¡°Siempre est¨¢ aqu¨ª, siempre est¨¢ en mi mente¡±
Leopoldo Mart¨ªn, de 80 a?os, narra los abusos que sufri¨® en un internado religioso hace m¨¢s de 70 a?os
M¨¢s de 70 a?os despu¨¦s, Leopoldo Mart¨ªn, madrile?o de 80 a?os, a¨²n recuerda las tres pesetas que le condenaron a vivir un a?o en un colegio de curas vallisoletano que le marcar¨ªa para siempre: abusos sexuales, maltrato f¨ªsico y, debido a una mala alimentaci¨®n, una enfermedad ¡ªel latirismo¡ª que le ocasion¨® una pronunciada cojera de por vida. Por aquel entonces, mediados de los a?os cuarenta, la pobreza en la que viv¨ªa junto a su madre viuda y con cinco hijos llev¨® a Mart¨ªn a vivir en un internado de Madrid. ¡°Entr¨¦ con siete a?os. Yo era el que me encargaba de hacerle todas las ma?anas la cama al auxiliar¡±. Cierto d¨ªa, cuenta, le pegaron una paliza porque de aquella habitaci¨®n hab¨ªan desaparecido tres pesetas. ¡°Me pusieron el cuerpo morado y me dijeron: 'Leopoldo, si ma?ana no aparecen las tres pesetas te matamos'. Yo me escap¨¦, con tan mala suerte de que me pillaron y, como castigo, me mandaron a un internado en Valladolid¡±.
Mart¨ªn relata que nada m¨¢s llegar a aquel colegio, a unos 30 kil¨®metros de Valladolid, comenz¨® a trabajar en los campos ¡°de los curas¡±, arreglaban las carreteras y los caminos. ¡°?ramos esclavos. Nos mataban de hambre. All¨ª hab¨ªa de todo, pero a nosotros nos daban las sobras, almortas y algarrobas, lo mismo que le echaban a los cerdos¡±, narra. Tambi¨¦n empezaron los primeros abusos. "Hab¨ªa unos pasillos en los que nos colocaban desnudos y en fila para ba?arnos. Los curas te lavaban con las manos, te manoseaban por todo el cuerpo y te daban tortazos en el culo", asegura el octogenario con impotencia.
Los abusos sexuales aumentaron al poco tiempo, se convirtieron en agresiones. ¡°Un d¨ªa fuimos con un cura a un sitio al que llamaban El Soto. El sacerdote se subi¨® la sotana, se puso una moneda de cinco c¨¦ntimos en sus partes y nos dec¨ªa que la cogi¨¦semos con la boca. Luego te agarraba de la cabeza y se la arrimaba contra ¨¦l¡±, explica. El cl¨¦rigo, seg¨²n afirma, se lo hac¨ªa siempre a ¨¦l y a dos compa?eros m¨¢s. En el tiempo en el que ¨¦l estuvo, se lo hizo tres veces. Pidieron ayuda a otro sacerdote joven. ¡°Fuimos a confesar con ¨¦l para cont¨¢rselo y nos dijo: ¡®Es imposible que haya pasado eso¡¯. Fue a hablar con el director y al tiempo le llevaron [al abusador] como castigo a un colegio de Valladolid. No pas¨® nada de nada. Eso estaba oculto¡±, dice cabreado.
No fue la ¨²ltima vez que intent¨® denunciar el caso. Cuando su enfermedad se agrav¨®, ingres¨® en el hospital provincial de Valladolid y all¨ª se lo cont¨® a su madre. ¡±Me cogi¨® de la mano y fuimos al colegio a hablar con los curas. Cuando llegamos le dijeron a mi madre: 'O se calla usted o le damos una paliza'. Eso es tan verdad como que me tengo que morir", exclama Mart¨ªn, que tambi¨¦n cuenta que con la llegada de la democracia fue a buscar justicia al Defensor del Pueblo.
Lo vivido aquel a?o no solo condicion¨® el resto de la vida de Mart¨ªn, tambi¨¦n la de su mujer y sus dos hijas. "De alguna manera, la carga de lo que le hab¨ªa pasado estaba flotando en nuestra vida. Lo que le hicieron ha hecho que ¨¦l sea de una determinada manera y que, quiz¨¢, eso ha hecho que nosotras tampoco hayamos tenido una ni?ez adecuada para formarnos como personas¡±, cuenta Yolanda Mart¨ªn, la hija mayor de Mart¨ªn. La v¨ªctima nunca ha ocultado a nadie el maltrato f¨ªsico y sexual que sufri¨®. Lo que llev¨® a su hija menor, licenciada en Derecho, a intentar buscar a los responsables a comienzos de los noventa. ¡°Intent¨¦ buscar archivos en la di¨®cesis, pruebas y la verdad es que ha sido bastante complicado. Busqu¨¦ datos de los sacerdotes que hab¨ªan estado all¨ª, sus nombres y apellidos. Se habl¨® con la Iglesia, pero no se consigui¨® nada¡±, dice Nuria Mart¨ªn, que opina que la Iglesia deber¨ªa reconocer el da?o hecho y pedir perd¨®n, ya que cree que es una manera para que las v¨ªctimas puedan vivir, al menos, en paz. ¡°Ojal¨¢ salga toda la porquer¨ªa de la Iglesia Cat¨®lica. El da?o que han hecho¡±, pide la v¨ªctima.
Tras salir del hospital, Mart¨ªn volvi¨® a Madrid. Para ¨¦l, el infierno hab¨ªa acabado, pero los recuerdos no se borraron. "Siempre est¨¢ aqu¨ª, siempre est¨¢ en mi mente", exclama mientras se toca varias veces la frente. La crudeza de los a?os cuarenta no hab¨ªa desaparecido y volvi¨® al mismo internado del que intent¨® escaparse. Nada m¨¢s entrar por la puerta, le dijeron que las tres pesetas por las que hab¨ªa huido aparecieron poco despu¨¦s en el bolsillo de un pantal¨®n que el auxiliar hab¨ªa llevado al tinte. ¡°Esas tres pesetas...¡±, murmura. ¡°Siempre me acuerdo de aquellas tres pesetas¡±.
Si conoce alg¨²n caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escr¨ªbanos con su denuncia a abusos@elpais.es