¡°Es la primera vez que he pasado miedo en mis m¨¢s de 20 a?os como funcionario de prisiones¡±
EL PA?S selecciona otras cuatro cartas de los lectores con sus historias de la pandemia
EL PA?S publica una selecci¨®n de las historias personales enviadas por los lectores sobre la pandemia. Cientos han respondido con sus relatos y experiencias a la invitaci¨®n de la redacci¨®n.
Es la primera vez que he pasado miedo en mis m¨¢s de 20 a?os como funcionario de prisiones en Catalu?a. ?Y mira que he vivido situaciones de conflicto al l¨ªmite!
Cuando se declar¨® la pandemia decid¨ª renunciar a mi liberaci¨®n sindical e incorporarme a mi cen...
EL PA?S publica una selecci¨®n de las historias personales enviadas por los lectores sobre la pandemia. Cientos han respondido con sus relatos y experiencias a la invitaci¨®n de la redacci¨®n.
Es la primera vez que he pasado miedo en mis m¨¢s de 20 a?os como funcionario de prisiones en Catalu?a. ?Y mira que he vivido situaciones de conflicto al l¨ªmite!
Cuando se declar¨® la pandemia decid¨ª renunciar a mi liberaci¨®n sindical e incorporarme a mi centro penitenciario de J¨®venes de Barcelona. Pero lo m¨ªo no tiene m¨¦rito. Mis compa?eros y compa?eras son los verdadero h¨¦roes, acumulando turnos de 15 y 24 horas seguidas sin desfallecer. Nadie se acuerda de ellos porque, como siempre, son los grandes olvidados en los servicios esenciales.
Nos dieron una mascarilla de tela, otra quir¨²rgica y una especie de cono no homologado. Al principio nos dijeron que no las utiliz¨¢ramos porque ¡°intimid¨¢bamos a los internos¡± y ahora son obligatorias para trabajar. Pero nadie abandon¨® el servicio porque los internos dependen totalmente de nosotros.
Recuerdo que un d¨ªa, en el m¨®dulo en el que trabajo, uno de los internos dio positivo al hacerle la PCR. Vinieron unos sanitarios vestidos de astronautas para llev¨¢rselo al Pabell¨®n Penitenciario Hospitalario de Terrassa. Los funcionarios ¨ªbamos protegidos con mascarillas de tela y aguantamos 24 horas sin desfallecer. Luego llegas a casa e intentas no tener contacto con tu mujer y tus hijas peque?as, pero resulta imposible mantener las distancias en un piso de L¡¯Hospitalet de Llobregat.
M¨¢s tarde se reincorpor¨® Elena, una funcionaria que hab¨ªa estado m¨¢s de un mes recluida en su casa con su marido, al que contagi¨® sin poder evitarlo. Me dijo que se encontraba tan mal que una noche se levant¨® y empez¨® a escribir su testamento ante la at¨®nita mirada de su esposo. Pero lo super¨® y all¨ª estaba de nuevo trabajando en la prisi¨®n.
Una noche al volver a casa, cuando no hab¨ªa ni fases y la ciudad de Barcelona estaba confinada a cal y canto, me pararon los Mossos d¡¯Esquadra. Al explicarles de d¨®nde ven¨ªa, me saludaron en plan militar. Pero el reconocimiento es tambi¨¦n para esos polic¨ªas que se han jugado el pellejo en la calle por todos nosotros.
Y fuimos avanzando de fases sin tener ning¨²n mot¨ªn ni revuelta pese a que los internos ten¨ªan suspendidas todas las comunicaciones con sus familiares. Nadie reconocer¨¢ el tit¨¢nico trabajo de unos profesionales penitenciarios que hacen de educadores, psic¨®logos, juristas, asistentes sociales, maestros, monitores y vigilantes. Son esenciales, pero invisibles para la sociedad y, lo que es peor, para los pol¨ªticos.
