Sexo, homosexualidad y sida: la improbable historia de ¨¦xito de ¡®Las chicas de oro¡¯
La Am¨¦rica de Trump se prepara para un reboot de la serie. As¨ª fue c¨®mo una guionista llamada Susan Harris habl¨® de temas sociales a los Estados Unidos de Reagan.
A principios de los a?os ochenta era una regla ampl¨ªsimamente aceptada en la televisi¨®n que la gente vieja no es sexi ni cool y que los espectadores m¨¢s j¨®venes no quieren verles hablar de sus problemas. Aquel era un mundo en el que ganaba las elecciones Ronald Reagan y ten¨ªa sentido que triunfasen productos audiovisuales como ...
A principios de los a?os ochenta era una regla ampl¨ªsimamente aceptada en la televisi¨®n que la gente vieja no es sexi ni cool y que los espectadores m¨¢s j¨®venes no quieren verles hablar de sus problemas. Aquel era un mundo en el que ganaba las elecciones Ronald Reagan y ten¨ªa sentido que triunfasen productos audiovisuales como Dinast¨ªa, que ofrec¨ªan un explosivo e imbatible c¨®ctel de belleza, poder, grandes fortunas, estilismos sofisticados, intrigas y energ¨ªa sexual. Pero las probabilidades de que un programa con un casting compuesto por cuatro mujeres jubiladas que viv¨ªan juntas y resolv¨ªan sus cuitas personales comiendo tarta de queso en torno a la mesa de una cocina se convirtiese en un enorme ¨¦xito de audiencia eran muy bajas. Sin embargo, se produjo el milagro.
Hace apenas dos semanas se hizo p¨²blico el anuncio de que Netflix, en plena era Trump, tiene en marcha ya un reboot de Las chicas de oro que contar¨¢ entre sus protagonistas a Cindy Lauper y a Jane Lynch. No es la primera vez que una cadena intenta reeditar el ¨¦xito de aquella serie: desde que se dej¨® de emitir se han hecho remakes en siete pa¨ªses diferentes. Todos han sido un fracaso. La apuesta suena arriesgada incluso para 2019, el tiempo en que las grandes plataformas dan oportunidades a los productos m¨¢s extra?os, el frenes¨ª seri¨¦filo hace que pr¨¢cticamente todo sea consumible e ¡°inclusividad¡± es la palabra de moda. Pero a principios de los ochenta, hac¨ªa falta la clarividencia de un visionario para regalarle una oportunidad a una idea as¨ª, y daba la casualidad de que al frente de la NBC hab¨ªa uno, Brandon Tartikoff, la persona detr¨¢s de otros ¨¦xitos como La ley de Los ?ngeles,?Corrupci¨®n en Miami,?Canci¨®n triste de Hill Street?o?Cheers.
Todo empez¨® en una una convenci¨®n de afiliados de la cadena. Miami Vice y su narcomundo colorido era un gran ¨¦xito en aquel momento y durante las reuniones se proyect¨® un corto humor¨ªstico titulado Miami Nice, en el que dos viejecitas hac¨ªan las veces de Sonny Crocket y Ricardo Tubbs. Ah¨ª fue donde al productor y guionista Paul Junger Witt y a otros ejecutivos de la cadena se les encendi¨® la bombilla: ?Y si hacemos un show con mujeres de ¡°una cierta edad¡±? Tambi¨¦n se ambientar¨ªa en Miami, pero en esta ocasi¨®n, en un id¨ªlico chalecito. Cuando Junger Witt se lo propuso a uno de los guionistas con el que trabajaba habitualmente ¨¦l declin¨® la oferta. Entonces tuvo claro inmeditamente qui¨¦n s¨ª comprender¨ªa todo el potencial que aquello conten¨ªa. ¡°Cuando llegu¨¦ a casa se lo cont¨¦ a Susan y ella se entusiasm¨®¡±. Susan es Susan Harris, esposa de Junger Witt y verdadera creadora de Las chicas de oro. Una mujer que hab¨ªa firmado, entre otras cosas, una serie llamada Maude (protagonizada por Bea Arthur, quien despu¨¦s ser¨ªa una chica de oro) que conten¨ªa un revolucionario cap¨ªtulo en el que se hac¨ªa de forma expl¨ªcita apolog¨ªa del aborto y que en 1972 recibi¨® un premio Humanitas (algo as¨ª como el Pulitzer de la televisi¨®n estadounidense) por su defensa de las libertades.? ?
