cuando tengas que ir a presentarlo¡? Se asume que un escritor es una persona muy le¨ªda, que sabe mucho¡ Eso es lo que yo pienso de la gente que ha escrito un libro. Debe ser dif¨ªcil¡ parecer inteligente¡?
Silencio. El comentario est¨¢ envenenado por cada esquinita, por cada palabra, yo lo s¨¦. La presencia de dos cuerpos masculinos (incluso aunque haya un cuerpo querido) se me hace ahora irritante. ?Por qu¨¦ estoy ah¨ª sentada y por qu¨¦ me siento tan mal? Por un momento me veo a m¨ª misma desde afuera como a una persona rid¨ªcula que han dejado en una mesa con dos desconocidos.?
Una m¨¢s.
¡ª No te vendas tan mal, ?mujer! Yo te sugiero que tengas algo mejor preparado para la pr¨®xima vez.?
Y acaba:?
¡ª Qu¨¦ gracia. Eres tan poco escritora (risas).
?l remata con lo que para m¨ª es una muestra m¨¢s de humillaci¨®n, una prueba m¨¢s de que ante todo no me est¨¢ tomando en serio. Creo que dejo de hablar en toda la noche y pongo cara seria estilo Aubrey Plaza (una cara que considero se me da excepcionalmente bien). Despu¨¦s del encuentro, agradezco no tener que explicar qu¨¦ ha pasado a nadie. Otra vez esa sensaci¨®n: caminar como si hubieras suspendido un examen. Y dos preguntas: ?Qu¨¦ pinta tiene una escritora? ?Llevar¨¢n las escritoras crop top??
Solo con los a?os voy dando forma al acontecimiento: un hombre que acababa de conocer me rega?¨® por no explicar bien mi propio libro.?
Estos d¨ªas, despu¨¦s del fragmento viral de First Dates, en el que un chico trataba de forma paternalista a una chica por sus muy b¨¢sicos ¡ªseg¨²n ¨¦l¡ª conocimientos de medicina, no pod¨ªa dejar de pensar en otras mesas, en otros hombres, en otras veces yo ah¨ª sentada, asistiendo a esa coreograf¨ªa del hombre que te explica cosas: el arqueamiento de cejas, preguntas de trivial con tono de maestro, alguna concesi¨®n rid¨ªcula (?muy bien, muy bien¡ s¨ª que sabes cosas, ?eh!?). En c¨®mo son capaces de hacernos dudar, de desmantelarnos. Incluso aceptando que el v¨ªdeo de First Dates tiene una parte l¨®gica de dramatizaci¨®n televisiva, el resultado es el mismo: captura esa sensaci¨®n de interrogatorio para empeque?ecerte.
Admiro la capacidad de la chica del v¨ªdeo en responder. A m¨ª me ha pasado siempre lo contrario: en momentos as¨ª, ?me quedo sin informaci¨®n, sin imaginaci¨®n! Siempre se me dieron mal las preguntas del tipo cu¨¢l es tu color favorito o qu¨¦ libro tienes en la mesita de noche. Me veo a m¨ª misma buscando en Google algo con lo que reaparecer de nuevo (?retomando el tema anterior, quisiera decirte¡?). Me veo a m¨ª misma verificando en casa cosas que ya sab¨ªa, maldici¨¦ndome por no haberle humillado de vuelta; rectific¨¢ndoles a ellos, a todos ellos, desde la cama.
El libro de?Los hombres me explican cosas,?de Rebecca Solnit, tiene ya m¨¢s de diez a?os pero sigue siendo una pieza clave en la articulaci¨®n del feminismo contempor¨¢neo. Solnit puso nombre a a esa sensaci¨®n de haber suspendido, entendiendo que la arrogancia de los hombres era estructural a las din¨¢micas de g¨¦nero por mucho que evidentemente existan tambi¨¦n mujeres arrogantes y paternalistas. ¡°Todas las mujeres saben de lo que estoy hablando, es esta arrogancia que hace las cosas m¨¢s dif¨ªciles (¡) que las impide expresar una opini¨®n (¡) las que las empuja a callarse indic¨¢ndoles que este no es su mundo. Nos entrenan para dudar de nosotras mismas y nos limitan; de la misma forma que esta arrogancia ejercita ese exceso de confianza en los hombres¡±. Es decir, que de esas conversaciones inc¨®modas, uno sale inquietantemente fortalecido (incluso aunque no haya ni una sola pista de que sea una persona muy brillante) y la otra m¨¢s debilitada para una futura interacci¨®n. No se trata de un simple cretino, que tambi¨¦n, sino de una f¨®rmula que se repite y que tiene mucho que ver con la humillaci¨®n y con la inferioridad hist¨®rica de las mujeres.
