El depredador que marc¨® la vida de un grupo de amigos en los carmelitas de Vila-real: ¡°Cada noche se llevaba a un ni?o¡±
Cuatro testimonios acusan a Francisco Armell, rector del internado en los setenta: ¡°Me dio una pastilla y me despert¨¦ al d¨ªa siguiente en su cama¡±. Tras ser denunciado por un alumno, fue enviado 30 a?os a Rep¨²blica Dominicana y Puerto Rico
Esta es la historia de tres amigos y de c¨®mo su vida qued¨® marcada por los abusos que dos de ellos sufrieron en el internado del seminario menor de los carmelitas en Vila-real (Castell¨®n) en los a?os setenta, a manos del rector del centro, Francisco Armell Benavent, ya fallecido. Los tres han contado su historia a EL PA?S entre 2018 y 2022. Pero de los tres amigos solo queda uno. Los otros dos...
Esta es la historia de tres amigos y de c¨®mo su vida qued¨® marcada por los abusos que dos de ellos sufrieron en el internado del seminario menor de los carmelitas en Vila-real (Castell¨®n) en los a?os setenta, a manos del rector del centro, Francisco Armell Benavent, ya fallecido. Los tres han contado su historia a EL PA?S entre 2018 y 2022. Pero de los tres amigos solo queda uno. Los otros dos han fallecido. Muchas personas que escribieron a este diario desde que empez¨® su investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola, en 2018, no superaron la pandemia o una enfermedad y no les dio tiempo a ver su caso publicado, como era su deseo, pues a este diario llegaron cientos de mensajes y el trabajo para publicarlos ha sido ingente. El ¨²ltimo de esos tres amigos, que a¨²n mantiene la memoria de lo que pas¨®, se llama Juan Luis Chueca. ?l no sufri¨® abusos, pero sus amigos se lo contaron. Ahora es el que recuerda por los otros dos, Emilio Alventosa y Juli¨¢n Sarri¨®n, para que se sepa la verdad y por la memoria de sus compa?eros. Adem¨¢s, EL PA?S ha recabado un cuarto testimonio de otro exalumno. Chueca fue el primero que lo denunci¨® a la orden en 2021. Acus¨® tambi¨¦n a un segundo religioso, de iniciales L. G., que lleg¨® a ser superior de los carmelitas. Se encontraba el a?o pasado en una parroquia del centro de Madrid y fue apartado del contacto con menores como medida cautelar.
La congregaci¨®n es la del Monte Carmelo, distinta de la orden de los carmelitas descalzos, y tras la denuncia, inform¨® a este diario en junio de 2021 de que abr¨ªa una investigaci¨®n ¡°a fondo¡± de ambas denuncias y lo comunicaba al Vaticano. Expres¨® un ¡°compromiso de total transparencia¡±. ¡°Como responsables de esta instituci¨®n eclesial pedimos perd¨®n a las posibles v¨ªctimas y a sus familias¡±, se?al¨® un portavoz. Responsables de la orden pudieron conocer los testimonios de los otros exalumnos antes de que fallecieran. No obstante, pese a su promesa de transparencia, los carmelitas luego no han proporcionado m¨¢s informaci¨®n y no han respondido a las preguntas de este diario en el ¨²ltimo a?o. No aclaran si las investigaciones siguen abiertas o qu¨¦ resultado han dado, si han aparecido m¨¢s v¨ªctimas y qui¨¦nes son los responsables del encubrimiento de Armell y su traslado al extranjero: tras ser denunciado por un alumno en 1976, fue enviado como misionero y pas¨® m¨¢s de 30 a?os en Rep¨²blica Dominicana y Puerto Rico. La orden asegur¨® en 2021, la ¨²ltima vez que respondi¨® a este peri¨®dico, que en los carmelitas ¡°nadie sab¨ªa nada¡± de los abusos de Armell. No explican si el otro acusado, L. G., ha admitido los hechos, y ¨¦l tampoco ha querido dar su versi¨®n de lo ocurrido a EL PA?S. Ambos casos han sido incluidos en los dos informes de este diario, con un total de 451 acusaciones no publicadas hasta ahora, entregado a la Iglesia y al Defensor del Pueblo. Los casos que han salido a la luz se elevan a 840 acusados con al menos 1.594 v¨ªctimas, seg¨²n el recuento que lleva este peri¨®dico ante la ausencia de datos oficiales.
Juan Luis Chueca recuerda c¨®mo acab¨® en el seminario: ¡°En los a?os setenta los carmelitas iban por los pueblos de Castell¨®n, Arag¨®n, La Mancha, captando chicos para el internado de Vila-real. A mi pueblo vinieron al acabar quinto, el ¨²ltimo a?o de primaria, en la primavera de 1974, y preguntaron qui¨¦n quer¨ªa ir a la playa en verano, nos animaron para ir en julio de cursillos. As¨ª es como te convenc¨ªan. Nos llevaron de excursi¨®n a Pe?¨ªscola y fue la primera vez que yo vi la playa. Te llevaban al museo de Onda, con animales disecados y, claro, se te abr¨ªa el mundo. Para nosotros, ir a Vila-real era una transici¨®n important¨ªsima, porque en nuestro pueblo no se pod¨ªa seguir estudiando. A partir de sexto todos ten¨ªamos que irnos¡±. Emilio Alventosa tambi¨¦n recordaba c¨®mo lleg¨® all¨ª atra¨ªdo por el efecto de las instalaciones del colegio en los ni?os de una Espa?a rural y pobre: ¡°Ten¨ªan baloncesto, biblioteca, televisi¨®n, futbol¨ªn... Y yo viv¨ªa en una casa peque?a, humilde y sin puertas¡±.
Juan Luis empez¨® el curso en Vila-real en septiembre de 1974, con 12 a?os, y all¨ª hizo amistad con otros dos chicos, Emilio Alventosa y Juli¨¢n Sarri¨®n. Se hicieron inseparables. Con esa confianza, un d¨ªa Emilio le cont¨® lo que le hab¨ªa pasado con el padre Francisco Armell Benavent, que era el rector y jefe de estudios. Este religioso, nacido en 1942, entonces ten¨ªa 32 a?os. Emilio tambi¨¦n lo relat¨® a EL PA?S en 2021: ¡°Un d¨ªa me encontr¨¦ mal, fui a la enfermer¨ªa. Armell, que se encargaba de todos los peque?os, de sexto, s¨¦ptimo y octavo, y depend¨ªamos de ¨¦l, me dijo que si fuera a su habitaci¨®n si no pod¨ªa dormir, que me daba una pastilla. Inocente de m¨ª, fui una noche, me dio una pastilla y cuando me despert¨¦ todav¨ªa estaba all¨ª, en su cama. Se repiti¨® varias veces. Con la excusa de ver si ten¨ªa fimosis un d¨ªa me masturb¨®, y yo ni sab¨ªa lo que era eso. Cada vez que me llamaba intentaba aprovecharse y era un t¨ªo de uno ochenta, muy violento, con fama de pegar hostias como panes¡±. Emilio lleg¨® a pasar fines de semana y algunas vacaciones con ¨¦l en una casa que ten¨ªa en su pueblo, X¨¤bia, pues el religioso se lo propuso a su familia. ¡°Mi madre estaba enga?ada con ¨¦l. Yo no quer¨ªa ir, pero no pod¨ªa negarme. Luego all¨ª est¨¢bamos solos o con su hermano. Recuerdo que una vez casi nos pilla en la cama¡±. Juan Luis, que no duda en acusar al fraile de ¡°depredador¡±, va m¨¢s all¨¢: ¡°Emilio me cont¨® que con Armell se vio obligado a tener relaciones sexuales con otros frailes. Me lo cont¨® de una forma muy angustiosa, achacaba a estos abusos los problemas que luego hab¨ªa tenido en su vida¡±.
El tercer amigo del grupo, Juli¨¢n, tambi¨¦n relat¨® a este peri¨®dico que sufri¨® los abusos de Armell: ¡°Yo hasta los 45 o 50 a?os no se lo dije a nadie, hay como una tela que se te pone en los ojos y no lo ves. No fue traum¨¢tico, yo pensaba que me quer¨ªa y que era un elegido. Siempre van al m¨¢s d¨¦bil, al m¨¢s calladito. Sol¨ªa llamar de vez en cuando a uno a su habitaci¨®n. Me llam¨® una vez para una charla, porque me costaba hacer amigos, era introvertido. Ten¨ªa una librer¨ªa que separaba la cama y el lavabo de su despacho. Me achuch¨® contra la librer¨ªa, me cogi¨® de las orejas, apret¨¢ndome los l¨®bulos y me dijo: ¡®Peque?o, ?sabes cu¨¢l es la parte m¨¢s insensible del cuerpo? Esta¡¯. Me apretaba los l¨®bulos y de repente me bes¨® en la boca, me morre¨® mientras se restregaba contra m¨ª¡±. Juli¨¢n estaba seguro de que ¡°la comunidad de sacerdotes sab¨ªa todo aquello, pero no le puso freno¡±. Recordaba c¨®mo eran las noches en el internado: ¡°Los dormitorios estaban separados. Hab¨ªa uno general, otro m¨¢s peque?o y otro apartado que era el que este se?or escog¨ªa, una camareta con cuatro literas. Nos acost¨¢bamos a las nueve y media y llegaba a las 11 o las 12, cada noche cog¨ªa a un chico y se lo llevaba al fondo del dormitorio. Yo me tapaba entero y no quer¨ªa ver nada, no quer¨ªa estar all¨ª. En un campamento en Burriana uno compart¨ªa tienda con ¨¦l; el favorito. Ten¨ªa varios preferidos¡±.
Emilio, en su relato, tambi¨¦n confirm¨® que Armell tuvo varias presas: ¡°No fui el ¨²nico del que abus¨®. En las excursiones sorteaba qui¨¦n iba con ¨¦l en el coche y qui¨¦n dorm¨ªa con ¨¦l, ganaba quien acertara un n¨²mero que ¨¦l pensaba, y eleg¨ªa a quien quer¨ªa¡±. Pero un d¨ªa, en 1976, Armell se encontr¨® con un chico que se le resisti¨®. No se arredr¨®, se lo cont¨® a su familia y se arm¨® un esc¨¢ndalo. De hecho, Armell abandon¨® el centro. Como en muchos otros casos, la soluci¨®n fue enviarlo de misionero al extranjero, a Rep¨²blica Dominicana.
Un cuarto exalumno, A. M. G., vivi¨® de cerca aquel episodio, porque el chico que se enfrent¨® al fraile era un amigo suyo, ya fallecido: ¡°Por las noches siempre llevaba a alguno a su habitaci¨®n, y ¨¦ramos unos 80 ni?os en el dormitorio. Un d¨ªa le toc¨® a mi amigo y me cont¨® que intent¨® abusar de ¨¦l. Le empez¨® a tocar los genitales y le dijo que lo tocara tambi¨¦n, que no pasaba nada, que Dios nos hab¨ªa hecho as¨ª y no era nada malo. ?l sali¨® de all¨ª zumbando. Al d¨ªa siguiente nos lo cont¨®, y Armell se dio cuenta. Lo que hizo fue que en los ex¨¢menes finales le pas¨® las preguntas, para callarlo, y mi amigo se fue con ellas al prior, para usarlas como prueba y contarle los abusos, porque si no sab¨ªa que no le iban a creer¡±. Juli¨¢n Sarri¨®n recordaba que Armell se puso entonces muy nervioso y lo llam¨® a su habitaci¨®n: ¡°Su objetivo era ponerme de su parte para que no contase nada, y me dijo que si alguien me preguntaba yo ten¨ªa que decir que ¨¦l no me hab¨ªa tocado¡±.
En mayo, la fiesta de San Pascual Baylon era el d¨ªa en que iban las familias al internado, y entonces el chico que hab¨ªa denunciado a Armell se lo dijo a su hermano mayor, y estall¨® un esc¨¢ndalo. El religioso desapareci¨® de un d¨ªa para otro: ¡°Nos dijeron que se iba de misiones, pero todo el colegio sab¨ªa lo que pasaba¡±, relata A. M. G. Su amigo, el que hab¨ªa denunciado los abusos, se fue del colegio al acabar el curso. Emilio recordaba que luego lleg¨® un carmelita de fuera a darles una charla: ¡°Era para defenderlo, diciendo que eso era normal, que eran muestras de cari?o¡±.
