¡°A los ancianos les ha quedado el virus en el alma¡±
Las visitas de familiares a las residencias, diezmadas por los contagios, comienzan t¨ªmidamente en los territorios en fase 2
Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez, Tita para los amigos, ya no sonr¨ªe como antes. La mujer de 80 a?os se contagi¨® casi al principio de la pandemia y se qued¨® en su residencia mientras otros muchos ancianos del centro fueron evacuados a otro para los enfermos en la provincia de Ourense. Despu¨¦s de tres an¨¢lisis que dieron positivo, el cuarto test, por fin, revel¨® que el ¡°bicho¡±, como todos aqu¨ª llaman al coronavirus, hab¨ªa decidido dejarla en paz y no seguir torturando su cuerpo enfermo. Tita vio como en es...
Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez, Tita para los amigos, ya no sonr¨ªe como antes. La mujer de 80 a?os se contagi¨® casi al principio de la pandemia y se qued¨® en su residencia mientras otros muchos ancianos del centro fueron evacuados a otro para los enfermos en la provincia de Ourense. Despu¨¦s de tres an¨¢lisis que dieron positivo, el cuarto test, por fin, revel¨® que el ¡°bicho¡±, como todos aqu¨ª llaman al coronavirus, hab¨ªa decidido dejarla en paz y no seguir torturando su cuerpo enfermo. Tita vio como en este tiempo 11 compa?eros de la residencia San Carlos, de Celanova, de un total de 59 residentes que eran en marzo, desaparecieron de all¨ª para siempre. Este lunes, al entrar Galicia en la fase 2, con la t¨ªmida apertura de las residencias que no registrasen contagios en los ¨²ltimos 15 d¨ªas, la primera visita fue para ella.
Su sobrina, Mar¨ªa Cabaco, que antes de la pandemia la iba a ver varias veces al d¨ªa, consigui¨® cita de 10.30 a 11.00 y las dos se emocionaron en el reencuentro. ¡°Me pas¨¦ el domingo llorando, y mi t¨ªa tambi¨¦n¡±, cuenta Mar¨ªa; ¡°hoy delante de ella me hice la fuerte para que no se viniese abajo, pero ganas no me faltaban. Qu¨¦ tristeza ver a la persona que adoro tan tocada f¨ªsica y an¨ªmicamente, con lo alegre que era antes¡±, lamenta. ¡°Yo le preguntaba, ¡®?hoy no me cuentas nada, Tita?¡¯, pero ella estaba apagada¡±, sigue describiendo la escena su sobrina. ¡°Ahora los ancianos de las residencias tienen otro virus, el psicol¨®gico", concluye: "Les ha quedado el virus en el alma¡±.
Hay mayores en la residencia San Carlos que no tienen a nadie que les visite. Otros, sin embargo, han sido motivo de lucha por parte de sus familias, que vieron c¨®mo sus seres queridos quedaban aislados en lo que durante una semana lleg¨® a convertirse en epicentro de la pandemia en Ourense. La primera fallecida de la provincia fue una de sus residentes y a partir de ah¨ª el edificio, propiedad de una fundaci¨®n privada, se sumi¨® en el caos, sin medios materiales y sin personal sanitario, seg¨²n denunciaron sus trabajadoras. Las familias, que se han movilizado para conseguir ver a los ancianos y cuentan con el respaldo de la Federaci¨®n de Familiares y Usuarios de Residencias y Dependencias (REDE), no se explican c¨®mo un centro con ¡°plazas que cuestan 1.400 euros al mes no tiene m¨¦dico¡± y pas¨® buena parte de la crisis sanitaria ¡°sin enfermera¡±.
Tita es una gran dependiente, con graves problemas derivados de la obesidad y la insuficiencia respiratoria. No puede pasar media hora sin la botella de ox¨ªgeno, necesita una gr¨²a para levantarse y se desplaza en silla de ruedas, por eso no fue evacuada con los otros. Fue una especie de milagro que el coronavirus no agravase sus dolencias; simplemente, estaba infectada. Otros muchos casos positivos de la provincia fueron llevados al centro de referencia que habilit¨® la Xunta de Galicia en el municipio de Ba?os de Molgas, pero a San Carlos, ahora, han regresado ancianos de hasta 100 a?os que han vencido la enfermedad. En el peor momento llegaron a confirmarse 64 positivos (46 residentes, y el resto, personal).
La semana pasada, su sobrina se someti¨® al test para ¡°estar segura¡± de que pod¨ªa entrar en la residencia de nuevo. El lunes, al llegar, rellen¨® una encuesta en la que se le preguntaba ¡°si hab¨ªa tenido contacto con la covid-19¡å. Le indicaron que entrase por una puerta lateral que da al jard¨ªn. Y all¨ª se encontr¨® con otros residentes al aire libre. ¡°Se les ilumin¨® la cara al verme, como si vieran a Dios... Les vi necesitados de compa?¨ªa a tope¡±, exclama.
Luego, en una salita apartada, se encontr¨® con su t¨ªa. Los abrazos estaban prohibidos, y la escasa media hora que estuvieron juntas, ¡°a tres metros¡±, fue ¡°con bata, gel y mascarilla¡±. ¡°Mi t¨ªa es mi pilar. Me cuid¨® junto a mi madre; de ni?a jugaba con ella, dorm¨ªa con ella..., pero me operaron de la cadera y ella necesitaba una gr¨²a¡±, explica Mar¨ªa Cabaco. ¡°Fue muy duro para m¨ª que entrase en la residencia y estos meses, con lo que se vivi¨® all¨ª, me plante¨¦ llev¨¢rmela de nuevo a casa¡±, reconoce, ¡°al tiempo que movilic¨¦ medios y hasta 17 voluntarios dispuestos a echar una mano en el centro¡±. ¡°Pero esto no se ha acabado¡±, advierte. ¡°Las familias vamos a seguir luchando para saber por qu¨¦ las empleadas, a las que estamos tan agradecidas, quedaron totalmente tiradas y todo lo que pas¨®¡±. El lunes, cuando se le termin¨® el tiempo a su sobrina, la anciana se qued¨® llorando otra vez. ¡°Tranquila, Tita¡±, se despidi¨® Mar¨ªa. "Ya tengo cita reservada para la semana que viene¡±.
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