De esas conversaciones inc¨®modas, uno sale inquietantemente fortalecido (incluso aunque no haya ni una sola pista de que sea una persona muy brillante) y la otra m¨¢s debilitada para una futura interacci¨®n.
Mona Chollet dedica un cap¨ªtulo en su ensayo?Reinventar el amor: c¨®mo el patriarcado sabotea nuestras relaciones heterosexuales?a la dominaci¨®n masculina y a c¨®mo las parejas heterosexuales est¨¢n construidas desde esta subordinaci¨®n intelectual. El libro recupera la historia de bell hooks, a quien su marido dej¨® en cuanto ella se doctor¨® y consigui¨® una plaza en una de las mejores universidades de EE.UU. ¡°Mis ambiciones le parec¨ªan bien mientras solo fueran eso: ambiciones¡±, sintentiz¨® hooks. De modo que esta arrogancia con la que se pavonean tant¨ªsimos hombres ¡ªsobre temas que saben y sobre temas de los que no saben¡ª tiene mucho que ver con este rol heredado: ellos son los que saben y ellos son los que ense?an (y cuando se invierte esto puede pasar que lo lleven fatal). Y no solo eso: nosotras mismas, en algunas ocasiones, asumimos ¡°nuestra funci¨®n¡±, hacemos lo que se espera de nosotras, acobardadas o deleitadas ante sus historias importantes de hombres importantes. He tardado unos 30 a?os en asumir que tengo serios d¨¦ficits en algunas de relaciones con hombres heterosexuales: o me estorban, o les quiero fascinar en un autom¨¢tico y est¨²pido flirteo, casi como una reacci¨®n desesperada a todo lo anterior. Como si quisiera lig¨¢rmelos solo para que no me arqueen las cejas (como si no fueran a hacerlo igualmente). Reivan Leilani lo resume bien en?Brillo: ¡°No s¨¦ explicar por qu¨¦ siempre me he sentido obligada a impresionar a los hombres que incluso no me quiero follar, pero me incomoda la posibilidad de que ese hombre al que no conozco y al que no vuelva a ver jam¨¢s sienta pena por m¨ª¡±.?
Algunas mujeres, recuerda Chollet, se sienten tentadas a adoptar voz de beb¨¦ sexy frente a los hombres (hay estudios que se han encargado de analizar eso) y creo es una buena imagen, en cierto modo brutal, para ejemplificar el peso que tiene esta relaci¨®n de fuerzas entre hombres y mujeres; y c¨®mo estas se manifiestan en los roles que interpretamos, y hasta en nuestras fantas¨ªas. Recuerdo que la divulgadora de cultura de internet Estela Ortiz, en una conversaci¨®n a prop¨®sito del deseo y la atracci¨®n, explicaba que a veces ten¨ªa la tentaci¨®n de rebajarse, de hacerse inferior, como si demostrarlo todo de una pudiera intimidarlos demasiado.