Las residencias que salvaron vidas
Mercedes Crespo Andr¨¦s / Madrid
Mi madre hace 11 a?os que vive en una residencia, voy a verla cuatro d¨ªas en semana. Tener a un familiar en una residencia no es desocuparse de ¨¦l, es tenerlo mejor atendido. No hay una f¨®rmula perfecta para cuidar a nuestros mayores, lo ¨²nico seguro es que el cari?o y la compa?¨ªa hacen tanta falta como la medicaci¨®n.
En la residencia de mi madre, el 8 de marzo nos dijeron que durante unos d¨ªas no podr¨ªamos ir. Esa tarde le di un mont¨®n de besos y le promet¨ª que pronto volver¨ªa. Los primeros d¨ªas de confinamiento no dejaba de recordar la cantidad de besos y achuchones que hab¨ªa dado a mi madre y que en ellos pod¨ªa ir el virus. Nadie sab¨ªa nada y no imagin¨¢bamos que un beso pod¨ªa ser mortal.
Los d¨ªas fueron pasando y mi madre segu¨ªa bien. Desde la residencia no dejaron, ni un solo d¨ªa, de llamar e informar de c¨®mo iba todo.
Cuando a las 20.00 sal¨ªamos a aplaudir, yo lo hac¨ªa por todos los que estaban velando por nosotros y en especial por las personas que estaban cuidando a mi madre. Mientras yo teletrabajaba para no correr riesgos, los trabajadores de la residencia se expon¨ªan. Mi madre no dej¨® de tener cuidados y atenciones. El equipo m¨¦dico trabaj¨® tit¨¢nicamente para que no entrara el virus. El personal de planta que cuida de ellos tuvo que confinarlos en las habitaciones y tuvieron un trabajo que, si de normal es un no parar, entonces era mucho m¨¢s complicado, pero no se dieron por vencidos. Desde la oficina nos llamaban para decirnos c¨®mo estaban. Ten¨ªan que llamar a casi 200 familias diarias y no solo nos daban la informaci¨®n, tambi¨¦n nos daban ¨¢nimos y nos atend¨ªan con ese cari?o que no se paga con nada.
El lunes por fin pude ver a mi madre, despu¨¦s de tres meses sin hacerlo. Nunca hab¨ªamos estado tanto tiempo separadas. Cuando me vio, con una sonrisa maravillosa, dijo: ¡°Mi ni?a¡±. Fue un momento emocionante de esos que no se olvidan. Mi madre sufre un deterioro cognitivo severo, pero est¨¢ claro que, a pesar de eso y de tener que llevar media cara tapada por una mascarilla, una madre siempre sabe que somos una parte importante de ellas.
Ha sido triste ver c¨®mo en los medios de comunicaci¨®n solo hablaban de los muertos de las residencias y nadie contaba que tambi¨¦n hab¨ªa otras residencias que estaban salvando la vida de nuestros padres.
Desde aqu¨ª mi agradecimiento p¨²blico a todo el equipo de los Nogales Puerta de Hierro y a todas las residencias que nos hab¨¦is ayudado a salvar a nuestros mayores.
Nicaragua, el pa¨ªs donde todo se hace diferente
Reinaldo Manuel Plasencia / Jinotepe (Nicaragua)
Nicaragua es un pa¨ªs igual o diferente a otros. Tan igual y diferente a otros en cosas buenas y no tan buenas. Al menos es lo que yo creo.
Eso s¨ª, tenemos un Gobierno muy particular. Y no es solo el hecho de que el presidente y la vicepresidenta sean marido y mujer, que despachen desde su casa, la que a su vez es tambi¨¦n la sede de su partido pol¨ªtico.
Lo m¨¢s diferente de este ya inusual Gobierno es que ¡°aqu¨ª siempre se hacen las cosas de manera diferente¡±, tal y como me dijo un funcionario cuando nos pon¨ªa objeciones por una investigaci¨®n que hab¨ªamos hecho en varios pa¨ªses de Latinoam¨¦rica.
¡°Aqu¨ª siempre se hacen las cosas diferentes¡±, es algo que resuena a diario en mi cabeza. Y quiz¨¢s ser¨ªa maravilloso si el ¡°hacer diferente¡± significara ¡°hacerlo mejor¡±. Pero yo tengo mis dudas.
