As¨ª escenificaron Melania Trump y Jill Biden la guerra simb¨®lica por la mascarilla entre los candidatos
Melania Trump y Jill Biden aparecieron antes del inicio del debate con una diferencia notable en el rostro: la decisi¨®n de llevarlo cubierto o no esconde un mensaje pol¨ªtico.
El d¨ªa de 2016 que Joe Biden decidi¨® anunciarle al mundo que no iba a presentarse como candidato a la presidencia de los Estados Unidos en su corbata luc¨ªa los mismos colores que anoche. Ese d¨ªa, el entonces?vicepresidente protagoniz¨® un inc¨®modo -o simp¨¢tico, seg¨²n se mire- momento de alineaci¨®n estil¨ªstica con el que entonces era su jefe, el Presidente Obama. Ambos aparecieron luciendo el mismo complemento al cuello. El New York Times se hizo eco de la la coincidencia ...
El d¨ªa de 2016 que Joe Biden decidi¨® anunciarle al mundo que no iba a presentarse como candidato a la presidencia de los Estados Unidos en su corbata luc¨ªa los mismos colores que anoche. Ese d¨ªa, el entonces?vicepresidente protagoniz¨® un inc¨®modo -o simp¨¢tico, seg¨²n se mire- momento de alineaci¨®n estil¨ªstica con el que entonces era su jefe, el Presidente Obama. Ambos aparecieron luciendo el mismo complemento al cuello. El New York Times se hizo eco de la la coincidencia como una se?al de alineamiento ideol¨®gico y una prueba de lealtad, o al menos de proximidad total. ?La elecci¨®n de indumentaria fue vista, al menos en las redes sociales, como la prueba visual de que Mr. Biden es, efectivamente, un digno portador de la bandera de la Administraci¨®n Obama y de que los dos pol¨ªticos tienen una estupenda relaci¨®n laboral y forman un equipo. Es dudoso que planearan esta coincidencia, y sin embargo, parece obvio que piensan parecido?, coment¨® entonces en una elaborada pieza el periodista especializada en moda y semi¨®tica Vanessa Friedmann.
Era aquellos tiempos en los que el tono del discurso pol¨ªtico y la placidez de la escena p¨²blica permit¨ªan pararse en este tipo de detalles con un cierto sentido del humor. El escenario ya no es ese, pero las herramientas de comunicaci¨®n de los candidatos siguen siendo las mismas. Y en Estados Unidos, donde la Primera Dama juega un papel p¨²blico mucho m¨¢s activo que en otras democracias del mundo,? ?la esposa? sigue siendo utilizada como tal.
Anoche, tanto Melania Trump como Jill Biden hicieron un discret¨ªsimo acto de presencia en el debate presidencial, al arranque de la sesi¨®n, pero las diferencias semi¨®ticas en la puesta en escena de una y otra se hicieron tan obvias en el corto espacio de tiempo en el que las c¨¢maras pudieron capturarlas que merece la pena destacarlas.
Melania apareci¨®, como siempre, subida a sus preceptivos Louboutin y vestida con un traje de chaqueta de raya dipl¨®m¨¢tica, ese cl¨¢sico que Yves Saint Laurent permiti¨® ponerse a las mujeres por primera vez en los a?os setenta, y una camisa blanca id¨¦ntica a la de su marido (quien llevaba en el rostro exactamente la misma cantidad de maquillaje que ella), lo que subrayaba un subtexto de poder en el que el propio escenario en el que iba a tener lugar el debate jugaba a favor de la pareja presidencial: todos los colores estaban en l¨ªnea con la ropa elegida por ambos.
Por su parte, Jill Biden hizo acto de presencia con una elecci¨®n de vestuario much¨ªsimo m¨¢s femenina, en el sentido convencional de la palabra: un vestido de raso verde que combin¨® con unos estiletos Rockstud de Valentino, ese modelo con tachuelas que hizo furor entre las seguidoras de la moda hace ya m¨¢s de cinco a?os.
Pero el detalle que las diferenciaba no estaba ni en el cuerpo ni en los pies, sino en la cara. Mientras que Melania Trump se present¨® con el rostro totalmente descubierto, Jill Biden apareci¨® con la mascarilla puesta. De hecho, la esposa del candidato a la Presidencia de los Estados Unidos, se atrevi¨® a hacer muestras p¨²blicas de cari?o a su esposo con ella puesta.
Este uso de la mascarilla no es en absoluto casual, dado que en Estados Unidos se ha generado en los ¨²ltimos meses un encendid¨ªsimo debate en torno a la idea de si pon¨¦rsela supone una limitaci¨®n a las libertades individuales a la que parecen estar mucho menos dispuestos los votantes republicanos que los dem¨®cratas.
Tan importante es este ?detalle? que Trump convirti¨® el uso de la mascarilla por parte de los Biden en una de las l¨ªneas de ataque a su contrincante. A lo largo del debate le reproch¨® pon¨¦rsela en exceso e incluso se mof¨® de ¨¦l por ello: ?Cada vez que le vemos [a Biden] lleva una mascarilla. Podr¨ªa estar hablando a doscientos metros de ti y a¨²n as¨ª, llevar¨ªa puesta la mascarilla m¨¢s grande que jam¨¢s haya visto?. El exvicepresidente y nuevo candidato o ocupar la Casa Blanca argument¨® que ?se hubiesen salvado m¨¢s de 100.000 vidas desde enero si todo el mundo se la pusiera?. Le falt¨® a?adir: ?Como hace mi esposa?.
Por lo dem¨¢s, el otro elemento visual estrella de la noche fue la corbata.
Anoche, Biden apareci¨® en el cuadril¨¢tero de Cleveland dispuesto a intentar ser presidente con los mismos colores que cuando renunci¨® a serlo, aunque esta vez no era el azul el que mandaba sobre el blanco. Al contrario: la corbata elegida en esta ocasi¨®n era una de contrastadas bandas que le daban un aspecto absolutamente antag¨®nico frente a la del Presidente. Y precisamente es era la intenci¨®n. Si la alineaci¨®n con Obama era clara, en el crispad¨ªsimo debate de anoche, la discordancia con el presidente republicano se hizo obvia en todos los aspectos.?Biden se decant¨® por los colores de los New York Yankees. Trump por los de la bandera confederada. Norte y Sur.
En ninguno de los dos casos se trata de una opci¨®n usual. El color de la corbata, de la camisa y del traje son elementos que desde aquel sonado debate Kennedy-Nixon en el que supuestamente el segundo perdi¨® las elecciones por una mala elecci¨®n de ropero ning¨²n presidente o candidato a serlo se toma a la ligera. En aquella ocasi¨®n, al mundo le qued¨® bien claro a qu¨¦ se refer¨ªa David Ogilvy, el gran pope de la publicidad y la propaganda, cuando dijo ?todo comunica?. Sin embargo, la opci¨®n de colores mezclados por la que se han decantado tanto Biden como Trump no es usual: desde el a?o 2000 ha sido la norma ver a los candidatos alternar en los debates los colores rojo y azul. Seg¨²n datos de Eldorado, extra¨ªdos de un estudio realizado con informaci¨®n de la CNN y Gallup, desde 2004 hasta 2016 la mayor¨ªa de las corbatas que se vieron en debates fueron rojas (55%) y azules (41%). Las de rayas solo llegaron al 5%.
Los expertos en psicolog¨ªa del color suelen se?alar que el azul se asocia a la sabidur¨ªa, la verdad, la lealtad, la seguridad, la reponsabilidad y la calma, mientras que el rojo es una llamada de atenci¨®n y simboliza poder, hegemonia, dominaci¨®n. Los ?estados rojos? se asocian normalmente con los Republicanos, mientras que los azules, lo hacen con los Dem¨®cratas. Eso no significa, ni mucho menos, que los republicanos renuncien al azul ni los dem¨®cratas al rojo. De hecho, cuando le lleg¨® el turno a Hillary Clinton, la corbata ya no entraba en liza, pero el rojo pas¨® a ser en uno de sus colores favoritos, tanto, que casi lleg¨® a convertirse en un meme.
Sirva esta alusi¨®n a la ?esposa de Bill Clinton? como recordatorio de que las Primeras Damas no solo son ?instrumentos de comunicaci¨®n?: a veces acaban llegando a la carrera presidencial.