Nos movemos como iguanas en la ciudad terrario
Con el calor extremo, tiendes a la inmovilidad, y supongo que alg¨²n d¨ªa Madrid se puede llegar a parar, y los madrile?os se quedar¨¢n quietecitos donde est¨¦n, moviendo solo los ojos
Asomas el morro en el portal y al sentir lo mismo que al abrir el horno para ver la pizza o pensar que te han encendido un secador de pelo en la cara, sabes que esto no es normal, que solo lo experimentaste una vez en alg¨²n pa¨ªs ex¨®tico. Comprendes que la situaci¨®n es cr¨ªtica cuando el lugar donde mejor est¨¢s es el trabajo, porque tienen aire acondicionado, y t¨² no. Vivo en Madrid sin aire acondicionado, con alg¨²n voluntarioso ventilador que no hace mucho, confiando en el estudio minucioso de las corrientes. Pero qu¨¦ hacer cuando no se mueve el aire, cuando lanzas una pluma y cae a plomo en el...
Asomas el morro en el portal y al sentir lo mismo que al abrir el horno para ver la pizza o pensar que te han encendido un secador de pelo en la cara, sabes que esto no es normal, que solo lo experimentaste una vez en alg¨²n pa¨ªs ex¨®tico. Comprendes que la situaci¨®n es cr¨ªtica cuando el lugar donde mejor est¨¢s es el trabajo, porque tienen aire acondicionado, y t¨² no. Vivo en Madrid sin aire acondicionado, con alg¨²n voluntarioso ventilador que no hace mucho, confiando en el estudio minucioso de las corrientes. Pero qu¨¦ hacer cuando no se mueve el aire, cuando lanzas una pluma y cae a plomo en el mismo sitio. Y al menos yo tengo un trabajo, y uno con aire acondicionado. Y no quiero pensar lo que ser¨¢ esto en Badajoz y otras latitudes.
La humanidad se divide estos d¨ªas entre quienes tienen aire acondicionado y los que no. Y tambi¨¦n quien tiene un amigo con piscina tiene un tesoro. Despu¨¦s de criticar todo el a?o a los que dejaron la ciudad para irse a una urbanizaci¨®n, te comes tus palabras con la barbacoa a la que te invitan, que te permite huir de la ciudad, objetivo vital de todo vecino, y llegar incluso a sentir fr¨ªo cuando sales del agua y te pones a la sombra. Creo que no lo sent¨ªa desde mediados de marzo.
Llevo mal el calor y con estos d¨ªas de 40 grados me siento como dentro de un terrario, me convierto en una iguana que repta por casa con lent¨ªsimos movimientos. Tiendes a la inmovilidad, y supongo que alg¨²n d¨ªa la ciudad se puede llegar a parar, y los madrile?os se quedar¨¢n quietecitos donde est¨¦n, moviendo solo los ojos. Mi cerebro va a¨²n m¨¢s despacio y cuando hablo con alguien es como si estuviera al tel¨¦fono en las Gal¨¢pagos, con retardo de llamada. Si giro la cabeza demasiado r¨¢pido, veo lucecitas. Me levanto de las sillas como un anciano. Y entonces me pregunto c¨®mo ser¨¢ para los ancianos de verdad.
Cambia tu forma de ver la ciudad. Descubres que es un radiador descomunal al tocar las paredes y el asfalto. Los perros pisan de puntillas como si caminaran sobre brasas. Al sol no se puede estar, y mucho menos trabajar, deber¨ªa estar prohibido. Pasear es traum¨¢tico, porque ves todos los ¨¢rboles que no hay, todos los que deber¨ªan estar ah¨ª y no est¨¢n. La ciudad est¨¢ minada de lugares a evitar, plazas y explanadas refractarias al ser humano. En ese escenario, los turistas son seres de otro mundo, que no te explicas c¨®mo hacen, ni lo que hacen. Puedes fre¨ªr un huevo frito en el om¨®plato de un turista alem¨¢n.