Por mi trabajo me han encomendado que haga un seguimiento y reporte diario de c¨®mo evoluciona la pandemia por este lado del mundo. Al inicio hab¨ªa dificultades para encontrar datos actualizados y confiables. A estas alturas del asunto se me ha hecho algo muy f¨¢cil, los Gobiernos han abierto sitios online donde puedes encontrar toda la informaci¨®n disponible de manera ¨¢gil y amena. Pero hay una gran excepci¨®n: Nicaragua.
Seguir la evoluci¨®n de la pandemia usando los comunicados de mi Gobierno es un ejercicio de lujo para mis neuronas. Y es obvio que se han convertido en una inspiraci¨®n inagotable para memes.
Pero no es solo el asunto de seguir los casi inexistentes casos, seg¨²n el Gobierno. Lo peor es el hecho de vivir varias realidades al mismo tiempo. Hay ma?anas que inicio con un Skype con gente de Espa?a, Guatemala, Bolivia y El Salvador, y en esos lugares la gente est¨¢ confinada, con dificultades para acceder a pruebas de la covid-19, trabajando desde casa y lidiando con toda la familia encerrada y sin perspectivas de que la situaci¨®n termine.
Mientras tanto, todo el mundo desea saber c¨®mo es que en mi pa¨ªs hay tan pocos casos, cuales son los planes de contenci¨®n, y se aterrorizan ante la posibilidad de que tenga que ir a trabajar a mi oficina.
Terminada la reuni¨®n, me tomo un tiempo para ver mis mensajes de WhatsApp. All¨ª me cuentan que hay gente cayendo al suelo de manera fulminante, los familiares de pacientes sospechosos de coronavirus no tienen informaci¨®n suficiente y son acosados por adeptos al Gobierno, ha habido entierros sigilosos y vigilados por la polic¨ªa, hoy habr¨¢ una en¨¦sima concentraci¨®n del Gobierno para celebrar cualquier cosa, se han disparado las muertes por ¡°neumon¨ªa at¨ªpica¡±...
En fin, aceptar que la realidad de Nicaragua es la correcta, es aceptar que aqu¨ª todo se hace diferente y que hasta la covid-19 ha decidido sumarse a ello. De seguro en alg¨²n momento sabremos sus razones y mientras tanto hay mucha gente que nos cuidamos para no abultar las estad¨ªsticas de ¡°neumon¨ªa at¨ªpica¡± y porque aqu¨ª, si te mueres, pues te mueres. Al final, hay algo en que somos iguales al resto del mundo.
Historias que dan fuerza
Manuel Paiva Escobar / El Quisco (Chile)
A mi hermano Kike le diagnosticaron un c¨¢ncer de est¨®mago, sumado a esta fatalidad, el pa¨ªs viv¨ªa un estallido social. La ciudad de Santiago de Chile era como un monstruo que se devoraba a s¨ª mismo. Saqueo y destrucci¨®n.
Yo acostumbraba escribir historias por WhatsApp para entretener a mi familia, pero este WhatsApp otrora amigable y coloquial, se vio invadido ahora de mensajes incendiarios, como si del joker se tratara no solo hab¨ªa que quemarlo todo, sino quedarse y verlo arder.
Con los meses el estallido social dio la bienvenida a una epidemia mundial, como bien lo describi¨® Leila Guerrero, columnista del diario EL PA?S: ¡°Este virus, nos ha inoculado el miedo al otro, hasta la m¨¦dula¡±. En nuestra familia este miedo empez¨® a crecer como un moho en el coraz¨®n. Yo pensaba al igual que Leila, que escribir sobre el virus era como respirar aire viciado. Sent¨ª entonces el llamado (usando un lenguaje militar) a elevar la moral de la tropa, devolverle a mi familia el optimismo y la esperanza. Sobre todo porque estos mensajes por redes sociales los le¨ªa mi mam¨¢ de 82 a?os que, con angustia, notaba que era de la poblaci¨®n de riesgo.
