Todos los secretos y posibles significados de la capa ¡°frambuesa¡± y el vestido negro de la reina Letizia en el barroco retrato de Annie Leibovitz
Ambas piezas son de Balenciaga, cuya relaci¨®n con la realeza es antigua: las reinas Victoria Eugenia y Mar¨ªa Cristina eran clientas suyas y fue el dise?ador del vestido de novia de Fabiola de B¨¦lgica
Que Crist¨®bal Balenciaga eclipse, aunque sea por unas horas, las calamidades de la actualidad es una buena noticia. Esto ha ocurrido el martes, cuando se han hecho p¨²blicos los retratos realizados por la fot¨®grafa Annie Leibovitz al rey Felipe VI y a la reina Letizia. En el d¨ªptico hay tres protagonistas, o, quiz¨¢s, cuatro; o mejor, cinco. Estos son los dos monarcas, la propia Leibovitz, un personaje perteneciente a la cultura pop de los ¨²ltimos 30 a?os, el Sal¨®n de Gasparini del Palacio Real de Madrid y el que quiz¨¢s sea, con permiso de los Reyes, el m¨¢s importante: Balenciaga. Sobre la monarqu¨ªa puede haber dudas, sobre Balenciaga, ninguna.
Por eso, porque su autoridad es incontestable, la elecci¨®n parec¨ªa obvia, pero no ten¨ªa por qu¨¦ serlo. Todas las buenas ideas parecen sencillas. La decisi¨®n de optar por dos piezas vintage del modista de Getaria desactiva varios peligros: el de elegir a un dise?ador contempor¨¢neo en detrimento de otros, el de que el retrato caduque y el de ser objeto de cr¨ªticas. Se puede criticar a la fot¨®grafa y el presupuesto cobrado (137.000 €) que pag¨® el Banco de Espa?a, e incluso el resultado final, pero la obra de Balenciaga es intocable. Ofrece solidez y pathos, lo que la monarqu¨ªa, en estos tiempos convulsos, requiere.
Adem¨¢s, contar con Balenciaga evita algo m¨¢s: la imposibilidad de la imitaci¨®n que, como escribe Ren¨¨ K?nig en La moda en el proceso de civilizaci¨®n, ¡°solo entra en acci¨®n cuando el orden de clases se desintegra¡±. No es el caso en Espa?a, donde la clase media se desdibuja y los extremos se extreman. Estos retratos se desmarcan de los realizados por Cristina Garc¨ªa Rodero con motivo del 40? cumplea?os de do?a Letizia. Ella fotografi¨® una familia burguesa en el jard¨ªn de una casa ¨ªdem y, en cambio, Leibovitz ha fotografiado, sin complejos, a dos monarcas en un palacio. En cada cent¨ªmetro de las im¨¢genes que, desde hoy, se exponen en el Banco de Espa?a, aunque no aparezca ninguna corona, hay majestad. Las fotograf¨ªas de los Reyes est¨¢n repletas de mensajes y hay uno claro: su reino no es de este mundo, aunque se escapen a unos multicines a ver Gladiator 2.
Las dos piezas elegidas por la Reina y su estilista proceden de una colecci¨®n privada con sede en Sabadell, la Fundaci¨® Antoni de Montpalau, de ah¨ª que se hayan podido prestar. Su director, cofundador, vicepresidente y antiguo cr¨ªtico de arte de EL PA?S Catalu?a, Josep Casamartina Parassols, explica la historia del vestido y la capa que, aunque lo pudiera parecer, no se pensaron para formar un conjunto. El vestido negro lucido por la Reina (circa 48-50), tiene escote ba?era y est¨¢ realizado en tul y drapeado de arriba abajo rematado con un volante. Es un corte sirena ¡°pero no sirena como los de ahora, m¨¢s delicado¡±, detalla, paciente, Casamartina en un d¨ªa fren¨¦tico para ¨¦l. Fue cosido para Maria Junyent, sobrina de Oleguer Junyent, escen¨®grafo del Liceo, pintor y coleccionista. La familia viv¨ªa cerca del taller de Balenciaga en Barcelona, que, en aquella ¨¦poca, atravesaba un momento dif¨ªcil porque acababa de morir su amor, Wladzio D¡¯Attainville. Se ha escrito que fue, a partir de ese momento, cuando el modista lanz¨® una colecci¨®n de color negro, en la que se enmarcar¨ªa este vestido; sin embargo, parece que no es del todo cierto. As¨ª lo confirma Mar¨ªa Fern¨¢ndez-Miranda, autora del libro El enigma Balenciaga (Plaza y Jan¨¦s, 2023). La escritora explica: ¡°El negro de El Greco era un color muy importante en la paleta crom¨¢tica de Balenciaga desde el principio de su carrera, aunque me temo que aqu¨ª hay bastante leyenda. Despu¨¦s de la muerte de Wladzio hab¨ªa negro y otros colores mucho m¨¢s alegres: verde esmeralda, rojo, amarillo, azul...y antes de la muerte de Wladzio, tambi¨¦n¡±.
