No reconoce a sus hijos pero toca el piano como una virtuosa: la incre¨ªble historia de Olga Galper¨ªn
O la extraordinaria historia de una mujer que recorri¨® el mundo y no puede olvidar a su gran amor: la m¨²sica.
Esta historia podr¨ªa comenzar en cualquier momento. Si nos pusi¨¦ramos estrictos, podr¨ªa empezar esta misma semana, que fue cuando un ciudadano argentino llamado Santiago Armando decidi¨® subir a Twitter este v¨ªdeo (recompartido ya m¨¢s de 40.000 veces) de su abuela, una mujer de 90 a?os llamada Olga que fue pianista y profesora de piano.
?Hoy confunde a las personas y no reconoce su propia casa. Pero se sienta al piano y pasa esto¡±.
Lo que pasa es que toca un nocturno de Chopin como una aut¨¦ntica virtuosa.
¡°El cerebro humano es incre¨ªble¡±, apostilla Santiago.
Esta his...
Esta historia podr¨ªa comenzar en cualquier momento. Si nos pusi¨¦ramos estrictos, podr¨ªa empezar esta misma semana, que fue cuando un ciudadano argentino llamado Santiago Armando decidi¨® subir a Twitter este v¨ªdeo (recompartido ya m¨¢s de 40.000 veces) de su abuela, una mujer de 90 a?os llamada Olga que fue pianista y profesora de piano.
?Hoy confunde a las personas y no reconoce su propia casa. Pero se sienta al piano y pasa esto¡±.
Lo que pasa es que toca un nocturno de Chopin como una aut¨¦ntica virtuosa.
¡°El cerebro humano es incre¨ªble¡±, apostilla Santiago.
Esta historia podr¨ªa comenzar el 25 de marzo de 2020, pero vamos a remontarnos mucho m¨¢s atr¨¢s, a los a?os de la Revoluci¨®n de Octubre y la Primera Guerra Mundial, la ¨¦poca en la que la Gripe Espa?ola empez¨® a azotar al mundo, que fue el momento en el que el padre y la madre de Olga, los bisabuelos de Santiago, huyeron de Rusia. Ambos era jud¨ªos. Ella, Victoria Osirsky, ven¨ªa de una familia propietaria de una gran hacienda en Odessa, donde en tiempos mejores aprendi¨® a tocar el piano y de la que el ej¨¦rcito Rojo les expuls¨® para alojar a varias familias. ?l, Iascha Galperin, pertenec¨ªa a una familia mucho m¨¢s humilde de la misma ciudad, pero tambi¨¦n ten¨ªa un don para la m¨²sica y por eso sus padres le mandaron a un instituto o Gimnasium donde aprendi¨® a tocar instrumentos de viento, entre ellos la trompeta, que soplaba cuando era soldado en una milicia a la que no quer¨ªa pertenecer y que le dej¨® una cicatriz en un labio. Muchos a?os despu¨¦s sus nietos, fascinados, le preguntar¨ªan c¨®mo se hab¨ªa hecho aquella marca en la boca. ¡°Nos contaba que la boquilla del instrumento le hab¨ªa hecho una herida por el fr¨ªo tan horrible que pasaba en el frente en el frente¡±, cuenta al otro lado del tel¨¦fono Silvia Diera, la madre del autor del tuit, hija de Olga y nieta de Iascha. Ella fue quien film¨® el v¨ªdeo que se ha hecho viral.
Victoria y Iascha huyeron de la Revoluci¨®n y partieron desde Estambul hacia Buenos Aires por separado. Ella, con un abrigo de pieles y unas joyas que en el camino, para sobrevivir, fue cambiando por v¨ªveres y dinero. ?l apenas provisto con un pasaporte de su hermano mayor, quien ten¨ªa una discapacidad (era sordo), entonces la ¨²nica forma de huir del ej¨¦rcito. Si nos pusi¨¦ramos rom¨¢nticos, esta historia podr¨ªa comenzar cuando ambos se conocieron en un baile de inmigrantes de Odessa en Buenos Aires y por fin irremediablemente sintieron un flechazo. Pero no fue as¨ª. S¨ª acud¨ªan los dos a aquellos bailes de confraternizaci¨®n pero ¡°¨¦l en realidad a quien pretend¨ªa era a la hermana peque?a de ella¡±, explica Silvina. Pero la hermana peque?a ya estaba comprometida, as¨ª que Iascha se acab¨® enamorando de la mayor.