Harris cont¨® el a?o pasado a Vulture, con motivo del 20? aniversario de la serie, c¨®mo se embarc¨® en el proyecto: ¡°En aquel momento yo ya hab¨ªa dejado de escribir y no ten¨ªa ninguna intenci¨®n de volver a hacerlo, pero cuando Paul me dijo que estaban pensando en mujeres ¡®un poco m¨¢s mayores¡¯ como protagonistas, eso me atrap¨®¡±. La cuesti¨®n era qu¨¦ significaba exactamente ¡®un poco m¨¢s mayores¡¯: ¡°Yo me imaginaba mujeres de entre sesenta y setenta, pero fuimos a la cadena y nos encontramos con que? se estaban refiriendo a mujeres de cuarenta, lo que me result¨® alucinante, porque esa era exactamente la edad que yo ten¨ªa en ese momento. As¨ª que intentamos llegar a una soluci¨®n de consenso, en la que las protagonistas ser¨ªan unas mujeres de entre cincuenta y sesenta aunque sus edades no se revelar¨ªan nunca¡±. Cuando le presentaron el piloto a Tartikoff, la reacci¨®n fue un¨¢nime: ¡°Filmadlo ya¡±. El siguiente paso era el casting: ¡°Yo ten¨ªa en mente s¨ª o s¨ª a Bea Arthur cuando escrib¨ª a Dorothy. Creo que incluso cuando hice el piloto, para describir al personaje puse ¡®una mujer del estilo de Bea Arthur¡±. Dorothy era una antigua profesora suplente de literatura americana, divorciada, con tendencia al sarcasmo m¨¢s hiriente. Ella era la cabal. ¡°Cuando vino Betty White [Rose] la probamos para el papel de Blanche pero yo dije, ¡®Betty ya ha hecho este papel en el show de Mary Tyler Moore, ?por qu¨¦ no le damos a Rose?¡±. Rose era una campesina de Saint Olaf, Minnesotta, con una capacidad inefable para contar absurdas historias sin moraleja. Ella era la tierna y bonachona. ¡°As¨ª que le dimos Blanche a Rue [McClanahan]¡±. Blanche era la due?a de la casa que todas compart¨ªan, una belleza sure?a criada en Georgia que segu¨ªa teniendo una vida sexual muy activa que describ¨ªa con todo lujo de detalles. Ella era la viuda alegre. ¡°Por ¨²ltimo, encontramos a Sophia en Nueva York. Uno de los productores ejectutivos me llam¨® y me dijo: ¡®?La tengo!¡±. Stelle Getty interpretar¨ªa a la madre de Dorothy (aunque en la vida real ten¨ªa pr¨¢cticamente la misma edad que Bea Arthur) una anciana siciliana con un sentido del humor tan ¨¢cido como el de su hija y una capacidad de storytelling ejemplarizante digna de sus or¨ªgenes italianos. Ella era la gru?ona. Al principio, en el reparto hab¨ªa tambi¨¦n un cocinero gay, pero lo eliminaron ¡°porque era demasiado lioso desarrollar tantos personajes complicados¡±, ha contado Harris. Por primera vez, una serie presentaba cuatro arquetipos femeninos perfectamente definidos, estableciendo un patr¨®n que luego se ha repetido en numerosas ocasiones, desde Sexo en Nueva York a Girls.
Cuando el piloto se present¨®, las posibles dudas que pudiesen tener a¨²n los jefazos de la NBC se disiparon totalmente: ¡°La reacci¨®n fue extraordinaria. Hubo una ovaci¨®n cerrada. Bruce Paltrow [s¨ª, el padre de Gwyneth], entonces directivo de la cadena, dijo que aquel era el mejor piloto que hab¨ªa visto en su vida¡±. Le encagaron 12 cap¨ªtulos de una sola vez.
Lo extraordinario de Las chicas de oro no era solo la edad de sus protagonistas, sino tambi¨¦n el sentido de la amistad de aquellas cuatro mujeres, que dieron lecciones de sororidad a un mundo que no hab¨ªa escuchado todav¨ªa esa palabra y promovieron un modelo de familia en un pa¨ªs donde parec¨ªa que solo una era la correcta. Eso era, de hecho, lo m¨¢s novedoso: la frontalidad con la que abordaban los m¨¢s peliagudos temas sociales y el corrosivo sentido del humor con el que se hac¨ªa.
Por ejemplo, est¨¢ ese episodio en el que Blanche descubre que su hermano Clayton es gay y est¨¢ casado con un hombre llamado Doug. Es la anciana Sophia quien tiene que convencer a la prom¨ªscua Blanche, quien sorprendentemente tiene dejes hom¨®fobos, de que no hay nada de malo en ello.
Sophia: Blanche, he estado pensando en Clayton y Doug y tengo una pregunta
Blanche: ?Cu¨¢l?
Sophia: ?Por qu¨¦ tienen pezones los hombres?
Blanche: No tengo ni la menor idea
Sophia: Crees que podr¨ªa ser porque Dios tiene sentido del humor y no es tan mojigato como todos nosotros
Blanche: Para ti es muy f¨¢cil hacer bromas Sof¨ªa, no es tu hermano el que se ha casado con un hombre. Mira, puedo aceptar el hecho de que sea gay, pero, ?por qu¨¦ tiene que ponerle un anillo a ese tipo para que todo el mundo lo sepa?
Sophia: ?Por qu¨¦ te casaste con George?
Blanche: Porque nos quer¨ªamos y quer¨ªamos comprometernos para toda la vida y que todo el mundo lo supiese.
Sophia: Eso es lo mismo que quieren hacer Doug y Clayton. Todos queremos envejecer al lado de alguien, ?y no deber¨ªamos todos tener esa oportunidad?
Blanche: Sophia, creo que veo a d¨®nde quieres llegar.
Sophia: No, no creo que lo hagas¡ Blanche, ?quieres casarte conmigo?
Blanche: Gracias, Sophia. Voy a hablar con ellos.
Sophia: Me parece bien. ?Pero dame una respuesta pronto! ?No te voy a esperar toda la vida!
O este otro en el que la c¨¢ndida Rose se hace una transfusi¨®n de sangre y cree que podr¨ªa haberse contaminado con el virus del sida y Blanche hace un discurso progresista.
Blanche: ?Qu¨¦ haces Rose?
Rose: Nada, estoy aqu¨ª sentada d¨¢ndome cabezazos por no haber cuidado m¨¢s mi ves¨ªcula y por haber ido a ese hospital a que me hicieran esa operaci¨®n y por haberles dejado que me pusieran sangre sin mi consentimiento y sin haberme dicho: ¡°Oye, que esto a lo mejor te mata¡±
Blanche: ?Oh, Rose! ?Tranquil¨ªzate!
Rose: ?Por qu¨¦ no deja todo el mundo de decirme eso? No tengo ganas de tranquilizarme. ?Quiz¨¢ tenga sida y me da un miedo que me muero! ?Cada vez que abro la boca hay alguien ah¨ª para decirme que me lo tome con calma: ¡°Rose, tranquil¨ªzate¡±!
Blanche: Lo siento, tesoro.
Rose: ?Por qu¨¦ yo, Blanche? Estoy cansada de fingir que me encuentro fenomenal cuando me dec¨ªs que me tranquilice. Y estoy cansada de que me digas eso porque t¨² tambi¨¦n tienes miedo de que me muera. ?Dios! ?Por qu¨¦ me est¨¢ pasando esto? ?Se supone que esto no le pasa a gente como yo! ?T¨² has debido de acostarte con cientos de hombres! ?Todo lo que yo hice fue una inocente operaci¨®n!
Blanche: Eh, eh, eh. Espera un minuto. ?Est¨¢s diciendo que deber¨ªa ser yo y no t¨²?
Rose: No. Solo estoy diciendo que yo soy una buena persona. Soy un angelito.
Blanche: ?El sida no es una enfermedad de malas personas, Rose! ?No es Dios castigando a la gente por sus pecados!
Rose: Tienes raz¨®n, Blanche.
Blanche: ?Puedes estar bien segura de que tengo raz¨®n! [Se enfada] Oh, Rose. Lo siento
Rose: No te disculpes. Si esto es lo que quiero, que me habl¨¦s as¨ª. Mira, cuando t¨² te hiciste las pruebas, ?c¨®mo conseguiste pasar el trago?
Blanche: Pues me lo call¨¦ y actu¨¦ como una zorra fr¨ªa delante de todos
Rose: ?Entonces no me extra?a que no nos di¨¦ramos cuenta!