Si la fotograf¨ªa de Annie Leibovitz tiene un n¨²cleo es, precisamente, la capa de color que luce la Reina. El director de la fundaci¨®n insiste que es ¡°frambuesa y no roja y es una pena que no se vea completa, porque tapa casi la cabeza¡±. Esta joya era parte de un conjunto que inclu¨ªa un vestido color marfil y que, y aqu¨ª viene un gui?o importante en unas fotograf¨ªas llenas de ellos, se dise?¨® para la boda de Juan Carlos y Sof¨ªa, celebrada en 1962 en Atenas. La capa est¨¢ realizada en gazar, un tejido que la casa Abraham cre¨® en 1957 para Balenciaga. Ambas prendas forman un conjunto seminal en la obra de Balenciaga y fueron cosidas para la condesa de Torroella de Montgr¨ª y marquesa de Robert, Mar¨ªa del Carmen Ferrer-Cajigal de Robert. El vestido beige se descart¨® y la Reina y su estilista, Eva Fern¨¢ndez, optaron por llevarla junto al vestido negro. La relaci¨®n de Balenciaga con la realeza espa?ola viene de muy atr¨¢s: las reinas Victoria Eugenia y Mar¨ªa Cristina eran clientas suyas y fue el dise?ador, como saben hasta quienes no conocen a Balenciaga, del vestido de novia de Fabiola de B¨¦lgica. Tambi¨¦n fue el autor del de Carmen Mart¨ªnez-Bordi¨² que, aunque lo intentaran, no logr¨® reinar.
El resultado tiene drama, espa?olidad y un festival de influencias. En la imagen de la Reina se concentran el mencionado negro de El Greco, la riqueza y la sacralidad de Zurbar¨¢n, la tradici¨®n espa?ola del retrato real encabezada por Goya y Vel¨¢zquez y la sensibilidad de la moda de Singer Sargent y su gusto por la piel; tambi¨¦n vemos en ¨¦l a Lisa Fonssagrives, la est¨¦tica de las divas del cine cl¨¢sico y la alfombra roja de Cannes. Su ultra producci¨®n tambi¨¦n nos recuerda a la perfecci¨®n de la IA, pero ah¨ª est¨¢n las estrat¨¦gicas canas de la Reina y el volumen de Balenciaga para recordarnos que esa sesi¨®n de fotos fue real y se realiz¨® el 7 de febrero en el Palacio Real de Madrid.
Hablemos de volumen: la moda es un sistema de signos y no es necesario haber le¨ªdo a Barthes ni a Saussure para saberlo. La ropa es tambi¨¦n una extensi¨®n del yo y cuanto m¨¢s espacio se ocupa, m¨¢s poder se demuestra: solo hay que ver los ropajes del alto clero. En estas fotograf¨ªas hay un claro deseo de tener presencia, por eso, la elecci¨®n de un conjunto con elaborado con muchos metros de tela. Todo en estas im¨¢genes es artificio, porque pocas cosas hay m¨¢s artificiales que la monarqu¨ªa. Y tambi¨¦n porque la Leibovitz se mueve con comodidad en lo antinatural. Quiz¨¢s no hay corona, pero s¨ª hay joyas de pasar de Ansorena. No hay bordados en piedras preciosas, pero s¨ª un vestido de valor incalculable. La luz que rodea a Felipe VI es oscura, la habitaci¨®n en la que posa Letizia est¨¢ iluminada por el reflejo que entra a trav¨¦s de una ventana. Cada detalle importa: se ha elegido a una mujer norteamericana como autora de las fotograf¨ªas, a un modista vasco cuyo trabajo se custodia en Catalu?a y fue cosido para dos mujeres catalanas. La moda es un sistema de comunicaci¨®n muy eficaz. Mientras que el Rey (que lleve el uniforme de capit¨¢n general del Ej¨¦rcito de Tierra le coloca en otro lugar, m¨¢s solemne) aparece est¨¢tico, la Reina aparece capturada en movimiento, como una celebridad. Letizia Superstar. En una ¨¦poca en la que todos somos celebridades durante tres minutos, quiz¨¢s las reinas sean las estrellas definitivas. Y, aunque las modas pasen y vuelvan y los dise?adores bailen entre sillas, Balenciaga sigue siendo el rey.