La mujer que se hizo viral el pasado 25 de marzo naci¨® en 1928 y se llama Olga Galperin. Se cri¨® en una bonita casa de tres pisos del barrio de Palermo, donde su madre, Victoria, cos¨ªa manteles, cocinaba ricos guisos y a veces tocaba el piano. Su padre, Iascha, hab¨ªa conseguido prosperar mucho en la sociedad bonaerense y se hab¨ªa convertido en profesor de canto de grandes sopranos del Teatro Col¨®n. ¡°Fue el primero que tradujo las primeras ¨®peras al ruso, antes se cantaban en italiano¡±, relata Silvina.
Olga hered¨® el talento de sus progenitores para la m¨²sica . Dio su primer concierto con orquesta a los 14 a?os: ¡°No sabemos exactamente d¨®nde porque ya no le podemos preguntar¡±, explica su hija. ¡°Toda la secundaria la estudi¨® por libre porque prioriz¨® su educaci¨®n musical en el conservatorio¡±. Y fue en el conservatorio donde se familiariz¨® con el Partido Comunista, en el que empez¨® a militar. Su padre, que hab¨ªa llegado a Am¨¦rica huyendo de las ideas de los rojos, ve¨ªa espantado c¨®mo su hija se pon¨ªa boinas rojas y entonaba c¨¢nticos internacionalistas, pero no acabaron ah¨ª los disgustos: a los 22 a?os, Olga se enamor¨® de Ernesto Deira, un hijo de inmigrantes gallegos de Padr¨®n que trabajaban de porteros. ¡°?Una ni?a bien de una familia jud¨ªa con un se?or gallego? Mi abuelo estaba espantado. En aquella ¨¦poca todo lo que fuera gallego no era bienvenido¡±. Los inmigrantes de Odessa no aceptaban a los de Padr¨®n. Ya ven, el cerebro humano es incre¨ªble.
Olga y Ernesto se casaron en Uruguay por lo civil, sin fiesta ni ceremonia ¡°porque en Argentina no hab¨ªa divorcio y all¨ª s¨ª, y esa era una forma de calmar a los abuelos, que pensaban que aquella infatuaci¨®n no durar¨ªa mucho¡±. Pero dur¨®. Tuvieron dos hijos, Silvina y Mart¨ªn, y solo les separ¨® la muerte de Ernesto. ?l, a pesar de sus origenes humildes, tuvo una formaci¨®n superior y ejerci¨® como abogado, aunque su verdadera vocaci¨®n era la pintura, actividad por la que consigui¨® cierta notoriedad. Olga, por su parte, ¡°daba clases clases y ofrec¨ªa conciertos, con orquesta de c¨¢mara, de solista, actu¨® en muchos teatros de ac¨¢¡±, cuenta orgullosa Silvina, quien recuerda que su madre no era nada convencional para su ¨¦poca: ¡°Odiaba cocinar, era un desastre para las labores del hogar, pero era pro abortista mucho antes de que eso fuera siquiera una causa colectiva y si hab¨ªa que ir al ginec¨®logo, era la primera en acompa?arte?. Cuando eran ni?os, Olga?les tocaba el piano a ella y su hermano. Le encantaba dedicarles partes Cuadros de una exposici¨®n, del ruso Modest Moussorgski (?Nos las iba explicando como si fuesen cuentitos) y el Claro de Luna de Debussy. De este compositor franc¨¦s, de hecho, lleg¨® a grabar un disco, que est¨¢ disponible en Spotify.
Si nos pusi¨¦ramos catastrofistas esta historia podr¨ªa empezar cuando Olga y Ernesto, como antes lo hab¨ªan hecho Iascha y Victoria, decidieron huir al otro lado del Atl¨¢ntico por motivos pol¨ªticos. Fue a mediados de los a?os setenta. ¡°Mi hermano y yo tenemos muchos amigos que desaparecieron en esa ¨¦poca¡±, rememora Silvina, quien a pesar de todo se resisti¨® a irse de Argentina porque ya ten¨ªa una vida hecha all¨ª y se qued¨® al cuidado de sus abuelos. ¡°Pero cogieron por las pesta?as a mi hermano, que acaba de terminar el servicio militar, y se lo llevaron con ellos¡±. Su madre ya era para entonces una mujer madura de cuarenta y cinco a?os que se vio obligada a empezar una nueva vida a las afueras de Par¨ªs. ?C¨®mo? Haciendo lo que mejor sab¨ªa: ense?ar a tocar el piano. Daba clases en el conservatorio de Andressy y tambi¨¦n en casa. En esa etapa cre¨® un v¨ªnculo muy especial con una ni?a hu¨¦rfana a la que consideraba su hija. Se llamaba Claire, como una de las obras m¨¢s famosas de Debussy.
