Y el ¡°bicho¡± nos dej¨® solos
Ancianos de hasta 100 a?os viven los peores d¨ªas de sus vidas en una residencia de Celanova, el mayor foco de coronavirus en Ourense. Muchos no entienden lo que est¨¢ pasando o lo olvidan ¡°cada 10 minutos¡±
Elisa ha tenido que dejar atr¨¢s sus mu?ecas, su cuarto de siempre, su casa. Ya no puede estar con sus amigos, ni regalarles los dibujos que pintaba cada tarde a la luz de la ventana. Cuando ve que ya no recibe los abrazos y los besos de antes, se ensimisma en su tristeza y solloza, porque los mimos eran para ella el alimento vital. Todo es por culpa de "el bicho", ese ente maligno del que todos los compa?eros hablan y que ha llegado de golpe para devorar los sencillos planes de futuro de los que viv¨ªan en la Residencia San Carlos de Celanova (Ourense). Los proyectos de cada uno pasaban por seguir all¨ª para siempre, recibir visitas de la familia y alg¨²n d¨ªa morir, m¨¢s o menos tranquilamente, arropados por las trabajadoras de centro: esas caras conocidas que ahora han desaparecido detr¨¢s de unas gafas y unas mascarillas tan apretadas que dejan marca al acabar el d¨ªa. Esas manos fuertes a las que acostumbraban amarrarse para no perder pie en este mundo, ahora enfundadas en cuatro capas de guantes de l¨¢tex, asegurados con cinta a las mangas de unos buzos protectores que han sustituido a las batas como uniforme de trabajo.
Elisa (nombre ficticio, como todo el que aparezca en adelante) no es una ni?a, pero se siente como tal. Y no entiende nada de lo que est¨¢ pasando, como otros muchos ancianos de los 56 que resid¨ªan hasta esta aciaga semana en este centro privado de la tercera edad con plazas concertadas. Entre el 20 y el 27 de marzo, la residencia San Carlos se convirti¨® en el mayor foco de coronavirus de Ourense, con el 21% de los casos detectados en la provincia, y el mundo se derrumb¨® all¨ª dentro.
Hac¨ªa d¨ªas que los residentes se mustiaban. Sab¨ªan por las noticias que la epidemia se extend¨ªa por Madrid y hab¨ªa hecho mella entre los miembros de una coral en A Coru?a. En Celanova todo eso quedaba muy lejos, y no comprend¨ªan muy bien por qu¨¦ ya no pod¨ªan recibir visitas, ni salir a pasear. Pero el 18 vieron a Julia, de 93 a?os, subir todav¨ªa por su propio pie, con su andador, a la ambulancia. Al cabo de las horas la compa?era fallec¨ªa infectada de coronavirus y se convert¨ªa en la primera v¨ªctima mortal en la provincia. Al igual que ella, el 19 otras dos mujeres tuvieron que ser trasladadas al hospital de Ourense. La primera ten¨ªa una fuerte bronquitis, pero dio negativo en el test. La segunda, Francisca, estaba infectada, pero a sus 98 a?os sigue aferrada a la vida para demostrar a todos sus compa?eros que la vejez no se deja vencer siempre por la maldita enfermedad.
Ante los primeros contagios, el d¨ªa 20 se practicaron pruebas a los residentes y la plantilla del centro. Los resultados llegaron en sucesivas oleadas, hasta alcanzar los 64 positivos (46 ancianos, incluida la v¨ªctima mortal, y 18 empleados, la inmensa mayor¨ªa mujeres con familias a su cargo). En cuesti¨®n de dos d¨ªas, el personal qued¨® diezmado por las bajas. De la treintena de empleadas, todas menos cinco tuvieron que marchar por estar contagiadas o por pertenecer a grupos de riesgo. La residencia estaba sin enfermera, y la llamada a ser su suplente renunci¨®.
