Morirse ahora
Solo algunas personas discretas como t¨² habr¨ªan elegido marcharse en un momento donde el ruido, el miedo y el rigor del metro y medio proh¨ªben los abrazos
La ¨²nica ventaja de no marcharse el ¨²ltimo iba a ser esperar tranquilo a que vinieran tus amigos a decir adi¨®s. Lo imaginamos tantas veces. Reunirnos todos, hablar de ti, bajar al bar a emborracharnos y aplazar al m¨¢ximo pedir la cuenta. La despedida, al menos eso siempre qued¨® claro, era el d¨ªa que nadie pensar¨ªa arrebatarnos. Ya ves, tambi¨¦n en eso hemos cambiado. Solo algunas personas discretas, 2.182 de este contador macabro y las que ya nadie enumera porque no os toc¨® ser parte del problema, habr¨ªan elegido marcharse en un momento donde el ruido, el miedo y el rigor del metro y medio proh...
La ¨²nica ventaja de no marcharse el ¨²ltimo iba a ser esperar tranquilo a que vinieran tus amigos a decir adi¨®s. Lo imaginamos tantas veces. Reunirnos todos, hablar de ti, bajar al bar a emborracharnos y aplazar al m¨¢ximo pedir la cuenta. La despedida, al menos eso siempre qued¨® claro, era el d¨ªa que nadie pensar¨ªa arrebatarnos. Ya ves, tambi¨¦n en eso hemos cambiado. Solo algunas personas discretas, 2.182 de este contador macabro y las que ya nadie enumera porque no os toc¨® ser parte del problema, habr¨ªan elegido marcharse en un momento donde el ruido, el miedo y el rigor del metro y medio proh¨ªben los abrazos.
Morir ahora, como en las guerras que ya casi ninguno vimos, se ha vuelto un mal negocio. Tambi¨¦n para las funerarias, donde ayer entramos de uno en uno a pagar la deuda y nos largamos. Ahora son cifras, cad¨¢veres, curvas y, en el mejor de los casos, picos que deber¨ªan estar ya pasando. En Italia, de d¨®nde nos tuvimos que volver hace 26 d¨ªas cuando todo esto casi ni hab¨ªa empezado, se fueron 627 personas solo el d¨ªa de tu santo. Una masacre general en la que cada uno habr¨¢ tenido que expiar lo suyo. Aqu¨ª, ya sabes, colaps¨® una infancia junto a la cama de hospital. Una patria edificada en la escalerilla verde del espig¨®n de Santa Pola, en el asiento trasero del Renault 18 gris que atravesaba la A7 en verano, en la horchata y los arroces del domingo. Tambi¨¦n en las broncas, en las colillas de Habanos, en los fracasos y en lo de la c¨¢rcel que casi nunca hablamos. Todo eso se fue yendo estos d¨ªas mientras, a trav¨¦s de la ventana, corr¨ªa gente con rollos de papel de ba?o. Supimos enseguida que iba a ser dif¨ªcil despedirnos.
Mi padre, un hombre que prefiri¨® siempre la defensa a jugar de delantero, fue al final una pantera entre barrotes. Me lo explic¨® mi madre rescatando a Rilke en su peque?o iPhone 4 destartalado cuando crec¨ªa ya el ruido fuera de la habitaci¨®n. Aqu¨ª tambi¨¦n terminaron faltando recursos y sobrando nervios. Nadie en esta trinchera, por muy bueno que fuera, estaba preparado. Ni siquiera, a qui¨¦n le extra?ar¨ªa, para distinguir entre los casos. Un paciente es hoy tambi¨¦n un sospechoso y un hospital, una comisar¨ªa. La 534, la 507, la 427 y la 305. Le trasladaron cuatro veces en una romer¨ªa infinita, la ¨²ltima mientras llegaban ambulancias y entraban camilleros de otros centros sanitarios. ?l muri¨® de lo suyo en un hospital privado de Barcelona que esta guerra y lo que es justo hicieron p¨²blico cuando la realidad lo pidi¨® a gritos. El domingo sali¨® por la puerta de atr¨¢s sin hacer ruido. Elegimos un mal d¨ªa para dejar de fumar.
La ¨²ltima vez que hablamos, decidimos desafiar a Dios desde la recepci¨®n desierta del hospital y pagar tres d¨ªas m¨¢s la televisi¨®n del cuarto. Perdimos, claro. Los amigos, ya ves, se enterar¨¢n ahora de que te has marchado a la francesa. Nosotros no pudimos darnos la mano sin lav¨¢rnosla cien veces con ese alcohol azul que nos ha borrado las huellas de los dedos y el sentido del humor. Las cicatrices de esto las llevaremos mucho tiempo, sin la mascarilla con la que tuvimos que decir adi¨®s y el olor a ese maldito gel de manos. Nosotros estaremos bien, t¨² no te preocupes, no discutiremos con la mam¨¢. Buen viaje, Pepe.