La vida en Francia transcurr¨ªa m¨¢s o menos pl¨¢cida hasta que Ernesto enferm¨®. Falleci¨® de c¨¢ncer de colon en 1986. Ese mismo a?o naci¨® Santiago, el chico del tuit. Cuando el beb¨¦ Santiago ten¨ªa solo seis meses Silvina decidi¨® viajar a Europa para que su abuela lo conociese. ¡°Siempre cuentan que cuando me vio gatear decidi¨® volverse a Argentina¡±. Y volvi¨® al apartamento donde hab¨ªa vivido su marido, donde a¨²n ten¨ªa su viejo piano. Claire ven¨ªa a visitarla desde Francia dos veces al a?o.
Por su cabeza no pas¨® por ning¨²n momento abandonar la m¨²sica. As¨ª que adem¨¢s de seguir dando clases en su apartamento, continu¨® teniendo una febril agenda: ¡°Siempre estaba yendo a conciertos, al teatro, a encuentros musicales¡ no paraba¡±. De hecho, a¨²n grab¨® alg¨²n disco m¨¢s.?Le encantaba viajar y en una de esas se llev¨® a sus nietos a Rusia. Quer¨ªa que conociesen el lugar de donde ven¨ªan sus ra¨ªces musicales, el lugar donde nacieron Victoria Osirsky y Iasha Galperin.
Cuando la crisis econ¨®mica, social, pol¨ªtica e institucional de 2001 azot¨® a Argentina, ella decidi¨® que de ninguna manera eso iba a hacerle parar. A los setenta a?os pens¨® que una bonita forma de continuar con la actividad cultural que la cat¨¢strofe del Corralito hab¨ªa detenido era organizar veladas musicales en su casa los domingos por la tarde. Fueron un ¨¦xito. Un periodista de la emisora estadounidense p¨²blica NPR tuvo el privilegio de acudir a una de estas soirees y dej¨® registrada su experiencia en este programa que contin¨²a accesible. En ¨¦l se puede escuchar a Olga hablar un ingl¨¦s m¨¢s que aceptable.
Si nos pusi¨¦ramos melanc¨®licos esta historia comenzar¨ªa hace seis a?os que es cuando Silvina Deira explica que su madre empez¨® a tener p¨¦rdidas de memoria importantes. ¡°Iba a conciertos y se angustiaba porque ve¨ªa a viejos amigo y no los reconoc¨ªa¡±. Los neur¨®logos no han podido dar un diagn¨®stico certero a su dolencia. ¡°Dicen que no es Alzheimer exactamente, porque esa enfermedad suele empezar mucho antes¡±. Ese deterioro fue en aumento. ¡°A veces cree que a¨²n va a venir alg¨²n alumno a recibir clases y se maquilla y se arregla para ¨¦l, despu¨¦s enseguida se olvida¡±. La ciencia no ha conseguido dar una explicaci¨®n concluyente a este fen¨®meno, que es habitual. A pesar de la devastaci¨®n que provocan las enfermedades como el Alzheimer o la demencia en el cerebro y, en particular, en la memoria, una gran parte de los enfermos conserva sus recuerdos musicales a¨²n en las fases m¨¢s tard¨ªas. Un estudio del Instituto Max Planck de Neurociencia y Cognici¨®n Humana se?alaba en 2015 que las posibles causas de este fen¨®meno est¨¦n en que la m¨²sica la guardamos en ¨¢reas cerebrales diferentes de las del resto de los recuerdos. Los recuerdos que m¨¢s perduran son los que est¨¢n ligados a una vivencia emocional intensa y la emoci¨®n es una puerta al recuerdo.
Olga se olvida de los nombres de los miembros de su familia, o como contaba su nieto Santiago en el tuit viral, se desorienta en casa. Pero cuando Claire, su hija francesa, la llama por tel¨¦fono siempre la reconoce y no se ha olvidado de tocar el piano como la virtuosa que fue. A los noventa a?os todav¨ªa no se le ha pasado por la cabeza abandonar la m¨²sica. Para ella ahora la historia empieza todos los d¨ªas.