Pero los mensajes pesimistas no daban tregua, los primeros muertos, los despidos masivos, la cuarentena que pas¨® a ser cuarenpena. Adem¨¢s, los mensajes informativos sobre la epidemia gracias a larvas humanas dieron paso a noticias falsas y alarmistas. A pesar de todos mis esfuerzos a veces las malas noticias parec¨ªan un tsunami que amenazaba con arrastrarme. Mi hermana tuvo que cerrar su restaurante y mi sobrino su gimnasio. Luego otro golpe, mi hermano Kike hizo met¨¢stasis y su c¨¢ncer estomacal paso a tumor cerebral.
Mi familia se hallaba abrumada por la ansiedad del presente y por el miedo al futuro. Pero de pronto¡ Todo cambi¨®, como por milagro, la operaci¨®n fue un ¨¦xito y la recuperaci¨®n rapid¨ªsima. Esto insufl¨® vida a la familia, volvieron las sonrisas. Mi hermana se reinvent¨® y se dedic¨® a la venta de art¨ªculos de aseo. Mi sobrino paso a dar charlas motivacionales. Y yo en lo m¨ªo, escribiendo historias l¨²dicas y absurdas, dando un poco de aire a la asfixia cotidiana. Como en la ¨²ltima historia en que simulaba una entrevista a mi hermano sobre su operaci¨®n al cerebro.
¡ªCu¨¦ntanos Kike, detalles de tu operaci¨®n.
¡ªBueno... Cachilupi (mi alter ego). Como no era mi primera operaci¨®n, sab¨ªa que ten¨ªa que alejarme de la luz, jajaja. Te revelar¨¦ algo in¨¦dito Cachilupi, en realidad quien oper¨®... fui yo.
¡ª?Y qu¨¦ sentiste Kike en ese momento?.l pabell¨®n los m¨¦dicos me aseguraron que no pod¨ªan hacerlo, que deb¨ªan respetar estrictamente los protocolos: ¡°Distanciamiento social, m¨ªnimo un metro¡±. As¨ª que, yo deb¨ªa operarme.
¡ª?Y qu¨¦ sentiste Kike en ese momento?
¡ªMe vi al borde de un precipicio, ve¨ªa a los doctores oliendo la sangre, como una jaur¨ªa sedienta, esperando que me inmolara delante de ellos, vi todo perdido. Pero gracias a que los m¨¦dicos me dirigieron, lo logr¨¦.
¡ª?Qu¨¦ alivio Kike! Pero para serte sincero, no me sorprende esa actitud exagerada de los m¨¦dicos. En Espa?a, por ejemplo, quer¨ªan tomar preso al cantante Sergio Dalma por cantar Bailar pegados si es bailar. Lo acusaron de incitar a la desobediencia civil¡
Todas estas historias, que fueron muchas m¨¢s, lograron el ¨¦xito anhelado. Infundieron fuerza y ¨¢nimo en la familia, luego otros integrantes del WhatsApp se fueron uniendo con mensajes de autoayuda, remedios mapuches... Algunos de estos mensajes fueron como roc¨ªo en tierra seca, como el poema de Mario Benedetti: ¡°Cuando la tormenta pase, y se amansen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo¡±.
O este otro de K. O¡¯Meara: ¡°Y la gente se qued¨® en casa y ley¨® libros y escuch¨® y descans¨® y se ejercit¨® e hizo arte y jug¨® y aprendi¨® nuevas formas de ser y se detuvo y escuch¨® m¨¢s profundamente, alguno meditaba, alguno rezaba, alguno bailaba, alguno se encontr¨® con su propia sombra y la gente empez¨® a pensar diferente¡±.
Eso precisamente fue lo que pas¨® en mi familia y nos hizo comprobar que el humor y ¡°las buenas vibras¡±, pueden ser m¨¢s contagiosas que la peor enfermedad homicida.
Informaci¨®n sobre el coronavirus
- Aqu¨ª puede seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n de la pandemia
- As¨ª evoluciona la curva del coronavirus en Espa?a y en cada autonom¨ªa
- Buscador: La desescalada por municipios
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Gu¨ªa de actuaci¨®n ante la enfermedad
- Pinche aqu¨ª para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia