Un juzgado contra la violencia que oculta la pandemia
La covid frena las denuncias y las actuaciones judiciales en los casos de maltrato a las mujeres. As¨ª se cuida a las v¨ªctimas entre mamparas y mascarillas
El magistrado Jos¨¦ Luis Mendoza se coloca frente al ordenador para impartir justicia. En el Juzgado de Primera Instancia e Instrucci¨®n 4 y de la Violencia sobre la Mujer de Sueca (Valencia), la nueva realidad ha tra¨ªdo un nuevo silencio. Nadie en la sala de espera, con tres de cada cuatro asientos precintados. Las funcionarias, tras la mampara del acceso, trabajan embozadas en las mascarillas. Y Mendoza, con su impecable camisa de rayas, se coloca la FFP2 antes de la reuni¨®n telem¨¢tica. Son las 11 de la ma?ana del mi¨¦r...
El magistrado Jos¨¦ Luis Mendoza se coloca frente al ordenador para impartir justicia. En el Juzgado de Primera Instancia e Instrucci¨®n 4 y de la Violencia sobre la Mujer de Sueca (Valencia), la nueva realidad ha tra¨ªdo un nuevo silencio. Nadie en la sala de espera, con tres de cada cuatro asientos precintados. Las funcionarias, tras la mampara del acceso, trabajan embozadas en las mascarillas. Y Mendoza, con su impecable camisa de rayas, se coloca la FFP2 antes de la reuni¨®n telem¨¢tica. Son las 11 de la ma?ana del mi¨¦rcoles 18 de noviembre. Fuera, en la plaza, el sol de oto?o es espectacular.
En la pantalla de Mendoza aparecen sus colaboradores en peque?os cuadrados: la psic¨®loga y el educador social, dos agentes de la Guardia Civil, el secretario judicial y dos trabajadoras de la mancomunidad que engloba el municipio. No han vuelto a juntarse en persona en la misma habitaci¨®n desde antes del confinamiento. Resuelven con videoconferencias y con teletrabajo. Todos lamentan la p¨¦rdida del contacto personal con las v¨ªctimas. Y ese otro silencio tenebroso, el del confinamiento, en el que las mujeres y las denuncias desaparecieron: ¡°La gente no ha sabido que las instituciones est¨¢bamos funcionando¡±, lamenta el magistrado.
Inauguran la reuni¨®n con un tema muy duro. Todos lo son en realidad. Un ni?o cont¨® en el colegio que su madre estaba siendo maltratada por su padre. Ella lo neg¨®. No es extra?o, la mayor¨ªa de las mujeres no denuncian por miedo o porque no son conscientes del peligro. El colegio se ha convertido en un detector de maltrato, como los hospitales o las farmacias. Gracias al testimonio del ni?o empezaron el seguimiento, que se ha recrudecido con la covid. La asesora jur¨ªdica y la psic¨®loga de la mancomunidad avisan de que el padre se est¨¢ quedando con el dinero de la ayuda que le corresponde a ella. Hay que ordenar un cambio de cuentas: ¡°Todo lo que cobra ella se lo queda ¨¦l¡±. Se llama violencia econ¨®mica. Y este es un caso de libro.
Lidia relata una ristra de amenazas e insultos. Y repite las dos palabras que siempre ten¨ªa su exnovio en la boca: ¡°Puta, mu¨¦rete¡±.
La situaci¨®n de las maltratadas es mucho m¨¢s angustiosa desde que el mundo est¨¢ en suspenso por la covid. Hay menos asesinadas, pero no menos violencia, dicen los especialistas, aunque han ca¨ªdo casi todos los indicadores menos las llamadas de auxilio al tel¨¦fono 016. Se registraron 10.000 denuncias menos en el primer semestre de 2020 que en el del 2019. Los delitos enjuiciados cayeron de 26.433 a 16.908, seg¨²n datos del Consejo General del Poder Judicial. Hubo un millar menos de ¨®rdenes de protecci¨®n, hasta las 14.925. En el confinamiento se suspendieron parte de los procedimientos.
Ellas est¨¢n m¨¢s ocultas, las ayudas econ¨®micas no llegan, algunas se quedaron encerradas con su maltratador. El agente de la Guardia Civil explica desde el recuadro inferior derecho de la pantalla que solo en Tavernes de la Valldigna, con 17.000 habitantes, tienen 52 mujeres en vigilancia. Hay una catalogada de riesgo alto por una nueva denuncia: ¡°Al agresor le tocaba hacerse cargo del hijo. Reaccion¨® de forma agresiva porque no le hac¨ªan la entrega del menor¡±, cuenta el agente. La mujer huy¨® a casa de su madre. Y regres¨® de nuevo cuando localizaron al hombre. No es el primer episodio violento en el que interviene la Guardia Civil en este caso. Antes, el agresor perdi¨® parte del intestino cuando se arroj¨® por un tercer piso el d¨ªa que fueron a buscarle a casa de su exmujer, donde no deb¨ªa estar. Despu¨¦s se escap¨® del hospital y lo encontraron en la estaci¨®n de tren, con la bata a¨²n puesta.
Evitar la revictimizaci¨®n
En Sueca, bajo la supervisi¨®n del magistrado Mendoza, la violencia machista se combate en tres edificios que conforman un tri¨¢ngulo: el juzgado, la oficina de atenci¨®n a la v¨ªctima y la ludoteca municipal, que es donde declaran las mujeres para garantizar las medidas anticovid. A apenas 100 metros del juzgado est¨¢ la oficina, que atiende el educador social Agust¨ª Sapinya. Es un claustro franciscano de principios del XVII, donde el silencio est¨¢ envuelto en piedra fr¨ªa. Sapinya tiene la barba blanca y la voz calma. Es como un lazarillo para ellas: ¡°Hay mucha tensi¨®n, mucho miedo¡±. Su papel es evitar la revictimizaci¨®n, es decir, que el paso por el juzgado sea un segundo calvario tras el terror vivido en el hogar. Dice que cuesta mucho m¨¢s ahora que lo hace desde el otro lado de la mampara.
¡°Al agresor le tocaba hacerse cargo del hijo. Reaccion¨® de forma agresiva porque no le hac¨ªan la entrega del menor¡±, cuenta el agente.
As¨ª atiende a Lidia (nombre supuesto), que viene desde Cullera, a 16 kil¨®metros en direcci¨®n al mar. Tiene 31 a?os y llevaba ocho con su novio. Lo cuenta mientras se ajusta la mascarilla con dibujos de Mickey Mouse. Se fue a vivir con ¨¦l y con su familia en marzo, el fin de semana que empez¨® el confinamiento. Relata una ristra de amenazas e insultos. Y repite las dos palabras que siempre ten¨ªa su exnovio en la boca: ¡°Puta, mu¨¦rete¡±. En agosto empezaron ¡°las golpizas y los moratones¡±. ¡°Me cogi¨® del cuello y todo¡±. Lo denunci¨® el 15 de octubre. ?l la llam¨® sin parar, 200 llamadas seguidas hasta que le detuvieron. Un d¨ªa despu¨¦s se celebr¨® el juicio r¨¢pido. Fue cuando conoci¨® a Sapinya: ¡°Estuvo apoy¨¢ndome en todo¡±. Tiene una orden de alejamiento hasta 2023 por amenazas, lesiones y acoso.
Mendoza anda muy revuelto estos d¨ªas. Busca soluci¨®n a otro problema que vino con la covid y para el que le han dado un remedio temporal: el espacio. En 2017, cuando este peri¨®dico hizo la primera visita al juzgado de Sueca, el gran af¨¢n del personal era que no se cruzaran v¨ªctima y agresor. Tres a?os y una pandemia despu¨¦s, el asunto est¨¢ bastante bien resuelto. Pero solo de momento.
El magistrado Mendoza anda muy revuelto estos d¨ªas. Busca soluci¨®n a otro problema que vino con la covid y para el que le han dado un remedio temporal: el espacio.