De todos modos, seg¨²n recuerda A. M. G., Armell volvi¨® al curso siguiente y a ¨¦l le entr¨® tal p¨¢nico que dej¨® el colegio a mitad de curso. ¡°Era muy violento, nos pegaba todos los d¨ªas y nos castigaba a recoger piedras, o en la huerta, a veces te pon¨ªa un taco de madera al cuello. De repente volvi¨® a aparecer y nos reunieron a todos los alumnos para darle la bienvenida. Yo abandon¨¦ los estudios d¨ªas despu¨¦s, a mis padres les dije que no quer¨ªa estudiar m¨¢s, que me pusieran a trabajar en lo que fuese. La verdad es que los dem¨¢s sacerdotes fueron buenos profesores, buenas personas y trataban de hacernos la vida m¨¢s agradable. Pero el da?o que nos ocasion¨® este cerdo no lo pudieron, ni pueden, paliar. El padre Armell abus¨® de varios compa?eros, y mi amigo fue el ¨²nico que tuvo el valor de denunciarlo. Otros, como yo, no tuvimos ese valor y tratamos de sobrellevar la situaci¨®n como pudimos. Ten¨ªamos entre 11, 12 y 13 a?os y est¨¢bamos lejos de nuestras familias. El miedo y la verg¨¹enza pudieron, y a¨²n pueden, con nosotros¡±. Algunos de los compa?eros de estos exalumnos acabaron siendo sacerdotes y miembros de la orden, siguen en ella en la actualidad, y por tanto conocen perfectamente el caso de Armell.
Pero hay una segunda historia m¨¢s compleja. Juan Luis Chueca denunci¨® tambi¨¦n a la orden que otro profesor y religioso del seminario, L. G., tuvo relaciones con uno de los alumnos e incluso pasaban las noches juntos. Este antiguo compa?ero del seminario ha reconocido a EL PA?S que as¨ª fue, pero no lo consideraba como abusos, porque para ¨¦l, en su recuerdo, fue una relaci¨®n consentida, una historia de amor que vivi¨® en el internado y en la que se refugi¨® ante el acoso de Armell. De hecho, relata que con este religioso mantuvo luego contacto durante a?os, ya en la edad adulta. No obstante, pese a c¨®mo lo cuenta, para Juan Luis no hay duda de que se trat¨® de un delito, pues era un adulto de m¨¢s de 30 a?os manteniendo relaciones con un ni?o de 12 o 13, que adem¨¢s estaba aislado en un entorno hostil y era vulnerable. Por eso tambi¨¦n lo denunci¨® a la orden, junto a los abusos de Armell. Tras la denuncia, los carmelitas lo apartaron de forma cautelar. Luego la orden ha callado hasta hoy sobre su investigaci¨®n de este caso y no aclara si este religioso admite o no las acusaciones.
Chueca tampoco ha vuelto a tener noticias de los carmelitas tras su denuncia, no le cogen el tel¨¦fono ni le responden los mensajes y ya no tiene ninguna confianza en su investigaci¨®n. Pero al menos quiere hacerlo p¨²blico. ¡°No tengo ning¨²n rencor por el colegio ni por los carmelitas, que me dieron una buena educaci¨®n, pero s¨ª tengo un dolor por lo que hicieron algunos de ellos. Por eso animo a que otros compa?eros denuncien. Esto lo hago no solamente por m¨ª, sino por Emilio, por Juli¨¢n, por todos los otros. Mis amigos quer¨ªan que se hiciera p¨²blico, desgraciadamente no les ha dado tiempo a verlo¡±.
La informaci¨®n sobre la trayectoria de Francisco Armell que se recoge en internet de los carmelitas y medios locales valencianos indica que, antes de recalar en el seminario de Vila-real, estuvo en los a?os sesenta de sacerdote en una parroquia de Madrid, Nuestra Se?ora de Sonsoles, en el barrio de Pueblo Nuevo. Despu¨¦s, tras abandonar Vila-real a finales de los setenta, se fue de misi¨®n a Jiman¨ª, en Rep¨²blica Dominicana, en la frontera con Hait¨ª. A?os despu¨¦s cambi¨® de destino, a Puerto Rico, primero a Morov¨ªs, y luego a Ciales, dos poblaciones de monta?a. Termin¨® a mediados de los ochenta en la capital del pa¨ªs, San Juan. Vivi¨® en Residencial P¨²blico Luis Llorens Torres, una zona degradada de viviendas oficiales, donde llev¨® la iglesia de la Sagrada Familia, que tambi¨¦n ten¨ªa un colegio parroquial. Hacia 2007 regres¨® a Espa?a, por problemas de salud. En 1999, el Ayuntamiento de X¨¤bia, su localidad de nacimiento, le hab¨ªa otorgado el Premio 9 de Octubre Vila de X¨¤bia a los Valores C¨ªvicos.
Si conoce alg¨²n caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escr¨ªbanos con su denuncia a abusos@elpais.es. Si es en Am¨¦rica Latina, puede escribir a abusosamerica@elpais.es