¡°Hay gente para la que su vida es este comedor¡±

Son los m¨¢s vulnerables frente a la pandemia del coronavirus. Para ellos la recomendaci¨®n de quedarse en casa y salir solo para aquello estrictamente necesario es inviable. Algunos no tienen vivienda y otros necesitan acudir a los comedores sociales para...

Son los m¨¢s vulnerables frente a la pandemia del coronavirus. Para ellos la recomendaci¨®n de quedarse en casa y salir solo para aquello estrictamente necesario es inviable. Algunos no tienen vivienda y otros necesitan acudir a los comedores sociales para recibir dos platos de comida caliente al d¨ªa. A los usuarios de los cuatro comedores de la Consejer¨ªa de Servicios Sociales del Gobierno de Madrid -que sirven 2,5 millones de comidas al a?o- todav¨ªa no les han comunicado que el pr¨®ximo lunes su rutina cambiar¨¢. Ya no podr¨¢n sentarse a la mesa, ni hacer uso de los sof¨¢s o ver la tele. Tendr¨¢n que acudir por turnos -los lunes, mi¨¦rcoles y viernes- a recoger comida fr¨ªa en bolsas para consumirla fuera del comedor. ¡°La medida es comprensible, hay que frenar los contagios, pero para muchas de estas personas su vida es este comedor, pasan aqu¨ª el d¨ªa¡±, cuenta un empleado del centro de Santa Isabel, en el barrio de Chamber¨ª, que sirve unos 100 men¨²s al d¨ªa.

Desde que el Gobierno anunci¨® las primeras medidas para contener la expansi¨®n de la Covid-19 -como el cierre de los centros educativos-, en estos comedores han extremado las medidas de higiene: se aseguran de que todos se lavan las manos nada m¨¢s llegar, tanto en el turno del medio d¨ªa como en el de la tarde. Hasta ayer, segu¨ªan comiendo juntos. ¡°Hay que tener mucho cuidado con la forma en la que les comunicamos el cambio; la mayor¨ªa sufren trastornos y se alarman mucho¡±, explica uno de los empleados del comedor.

Javier Colodr¨®n, de 77 a?os, acude desde hace dos a?os y medio al comedor de Santa Isabel. ¡°Aqu¨ª nos sirven platos de cuchara y de todo; yo si me dan latas no las quiero¡±, dice. Es medio d¨ªa y ya se marcha ¡°a casa¡± (no quiere dar detalles). Durante m¨¢s de 15 minutos conversa con el responsable de seguridad de las instalaciones y con otros usuarios del comedor. ¡°?Te gustan mis zapatos?¡±, le lanza. ¡°Creo que tienes mucho estilo¡±, responde el trabajador. Llega Manuel, otro de los perceptores de este servicio gratuito. Entra y sale varias veces del espacio, en la planta baja de un edificio, y al ver a un fot¨®grafo tomando fotos del lugar se acerca. ¡°Me han dicho que hoy hay espaguetis y pescado. Aqu¨ª se come muy bien¡­ hay unos filetes de aguja de morirse¡±, dice. Una compa?era le espera en la puerta.

Otros fuman apoyados en la repisa exterior de una de las ventanas. ¡°Mira, ese es Alfonso, se pasa aqu¨ª el d¨ªa, llega a las 7.30 de la ma?ana y se marcha a esa misma hora de la tarde, cierra con nosotros. No habla mucho, es peculiar, pero esta es como su casa¡±, cuenta uno de los empleados del comedor. Esa es la situaci¨®n de muchos y lo que m¨¢s preocupa a los que les cuidan y dan conversaci¨®n diariamente es que el cierre del espacio les deje desamparados.

Por el momento, el ¨²nico plan de la Consejer¨ªa es asegurarles la comida, ¡°que va a seguir incluyendo fruta¡±, pero no hay previsto un programa de asistencia psicol¨®gica. ¡°Estamos ante un escenario nunca antes vivido¡±, se?alan desde la Administraci¨®n madrile?a. ¡°Se va a evitar la cocina (en referencia a los platos calientes) para reducir los contactos¡±, a?aden.

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