Segunda residencia: el reencuentro

Ha tenido mucho de emotivo pero tambi¨¦n parte de Resident Evil. La llegada el viernes a la segunda residencia por parte de muchos propietarios ansiosos y preocupados con lo que se encontrar¨ªan ha significado reencuentros cari?osos, pero tambi¨¦n malos tragos y hasta situaciones de pesadilla. Entre los primeros, la satisfacci¨®n de ver que despu¨¦s de tres meses de ausencia en la vivienda dejada de la mano de Dios, las cosas siguen m¨¢s o menos en su sitio, aunque requieren urgentemente el mantenimiento que se les ha negado estos d¨ªas. Entre los segundos, el despiporre vegetal en los jardine...

Ha tenido mucho de emotivo pero tambi¨¦n parte de Resident Evil. La llegada el viernes a la segunda residencia por parte de muchos propietarios ansiosos y preocupados con lo que se encontrar¨ªan ha significado reencuentros cari?osos, pero tambi¨¦n malos tragos y hasta situaciones de pesadilla. Entre los primeros, la satisfacci¨®n de ver que despu¨¦s de tres meses de ausencia en la vivienda dejada de la mano de Dios, las cosas siguen m¨¢s o menos en su sitio, aunque requieren urgentemente el mantenimiento que se les ha negado estos d¨ªas. Entre los segundos, el despiporre vegetal en los jardines, la proliferaci¨®n de la vida animal, sobre todo, dentro, la m¨¢s repulsiva, reptante y parasitaria, y el fallo sist¨¦mico de algunos soportes vitales (l¨¦ase que se ha ido la luz y ha colapsado el contenido de la nevera, aumentando la proliferaci¨®n de la vida org¨¢nica m¨¢s repulsiva, etc¨¦tera).

La alegr¨ªa de ver que no se hab¨ªa desplomado ning¨²n ¨¢rbol sobre el tejado, no hab¨ªa tenido lugar ninguna incursi¨®n cherokee ni se hab¨ªa instalado una piara de hirsutos jabal¨ªes en el terreno (aunque, sin duda, vistas las huellas, lo hab¨ªan pensado), ha contrastado anoche en una modesta casa unifamiliar en Viladrau, en el Montseny, Girona, a la que no se pudo acceder en mucho tiempo desde Barcelona (por quedar precisamente a escasos cinco kil¨®metros del p. cambio de provincias), con el susto ante la profusi¨®n de ara?as de tama?o sobrenatural, una babosa en la vitrocer¨¢mica y el escorpi¨®n m¨¢s grande que quien firma estas l¨ªneas ha visto en su vida, excepto en los documentales de David Attenborough. El bicho adem¨¢s llevaba en las pinzas a un cong¨¦nere m¨¢s reducido -un macho-, sin que se pueda afirmar (tuve que encargarme del calentador por exigencias del guion) si lo estaba devorando o bailando un tango de apareamiento.

En el cap¨ªtulo de satisfacciones, la presencia de una pareja de picos picapinos grandes (p¨¢jaros carpinteros) que se han instalado en el cedro con la tranquilidad de que no los molestara nadie. Muy interesante tambi¨¦n que un murci¨¦lago haya encontrado la manera de arrastrarse hasta casa y colgarse de una viga sobre la cocina. Lo que ha llegado a hacer la glicina es digno de estudio. Anoche fue complejo y mucha gente -no se pod¨ªa resolver todo de una vez- hubo de dormir atrincherada en las habitaciones, rodeada de caos, aferrada a la almohada como al osito de cuando ¨¦ramos peque?os y rezando en voz bajita para que la cosa arrugada que tocaban los pies debajo de la colcha fuera solo un calcet¨ªn. Sue?os raros.

La luz del d¨ªa ha tra¨ªdo serenidad, consuelo y la evidencia de lo mucho por hacer. Como pioneros en una ma?ana cualquiera del arduo Far West, hemos arrostrado la situaci¨®n con realismo, resignaci¨®n y abnegaci¨®n, nos hemos pertrechado de herramientas y hemos salido a darle cara al c¨¦sped, que parece una masa hostil salida de El d¨ªa de los tr¨ªfidos, hemos puesto al sol los libros y los cojines enmohecidos, hemos barrido los cuerpos de los insectos y otras criaturas indefinibles, sofocados por las nubes de insecticida (suerte que llevamos mascarillas) y empezamos a sentar las bases de la nueva normalidad, tambi¨¦n aqu¨ª. Manos a la obra.

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