"Cuando nos dimos cuenta, solo qued¨¢bamos dos gerocultoras, dos auxiliares de enfermer¨ªa y una trabajadora social. Las limpiadoras, las cocineras, la enfermera, la fisioterapeuta no estaban... incluso la encargada tuvo que marchar a casa", describe con voz agotada una de las que resistieron. "Est¨¢bamos solas para hacerlo todo, era una presi¨®n brutal. Si nosotras par¨¢bamos, a ellos [los ancianos, el 85% dependientes] se les paraba el mundo. Si no les d¨¢bamos de comer y beber, ellos no com¨ªan ni beb¨ªan. Si no les d¨¢bamos la medicaci¨®n, no se medicaban. Si no los lav¨¢bamos y cambi¨¢bamos, se pudr¨ªan".
"No ten¨ªamos material. No ten¨ªamos nada. Improvisamos con lej¨ªa un desinfectante en espray que nos quem¨® las manos. Trabaj¨¢bamos 16 horas y, aparte de pl¨¢tanos para las contracturas musculares, no com¨ªamos apenas ni dorm¨ªamos", relata. "No hab¨ªa tiempo ni para emocionarse. Las que estaban contagiadas, de baja, ped¨ªan regresar", sigue contando la mujer sobre el infierno vivido: "Estaban dispuestas a encerrarse con los ancianos infectados en una planta para cuidarlos". Las sanas, mientras tanto, hac¨ªan "de cocineras, de enfermeras, de pa?o de l¨¢grimas... Los residentes que eran conscientes de lo que suced¨ªa, lo pasaban fatal". "Los ve¨ªas aterrorizados, buscando en ti la ayuda para salvarse. No sab¨ªan que nosotras tambi¨¦n tembl¨¢bamos de miedo y llor¨¢bamos por las esquinas", dice la empleada. "A otros, sin embargo, se lo tratabas de explicar y a los 10 minutos se olvidaban". Pero todos "se iban apagando", aislados en sus habitaciones, "sin vida social, sin partida de cartas, sin caricias".
El d¨ªa 23, otro residente con Covid-19 ingres¨® en el hospital de Ourense mientras la UME (Unidad Militar de Emergencias) se present¨® al mediod¨ªa para desinfectar el centro. A la residencia hab¨ªa llegado la noticia de que este grupo del Ej¨¦rcito se har¨ªa "cargo" del problema, pero aquellos hombres solo estaban all¨ª para fumigar. Desesperadas, las trabajadoras de la fundaci¨®n San Carlos que aguantaban el tir¨®n estallaron, y aprovechando que estaba la prensa salieron a la puerta a pedir auxilio al mundo. Necesitaban "manos y material". Y fue gracias a su "llamada de socorro" que la curva del caos lleg¨® a su pico y emprendi¨® su cuesta abajo.
Los pol¨ªticos locales de "todos" los partidos "se movieron por nosotros", cuenta la trabajadora. "Sin darse cuenta tiraron de la cuerda en la misma direcci¨®n, desde el alcalde [Antonio Puga, de Celanova Decide], que habl¨® con N¨²?ez Feij¨®o, hasta el concejal del BNG [Leopoldo Rodr¨ªguez] que avis¨® a Ana Pont¨®n [portavoz nacional del Bloque] y fue bestial c¨®mo ella nos defendi¨®". Al mismo tiempo, desde la calle, llegaba una marea de solidaridad en forma de equipos de protecci¨®n, sulfatadoras de vides, pantallas de protecci¨®n para el manejo de desbrozadoras. Hab¨ªa vecinos que se ofrec¨ªan a cocinar, a lavar la ropa, a limpiar. Particulares y peque?as empresas de la comarca se volcaban con la residencia a la vez que se contrataba nuevo personal. El viernes pasado, seg¨²n la empleada veterana, eran ya una docena de trabajadoras y este fin de semana ha vuelto a haber turnos y d¨ªas de descanso.
