Un cautiverio de 30 a?os ante vecinos, m¨¦dicos y polic¨ªas en Venezuela
Una venezolana pas¨® 31 a?os encerrada y violada por su pareja, un caso que revela la debilidad del sistema de protecci¨®n a las mujeres
A los 18 a?os, Morella se march¨® de casa. Dijo que iba a sacar la basura, pero en las bolsas llevaba su ropa. Su relaci¨®n con Math¨ªas Salazar incomodaba a la familia por los gritos, malos tratos e intromisiones que observaban. Corr¨ªa 1988 y la muchacha aspiraba a estudiar en la universidad de Venezuela, pero su novio la convenci¨® de que tomara un autob¨²s hasta Maracay para reunirse con ¨¦l. Al d¨ªa siguiente, se comunic¨® con la familia para tranquilizarla y desapareci¨® sin dejar rastro. Pas¨® 31 a?os sometida, buena parte de ellos recluida en un piso, vejada y torturada hasta que logr¨® escapar y ...
A los 18 a?os, Morella se march¨® de casa. Dijo que iba a sacar la basura, pero en las bolsas llevaba su ropa. Su relaci¨®n con Math¨ªas Salazar incomodaba a la familia por los gritos, malos tratos e intromisiones que observaban. Corr¨ªa 1988 y la muchacha aspiraba a estudiar en la universidad de Venezuela, pero su novio la convenci¨® de que tomara un autob¨²s hasta Maracay para reunirse con ¨¦l. Al d¨ªa siguiente, se comunic¨® con la familia para tranquilizarla y desapareci¨® sin dejar rastro. Pas¨® 31 a?os sometida, buena parte de ellos recluida en un piso, vejada y torturada hasta que logr¨® escapar y arrastr¨® por las calles sus 38 kilos de peso en busca de ayuda. Su madre muri¨® hace ocho a?os. Nunca dej¨® de buscarla. Dej¨® dicho que jam¨¢s se vendiera la casa ni se cambiara el n¨²mero telef¨®nico por si su hija volv¨ªa alg¨²n d¨ªa.
Math¨ªas Salazar, de 54 a?os, acaba de ser imputado por violencia psicol¨®gica, amenaza, violencia sexual y esclavitud sexual, delitos previstos en la Ley Org¨¢nica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Recluido en una comisar¨ªa policial en Maracay, el agresor espera su juicio, previsto para mediados de marzo. Morella (se oculta el apellido por su protecci¨®n) no fue la ¨²nica v¨ªctima de Salazar: ocho a?os despu¨¦s de su rapto, la misma desgracia le toc¨® a Fanny, a quien mantuvo secuestrada junto con la hija que tuvo en cautiverio. Los familiares han asegurado en los medios de comunicaci¨®n que las tres estuvieron aisladas en distintos apartamentos de un mismo edificio. El pasado 24 de enero, Morella tuvo la oportunidad y el valor de escapar con las llaves que dej¨® su captor. El d¨ªa antes ¨¦l le hab¨ªa dado la ¨²ltima paliza.
Los vecinos o¨ªan una radio en un apartamento aparentemente vac¨ªo, el rumor de una mujer encerrada. Cuatro veces sali¨® Morella para ir al m¨¦dico a tratarse infecciones urinarias, siempre bajo la vigilancia de Salazar, sin que los facultativos notaran las se?ales de una mujer maltratada. Un vecino se atrevi¨® a denunciar un d¨ªa a la polic¨ªa, cuenta el sobrino de Morella, Oscar Hern¨¢ndez. Los agentes tocaron a la puerta, pero la mujer, aterrorizada por las amenazas, respondi¨® en tono muy bajo que todo estaba bien, que se fueran. Y no volvieron. Los ¨²ltimos 18 a?os los pas¨® con su radio en un apartamento sin bombillas y con gruesas persianas. Antes estuvo en hoteles y otras casas, sin que pueda precisarse a¨²n si ya estaba cautiva o lo acompa?aba por su voluntad.
