Transformados

Un d¨ªa de marzo nos despertamos y descubrimos que todo hab¨ªa cambiado a nuestro alrededor. Nos hab¨ªamos convertido en un Gregor Samsa colectivo. Como le ocurri¨® al personaje de Kafka, la realidad de ayer no casaba con la de hoy. La l¨ªnea de puntos de lo cotidiano, ese transcurso m¨¢s o menos l¨®gico de la existencia, se hab¨ªa roto. Ya sabemos c¨®mo se presentan las tragedias. Los desastres, las guerras. No siempre llaman a la puerta. Abrimos los ojos y estamos transformados. En un escarabajo, como el protagonista de ...

Un d¨ªa de marzo nos despertamos y descubrimos que todo hab¨ªa cambiado a nuestro alrededor. Nos hab¨ªamos convertido en un Gregor Samsa colectivo. Como le ocurri¨® al personaje de Kafka, la realidad de ayer no casaba con la de hoy. La l¨ªnea de puntos de lo cotidiano, ese transcurso m¨¢s o menos l¨®gico de la existencia, se hab¨ªa roto. Ya sabemos c¨®mo se presentan las tragedias. Los desastres, las guerras. No siempre llaman a la puerta. Abrimos los ojos y estamos transformados. En un escarabajo, como el protagonista de La metamorfosis, o en una v¨ªctima potencial. Si es que no son la misma cosa.

Kafka es el mejor compa?ero para estos d¨ªas. No nos da ninguna soluci¨®n. Pero es un buen espejo al que mirarse, o una ventana desde la que mirar el mundo. El de hoy y el de siempre. Porque quienes ensalzan al escritor de Praga como un adivinador del futuro, un echador de cartas literario con fortuna, se olvidan de su verdadero valor. No fue un fabricante de distop¨ªas. Franz Kafka se limitaba sencillamente a describir su presente. El presente de un jud¨ªo centroeuropeo en los primeros a?os del siglo XX, s¨ª, pero al mismo tiempo describ¨ªa el presente de cualquier ser humano en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Y desde luego describe nuestro presente, la conmoci¨®n de una sociedad que al igual que Gregor Samsa se ha encontrado con que su mundo, tan firme, se asentaba sobre un suelo de cristal. En un largo art¨ªculo que apareci¨® en 1.944 titulado Franz Kafka revalorado, Hannah Arendt dejaba claro que el universo kafkiano ¡°encaja, estructuralmente, con inquietante exactitud, con la realidad que se nos obliga a vivir¡±.

Y en ese trance estamos. Sumidos en una profunda sensaci¨®n de irrealidad. Viviendo un presente que parece construido con retales del pasado ¡ªla peste, las epidemias, la insuficiencia cient¨ªfica, la supercher¨ªa¡ª y fragmentos de un futuro dist¨®pico ¡ªciudadanos monitorizados, incineraciones y enterramientos solitarios, ciudades desiertas y hasta un presidente de la gran potencia mundial sacado de un c¨®mic para adolescentes¡ª. Desnudos, enfrentados a nuestra esencia vulnerable, al temor. Algo que proviene de lo m¨¢s profundo de nosotros mismos, que siempre ha estado ah¨ª y que ahora se ha adue?ado de nuestra realidad en forma de virus.

Lo que hasta hace poco era cotidiano comparte ahora espacio con lo ins¨®lito. Nuestra casa, nuestros enseres siguen estando ah¨ª del mismo modo que la habitaci¨®n de Samsa permanec¨ªa inmutable, pero esa normalidad aparente est¨¢ constre?ida por una enorme presi¨®n externa. Como si nuestra casa fuese una campana sumergida en el fondo del oc¨¦ano y nuestras paredes fueran diques de contenci¨®n. Al futuro inmediato lo llaman ¡°la nueva normalidad¡±. Algo que parece sacado de una pel¨ªcula futurista de serie B. Un ox¨ªmoron. Nosotros tambi¨¦n deberemos ser normales de otro modo. En los ¨²ltimos tiempos La metamorfosis se traduce de modo acertado como La transformaci¨®n. Precisamente porque el cambio que se produce en el protagonista alude a un proceso interno m¨¢s que a uno externo. La gran duda ahora para nosotros es saber justamente eso. Si esta epidemia nos transformar¨¢, y si es as¨ª en qu¨¦ medida, para bien o para mal, lo har¨¢.

Antonio Soler es escritor. Su ¨²ltima novela es ¡®Sur¡¯ (Galaxia Gutenberg, 2018).

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