Pero la incertidumbre, la pena y el desarraigo contin¨²an. El martes 24, los primeros 11 residentes que hab¨ªan dado positivo fueron trasladados a una residencia habilitada en el ayuntamiento de Ba?os de Molgas para acoger a los ancianos contagiados en geri¨¢tricos del sur de Galicia. Al d¨ªa siguiente, en medio de informaciones confusas para trabajadoras y familiares llegadas desde la Administraci¨®n gallega, el transporte de los restantes se fren¨®. Los infectados segu¨ªan en Celanova esperando, llevaban ya cinco d¨ªas sin enfermera propia, as¨ª que un m¨¦dico y una trabajadora sanitaria del centro de salud se ofrecieron a ver a todos los ancianos. El viernes, al fin, llegaron las ambulancias para trasladar al resto de positivos a Ba?os de Molgas, salvo ocho, grandes dependientes que de momento seguir¨¢n en la residencia de Celanova con los 10 no contagiados, en plantas diferentes y dejando habitaciones vac¨ªas entre las ocupadas para un aislamiento mayor. "Hoy es el primer d¨ªa que podemos respirar", confiesa ahora la empleada.
Despu¨¦s de la semana negra, nadie adivinaba que el momento de la despedida fuese a hacerse tan duro. En la entrada, a medida que eran subidos a los veh¨ªculos, los ancianos que iban a ser trasladados ¡°nos buscaban¡±, recuerda entre l¨¢grimas la trabajadora. ¡°No nos reconoc¨ªan porque llev¨¢bamos mascarilla... Estaban perdidos, angustiados. Nos dec¨ªan que ya se hab¨ªan hecho a la idea de morir aqu¨ª¡±. Tem¨ªan m¨¢s la separaci¨®n que al propio ¡°bicho del que todos hablan¡± para no mentar el coronavirus. En la residencia San Carlos hay una mujer de 100 a?os y otras compa?eras de 99 y 98. Hay personas que ¡°llevan viviendo all¨ª tres d¨¦cadas¡±; es su hogar y su familia, porque ¡°los hay que no tienen a nadie en el mundo¡±. Los que han marchado lo han hecho con la esperanza de volver cuando la pesadilla acabe.
Feij¨®o: "Las residencias son el foco de mayor preocupaci¨®n"
"A pesar del trabajo de las autoridades sanitarias", la situaci¨®n en las residencias de mayores "no va a ser f¨¢cil ni va a disminuir" el n¨²mero de contagios, sino que "crecer¨¢n", ha dicho este domingo el presidente de la Xunta, Alberto N¨²?ez Feij¨®o, en la rueda de prensa posterior a su videoconferencia con el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, y el resto de titulares auton¨®micos. Para el Gobierno gallego, seg¨²n recoge Europa Press, estos centros "son el foco de mayor preocupaci¨®n", ya que en ellos viven 22.000 personas mayores que "hay que seguir cuidando, garantiz¨¢ndoles el aislamiento" para evitar contagios. Seg¨²n el ¨²ltimo balance oficial, en la comunidad hay ya 211 casos de ancianos y 64 de trabajadores infectados por coronavirus dentro de estas instalaciones. Actualmente, la que presenta un mayor n¨²mero de diagn¨®sticos positivos es la residencia DomusVi Barreiro de Vigo, con 74 casos.
La l¨ªder del BNG, Ana Pont¨®n, ha contestado r¨¢pidamente a las palabras de Feij¨®o: ¡°Ni una propuesta; ni una medida por parte del Gobierno gallego para evitarlo; nada sobre c¨®mo garantizar que las residencias cuenten con material de protecci¨®n; nada sobre la ejecuci¨®n de un plan de choque con pruebas masivas entre usuarios y trabajadores; nada sobre c¨®mo evitar que la situaci¨®n en estos centros, que ya es dur¨ªsima, empeore¡±.
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