Revisitar Las chicas de oro es una experiencia constructiva, pero sobre todo descacharrante. Esas cuatro mujeres, que se quieren con locura, se insultan con la crudeza de las que no tienen nada que perder. Desde ¡°vieja mona siciliana con sombrero¡± hasta ¡°puta¡± (en el original, ¡°slut¡±), se dicen de todo, y entre afrenta y afrenta nos hacen pensar en la menopausia, el sexo en la madurez, el acoso sexual, el suicidio, el travestismo, el amor interracial y, sobre todo, la conviviencia pac¨ªfica. Decir que el feminismo estaba en el c¨®ctel ser¨ªa simplemente redundante. ¡°Siempre contamos con much¨ªsimo apoyo de la cadena para abordar esos temas. Sab¨ªan que ten¨ªan un gran equipo y confiaban en nuestra capacidad. Nunca fue solo un asunto de hacer bromas. Estos episodios significaban much¨ªsimo para nosotros porque sab¨ªamos que llegaban a toda la naci¨®n y esta era una forma segura de hacer llegar nuestro mensaje¡±.
La serie se extendi¨® durante 117 cap¨ªtulos y el equipo de guionistas fue engordando y cambiando, pero Susan Harris siempre anduvo por all¨ª supervisando la orientaci¨®n de los contenidos. El episodio en el que se involucr¨® personalmente con m¨¢s pasi¨®n fue ese en el que Dorothy descubre que tiene s¨ªndrome de fatiga cr¨®nica. La propia Harris hab¨ªa padecido esa enfermedad, pero sobre todo hab¨ªa sufrido el trato vejatorio de los m¨¦dicos, que quitaban importancia a lo que le pasaba. ¡°El sexismo con el que me trataron fue demoledor¡±, ha contado. La escena transcurre en un restaurante al que las cuatro amigas van a celebrar que Dorothy por fin tiene un diagn¨®stico. Casualmente, all¨ª est¨¢ cenando tambi¨¦n el doctor que la ningune¨®.
Dorothy: Doctor Budd, probablemente no me recuerda, pero usted me dijo que no estaba enferma. ?Se acuerda? Me dijo que simplemente me estaba haciendo vieja
Doctor: Lo siento yo no¡
Dorothy: No lo recuerda, ?verdad? Es que quiz¨¢ es usted el que se est¨¢ haciendo viejo¡ Pues le cuento doctor Budd. De verdad estoy enferma. Tengo s¨ªndrome de fatiga cr¨®nica, es una enfermedad real y no tiene nada que ver con que me haga mayor.
Doctor: Bueno, lo siento mucho
Dorothy: No no. Yo estoy contenta. Al menos s¨¦ que tengo algo.
Doctor: Bueno, me alegro. Hasta pronto.
Dorothy: No tan r¨¢pido. Hay cosas que quisiera decirle. Muchas cosas. Las palabras no pueden expresar todo lo que me gustar¨ªa decirle. Lo que me hizo pasar¡ Dios, no puedo hacer esto en un restaurante [parece que se va] Pero lo har¨¦ [coge una silla] Doctor, acud¨ª a usted enferma y asustada y usted me despreci¨®. En lugar de decirme, lo siento, no tengo ni la menor idea de lo que tiene, me hizo sentir que era una loca que se lo estaba inventando todo. Me rechaz¨®, me hizo sentir como una ni?a, como una est¨²pida que estaba gastando su precioso tiempo. ?Es esa la profesi¨®n a la que usted se dedica? ?Es eso curar? Nadie se merece ese trato, doctor, nadie. Sospecho que si fuese un hombre se me habr¨ªa tomado un poco m¨¢s en serio y no se me hubiese dicho que fuese a la peluquer¨ªa.
Las chicas de oro recibieron buenas cr¨ªticas durante todo el tiempo que estuvieron en el aire (de 1985 a 1992), ganaron dos Emmy a la mejor serie, tres Globos de Oro a la mejor comedia televisiva y cada una de sus protagonistas recogi¨® su respectivo Emmy por cada una de sus interpretaciones. En seis de sus siete temporadas se situ¨® siempre entre los 10 shows favoritos de un p¨²blico que, supuestamente, lo ¨²ltimo que quer¨ªa era escuchar hablar a cuatro ¡°viejas¡±. Quiz¨¢, justo ahora que medio planeta hace mofa de una ni?a de 16 a?os, sea de nuevo el momento de que cuatro mujeres ¡°de una cierta edad¡± convenzan al mundo de la importancia del respeto.