Las v¨ªctimas declaran en la ludoteca municipal, una sala blanca y luminosa situada sobre un colegio, a 600 metros del juzgado. El Ayuntamiento de Sueca la cedi¨® para garantizar la distancia de seguridad. Aqu¨ª tienen calma y sosiego. Aguardan tranquilas, pueden pasear, salir a por un caf¨¦. El magistrado y su equipo est¨¢n muy preocupados porque el acuerdo de cesi¨®n termina en enero y ni el Ayuntamiento ni la Generalitat valenciana les han dado una soluci¨®n: ¡°No s¨¦ c¨®mo vamos a atender a las mujeres. Tendr¨¢n que esperar fuera, soportar el fr¨ªo o el calor¡±, lamenta el magistrado.
Sentada en una de las mesas de la ludoteca est¨¢ Roc¨ªo (nombre figurado), de 51 a?os. Viene a retirar una denuncia. El magistrado entra por la pantalla del ordenador desde su despacho. Le toma declaraci¨®n por videoconferencia desde el programa Cisco Webex. Todo se incorporar¨¢ despu¨¦s al sistema inform¨¢tico. Roc¨ªo le explica que su expareja la agredi¨® el 26 de marzo y el 27 se fue de casa. No ha sabido nada de ¨¦l desde entonces.
¡ª?Su declaraci¨®n es libre y espont¨¢nea?¡ª, pregunta ¨¦l.
¡ªAbsolutamente¡ª, responde ella. De fondo, se oye a los ni?os jugar en el patio del colegio.
La psic¨®loga, Amparo Molina, se uni¨® al equipo del juzgado hace tres a?os. Durante el confinamiento, vivi¨® obsesionada con una v¨ªctima a la que no pod¨ªa llamar. El d¨ªa antes de que cerraran Espa?a, la mujer le cont¨® que estaba decidida, que hab¨ªa pedido el divorcio. La carta que lo confirmaba deb¨ªa llegar en los d¨ªas siguientes y entonces le dir¨ªa todo y se ir¨ªa con su hijo. El momento en el que las mujeres comunican que se marchan y que quieren romper lazos con su maltratador es uno de los m¨¢s cr¨ªticos. ¡°No pod¨ªa dejar de pensar en ella¡±, recuerda la psic¨®loga. Luego supo que la mujer escondi¨® la carta y resisti¨® los tres meses sumisa, sin una palabra m¨¢s alta que otra: ¡°La ten¨ªa totalmente controlada¡±. Y cuando reabrieron, le dijo que se quer¨ªa divorciar y denunci¨®. Ahora est¨¢ a salvo.
¡°Para un psic¨®logo es muy importante el contacto f¨ªsico¡±, explica Molina en el receso entre la declaraci¨®n de una v¨ªctima y la siguiente. ¡°Est¨¢n muy solas, sus acompa?antes no pueden pasar, como mucho el abogado. Recuerdo una que se desmoronaba. Y no lo pude evitar, la cog¨ª¡±.
¡°Est¨¢n muy solas, sus acompa?antes no pueden pasar, como mucho el abogado. Recuerdo una que se desmoronaba. Y no lo pude evitar, la cog¨ª¡±, dice Amparo Molina, la psic¨®loga.
A las dos de la tarde, se revisan casos de quebrantamiento de ¨®rdenes de alejamiento. Mendoza sigue solo en su despacho. En la puerta de al lado, tambi¨¦n solo, el secretario judicial, Antonio M¨¢rquez, da fe desde su ordenador de todos los procedimientos. Hacer las cosas desde la pantalla, con todo, ha tra¨ªdo tambi¨¦n alguna ventaja. Los v¨ªdeos, explica M¨¢rquez, permiten ver las expresiones y la espontaneidad de los detenidos y de las v¨ªctimas: ¡°Un acta nunca ser¨¢ m¨¢s fiel que una grabaci¨®n. Ganamos en veracidad¡±. Todo lo que se graba se incorpora al procedimiento. Quieren mantener esa herramienta cuando el virus acabe. Y recoger as¨ª los gestos, las miradas, los silencios.
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