En?Brillo,?la protagonista mantiene una relaci¨®n con un hombre mayor ¡ªun patr¨®n de relaci¨®n que sigue siendo muy frecuente y cuyo ep¨ªtome m¨¢s divertido sea el meme de Too Old For Leo¡ª. La novela ejemplifica bien c¨®mo algunos hombres aprovechan la diferencia de edad para ser m¨¢s arrogantes, para sentirse con el derecho de explicarte m¨¢s cosas.?Eres muy madura para tu edad, pero deja que te cuente.?La historia tambi¨¦n puede suceder al rev¨¦s, claro, como describe?El Final de la Historia?de Lydia Davis, una novela en que la mujer es doce a?os mayor que el hombre. La protagonista explica que a ¨¦l le averg¨¹enza o le molesta que ella sea la que sepa m¨¢s de los dos, y eso es fuente de algunos problemas. Tambi¨¦n expresa en un momento que la inteligencia de ella es, en cierto modo, experiencia: ¡°No estaba acostumbrada a saber m¨¢s que mi interlocutor. Ni a creer que sab¨ªa mucho. Sab¨ªa m¨¢s por la ¨²nica raz¨®n de que yo hab¨ªa vivido doce a?os m¨¢s que ¨¦l (¡) Mis conocimientos eran m¨¢s amplios, pero no porque me hubiera preocupado de adquirirlos y cultivarlos, como ¨¦l hac¨ªa, sino porque se hab¨ªan acumulado en m¨ª incluso en contra de mi voluntad¡±. No hace falta incidir demasiado en que todo esto no va de que te expliquen cosas (a m¨ª me encanta que me expliquen cosas), el tema est¨¢ en persistir en la humillaci¨®n del otro. En la crueldad.?
Sent¨ªa, de m¨¢s joven sobre todo, cierto placer en el aplastamiento, en sentir que merec¨ªa una lecci¨®n: ¡°Tiene todo lo que me falta a m¨ª, esa soltura, esa labia, una vida llena de cosas importantes (¡) Callarme y sacar provecho, absorber como una esponja todo lo que pone a mi alcance, sus gustos, sus ideas (¡) Puede que eso sea el amor, dejarme chupar as¨ª, dejar que me aplaste un peque?o burgu¨¦s¡±, de este modo, por ejemplo, describ¨ªa Annie Ernaux en los?Armarios Vac¨ªos?esa idolatr¨ªa hacia el hombre que acabar¨ªa siendo su marido; lo miraba as¨ª por ser hombre, pero tambi¨¦n, y quiz¨¢s sobre todo en este caso, por ser un burgu¨¦s con capital cultural. Parece mentira que yo experimentara parecido 30 a?os despu¨¦s de la publicaci¨®n de ese libro, en 1974, siendo ya Ernaux una sexagenaria y yo una tipa de 20 a?os. ?Su aplastamiento era el m¨ªo! Y, luego, andar¨ªa desquit¨¢ndome de todo eso, como quien se cura de una enfermedad (una enfermedad terriblemente heterosexual pero que afecta no solo a heterosexuales). Creo que estoy en el proceso de algo: cada vez estoy m¨¢s convencida de que todos somos un fraude y algo impostores, de modo que nada me resulta menos sexy que alguien que finge lo contrario.?
No hace falta incidir demasiado en que todo esto no va de que te expliquen cosas (a m¨ª me encanta que me expliquen cosas), el tema est¨¢ en persistir en la humillaci¨®n del otro. En la crueldad.?
De un tiempo a esta parte, estoy experimentando, adem¨¢s, una especie de nueva modalidad: del hombre que te explica cosas al hombre que te elogia cosas. El Gran Adulador?ha entendido que?hay que tomarse a las mujeres en serio,?pero a¨²n no sabe c¨®mo hacerlo. ?No est¨¢ acostumbrado! En toda admiraci¨®n absurda, detr¨¢s de cualquier exaltaci¨®n de una obviedad, hay en el fondo un tipo asombrado de que sepas hablar y contar y explicar, y eso tambi¨¦n es muy inquietante.?
El v¨ªdeo de First Dates concluye con el chico diciendo que lo m¨¢ximo que puede ?brindar? ¨¦l a esa chica es una amistad, y ella se la rechaza. Por supuesto no lo quiere ni de amigo. Me parece una excelente noticia: ojal¨¢ cada vez menos chicas deseen ser aplastadas, cada vez m¨¢s capaces de verles a estos chicos la trampilla y la carcasa. Despojados de ese misterio banal y de toda la gracia, no queda nada.?
Estamos en ello.?