¡°Crec¨ª sabiendo que ten¨ªa una t¨ªa en alg¨²n lugar, que un sujeto se la llev¨®¡±, cuenta Hern¨¢ndez, estudiante de Derecho y quien se ha convertido en vocero de la familia sobre el caso. ¡°En alg¨²n momento, mi familia pens¨® que se hab¨ªa vuelto loca, se lleg¨® a cuestionar si estaba viva, porque no hab¨ªa rastro de ella, ni una llamada, ni una compra que facilitara un indicio¡±. Este hombre, de 29 a?os, era el que estaba en la casa de siempre, que nunca se abandon¨®, el d¨ªa que llegaron los polic¨ªas preguntando por los familiares de Morella y notificando que estaba viva.
El d¨ªa que la cautiva escap¨®, ya con 49 a?os, camin¨® dos horas por una ciudad en severo estado de desnutrici¨®n y emocionalmente afectada. Preguntando aqu¨ª y all¨¢ lleg¨® a la sede de una fundaci¨®n de ayuda a las mujeres, un lugar que escuch¨® alguna vez en la radio y que grab¨® en su memoria. ¡°Ah¨ª le dijeron que no ten¨ªan personal para atenderla y la remitieron al Instituto de la Mujer. La mandaron sola, a una mujer que ten¨ªa 18 a?os sin ver la luz del sol¡±, se indigna Hern¨¢ndez. Cuando lleg¨® se encontr¨® con lo que se suelen enfrentar las mujeres v¨ªctimas: suspicacias ante su relato. ¡°Es un caso tan espeluznante que puede llevarte a tener dudas, pero queda claro que en este pa¨ªs no existe un protocolo de atenci¨®n ni de abrigo para la violencia contra la mujer¡±. Dos personas del Instituto de la Mujer de Aragua la acogieron en sus casas mientras daban con sus familiares.
¡°Mi t¨ªa viv¨ªa sometida por el miedo y ahora me impresiona su resistencia mental¡±, dice Hern¨¢ndez. La v¨ªctima hab¨ªa pensado escapar en otras oportunidades, cuenta el sobrino, pero no se atrevi¨®. El secuestrador dej¨® las llaves a su alcance un par de veces para probar su sumisi¨®n y ella no las toc¨®. Morella desconoc¨ªa que su carcelero la vigilaba de cerca, porque viv¨ªa en el mismo conjunto residencial con Fanny. ¡°Un d¨ªa, mi t¨ªa se asom¨® a la ventana, movi¨® un poco la cortina para tomar un poco de sol y se retir¨®. De inmediato, apareci¨® Math¨ªas y la golpe¨® por asomarse¡±. A su siniestra colecci¨®n de mujeres secuestradas, Salazar sumaba otro nombre, Ana Mar¨ªa. Est¨¢ s¨ª llevaba el apellido del hombre, porque estaban casados. Ella ha negado, a trav¨¦s de videos difundidos por el defensor de su esposo, que estuvo encerrada por a?os en casa de sus suegros, como se ha dicho.
El ciclo de la impunidad
¡°En Venezuela, durante bastante tiempo se luch¨® por tener una normativa adecuada y se logr¨® una ley, pero los organismos no han sido eficaces en su aplicaci¨®n lo que ha abierto la puerta a la impunidad. Los mecanismos de alerta y prevenci¨®n no est¨¢n funcionando y las medidas de protecci¨®n y abrigo, que pueden salvar una vida, no se ejecutan adecuadamente. Por ello, los feminicidios van en aumento¡±, sostiene la abogada Liliana Ortega, directora de Cofavic, la ONG que acompa?¨® a la venezolana Linda Loaiza L¨®pez en la demanda ante Corte Interamericana de Derechos Humanos, la primera que conoci¨® ese tribunal en violencia de g¨¦nero.
Justamente la sentencia del caso de Loaiza L¨®pez, que genera jurisprudencia sobre la responsabilidad del Estado en los casos de violencia, cumpli¨® un a?o en noviembre pasado sin que Venezuela haya adoptado ninguna de las medidas ordenadas.
?rdenes de alejamiento dictadas tard¨ªamente contra los agresores, Mujeres que no puede denunciar ante la polic¨ªa si visten una falda corta, como ocurri¨® en 2018 con Ana Karina Hinestroza, apunta Gabriela Buada, una activista que se ha dedicado a visibilizar estos casos. ¡°Se asume que un delito contra la mujer es un delito de alcoba y eso permite que la impunidad prosiga¡±. La falta de casas de acogida, establecidas en la ley -que adem¨¢s tipifica 21 tipos de violencias- tambi¨¦n alimenta el ciclo de la violencia. ¡°Solo quedan dos en el pa¨ªs, est¨¢n en Caracas y no est¨¢n totalmente operativas¡±, denuncia Buada.
En 2019, la ONG Cofavic contabiliz¨® 381 feminicidios, el 42% cometidos en el hogar. En agosto del a?o pasado la polic¨ªa judicial venezolana reconoci¨® un aumento de las denuncias de abuso sexual con 1.180 casos atendidos ese a?o y el Ministerio P¨²blico se?al¨® que hab¨ªa abierto 554 causas de feminicidio entre 2018 y 2019. Este a?o, 34 mujeres han sido v¨ªctimas de feminicidio, tres de ellas ni?as a¨²n.
Hace unas semanas, Linda Loaiza L¨®pez se refiri¨® al caso de Morella en un comunicado en el que contaba que cada vez que habla del tema revive su calvario como v¨ªctima de violencia de g¨¦nero en busca de justicia, que solo obtuvo 17 a?os despu¨¦s de su rapto, violaci¨®n y torturas. ¡°Todav¨ªa vivimos en una sociedad que nos invisibiliza, que al escuchar gritos de terror en viviendas vecinas no denuncia. Una sociedad que no solo permite que seamos atacadas, sino que adem¨¢s nos juzga y nos revictimiza dando paso a la impunidad. Esperamos que el Estado venezolano no le falle a Morella como lo hizo en mi caso¡±.
Una lucha feminista desigual
En medio del desconcierto que han producido los numerosos feminicidios y la historia de Morella, algunas venezolanas denunciaron en redes sociales episodios de violencia psicol¨®gica y maltratos vividos con exparejas. En un caso, en el que el agresor fue se?alado directamente e identificado como uno de los editores del portal web Cinco8, se abri¨® una investigaci¨®n en la que se escuch¨® a varias v¨ªctimas del mismo sujeto que se sumaron al mensaje de Andrea Paola Hern¨¢ndez. Esta denuncia tuvo efecto en el despido del se?alado y en el rechazo p¨²blico a cualquier forma de maltrato a las mujeres, lo que sent¨® un precedente para otros medios.
Hern¨¢ndez particip¨® en diciembre en Caracas en la performance ¡°Un violador en tu camino¡± y finalmente se atrevi¨® a hablar, con toda la exposici¨®n que implica hacerlo en Twitter. ¡°Es dif¨ªcil contar lo que te pas¨®, pero en este momento vale la pena, as¨ª sea para encontrar apoyo en otras personas o para que otras personas pasando por lo mismo sepan que no es normal¡±, dice la joven.
La lucha feminista que en M¨¦xico, Chile o Argentina alienta marchas, paros y duros cuestionamientos a los gobiernos, en Venezuela se estrella inevitablemente con la crisis pol¨ªtica y social que vive el pa¨ªs. ¡°Son muchos los dolores y heridas que tenemos. La total falta de credibilidad en las instituciones y el miedo inhiben no solo a las mujeres v¨ªctimas sino a toda la sociedad atravesada por la crisis¡±, reconoce la directora de Cofavic, Liliana Ortega.
En medio de la emergencia humanitaria, es una batalla mucho m¨¢s desigual la de las venezolanas, apunta la activista Gabriela Buada, como tambi¨¦n lo advirti¨® el a?o pasado la Alta Comisionada de Derechos Humanos Michelle Bachelet en los informes de su visita al pa¨ªs. ¡°Es dif¨ªcil luchar por el aborto legal y seguro, cuando nuestras ni?as faltan a la escuela porque no tienen toallas sanitarias o cuando no hay siquiera garant¨ªas de sobrevivir a un parto en un hospital. Tenemos un Estado violador y castigador de los derechos de las mujeres. La nuestra no es una lucha igual¡±, dice la activista.