En casa abres el grifo del agua fr¨ªa y crees que te has confundido y es el de agua caliente, pero el otro tambi¨¦n sale caliente, y te cuesta un rato dilucidar cu¨¢l es cu¨¢l, por su escasa diferencia. El wifi se cae much¨ªsimo, debe de colapsar por achicharramiento de circuitos, y entonces ni puedes ver la tele. Solo te entra el gazpacho y los sobrecitos de magnesio. Aunque es una ventaja, porque he le¨ªdo que el aire acondicionado engorda. Pero el bochorno incentiva el consumo, porque acabas en El Corte Ingl¨¦s, no saben la cantidad de gente solitaria que ves paseando por all¨ª. Tambi¨¦n fomenta la ingesti¨®n de alcohol: el otro d¨ªa, con un amigo, en casa no se pod¨ªa estar y como tampoco puedes pasear, pues te vas a un bar. Un lugar oscuro, fresco y sin gente. Pero cuando sales es como abrir la puerta de una nave en Marte, ah¨ª fuera la atm¨®sfera es totalmente hostil, no apta para la vida humana, m¨¢s a¨²n si la comparas con el bar. Al final vas a otro pegado a las paredes por la sombra, como un esp¨ªa en Berl¨ªn oriental. As¨ª hasta que cae la noche y para entonces ya te da igual todo, porque adem¨¢s es que la temperatura tampoco baja.
Por la noche abres la nevera y te quedas en ¨¦xtasis ante la puerta abierta, dan ganas de meterte en ella a dormir en plan Dr¨¢cula. Para las corrientes, en mi caso y en mi casa, la situaci¨®n se agrava porque tengo un patio con un restaurante y cubos de basura que hace que abrir algunas ventanas sea como asomarse a la boca de un drag¨®n con halitosis a mil grados. Al final abro todo y que sea lo que Dios quiera, aunque s¨¦ que el jaleo de la calle me despertar¨¢ y en todo caso la luz lo har¨¢ al amanecer. Por eso intento acostarme tarde, para caer rendido, como anestesiado a todo desvelo y sufrimiento. En la tele busco documentales del polo norte o algo que me deje muy fr¨ªo, como casi todas las de superh¨¦roes. Cuando apagas la tele llega el terrible trance de mirar el term¨®metro del balc¨®n: este domingo, a la una y media de la madrugada, hab¨ªa 33,5 grados. Es un momento raro porque sabes que es imposible dormir, pero tienes que hacerlo como sea. Lo ¨²nico es irse duchando varias veces, seg¨²n te despiertas. Porque no es dormir, es una serie de amodorramientos. Que luego se prolongan durante el d¨ªa.
Cansado y atontado, entras en un estado de desorientaci¨®n. Te vas al cine, pero all¨ª descubres que ten¨ªas que haberte llevado un jersey, aunque la sola idea de llevarlo en la mano ya aumenta dos grados tu temperatura corporal. Al salir te duele la garganta, y te haces un test. Como te haya picado una avispa y est¨¦s tomando antihistam¨ªnicos puedes llegar a ver un ovni. Est¨¢s rar¨ªsimo, pero ya no sabes si es que no has dormido, es covid, resaca o que necesitas vacaciones, o todo junto, y en todo caso que el mundo va mal. Por eso, no obstante, me animo pensando en todo lo que me estoy ahorrando, no de dinero, sino de sentirme culpable, que no s¨¦ qu¨¦ es mejor. Entre el cambio clim¨¢tico y la guerra, gastar energ¨ªa empieza a ser un acto controvertido. Somos todo contradicciones: un amigo tiene acogida una ucraniana en casa que se va dejando todas las luces encendidas, y a ver c¨®mo le dices, precisamente a ella, que tenga cuidado porque hay una guerra, que parece mentira.
Lo parad¨®jico es que en esta confusi¨®n hay algo diab¨®licamente preciso, que sofistica la tortura. Mirando el m¨®vil sabes en todo momento la temperatura que hace y la que va a hacer, hora a hora, y que toda la semana va a ser igual. Y el tiempo que hace en todos los sitios de playa que tienes guardados en el tel¨¦fono. Y hay amigos desalmados que te mandan fotos desde ellos. Era mejor la ignorancia, cuando sab¨ªas que har¨ªa calor, sin m¨¢s. Toqu¨¦ fondo este lunes, al sentir que me desmayaba, ?pero estando tumbado! Eran las seis y media de la ma?ana y me despert¨¦ empapado en sudor: el term¨®metro marcaba 29,6 grados. Estaba fatal, me com¨ª un azucarero a cucharadas. Llegu¨¦ a buscar en Google ¡°n¨²mero ambulancia Madrid¡±. Lo m¨ªo es una tonter¨ªa, creo, pero da miedo pensar cu¨¢nta gente est¨¢ muriendo por eso, porque hace demasiado calor, y simplemente no lo puede soportar.
Me fui a trabajar, ansioso hacia el aire acondicionado. Y aqu¨ª estoy, fresquito, escribiendo esto. Retrasando todo lo que pueda el momento de salir. Qui¨¦n me lo iba a decir. Acabaremos todos con camisas hawaianas.